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sábado, 30 de junio de 2012

Lo que "pesan" las figuras (y II)

Dejábamos ayer el asunto de los honorarios de los toreros en las postrimerías de lo que fue la plaza madrileña sita en las afueras de la Puerta de Alcalá, concretamente en 1871, año del que teníamos las escrituras firmadas por Rafael Molina "Lagartijo", Salvador Sánchez "Frascuelo" y Francisco Arjona Reyes "Currito". Vayamos más adelante para comprobar como esas cifras porcentuales, con respecto a las máximas recaudaciones por taquilla, aun se mantuvieron largas décadas.  
A partir de ese momento, es cierto, el proceso inflacionario se dispara, y con ello los salarios, aunque no en la misma medida los precios de las localidades. El mismo “Lagartijo”, en 1888 recibiría 22.500 reales para él y su cuadrilla, y ello sin que los precios se hayan proyectado de la misma manera. No podemos decir cuánto suponía esto sobre el aforo de la nueva plaza, la situada en el lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes de la capital (desde 1874 en adelante y hasta 1934), aunque el aumento de las localidades y los dieciocho años transcurridos harían también aumentar la taquilla por festejo. Ese año toreó 18 corridas en Madrid, así que el cálculo más simple nos sitúa sus ingresos (para él y su cuadrilla) en 405.000 reales sólo en Madrid ese año. El sueldo, por ejemplo, de un profesor universitario podía estar entonces sobre las 5 a 10.000 pesetas anuales, es decir entre 20.000 y 40.000 reales; un empleado de correos cobraba como promedio unos 6.400 reales; el Presidente del Tribunal Supremo (el Carlos Dívar de entonces) unas 30.000 pesetas (120.000 reales anuales). Las cifras son claramente explícitas. 
Lagartijo en sus primeros años como matador de toros (Colección personal)
Lo que nos falta para nuestro cálculo es la recaudación máxima (o al menos la media) de la plaza de Felipe II. Por ello nos trasladaremos a Bilbao, donde tenemos las cantidades que cobraban los diestros y las recaudaciones por venta de entradas de la plaza de Vista Alegre, aquella que se quemó en 1961. 
Veamos algunas cifras. En 1882, año de la construcción de la plaza bilbaína de Vista Alegre, se contrató a Fernando Gómez “el Gallo”, Manuel Fuentes “Bocanegra” y José Lara “Chicorro”, porque la antigua plaza de Abando tenía escriturados a “Lagartijo” y “Frascuelo”. Son toreros, evidentemente de menor categoría que los dos más famosos espadas. Por los cuatro días el padre de Joselito cobró 11.000 pesetas, esto es, a 2.750 pesetas por festejo (11.000 reales); “Bocanegra” un poco más, 11.250 pesetas (a razón de 3.750 pesetas por corrida, pues sólo actuó en tres de ellas) y “Chicorro” por las 4 toreadas cobró 10.000 pesetas (a 2.500 pesetas cada una, o 10.000 reales por festejo). La recaudación total por venta de entradas ascendió a 99.941 pesetas, lo que promedia 24.985,25 pesetas. Ello supone, por tanto, que “Gallito” pesaba un poco más del 11% del aforo conseguido, “Bocanegra” llegaba a un 15% y José Lara sólo un 10%. Los tres juntos supusieron un 36% de las localidades vendidas, cantidad sin duda elevada para esa época pero muy lejos de las actuales. 
En 1883 sí que estuvieron contratados en la nueva plaza de Bilbao Rafael Molina y Salvador Sánchez, pero junto a “Lagartijo”, sin embargo, actuaron “Cara-Ancha” y “Currito” (éste sustituyendo a “Frascuelo”, herido). El gran Rafael cobró por 4 corridas 15.700 pesetas, “Currito” lo estipulado para Salvador, 15.000, y “Cara-Ancha” 12.500 pesetas. Los ingresos de la plaza produjeron esos cuatro días de corridas 163.776 reales (incluyen entradas y varios, la carne de los toros muertos y los puestos de refrescos), por lo tanto un promedio de 40.944 pesetas por corrida. Según eso, “Lagartijo” pesó sobre la recaudación media un 9,58%, “Currito” –sustituto de “Frascuelo”- un 9,15% y “Cara-Ancha” un 7,63%. Como no hubo más espadas (“Ostión” mató los sobreros), los tres juntos pesaron un 26,36% sobre la recaudación total de esas corridas generales. 
En 1898 las corridas generales bilbaínas se estructuraron en torno a “Guerrita”, Antonio Reverte y Mazzantini. El genial cordobés cobró por las cuatro corridas, 17.750 pesetas (a 4.437,50 por festejo), Reverte alcanzó las 15.250 pesetas (3.812,50 pesetas por tarde) y don Luis fue el mejor pagado, cobrando 18.750 (a razón de 4.687,50 pesetas). Sólo la venta de entradas produjo un total de 196.796 pesetas, y por ello mismo, el peso específico de Rafael Guerra fue de 9,01%, el del sevillano Reverte un 7,74% y el de Mazzantini un 9,52%, y sumados los tres su repercusión sobre la taquilla fue de un 26,28%. 
Unos años adelante, cambiado el siglo y los toreros de más arriba en el escalafón, nos acercamos a las cuentas de 1905, año en el que torearon “Quinito”, Antonio Montes, Antonio Fuentes, el joven “Cocherito de Bilbao”, Minuto y Ricardo Torres “Bombita”. La estrella de la época, el mediano de los “Bomba” cobró ese año 18.250 pesetas por las cuatro corridas celebradas, saliendo a 4.562,50 pesetas por festejo; mientras que Antonio, Fuentes, recibiría 20.450 pesetas, lo que supone, por los cuatro festejos en los que intervino, un total de 5.112,50 pesetas cada uno. Como ese año se recaudaron por venta de localidades 198.330 pesetas, su peso sobre la taquilla supuso respectivamente un 9,20% y un 10,31%. Los otros espadas no torearon los cuatro festejos de ese año. Tres espadas de la categoría de “Bombita”, Fuentes y “Quinito”, por ejemplo, apenas sobrepasaban el 25% del máximo billetaje vendido. 
Belmonte en los inicios de su carrera (Colección personal)
La pareja de la edad de oro del toreo, Joselito y Belmonte, llegaron a cobrar en Bilbao 7.000 pesetas por corrida, y en 1919 alcanzaron la cifra de 8.000 por matar dos toros. Esto es, los costes de toreros de primerísima fila habían aumentado y bastante, pero sin llegar a los porcentajes actuales ni de lejos. Conocemos los detalles del resultado económico de las Corridas Generales de 1919 –las últimas que torearía Joselito– merced a los libros de cuentas. El importe del total de la venta de localidades ascendió a 394.693 pesetas y 80 céntimos, en las cinco corridas celebradas, promediando, una con otra, por tanto, unas 79.000 pesetas (he redondeado por arriba). Esta fue la cantidad más elevada recaudada nunca por la Junta en unas corridas Generales hasta esa fecha, catorce mil pesetas más que en 1918, casi el doble de la conseguida en 1917, y casi unas 70.000 pesetas superior a la de 1916. En cuanto a los diestros, las cantidades que reflejan los libros de cuentas son los siguientes: “Cocherito“ por las tres corridas lidiadas, cobraría 16.500 pesetas –cuadrilla incluida-, a razón de 5.500 por tarde; Joselito, por las cuatro en las que intervino, 32.600, 8.150 pesetas por cada una, con un aumento, sobre años anteriores de 1.000 pesetas por festejo; Belmonte cobró exactamente lo mismo; el alcarreño “Saleri II” por las tres toreadas, 12.000 pesetas –cuatro mil por festejo–; “Varelito”, por dos festejos, 7.000 –a 3.500 pesetas por corrida–, y Agustín Cabrera “Chatillo de Bilbao” por matar el sobrero del último día, solamente 275 pesetas. Así pues José o Juan, a 8.000 pesetas por corrida, suponían un gasto para la empresa –la casa de Misericordia- de un 10,12% de los ingresos totales por festejo. Algo más que la media de sus antecesores, pero sin llegar a cifras escandalosas. Los dos juntos y un tercero de buen nivel, “Cocherito” por ejemplo, llegaban a las 21.650 pesetas en un festejo, esto es, sobrepasaban ligeramente el 27% de la recaudación máxima por aforo. 
Desde entonces, y sobre todo, desde la exclusiva de Pagés con Belmonte, a razón de 30.000 pesetas por corrida, esta partida seguirá incrementándose sin parar. Luego vendrían las 100.000 pesetas de “Manolete” o de “Dominguín”, o el famoso millón de pesetas de “El Cordobés”, por ejemplo. 
Manolete en 1945 (Colección personal)
El problema es que lo ha hecho hasta tal punto que hoy por hoy es prácticamente inviable un cartel con tres espadas que interesen al máximo nivel si no es en los supuestos que decíamos ayer al principio de estas líneas, esto es amortizando su coste en una feria con carteles de menor categoría o asumiendo pérdidas. En Madrid, sólo el Juli puede llegar a llevarse por contrato hasta un 30% de la máxima recaudación por taquilla y otros conceptos, y eso si se lograse llenar la plaza. Así que si ustedes quieren ver juntos a José Tomás, Morante, El Juli o Manzanares tendrán que abonarse a una feria con bastantes mediocridades o carteles sin ningún interés, o esperar a la Beneficencia pública... ¿Entienden ahora, en parte, cuál fue el escollo principal en el que se estrellaron las pretensiones de los del mal llamado G-10 a principios de temporada con respecto a los derechos televisivos? Si sobre las cantidades cobradas, querían que se les incrementase con la parte correspondiente a sus derechos de imagen… podríamos ir cerrando la mayor parte de las plazas de España. 
El círculo vicioso se cierra: la empresa no puede -económicamente hablando- programar carteles de primera fila porque no son rentables para ella, y por ello anuncia carteles de segunda o tercera fila; la Comunidad –en el caso madrileño- se los permite en detrimento del espectáculo y de la calidad exigible en la primera plaza y feria del mundo; y con todo ello se consiguen entradas como las de este año en San Isidro, unos dos tercios a tres cuartos como promedio, con salvadas excepciones, todas las tardes. Esto es, con unos 60-70 millones de entrada más los derechos televisivos. Un cartel de los de abajo, con una ganadería media –que no sea de gran interés para los aficionados- le sale a la empresa madrileña por unos 8 a 15 kilos en materia de matadores y unos 4 a 8 la ganadería… más gastos generales. Como las entradas valen lo mismo para ver a Morante, Juli y Manzanares, que para ver a los espadas de segunda o tercera…, los cálculos, así, sí que salen. Es responsabilidad de todos, desde luego, menos de los sufridos y paganos aficionados, pero en las cuentas de la fiesta lo que más se ha incrementado a lo largo de su historia son los honorarios de los diestros de más arriba, hasta el punto de casi hacerlos, hoy por hoy, insostenibles en su conjunto. Y todo ello, además, teniendo en cuenta que los grandes perdedores en el tema de los ingresos son la mayor parte de los ganaderos, que porcentualmente cobran menos ahora, probablemente, que nunca en la historia. Pero eso… ya es otra historia.

