Madrid, 15 de mayo de 2012. Unos dos tercios de entrada. 6
toros de El Ventorrillo, bien presentados –excepto el tercero, que carecía de
culata-, muy mansos, descastados en general, de juego pobre y desigual
predominando lo mular y complicado. Julio Aparicio, bronca y bronca. Curro
Díaz, silencio en ambos. Eduardo Gallo, saludos y silencio (aviso).
En el resumen que nos envía la empresa, figura que primero y
cuarto de los lidiados fueron aplaudidos al arrastre… Es, sin duda, el único consuelo que le queda
al público a la vista del desastre de un torero; aplaudir lo inovacionable para
así hacer más notorio el fracaso del espada, agraviarle aun más que lo que
puedan hacer sus pitos y broncas, ovacionando al buey que le correspondió
matar, y no por los méritos adquiridos por éste durante la lidia. Es posible,
no obstante, que al diestro sevillano, a Julio Aparicio hijo, le tocasen los
dos más potables del encierro, que ya hubieran querido para sí los otros
componentes del cartel; pero de ahí al aplauso en el arrastre va un mundo.
El conjunto de la corrida fue infumable: mansos, mulares,
visitando constantemente los chiqueros -de salida, mediada la lidia, durante la
faena de muleta-, intratables, alguno –como los de Curro Díaz, con complicaciones
ciertas y francas, rajándose desde el mismo principio; o como los de Gallo,
violentos, peligrosos, e incierto el sexto-; quién sabe si primero o cuarto en
alguna otra mano hubiera tenido juego alguno… ¿A qué deplorable estado ha
llegado una vacada hace unos años interesante, encastada, con juego, preferida
por los de coleta, bueno o por alguno de los que no les hacen ascos a los toros
que embisten y tienen casta? ¿Cómo es posible que el cambio de manos tenga unos
tan funestos resultados en apenas unos años? Mientras la influencia de lo de
Paco Medina, su anterior propietario, fue patente, esta era ganadería de las
que se veía anunciar con ilusión, a la que defendimos y alabamos, pero me temo
que –agotado el crédito y la sangre brava- el desecho de Juan Pedro ha hecho explosión
y se ha impuesto sobre la acertada selección de don Francisco. En sus manos,
desde 1992 hasta 2005, la ganadería fue adquiriendo justo prestigio, y aun lo
mantuvo en los años en que su directa
influencia primaba, ya en manos de don Fidel San Román. Calculen: en 2005
cambia de manos; los machos nacidos de su selección se lidian hasta 2009-2010,
desde entonces ya es responsabilidad del nuevo criador, nacido como tal a la
sombra de los negocios inmobiliarios –entre otros-, y la temporada de 2011 no
fue –ni mucho menos- la mejor de su historia y ésta de 2012 camina en la misma
dirección. Un desastre, en definitiva.
Otro de los grandes protagonistas del festejo fue Julio
Aparicio, cuya actitud resulta también incomprensible. Apático, inhibido de sus
funciones en la dirección de lidia, escondido durante todo el festejo detrás de
burladeros o a cincuenta metros de donde andaba el animal, con miedos patentes,
lo mismo hubiera dado que sus toros hubieran sido lidiados por sus peones o por
cualquiera de los espectadores que –la tarde del Santo Patrón madrileño- no
llenaban el coso. ¡Qué fracaso! ¡Qué vergüenza!
Un nuevo éxito puede apuntarse el tripartito empresarial: No
llenar el día de San Isidro en Madrid es una verdadera hazaña que no se veía en
años anteriores, ni aun en los que la tercera parte empresarial regía los
tristes destinos de Las Ventas. La Comunidad ha de estar contenta…, si es que,
aparte de don Carlos Abella, hay alguien que acuda al coso entre sus máximos
gestores. Lo más probable es que ni se
enteren del aforo conseguido en una de las corridas de más postín y tradición
madrileña. Pero, ¡qué más da! El caso es abaratar el canon, permitir la subida
de los precios de las localidades, transigir con unos carteles de plaza
portátil, y ver cómo se desarrolla la primera feria del mundo según lo
previsible.
