Por fin salió una corrida con
casta y ofreciéndose emotiva a los de a pie y al coso entero. Corrida de esas
que llevan las orejas colgando, no sólo por su juego, sino por su capacidad de
transmisión. Doce, o si ustedes quieren, diez orejas que se fueron caminito del
desolladero, compuestas y sin novio. ¡Qué pena! Cuando hay toros no hay toreros… y cuando hay toreros no hay toros,
dice el conocido adagio popular. Y ayer se cumplió una vez más. ¡Lástima
también que no hubiesen tenido ese punto más de presencia y cuajo que nos
hubiera permitido hablar de todo un corridón de toros! Nos lo temíamos, dado el cartel. ¡Y lástima, también, que
no pasaran por el primer tercio con más de bravura, ya que a pesar de arrancarse
alguno de lejos a los del castoreño, no apretaron y salieron sueltos en la
mayor parte de las ocasiones! Pese a ambos lunares, qué interesante corrida de
toros la de José Luis Lozano y sus hermanos.
El tercero, Alcaparroso, de escaso remate por detrás (Foto: las-ventas.com) |
Generosos en la muleta, regalando
arrancadas y embestidas incesantes, buscando siempre los engaños, con viaje y
recorrido, con más o menos genio y alguno humillando más que otro. ¡Cómo se ve
que saben lo que se traen entre manos! Después del fracaso de El Cortijillo, en
la que –les recordamos- no hubo un toro bueno, pero tampoco molestaron –condición
poco decente del ganado de la post-modernidad-, ésta era la corrida que
esperábamos ver en Madrid, en día tan señalado como el de la presencia de esos
que se nos venden desde hace años como figuras y que así se autotitulan para
sonrojo de la humildad.
Al cartel previsto, uno más, hubo
que apuntar la sustitución de Sebastián Castella, convaleciente de su cogida en
este coso, por el prometedor Fandiño, que como antaño Robles y Domínguez no
termina de afianzarse en esa posición tantas veces entrevista junto a los de
más arriba. A Julio Robles o a Roberto Domínguez les vimos muchas tardes en
Madrid, formando pareja en bastantes carteles junto a un tercero variable,
apuntando siempre, pero disparando pocas veces, hasta que un lustro después
demostraron lo mucho y bueno que podían ofrecer. Me acuerdo que los llamábamos “las
eternas promesas”, y parece que al vizcaíno habrá que titularle de igual
manera. Ayer dejó escapar una oportunidad de oro; una ocasión en la que dar un
baño completo a dos diestros de los que se dice están consagrados, y de los que
uno va de retirada y al otro todavía no le hemos visto.
A Manuel Jesús, un día más, se le escapó de entre los dedos
un triunfo definitivo –como fue aquel de Bilbao- con un lote verdaderamente
excepcional para la muleta. Éste ya no es el Cid de esos años en los que
rendía, no Valencia, sino la propia capital del orbe taurómaco, a sus pies, y
en los que la espada le jugó tan malas pasadas. Ayer le tocó en suerte un Cara-Alegre, 575 kilos, en primer lugar
con unas embestidas francas y claras –quizá le faltó humillar un poquito más
para considerarse el toro ideal para la franela-, repitiendo con entrega a cada
cite. Es verdad que lo intentó, que hizo esfuerzos dolorosos por mantenerse
firme y por colocarse –sobre todo al final del trasteo-, pero sin limpieza, sin
continuidad, sin terminar de afianzar la planta en el albero, su labor estuvo
muy por debajo de las expectativas y del propio toro. Tras un desarme dejó una
estocada por las costillas, aunque tirándose derecho, y otra entera baja.
Silencio.
El cuarto, Fiscal, de justa presencia pero noble y boyante (Foto: las-ventas.com) |
Más triste fue lo del cuarto, Fiscal,
545 kilos, que tuvo clase en la muleta para ceder una parte y convertir un
encierro de bueyes en toros de lidia. No hizo pelea de bravo en los caballos,
pero llegó al último tercio humillando y yendo con claridad, nobleza y
boyantía. Manuel lo volvió a intentar, estuvo algo mejor que en su primero,
tiró, arrastró al toro en los vuelos de su muleta en media docena de lances,
pero peor colocado que en aquél, volviendo a las desigualdades y con algunas desconfianzas
en un final que vino a menos, con algún paso atrás y nuevas dudas. Me gustaron dos
series desmayadas, cogiendo al de Alcurrucén algo atrás -también descolocado-,
pero con temple, gusto y torería; poco bagaje, sin embargo, para lo ofrecido
por la res. Una entera, por arriba,
dejándose ver, un aviso y un descabello, para oír pitos iniciales y aplausos
subsiguientes: división, por ende.