viernes, 29 de junio de 2012

Lo que "pesan" las figuras (I)

Vamos a hablar de kilos, pero no en lo físico, como pueden ustedes comprender, sino en el sentido figurado en el que nos movíamos los que, antes del euro, soñábamos con tener millones de pesetas. Y vamos, también, a tratar de entender lo que cuesta colocar una figura en un cartel –pongamos de Madrid…- con respecto a lo que costaba antaño, cuando nuestras tatarabuelas hacían cocido para comer día sí y día también. 
Hoy en día, y a la vista están los carteles de San Isidro pasado, reunir en una sola tarde a tres figuras del máximo atractivo, es poco menos que imposible. Sólo contando con las pérdidas perfectamente asumibles por la Comunidad Autónoma –corrida de la Beneficencia… de toreros, que ya no de los pobres enfermos del Hospital Provincial a quienes se destinaba hace décadas, y aun más de un siglo y de dos, los productos de la plaza de toros de la capital-, o como reclamo dentro de una feria –contrastando aquella tarde con otras mil de nulo o escaso interés- podrá un empresario hacer frente al mismo. 
La plaza de Las Ventas hace tres o cuatro décadas
Un cartel, por ejemplo, con el Juli, Morante y Manzanares, es tan caro que sólo cabe en uno de esos dos supuestos anteriores. Sabemos lo que cobra el Juli, dicho por su propio apoderado en fechas previas a la isidrada 2012, por una corrida unos 180.000 euros, es decir, unos 30 de los antiguos millones de pesetas, 30 kilos en sentido coloquial. Pongan que Morante cobre otro tanto y que Manzanares, si no está en esas cifras, se les aproxime bastante. Es decir, que una corrida así le saldría al empresario capitalino por unos 80 a 90 kilos… de pesetas. Sumen a ello el coste de la ganadería (que por tratarse de figuras ya será más cara de lo habitual y que perfectamente podría estar en el entorno de 10 a 15 millones de pesetas) y los inevitables gastos de toda corrida (sueldos de acomodadores, luz, agua, gastos generales de empresa, carteles y propaganda, los programas, dos sobreros –o quién sabe si más con ese cartel…-, parte correspondiente del canon para el pago a la Comunidad, servicio de limpieza del coso, carpinteros, torilero y chulo de banderillas, mayoral de la parada de cabestros, cuadra de caballos, piensos y agua para reses y équidos, veedor de la corrida, tiros de mulillas y otros varios que por no hacerlo más prolijo les ahorro). La plaza de Madrid recauda unos 85 kilos en tarde de lleno absoluto (que es de suponer se produjera ese día si se anuncia dentro de una de las ferias madrileñas) y de la televisión (por si fuera retransmitida) podrían obtenerse otros 15 kilos…, que estamos en crisis, es decir unos 90.000 euros. Otros ingresos atípicos, o típicos, como servicios de restauración, alquiler de almohadillas, todo tipo de puestos de venta de cosas relacionadas –más o menos- con la tauromaquia, en esa especie de zoco en que han convertido (con la aquiescencia de la Comunidad) las inmediaciones del patio de arrastre, podrían sumar a los ingresos unos 2 millones de pesetas ese día. Total, con la plaza a rebosar y cartel de no hay billetes, una recaudación total de unos 100 millones de pesetas, cien kilos. Si el lleno no es absoluto vayan disminuyendo estas cantidades, y hoy por hoy, es difícil llenar la plaza… Fuera de Madrid apenas José Tomás es capaz de lograrlo, y ni con el resto del G-10 (salvo muy contadas excepciones) se consigue. 
Como ven, si sólo los toreros se llevan unos 80-90 kilos, la ganadería unos 10-15 más, y otros gastos (incluido la parte correspondiente del canon) otros 10 kilos más como mínimo, las cuentas no salen en ese festejo aislado. Una primera figura, por tanto, viene a cobrar alrededor de un 30% del total máximo posible de ingresos de Las Ventas en la actualidad. 
Tamaña desproporción jamás se ha producido en la historia de la primera plaza de Madrid (sea la actual, la que estuvo situada en el actual Palacio de los Deportes en la calle Felipe II, o las primitivas de la puerta de Alcalá, desde 1739 a 1874). Pongamos algún ejemplo. 
En 1769, con la plaza de la Puerta de Alcalá, el padre de Pedro Romero cobró 1.200 reales, Miguel Gálvez “el Lechero” –un torero segundón- 1.000 más, “Costillares” padre 900 y Antonio Palacios o Juan Bueno, espadas menores, 600 reales por cabeza. Un picador de primera fila (ahora sus honorarios están integrados en el precio de los toreros) podía andar entre los 1.200 y los 800 reales (en función de si actuaba sólo por la tarde o todo el día) y los menos buenos, unos 400 a 600 reales. Un banderillero cobraba en esa época entre 300 y 400 reales (por ejemplo, fueron 300 los que cobró “Costillares” hijo, a las órdenes de su padre). Los ingresos máximos de la plaza (la cuenta la hacían los propios Hospitales propietarios del coso) eran de 80.254 reales, que subieron hasta unos casi 89.000 al año siguiente, al aumentar los precios de taquilla. Suponiendo que Juan Romero llevase a sus órdenes tres banderilleros (1.200 reales más que sumar a los suyos), y con él actuaran dos picadores (2.000 reales más, aunque éstos se contrataban por libre, por los Hospitales, y no dependían de la cuadrilla), el coste total de esa primera figura de la época y su cuadrilla sería de 4.400 reales, trabajando mañana y tarde en un festejo con 18 toros (de los que él mataba entre cuatro y seis por fiesta). Y eso, con respecto a la entrada de la plaza, suponía alrededor de un 5,48% en 1769, o un 4,94% al año siguiente, pongamos un 5% de media. 