"Desconfianza y temor", lámina de La Lidia (29-IX-1884). ¿Les recuerda a algo? |
Y sin embargo lo que no preveíamos era la reacción del
respetable ante la ausente y vergonzosa actitud de Aparicio. El pueblo de
Madrid se levantó, como en aquel 2 de mayo famoso, en contra del abuso de
confianza de un diestro que se cree tocado por la impunidad, y acabó
arrojándole almohadillas con saña –tiraban a dar- cual si de los mejores
tiempos de Curro o de Paula se tratase. A su primero, Romano, no le quiso ni ver; la lidia fue un desastre, el toro
correteó a su antojo, derribó pero salió suelto del primer caballo y sin el
revolcón, empujó un poco en el segundo envite para salir otra vez sueltito. Lo
probó en la franela con muchas desconfianzas y movimiento y tras espantar unos
cuantos dípteros, con miedos y paso atrás, a pesar de que nada feo le hizo el
de los cuernos –abundantes y tocados-, decidió martirizarlo de un pinchazo en
las costillas desde las Batuecas y encorvado; otro más de idéntica forma, uno
añadido, perpendicular y delantero con amplia curva de escape, un sablazo en
metisaca atravesado, otro por el estilo, uno peor, en la pata –por el segundo
sótano- y un descabello para que el aburrido bicho se echara. En total: seis
insultos al arte de matar toros de lidia y un descabello inútil. Terciopelo se llamó el cuarto, que fue
bravucón, haciendo cosas de bravo en los caballos que no disimulaban su mansa
condición, prefiriendo terreno de chiqueros, sin fijeza, pasando de caballo a
caballo tras derribar al primero, y saliendo suelto de los encuentros a pesar
de empujar en el peto. El bicho, anduvo a su aire toda su santa vida, y no le
vimos, y no lo podemos catalogar, en la muleta; seis tristes pases mal dados
con la franela por Julito, siempre desde fuera y enganchados, unos intentos de
doblarse, y nuevo Calvario con la tizona. Un pinchazo en los bajos, cuarteando;
media idem aun mucho más baja y perpendicular y dos descabellos. Salió como
pueden ustedes comprobar.
Despedida de Julio Aparicio, ayer en las Ventas. (Foto: ACPM). |
Los de Curro Díaz fueron lo más descastado de la tarde. Centinela, su primero, fue un auténtico
mulo con abundante cuerna y exceso de kilos, que sacó complicaciones ciertas en
la muleta..., un bicho tonto que casi se suicida en el segundo tercio contra un
burladero. Se rajó desde los primeros muletazos y detrás de él fue el de Linares
a chiqueros, donde se vio apurado en un par de ocasiones, al citarlo contra
querencia. Habría que haberle dado al buey duro y a la cabeza, en vez de
intentar pasarlo al natural, pero eso de la lidia y el trato adecuado ha pasado
ya a la historia de la tauromaquia, aunque ayer mismo lo recordáramos viendo
por la mañana el video de la corrida del siglo, aquella en la que Ruiz Miguel,
Esplá y Palomar lidiaron la antítesis de esta corrida, una de Victorino, seria
y encastada de principio a fin. Un pinchazo bajo, y una entera por el chaleco
se deshicieron del mulo al hilo de las tablas del cuatro. El segundo, Preso, ¡vaya nombrecito en la casa del
herrero!, era el único mal presentado de la tarde, un toro culi-pollo que
desdecía de sus hermanos, aunque en comportamiento les fue a la par: manso y
descastado. Tras idéntica mala lidia que en los restantes, llegó con genio a la
franela, brusco, desarmando en dos ocasiones y achuchando. Curro ni se confió,
ni plantó los pies en la arena, y tras pajareos varios, con el toro corto y
saliendo distraído –terminó rajándose en la tercera tanda-, volvió a acabar en
chiqueros para dejarle, desde fuera, una estocada caída. Silencio…
¡Qué mala suerte la de Eduardo Gallo! A su notable
disposición, a su buena colocación durante las faenas, la Fortuna contrapuso
dos bichos imposibles una vez más. Su primero, Cervato –con leña como tal en la cabeza-, fue un animal bronco,
complicado, de constante tarascada y gañafón y con malas intenciones. Buen
puyazo vimos en segunda instancia, algo que agradece siempre la afición
madrileña. Pero en la muleta, siempre derrotando por alto, tornillazo va y
viene, a Gallo le faltó bajarle mucho más la mano, llevarlo y rematarlo por debajo
de la pala del pitón y doblarse adecuadamente con él. Llevó en ello su
penitencia, y a punto estuvo de llevarse un par de golpes en la cara. Sólo pudo
lucir en algún trincherazo y en algún pase del desprecio, esto es en lances
accesorios y muy por bajo. Un pinchazo por el pescuezo, desde fuera, y una
entera baja dieron fin a su labor, que fue reconocida por la voluntad,
presencia y colocación, con una ovación sincera.
Eduardo Gallo, soportando el gañafón del tercero (Foto: las.ventas. com) |
Silencio, sin embargo, en el
sexto, Histrión, un manso y peligroso
animal, que siempre anduvo incierto y con no claras intenciones, al que también
aguantó una barbaridad. Eduardo volvería a estar colocado, a intentarlo sin
suerte, ni acierto, pero dejó de doblarse con el bicho aquel y llevarlo siempre
por bajo, rematando –por el contrario- a media altura o por alto muchos lances,
empeorando la condición del cornúpeto. No lo pudo porque no puso en juego los
recursos necesarios, insistiendo en llevarlo como si de noble y boyante se
tratara. Una estocada tendida y caída, un aviso y un certero golpe en la nuca
finalizaron un festejo desastroso. Uno más.
¡Qué
viva la feria del Arte y la Cultura! Así no necesitamos antitaurinos…
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