El Cid en los lances desmayados al cuarto, que hace el avión (Foto:las-ventas.com) |
Permítanme que les cuente que no termino de ver a Perera. De
aquel novillero interesante, el diestro pacense se ha convertido en un
pegapases abrumador, nunca bien colocado, con enorme tendencia a rematar
cualquier lance hacia las afueras, y de una pesadez y longitud en las faenas
abrumadora. Y eso cuando no se retuerce –algo que ayer volvería a hacer-. Coge
a los toros siempre con el pico y los remata por allá, y sólo cuando el toro
gira en su derredor, muy en corto, sin apuntarle jamás los pitones, logra encandilar
a los públicos, a base de ligar y no rematar un pase. Lo hace también, es
cierto, cuando recurre al arrimón final –con el toro agotado e inmóvil, valoren
el mérito-, o se deja llevar por el populismo en ese toreo de talanquera y
plaza portátil, del sobeteo en corto, los circulares invertidos o de las
miradas al tendido. Pero eso está bien para los pueblos de menos de 5000
habitantes, no para la cátedra del toreo. Ayer se dejó escapar un primero, Chalinito, 527 kilos y poca culata, al
que dio distancias generosas en primera instancia para ir acortándolas en lo
sucesivo, siempre por fuera y sin rematar un lance, desastroso y retorcido en
los cites finales, metiéndoselo sólo a cabeza pasada; una pena de toro. Una
entera baja, y silencio. Cruel que es el público de Madrid, al que ayer faltó por Twitter. En el quinto, Herrero,
de 570 kilos, que intentó saltar la barrera de salida, logró que se le rajara a la tercera tanda, porque de
tanto enseñarle la salida y despedirlo hacia las tablas, el toro, sin duda,
debió creer que ese era el camino que debía seguir. El animal se lo llevó a las
tablas y tercio del 5 –en plena solanera-, y allí optó por el populismo
encimista, en un pasar soso y periférico, antes del arrimón ante el mortecino
animal. El público de sol, generoso siempre en sus manifestaciones, ignorante
sin duda del desprecio del diestro, lo aplaudió a rabiar, contagiando a buena
parte de la sombra clavelera y ocasional. Toreo… hubo poco, pero no están los tiempos para exigencias. Desde muy lejos
dejó un pinchazo y luego, después de nueva rajada, una entera por la tripa,
también ovacionada en primera instancia… porque lo importante es que entre el
acero completo aunque no se fijen por dónde se clava. Ovación y saludos desde
el burladero. Pudo y debió haber sonado un segundo aviso. ¡Cómo para que se
queje del público!
Fandiño dejó escapar esa oportunidad que le hubiera venido
de perlas, dada la repercusión de la tarde. En el tercero, un Alcaparroso de 525 kilos y poco remate,
ligó en las primeras tandas, situado al hilo del pitón, pero a base del
sempiterno paso atrás, cediendo terrenos y retirando la pierna que debiera
cargarse. Aplausos, no obstante. No pudo o supo aprovechar completamente las
buenas condiciones del toro, que embistió dadivoso, ensuciando el trasteo –pudo
molestar el aire-, y colocándose cada vez peor. Un buen cambio de mano,
aguantando una barbaridad y unas ajustadas bernardinas postreras levantaron de
nuevo los ánimos de una faena a menos, pero desaprovechó la coyuntura con un
pinchazo previo a una entera desprendida, escuchando a la par el primer aviso
que el palco enviaba. Una pena, la verdad.
Fandiño en las ajustadísimas bernardinas finales al tercero (Foto: las-ventas.com) |
El último fue uno de esos toros de
consagración, exigentes, de nombre Pitillero,
con 560 en la báscula, mansito en varas pero con casta, codicia, algo pegajoso
y muy voluntarioso en la muleta. Un toro para alcanzar la gloria. No lo pudo.
No se dobló el diestro de Orduña como hubiera necesitado el toro –al que
dejaron un tanto crudo en el primer tercio… rutinarios que son algunos-, no lo
sometió por bajo, castigándolo, y el toro se creció a su gusto, llegando casi a
desbordarlo en más de una ocasión. El bicho, incómodo, hacía hilo pegajosamente,
y en vez de rematarlo más atrás, un poco más largo, el diestro no hacía sino
perder pasos entre lances, apurado, pajareando sin cuento, intentando ahogarlo
al estrechar terrenos, pero sin conseguirlo. Con ese amargo sabor de saberse
por debajo, le dejó una entera atravesada –que hizo guardia-, pero estrechándose en
un esfuerzo final y sacando rota la taleguilla por el muslo derecho. Un
descabello final, certero, dejó una posible consagración en nueva promesa… Y
con ésta ya van dos o tres en Madrid.
El que más pena me dio fue el Cid con su segundo, un toro de bandera en la muleta tras el arca de Noé que llevamos en la feria: bueyes, cabras, mulos y monas. ¡Con lo que fue hace unos años Manuel Jesús al natural!. Fandiño mal pero se le puede esperar, a Perera no dan ganas de esperarle, pesadísimo y pegapases total, como se dice en la crónica. Tampoco es el que era. ¡Qué pena de toros!.
ResponderEliminarQue pena de toreros uno esta para irse -"fiscal" lo sentencio-otro se cree que es figura -nunca llegara- y el último se esfuerza pero le falta algo.....como Ud dice cuando sale el toro no hay toreros.
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