Unos años más tarde, en 1790, vemos en Madrid al famoso Joaquín Rodríguez “Costillares” (ya es el hijo) cobrando 2.000 reales, junto a “Pepe Hillo” que recibe otro tanto y Francisco Garcés (un torero interesante, pero que no llega a su nivel) que cobra 1.200 reales. Los picadores no han variado sus emolumentos (alrededor de los mil reales, más o menos) y los banderilleros ya están en 400 reales por cabeza. Una cuadrilla, tal y como la entendemos hoy (2 picadores y 3 banderilleros) cobraría unos 5.200 reales, y como las recaudaciones (y los precios de las entradas) han subido hasta unos 105.000 reales por corrida de mañana y tarde, ello supone alrededor de un 4,95% de coste por cada una de las máximas figuras. En 1796, el no menos famoso Pedro Romero cobra algo más que aquellos, 2.800 reales, por ser vos quién sois, y con varilargueros y rehileteros el total podría estar en el entorno de unos 6.000 reales (toda la hipotética cuadrilla), lo que supone sobre unos ingresos máximos de taquilla e ingresos adyacentes similares alrededor de un 5,71%. Tres toreros de primerísima fila, por tanto, en estos años, apenas supondrían un 15 a 18% del total de ingresos del festejo. 
Pedro Romero (por Manuel de la Cruz Cano y Olmedilla)
Téngase en cuenta que un oficial de primera de un gremio cualquiera podía estar cobrando unos 5 a 10 reales diarios, y que por unos 300 días de trabajo (los domingos no se trabajaba y tampoco las fiestas de guardar), suponía un salario anual de unos 1.500 a 3.000; un maestro con taller propio podría estar en el entorno de los 15 a 20 reales al día, lo que supondría 4.500 a 6.000 reales. Háganse cuenta de lo que cobra hoy un españolito medio, de esos que aun conservan el trabajo en nuestro país, que puede estar en unos 3 a 5 millones de pesetas brutos anuales incluidos los descuentos de IRPF y Seguridad Social si lo es por cuenta ajena (el Instituto Nacional de Estadística en 2009 estimaba un salario medio en España de unos 22.511 euros, esto es unos 3,74 kilos). 
Esto es, en aquel entonces, a finales del siglo XVIII Pepe-Hillo podía recibir por corrida el sueldo anual de un oficial carpintero, sombrerero o guarnicionero, Pedro Romero algo más y así también “Costillares”. En una sola corrida de las celebradas en Madrid el sueldo anual de un trabajador cualificado, sumen la temporada entera (unas 20 corridas poco más o menos en esos años) más las que toreaban fuera de la Corte (que podían sumar otro tanto y a veces más). El 70% de los habitantes de la capital tenían entonces menos de 2.000 reales de ingresos anuales (un peón podía andar entre los 700 y 1.000 reales cada año). Los más prósperos comerciantes de los Cinco Gremios madrileños obtenían entonces unos ingresos de entre 17.500 y 37.500 reales, algo que superaban con creces los tres diestros citados a lo largo de la temporada madrileña. Y lo mismo sucedía con la media de ingresos del Cuerpo de la Nobleza madrileña, que se situaba en unos 44.000 reales en ingresos derivados de la Villa. 
Francisco Montes "Paquiro"
Paso al frente y vayamos a la época de Montes. Es preciso subrayar que ya no se celebran corridas de mañana y tarde, sino que éstas han quedado como medias corridas, organizadas sólo por la tarde y dejando las mañanas libres. Ya los matadores no matan cuatro o seis toros por corrida, sino dos o tres y rara vez alguno más (y cuando lo hacen suelen cobrar cantidades mayores). Cuando “Paquiro” se presenta en Madrid, en 1831, cobraba 1.200 reales por corrida, a fin de cuentas era un neófito, y no alcanzaba la cifra de Juan León o “el Morenillo” (alrededor de 2.600 reales por festejo) o de Manuel Romero Carreto (unos 2.000 por corrida). Como ya sólo hay festejos vespertinos (no existe ya la corrida matutina) la recaudación ha bajado bastante (fruto de esa reducción en el número de toros lidiados), hasta unos 66.000 reales como promedio máximo. “El Morenillo” o Juan León junto con sus cuadrillas (ya los picadores empiezan a integrarse en ellas, aunque en Madrid se les siga contratando por separado, y siguen cobrando lo mismo que a fines del siglo XVIII -no hubo apenas inflación en la primera mitad del XIX-) supondrían un gasto para la empresa o para los Hospitales de poco más de 6.000 reales, unos 6.100 a 6.500; esto es, un 9,24 a 9,84 de la recaudación por fiesta de seis toros. 
A medida que Montes triunfa, y con ello sus honorarios ascienden, llegará a percibir hasta 3000 reales (por ejemplo en 1838) o 4.000 reales en la década siguiente hasta 1850. Pues bien, “Paquiro” con tres banderilleros (cada uno a 600 reales, y dos picadores, a 1.200 reales, porque todos eran de primera línea) suponía un coste de unos 8.200 reales y la recaudación máxima en 1850 se sitúa en 92.216 reales en una de las corridas de Madrid. Esto, por ende, es un 8,89% del total posible de ingresos por festejo. Montes y dos toreros de su supuesta altura, en conjunto, apenas sumarían un 27% poco más o menos de los posibles ingresos máximos por taquilla.
Cinco años más tarde, “Cúchares” cobrará 4.500 reales por corrida (en 1847 sólo cobraba 3.800 los mismos que “el Chiclanero”), lo que unido a dos picadores de primera y tres rehileteros sumaría unos 8.700 reales, que sobre unos ingresos posibles de un máximo de 95.000 reales era un 9,15%. El portero del Banco de Isabel II (precursor con el de San Fernando del Banco de España) cobraba 2.000 reales al año... aunque no se jugara la vida, como dirían hoy en día. “Lagartijo”, en 1871 a los seis años de su alternativa (tengo las escrituras en mi poder), cobró 8.275 reales por festejo; ese mismo año, el famoso “Frascuelo” recibiría 8.000 reales por festejo y “Currito” hijo de “Cúchares”, sólo 5.600 reales. En estas cantidades van incluidas ya sus respectivas cuadrillas de tres peones y dos varilargueros. Como la plaza ingresaba ya algo más de 100.000 reales por corrida con el aforo al completo, eso supondría casi un 9% de la cantidad total recaudada. (Continuará)

jueves, 28 de junio de 2012

Tarde para hacer afición sin toros

Por Santiago Orozco

Badajoz, 3ª de abono de la feria de San Juan. Cartel no hay billetes.

Se celebró el pasado lunes esta corrida de glamour, aunque con algunos toros de verbena. Los toros lidiados pertenecieron a la ganadería de Garcigrande, segundo y tercero, con el hierro de Domingo Hernández. Todos sin rematar y con las fuerzas muy justas. Destacó el tercero, bravo y con movilidad.
Juan José Padilla, silencio y oreja. José Tomás, oreja y dos orejas. Julián López “El Juli”, dos orejas y dos orejas. Tanto José Tomás como el Juli salieron a hombros por la Puerta Grande. 

Tarde muy calurosa en la capital extremeña y corrida de glamour con aficionados de todo el orbe taurino. Una corrida en la que actuaba el diestro de galapagar en su primera comparecencia de lo que será su breve temporada 2012. Y, un Julián López, “El Juli”, que reaparecía prematuramente, después del percance sufrido en Granada, abriendo cartel el ciclón de Jerez, Juan José Padilla.
El primero de la tarde, salió ya blandeando y después del único puyazo que se dio en toda la tarde, el animal, aún teniendo buena condición, no podía moverse. Padilla así lo entendió y optó porque banderilleara la cuadrilla. En la muleta poco pudo hacer el torero jerezano, que había toreado excelentemente a la verónica al recibir al burel. Mató mal y de ahí que se silenciara su labor.
Al cuarto lo recibió con dos largas cambiadas de rodilla. Realizó el tercio de banderillas y en la muleta lo toreó templado por el pitón derecho, viniéndose el toro a menos y Juan José, espoleado por la faena de sus compañeros, puso toda la carne en el asador, cortando oreja al de Garcigrande. 
José Tomás y el Juli a hombros en Badajoz (Foto: rtve.es)
José Tomas, en Badajoz, hizo una actuación distinta a lo que se le está viendo todas las tardes en los ruedos. Recibió a su primero en los medios, dando unas chicuelinas templadísimas y suavísimas, lo que hizo que el animal -inválido de salida- pudiera aguantar la lidia, ante la negativa de la presidencia a devolver al toro como pedía toda la plaza. Un encuentro con el caballo y después del tercio de banderillas, directamente en los medios y sin probaturas, José Tomas comenzó con series por el pitón derecho, haciendo que el inválido siguiera la muleta. Por el pitón izquierdo, el torero de Galapagar a base de colocación, suavidad y temple, lo metió en el canasto y aunque las series al natural fueron más deslucidas, disfrutamos de una faena distinta de lo que muchas tardes vemos.
Al quinto, manso y blando, le tuvo que aguantar parones escalofriantes en la faena de muleta que fue de menos a más como debe de ser en el toreo. Por eso este torero despierta las pasiones de los aficionados que añoran el toreo eterno. Y dos orejas para el esportón.
Julián tuvo el mejor toro de la tarde con la suerte de encontrarse en un momento pletórico; encuentra toro en todos los terrenos. La faena por ambos pitones llegó al máximo, con la colocación técnica y temple del torero de Vedilla de San Antonio. Levantó al público de sus asientos en varios momentos de la faena. De ahí las dos orejas que le cortó.
En el sexto, y a pesar de tener asegurada la puerta grande, salió a revienta calderas y con un toro muy complicado, al que sometió en la muleta, hizo que el público enloqueciera. Otras dos orejas y puerta grande para “El Juli¨ y José Tomás. Lástima que Padilla no se pudiese sumar a la salida por la Puerta Grande.
Lo dicho, tardes de las que hacen afición y el mérito que tuvieron los toreros de hacer el toreo casi sin toros.

miércoles, 27 de junio de 2012

La AIT defiende la voluntad popular frente a la decisión del Consell valenciano

"La solución que la Tauromaquia requiere no es declararla BIC. sino su inscripción en el Inventario nacional como Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). Identificar el Patrimonio Cultural de los pueblos corresponde a los ciudadanos y no a la Universidad. Las declaraciones de PCI aprobadas en ciudades y pueblos, tienen mucha mayor legitimidad que las consideraciones de cualquier institución pública o privada por prestigiosa o importante que esta sea", dice la Asociación Internacional de Tauromaquia.
La negativa del Consell a declarar la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial se enfrenta, es cierto, a la decisión en sentido contrario de multitud de poblaciones no sólo de la Comunidad Valenciana, sino aun de otras muchas localidades de toda España. La voluntad popular expresada de esa forma, en distintas localidades pesa mucho más que cualquier informe técnico (muchas veces sesgado desde las propias opiniones de sus individuales y muy limitados -en número- autores), y así se ha hecho sentir en la propia Comunidad que ahora niega su realidad.Es más, el propio ámbito universitario en la Comunidad no necesariamente subraya esa postura, ya que la Universidad CEU Cardenal Herrera organizó el pasado estío un Curso de verano que abordó con profundidad, independencia y criterio científico el mundo de la tauromaquia, dirigido por ese gran profesional que es Santiago Celestino.
 

La AIT que tantos y tan buenos esfuerzos está dedicando al asunto, añade que "La decisión del Consell de Cultura de Valencia de archivar su pretendida declaración de la Tauromaquia como BICI en esa Comunidad, no por esperada resulta menos desagradable ya que “el revolcón” sufrido viene dado por utilizar un procedimiento que, como desde el departamento jurídico de esta AIT al propio Conseller se le hizo saber, es impropio e injustificado al otorgar un papel determinante a instituciones que nada tienen que ver con el proceso de identificación del Patrimonio Cultural de los pueblos, papel que corresponde única y exclusivamente a los ciudadanos, quienes lo vienen realizando exitosamente".

Una de las revistas taurinas valencianas más antiguas: "Las astas del toro"
Por ello en su comunicado la Asociación Internacional de Tauromaquia quiere subrayar:
"Primero: Que la Tauromaquia en la Comunidad Valenciana sólo requiere que el Conseller la inscriba en el Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) valenciano, atendiendo sin mas dilación la solicitud que en este sentido le están haciendo miles de ciudadanos a través de sus ayuntamientos.

Segundo: Que el Patrimonio Cultural Inmaterial es propiedad de los pueblos que lo practican y recrean y no de los Estados.

Tercero: Que las declaraciones que han venido realizando los ciudadanos, refrendadas por sus autoridades locales, tienen mucha mayor legitimidad que las consideraciones de cualquier institución pública o privada por prestigiosa o importante que esta sea.

Cuarto: Que la Administración Central debe de reconocer la importancia de la Tauromaquia durante siglos de historia, atendiendo el clamor popular de más de 500 ciudades y pueblos, que han declarado los festejos taurinos PCI e incorporar la Tauromaquia en el inventario del PCI del pueblo español.

Quinto: Que la medida más rápida y eficaz para proteger la Tauromaquia a nivel nacional es la inscripción de ésta como Patrimonio Cultural Inmaterial del pueblo español, conforme a lo previsto en la Convención para la Salvaguardia del PCI de la Unesco.

Sexto: Que con esa sola declaración de PCI del pueblo español, (sin necesidad de ingresar en la lista representativa de la UNESCO) se alcanzaría el blindaje y la protección que otorga un tratado internacional como el referido, que es Ley en todo el territorio español.

Séptimo: Que si Francia aprobó una declaración de PCI nacional con tan solo 47 localidades que festejan toros, y aquí se aplaude la medida y se habla de imitarles, ¿ a qué esperan las autoridades españolas para hacerlo? [el subrayado es nuestro].

Octavo: Que por todos los anteriores motivos, instamos al gobierno nacional, a través de su Ministerio de Cultura, a cumplir su función de coadyuvar en la identificación del Patrimonio Cultural Inmaterial del pueblo español, incluyendo a la Tauromaquia en el Inventario del PCI Nacional, previa designación de un grupo de expertos españoles que elaboren la definición correspondiente".


El toro Ratón en Valencia, una manifestación popular tradicional y más que secular en todo el levante español
Y por último añade:
"La paciencia de los aficionados se empieza a agotar. Señores representantes políticos e institucionales: dejen de torear de perfil, de adornarse con pases por alto y pónganse de frente; paren, templen y manden como los cánones del toreo verdadero exige: en corto y por derecho. Agarren el toro por los cuernos y acaben de una vez por todas con las desmesuradas embestidas y agresiones que la Tauromaquia y los ciudadanos que la recreamos venimos indiscriminadamente sufriendo".No cabe sino adherirse a los comentarios de la AIT y de lamentar, una vez más, que los políticos sólo sean sensibles a las posibles críticas y al estado "artificial" de opinión creado desde diversos medios, y no afronten con valentía, no sólo su postura ante la tauromaquia, sino ante los verdaderos problemas que afronta hoy por hoy la población española. Eso... y una mayor lectura y aprendizaje de su verdadera historia.

lunes, 25 de junio de 2012

Tarde de contrastes en Badajoz

Badajoz, 25 de junio de 2012. Lleno absoluto. 6 toros de Garcigrande y de Domingo Hernández (segundo hierro de la casa), desiguales de trapío, mansos en general, bajos de casta y de juego diferente en la muleta. Juan José Padilla, silencio y oreja (aviso). José Tomás, oreja (aviso) y dos orejas. El Juli, dos orejas y dos orejas. 

La vuelta de José Tomás y la reaparición del Juli, se han saldado con una interesante tarde en la plaza de Badajoz. Hasta cuatro orejas ha cortado el Juli, mientras que Tomás ha salido en hombros tras pasear tres de las de sus oponentes. Juan José Padilla, por su parte, cortaba también una de la de sus antagonistas -que no colaboradores-.
El ganado, sin embargo, no ha estado a la altura de las expectativas, y así, a la falta de trapío de algunos de los lidiados, ha sumado una descarada e indecente falta de fuerzas. Quizá el mayor mérito mérito de los espadas haya estado, paradójicamente, en hacer andar a unas reses que apenas podían hacerlo. ¡Qué lástima de tauromaquia! 
El Juli, sobrado de técnica y de recursos, ha mostrado poderío y dominio de la situación, con capote y muleta, arrastrando literalmente a sus dos oponentes, templando y midiendo los tiempos, sacando y tirando de recursos hasta conseguir construir sendas faenas. 
José Tomás ha vuelto a dictar una lección de terrenos, consiguiendo lo que muy pocos practican hoy en día, ligar hasta cuatro y cinco muletazos por serie más el de pecho, acostumbrados como estamos a las series de dos o tres y el remate hacia donde salga. Su quietud, el valor sereno, la elección de terrenos comprometidos siempre, sólo se ha visto empañada por el juego de sus oponentes. 
Padilla ha sido el comparsa necesario en esta ocasión, premiado con una oreja benevolente en el cuarto de tarde, en el que se mostró más populista que en el de entrada. 
La ética de la fiesta, pese a los esfuerzos de los dos diestros a hombros, ausente. Cuando no hay toro... o éste no cumple los requisitos esenciales, la fiesta se tambalea desde su pedestal de integridad y veracidad. 
Vaya contrastes, unos espadas entregados a la causa, al toreo, sobrados de técnica, méritos y valor, y un ganado lamentable. Una buena tarde de toros sin toros... ¡una pena!
Mañana les hablaremos más en detalle de todo ello. 

Una leve brisa refrescante en bochorno ganadero

Madrid, 24 de junio de 2012. Menos de un cuarto de plaza. 6 novillos de El Cotillo, correctos de presencia, mansos, descastados y flojos, de juego soso y a menos. Adrián de Torres, silencio (aviso) y pitos (aviso). Sergio Flores, silencio y silencio (aviso). Gonzalo Caballero, ovación (aviso) y silencio.

La ansiada novillada entre los dos jóvenes prometedores se quedó en nada. Por una parte la cogida sufrida por Gómez del Pilar desdibujó el cartel del mano a mano previsto, en el que la emulación y el ansia de triunfo podían haber motivado de forma especial a ambas promesas. Por otra, el lamentable juego del ganado, al que acabaron por pitar hasta los extranjeros –ayer mayoría absoluta en el coso de Las Ventas-, dio al traste con el festejo. Y es que cuando falta la materia prima, por más mono que uno se ponga… sigue quedándose en mono.
Esta ganadería de El Cotillo que ayer se presentaba en la plaza madrileña, y que nos anunciaba el programa que era “de procedencia Juan Pedro Domecq” –como si eso fuera ya garantía de absolutamente nada-, hizo su aparición y debería haber hecho su desaparición del coso venteño. [Por cierto, ya podían ponerse de acuerdo los redactores del programa oficial (figura el logotipo de empresa y Comunidad en su cubierta), porque en páginas interiores dicen que el origen no es propiamente Juan Pedro, sino Jandilla, lo que en efecto es tal cual; error subsanable si para escribir con mayor propiedad hubiesen dicho que “de procedencia Juan Pedro Domecq Díez” o “de encaste Juan Pedro Domecq”]. Sea como fuere, entre la mansedumbre ñoña y descastada del ganado, la falta de fuerzas clamorosa de más de uno de los lidiados –con la aquiescencia de don César, ayer en el palco-, y la falta de interés general de sus borreguiles embestidas, nada o muy poco de lo que ayer se hizo en el ruedo tuvo el más mínimo atractivo. 
El tercero, Decano, 468 kilos, aunque inválido fue el de mejor nota en la muleta (Foto: las-ventas.com)
Le recordamos al presidente del festejo –seguro que no le hace falta- que una res inválida no es apta para la lidia, y que el artículo 84 menciona que podrán ser devueltas las reses que sean “manifiestamente inútiles para la lidia”. Es obvio que una res inválida, que se cae repetidas veces –incluso antes de llegar a tomar la primera vara, muchas veces la única, como ocurrió ayer-, debiera ser rechazada por su manifiesta inutilidad. Si le hemos de pedir al toro de lidia que desarrolle un notable esfuerzo físico a lo largo de la misma, el que no presente, ni aun de salida, las fuerzas necesarias para afrontar con garantías y dignidad esa lucha, le hacen inútil para el fin que se pretende. Es cierto que algunas reses, a trancas y barrancas, podrán mantenerse –entre caídas y merced al trato recibido por el espada- en pie a duras penas hasta el final. Pero, ¿es eso lo que se espera de un toro de lidia; no estaremos con ello torturando a un animal casi indefenso, dando excusas a los manifestantes antitaurinos? ¿Se sostiene la ética de la corrida de toros, sobre animales tambaleantes, que se rebozan por la arena? ¿El público, enfadado por la manutención y permanencia del inválido en el ruedo, apreciará lo que con él se haga en todas las ocasiones –sí… ya sé que en algunas transigirá con ello-? ¿Es ésta la fiesta que queremos perviva a las dificultades actuales, o morirá ante la falta de interés, ante la ausencia de un animal encastado, con movilidad y fuerzas correspondientes? Cuando pedimos a los veterinarios y equipo presidencial un reconocimiento previo –en dos fases- de las reses, ¿no es, precisamente, para que aseguren al espectador un festejo digno, conforme a unas garantías exigidas en la Ley Taurina, con animales con trapío, edad y facultades físicas apropiadas –para ello se valora a priori su estado sanitario-?
El primer animalito se caería hasta cinco veces, cuando menos arrastrando cuartos traseros o delanteros por el suelo (no cuento pérdidas de manos); el segundo no fue picado en absoluto en el segundo encuentro (aunque empujó bastante en el primero) y se paró rápidamente; el tercero se cayó antes de entrar a los caballos y repitió en la misma acción –ojo al parche- ¡¡nueve veces más!!; el cuarto, al que tampoco se picó en segunda instancia, fue un buey rajado y huidizo; el quinto, que también besó el suelo antes de que salieran los del castoreño, repetiría la hazaña hasta tres veces más; y el sexto y último, a Dios gracias, lo hizo dos veces antes de la suerte de varas y tres más en lo sucesivo, queriendo echarse a lo largo de casi todo el trasteo. ¡Bravo espectáculo éste en el que en vez de lid el espectador ve cuidar moribundos!
Así que poco más podemos añadir. Adrián de Torres, colocado en su primero al hilo o algo más fuera, sólo dándole muchos descansos consiguió hacerle tomar la muleta, con suavidad, pero sin mucha limpieza y con pérdida del trapo en una ocasión. Era como ver torear de salón… pero con una longitud innecesaria y exagerada –oyó un aviso antes de coger la tizona-, frente a una babosa ayuna de casta y de fuerzas. Una estocada caída y perpendicular y a otra cosa. En el cuarto menos aun; el bicho era un buey de tomo y lomo, que se rajó desde el principio y con el que daría hasta casi dos vueltas completas al ruedo… eso sí, siguiendo los pasos del cornúpeto. Ya no se sabe lidiar, ni someter, ni obligar, y lo que es peor, se abusa inmisericordemente del precioso tiempo del aficionado por ver si en el septuagésimo quinto intento se logra arrancar un olé a la familia y amistades. Después de una persecución casi olímpica, lo despacho –escuchando un recado del palco- de un pinchazo bajo y una entera por el hígado o más allá.
El mejicano Sergio Flores mostró alguna manera, y lo intentó -al menos- con el capote. Replicó a Caballero en su primero con unas tafalleras entreveradas con chicuelinas, y recibió a ambos intentando lucirse. Pero su primero fue un toro a menos que se fue complicando y con el que estuvo despegado y fuera de la rectitud, aliviándose sin necesidad hasta el final. Media desprendida lo mandó al desolladero. En el quinto me gustaron las formas en el tanteo por alto, aunque el bicho protestara con genio y sacara complicaciones ciertas. Algo más fuera que antes, sin mucha limpieza, sólo cuando tomó la zurda y bajó la mano al natural, le vimos varios lances de aprecio, para volver a las andadas con la diestra. Un desarme y el acorte de distancias –donde el novillo le protestaba más- empobrecieron la imagen de la faena en sus postrimerías, que no logró levantar ni con el recurso al populismo. Un aviso y una entera con desarme, contraria, que hizo guardia, más dos descabellos para no escuchar esta boca es mía del respetable.
Gonzalo Caballero estuvo bien en el inválido tercero. Miren como caminaba el pobrecito (Foto: las-ventas.com)
Fuimos a la plaza principalmente con ganas de ver a Gonzalo Caballero repetir lo de la isidrada. Pero el joven madrileño no tuvo muchas opciones. Su inválido y manso primero, aunque embistió sin fuerzas, fue a menos rápidamente y nada decía. Caballero no termina de definir su personalidad pero es distinto, es diferente en sus incipientes maneras. Intenta hacer las cosas con cierta verdad y eso es más que loable en los tiempos que corren. Hizo un quite por gaoneras –algo aceleradas- en el novillo de Flores, lo intentó con el suyo de recibo; daría unos delantales a pies juntos en el postrero de la corrida…, y demostró más voluntad que arte con el percal, en definitiva. Con la franela, en una estética que a mi buen amigo Pepe Campos le recordaba los buenos tiempos de Gregorio Tébar “el Inclusero”, aunque más de perfil en los lances a mi juicio –en los cites iniciales de cada tanda, daba tres cuartos-, se quedó bastante quieto y lanceó desmayado, pasándoselo por la tripa, muy cerca, sin artificios y con la virtud –además- de la ligazón. Lástima que el bicho no fuera nada. Hubo un final clásico en el que destacó un precioso ayudado por alto mucho más que bueno, con rotundo sabor añejo y unas manoletinas –a mi juicio superfluas- más apuradas que estéticas que fueron lo más aplaudido de la faena (¡vivir para escuchar!). Lo que pudo haber sido lo malogró con la espada: un pinchazo bajo, otro caído, una entera trasera, con sonido de clarines y un descabello dejaron su premio en una sincera ovación con saludos. Poco más pudo hacer con el sexto, otro castaño que resultó ser castaña, manso, inválido y descastado. Y eso que comenzó el muleteo con estética y mando en unos ayudados por bajo, genuflexo, con buen sabor. Pero el novillo comenzó a tardear de inmediato, se sucedieron las pausas, los entretiempos, el tartamudeo en la dicción del toreo, humillando la res como para echarse en cualquier instante y protestando cuando conseguía el diestro que acudiera al envite. Hubo petición popular de que lo matara –como sucedería también en primero, cuarto y quinto- y accedió a ello de un pinchazo –no exento de un leve cuarteo- desprendido y una rinconera entera y verdadera. Habrá de mejorar en este aspecto si no quiere quedarse en el camino de tantos. Por lo demás, un soplo de aire fresco en el panorama novilleril, una leve brisa en tarde de bochornoganadero. ¡Bendito sea!

domingo, 24 de junio de 2012

Unas gafas para medir el arte

Todavía no se han inventado, no, pero cuánta falta hacen. Morante le enseñó unas al presidente de la plaza de toros de Alicante, pero dudo mucho que sean las apropiadas, las diseñadas para tal efecto. Y eso al margen de que probablemente el presidente no las necesitase…
Vaya por delante mi reconocimiento a la faena muletera, que he podido disfrutar varias veces a través –en esta ocasión y aunque soy contrario a ello como norma general- de la filmación. Morante estuvo emocionante, natural, erguido, serio, profundo, resolviendo técnicamente los problemas de aquello que tenía enfrente (¿se han fijado en lo que protestaba el toro al finalizar muchos de los pases?), dando una de aquellas lecciones de tauromaquia que acostumbra (muchas veces entre la indiferencia general que sólo sabe apreciar naturales y derechazos… y pare usted de contar). 

Morante toreando en Alicante (Foto: elalberotoro.com)
Pero vivimos tiempos en que el arte parece que se mide sólo con números, en los que la emoción se aquilata en cifras, triste momento para la tauromaquia. ¿Saben ustedes cuántas orejas cortó Rafael de Paula el día del Martínez Benavides en aquella tarde de otoño madrileña? ¿Recuerdan cuántas otras cortó en su magistral intervención de aquella otra tarde de Vista Alegre, en que se despedía Antonio Bienvenida? ¿Hace falta recordar la cuantía y tamaño de la casquería sangrante? ¿Son capaces de decirme si fueron una, dos o ninguna, las orejas cortadas por Curro Romero al de Garzón en Las Ventas? Hombre…, seguro que muchos de ustedes, como yo mismo, podemos acertar con la cifra, ¿pero importa eso para algo? Las emociones no se miden en números, aquello –evidentemente- es lo que necesita el público que no llega a comprender la belleza de un natural, la estética inmensa de un pase de pecho rematado en la hombrera contraria, la profundidad abismal de un trincherazo rematado en el tobillo asimismo contrario, la alegría desbordante de un molinete envolvente, el doblón áureo de más valor que el transportado desde las ricas minas americanas en galeones cuando España dominaba el mundo.
¡Qué más dará una que dos o que mil orejas! ¡Qué pesada se pone la gente con lo de las dichosas orejas! A usted le emocionó… pues eso es lo que vale. Nos quieren convertir en hooligans de los resultados futbolísticos... y aquí hablamos de arte; arte efímero, pero trascendente. Si a usted no le movió el corazón, le puso la carne de gallina, los pelos de punta… allá usted, pero déjenos tranquilos con nuestras emociones, con nuestra manera de entender la vida. El que necesita gafas es el público, no la presidencia. La exhibición de las gafas no deja de ser pintoresca, el lanzamiento de aquellas, en cualquier caso, como gracieta, sobra... y como desaire a la autoridad es punible.

Ésta ha de cumplir y hacer cumplir el Reglamento. Y como Alicante se rige –por el momento y mientras no se desarrolle normativa propia en la Comunidad valenciana- por el Reglamento estatal de 1996, les recuerdo que el presidente, para conceder el segundo trofeo, al margen de que exista petición por parte del público ha de aquilatar:             -las condiciones de la res,
-la buena dirección de la lidia en todos sus tercios, absolutamente todos
-la faena realizada con el capote –importantísimo, porque el público suele olvidarse de ello tantas veces-
-la faena realizada con la muleta y
-fundamentalmente, la estocada –fíjense que dice fundamentalmente, no relativa o posiblemente- (artículo 82).
Luego para la concesión del segundo trofeo –y aquí no hace el reglamento distinción de cosos, ni habla de categoría de plazas- es fundamental la estocada, una buena lidia, una magnífica faena de muleta y de capote –atención-, y las condiciones de la res –a mayor dificultad, mayores méritos, como es lógico-. Reses indignas de trapío o fuerzas, sosas o bobaliconas, mansas hasta la borreguez, disminuyen los méritos de lo realizado y minusvaloran una faena, que no puede alcanzar tan gran recompensa.
El toro que le tocó en suerte a Morante, ese colorado de indigno trapío ya ponía cuesta arriba la concesión; no he visto, por desgracia, nada de toreo con el capote (aunque sí anda por ahí, en la red, lo realizado en el torito negro, primero de su lote… algo querrá decir…), ni sé cómo se desarrolló la lidia en general. La estocada, aunque esforzada e incluso correcta de ejecución –especialmente para lo que acostumbra el diestro de la Puebla- no tuvo la colocación oportuna (dejémoslo ahí) y el Presidente, a la vista de todo aquello, aunque hubiese petición, en uso de su legítima prerrogativa decidió no conceder el trofeo. Las gafas no las necesitaba él, al que quizá le emocionó como a la gran mayoría lo contemplado, las necesitaba un público que debía leer antes de entrar en la plaza cómo se rige este espectáculo. O incluso Morante, para hacer otro tanto.
Morante enseñando las gafas antes de lanzárlaselas al Presidente
No se olviden, sin embargo, que a mí esto de las orejas me sobra por completo, que para mí lo visto y sentido tiene mucha más importancia que el “dos o tres a cero” de un resultado futbolístico, y que aunque le vi cediendo terreno en alguna ocasión, para facilitar la ligazón en esta tauromaquia postmoderna que nos toca vivir, me conmovió el toreo puro, la partitura callada -trazada con mano firme y muleta cinceladora- del diestro sevillano.
Y las gafas para el que no lo viera.

miércoles, 20 de junio de 2012

Feria sin arte y sin cultura taurina


Por Santiago Orozco

Concluyó hace unos días el ciclo mal denominado del arte y la cultura, que en esta nueva andadura bautizó la empresa de Madrid. Arte hubo muy poco, toros, casi todos brillaron por su ausencia y algunos toreros que se subieron al carro del triunfalismo barato, que no a triunfos rotundos para abrir la puerta grande de la primera plaza del mundo. Se ha demostrado en este ciclo que hubo un considerable bajón de público y que algunos matadores no arrastran a la plaza ni a sus propias familias y que cada día interesan menos al público en general, porque al aficionado hace tiempo que dejaron de interesarles. Entre col y col, la Corrida de la Beneficiencia, en la que Talavante abrió la Puerta Grande, a la que sólo le queda el nombre y que se salvó en último minuto y de penalti, aunque por fin se abriese. También ocurrió el día anterior con la salida a hombros de David Mora tras cortar una oreja a cada toro. Ambos trofeos a la vulgaridad y al destoreo actual.
El sexto de Valdefresno, el día de la puerta grande de David Mora. A la escasa presencia sumó una condición perfectamente boyar (Foto: las-ventas.com)
La corrida estrella –Cuvillo- también resultó remendada con dos toros de Victoriano del Río –llegándose a reconocer hasta doce toros titulares- dejando la autoridad pasar cuatro cuvillos de escasa presencia.
Algunos del Puerto de San Lorenzo fueron toros de matadero y no de Las Ventas del Espíritu Santo. El nos asista en estos momentos de tanta dificultad. Luque cortó una oreja.
Alberto Aguilar cortó otra oreja en la corrida de Victorino, aunque la corrida no fue lo que se esperaba ni en juego ni en presentación y tampoco el público respondió a la llamada del ganadero de Galapagar, ya que hubo media plaza.
El quinto de Victorino (Foto: las-ventas.com)
El cierre de feria de las corridas de a pie fue de petardo que no de traca, pero claro no cabía esperar otra cosa con dicho cartel en Madrid. El Fandi cortó una oreja, ¿y sus compañeros con apodos y apellidos ilustres en la historia del toreo que iban a cortar…?, aunque con el tipo de público que ha habido en dicho ciclo nunca se sabe. Hubiera sido un problema a la hora de pasear el trofeo, ya que ambos no suelen prodigarse en plaza de primera. A lo mejor se les tendría que haber puesto un guía para dar la vuelta al ruedo. Claro que, en honor a la verdad, también habrá que decir que otros compañeros del escalafón, para abrir la puerta grande de Madrid, se tendrán que colocar de porteros.
Con los datos en la mano hay que darle la enhorabuena a la empresa porque casi todas las tardes ha dejado buenas estocadas a la afición y a la fiesta. Sería de desear que alguien ponga orden a tantos despropósitos, que no deberían ocurrir pero siguen ocurriendo y con su pan se lo coman. Pero que tengan en cuenta, los organizadores y las autoridades, el daño irreparable que se le está haciendo a la Fiesta. También la que hace una parte de la prensa especializada, unos por ir con el paso cambiado y otros por mirar hacia otro lado. ¿Dónde va a llegar esta fiesta…?, o mejor dicho, ¿dónde hemos llegado ya? Los hechos son irrefutables, así que desde aquí pedimos menos cuentos, más cultura taurina y más casta.

lunes, 18 de junio de 2012

¿De dónde procede lo de la categoría legal de las plazas?


Primera, segunda, tercera… Las plazas de toros desde hace casi un siglo han venido siendo catalogadas por su tradición, número de festejos, aforo e importancia en diferentes categorías.
En el actual Reglamento nacional de 1996, dos disposiciones adicionales venían a cerrar su preámbulo, la sexta y séptima. En la sexta se decía que se consideraban como plazas de primera categoría a las que ya estuviesen catalogadas como tales con anterioridad. Dado que el Reglamento precedente, de 1992 decía exactamente eso mismo, con las mismas palabras, habremos de retrotraernos hasta el Reglamento de 1962, con el que nos hemos criado en esto de la tauromaquia muchos aficionados. En su artículo 22, ese Reglamento de 1962 decía que tales cosos eran los de “Barcelona (Monumental y Arenas), Bilbao, Madrid (Monumental), San Sebastián, Sevilla, Valencia y Zaragoza”.
Plaza de la Real Maestranza de Sevilla
Posteriormente y merced a los Reglamentos autonómicos, ingresarían en esta categoría las plazas andaluzas de Córdoba y de Málaga (en el Reglamento andaluz) y la de Pamplona, a la que sin catalogarla como tal se le asignan características en parte similares en el Reglamento navarro.
El Reglamento de 1992, en su artículo 24.2 hablaba de que “Podrán ser clasificadas en la primera categoría las plazas de capitales de provincia y de las ciudades en que se vengan celebrando anualmente más de 15 espectáculos taurinos, de los que diez al menos habrán de ser corridas de toros”, pero no citaba ciudad alguna remitiéndose a la tradición, es decir, como norma legal anterior, al Reglamento de 1962.
La última disposición adicional, la séptima del Reglamento nacional actual de 1996, considera que son plazas de segunda categoría las de las restantes capitales provinciales y las de “las poblaciones que se encuentren clasificadas como tales; y dado que tampoco el Reglamento de 1992 es más explícito, volvemos a remitirnos al artículo 22 del Reglamento de 1962, en que se afirmaba que eran de esta categoría “Todas las demás de las capitales de provincia  que no hayan sido clasificadas como de primera, incluida la de Carabanchel (Madrid), y, además, Algeciras, Aranjuez, Cartagena, Gijón, Jerez de la Frontera, Linares, Mérida y Puerto de Santa María”.
La Monumental de Barcelona el día de su inauguración
Es curioso que aquel texto de 1962 acabase diciendo que “La clasificación que antecede no podrá ser nunca objeto de interpretación alguna, subsistiendo en todo su vigor, sea cualquiera la clase de festejos que en ella se celebren”, lo que debemos interpretar que no variarían las condiciones exigibles en función del tipo de espectáculo taurino que en ella se celebrara, más que un inmovilismo en su clasificación. En los Reglamentos de 1992 y 1996 se introducen factores para que una plaza alcance la primera categoría  o pueda modificarse su categoría “por el Ministerio del Interior, a petición de los Ayuntamientos respectivos, en función de la tradición, número de espectáculos y categoría de los que se vengan celebrando en la localidad respectiva, oída, en todo caso, la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos” (art. 24.5 del Reglamento de 1992 y art. 23.5 del de 1996).
No obstante, y con muchísima razón argumentaba en contra de esta división Alberto Vera “Areva”, (en su libro Reglamento Oficial para la celebración de espectáculos taurinos y de cuanto se relaciona con los mismos. Notas y comentarios; Madrid, Librería Beltrán, 1952), cuando dice que “Opinamos sinceramente que no debiera existir distinción entre unas plazas y otras. ¿A qué esa desigualdad? ¿Se estableció la categoría por la importancia en que se hallan enclavadas dichas plazas, por la fábrica de las mismas y por el mayor número de corridas en ellas celebradas, o atendiendo a la autoridad y competencia de sus públicos? (…) Y en este caso, varias plazas de segunda y tercera podrían alcanzar más alto puesto, así como alguna de primera bajar de categoría. Porque ésta no se adquiere por el número de festejos, sino por la capacidad y competencia del cónclave y el exacto cumplimiento de todas y cada una de las disposiciones por que se rige la fiesta de toros.” Es verdad que una Real Orden de 10 de enero de 1931 había suspendido la aplicación de categorías a las de segunda, quedando al arbitrio de los Gobernadores civiles la autorización de corridas con arreglo a la clasificación que estimasen por conveniente.
La plaza de Valencia a principios del siglo XX
Aunque no entra el Reglamento de 1996 en señalar qué plazas son de cualquiera de las categoría que define en su artículo 23, primera, segunda o tercera; en todo caso se refiere a la “tradición o en razón del número y clase de espectáculos taurinos que se celebren en las mismas” como criterios para clasificarlas en uno u otro grupos. La tradición, como señalábamos en su momento, que estaba recogida en el Reglamento de 1962, y en alguno de los anteriores (por ejemplo el de 1917).
No obstante, y al sospechar que la apertura a nueva Reglamentación Autonómica podría motivar algunos cambios en la materia, fijaba algunos criterios para asignar la categoría correspondiente. Así, para ser plaza de primera, al margen de las entonces existentes, decía que “Podrán ser clasificadas en la primera categoría las plazas de las capitales de provincia y de las ciudades en que se vengan celebrando anualmente más de quince espectáculos taurinos, de los que diez, al menos, habrán de ser corridas de toros”.
Para las plazas de segunda, los requisitos mencionados eran que fuesen de “las capitales de provincia no incluidas en el apartado anterior, así como las de las ciudades que se determinen por el órgano competente”, y “Las restantes plazas serán incluidas en las de tercera categoría, quedando en todo caso las no permanentes y las portátiles sometidas a las normas específicas que les sean de aplicación”.
La plaza de las Arenas (Barcelona) en construcción (antes de 1900)
¿Quién era la autoridad u órgano competente, para el Reglamento Nacional de 1996, que podría fijar la categoría de las plazas? El Ministerio de Justicia e Interior (hoy Ministerio de Interior) “a petición de los Ayuntamientos respectivos, en función de la tradición, número de espectáculos y categoría de los que se venga celebrando en la localidad respectiva, oída, en todo caso, la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos”. Desde la entrada en vigor de textos autonómicos, la situación –obviamente- ha cambiado, y así han venido a integrarse en el grupo de las plazas de primera categoría, las de Málaga o Córdoba, en Andalucía, o implícitamente la de Pamplona en Navarra –aunque en tal caso no se haya expresado textualmente tal circunstancia). Estas circunstancias afectan tanto a las plazas ya existentes como a las que pudieran construirse a raíz de la publicación del texto reglamentario.
Es, precisamente, desde 1917 desde cuando empiezan a considerarse las categorías de las plazas. El de 1917 es el primer Reglamento con vocación nacional, que debía ir adaptándose no sólo a las principales plazas de España, sino poco a poco al resto de las poblaciones. Por ello, en una primera fase se dice que ese Reglamento tendría que cumplirse, exactamente, en las plazas de Barcelona, Bilbao, Madrid, San Sebastián, Sevilla, Valencia y Zaragoza (punto 2º de la Real Orden de 28-II-1917). Por cierto, no hacía distinción entre las diversas plazas de cada localidad: en Madrid funcionaban tres (la de Felipe II, Vista-Alegre o Tetuán, al margen de otras menores), otras tantas en Barcelona (Barceloneta, Arenas o Monumental), o las dos principales de Sevilla (Maestranza y Monumental), por ejemplo.
La plaza madrileña de Tetuán de las Victorias
El Reglamento de 1923 y su modificación de 1924 vuelve a hacer mención a estas plazas, en su artículo 24, para referirse al pesaje de las reses, que se “hará por medio de romanas o básculas, instaladas en los corrales, ante el delegado de la Autoridad, los Subdelegados de Veterinaria y el representante de la empresa…”.
El Reglamento de 1930 ya hace referencia expresa, en varios artículos, a plazas de primera, segunda y tercera. Pero es el su artículo 16 cuando quedan definidas y adjudicadas: “Las Plazas de toros se dividen en tres categorías. Son plazas de primera: Barcelona (en sus tres plazas: Arenas, Barceloneta y Monumental), Bilbao, Madrid, San Sebastián, Sevilla, Valencia y Zaragoza. De segunda, todas las demás de las capitales de provincia que no hayan sido clasificadas como de primera y además: Algeciras, Aranjuez, Calatayud, Cartagena, Gijón, Jerez de la Frontera, Linares, Mérida y Puerto de Santa María, Tetuán de las Victorias y Vista Alegre de Carabanchel bajo. De tercera las restantes existentes en el Reino”.
Sólo apuntar que la plaza de Calatayud, que fue de segunda, ya en el Reglamento de 1962 es considerada como de tercera, y que durante la guerra civil desapareció la de Tetuán (volada fortuitamente cuando era un polvorín del ejército republicano).
La plaza de la Barceloneta, la tercera de las de Barcelona a principios del siglo XX
Y, aunque no tiene nada que ver, puede orientar en cuanto a la categoría de la plaza, la lista que de ellas hace la Orden APA/4060/2006, de 15 de diciembre, “por la que se definen el ámbito de aplicación, las condiciones técnicas mínimas de explotación, precios y fechas de suscripción en relación con el seguro de explotación de ganado vacuno de lidia, comprendido en el Plan Anual de Seguros Agrarios Combinados”. La Orden establece que a efectos del Seguro, las ganaderías se dividen en tres grupos A, B y C (art.9), que define así:
Ganaderías A: Aquellas ganaderías o ganaderías asociadas que han lidiado, durante el año anterior al aseguramiento, en las plazas de toros que se relacionan en el anexo V, al menos:
“a) Dos corridas de toros completas (5 toros lidiados en cada una), anunciándose la ganadería en el cartel oficial del festejo, o
“b) Una corrida de toros completa (5 toros lidiados en cada una) y dos novilladas picadas completas (6 novillos en cada una), anunciándose la ganadería en el cartel oficial del festejo.
“Ganaderías B: Aquellas ganaderías que no cumplen las condiciones de las ganaderías A y tienen un numero de animales mayores de 36 meses mayor o igual al 10 por 100 del censo real de machos para la lidia, tomado a fecha del último 15 de marzo.
“Ganaderías C: Aquellas ganaderías que no cumplen las condiciones de las ganaderías A y tienen un numero de animales mayores de 36 meses inferior al 10 por 100 del censo real de machos para la lidia, tomado a fecha del último 15 de marzo.”
Y de cara a reconocer las plazas –de importancia- en las que hayan lidiado las ganaderías del grupo A, señala las siguientes: “Albacete; Alicante; Arles; Barcelona; Bayona; Bilbao; Castellón; Córdoba; Granada; Logroño; Madrid; Málaga; Murcia; Nimes; Pamplona; Puerto de Santa María; Salamanca; San Sebastián; Sevilla; Valencia; Valladolid; Zaragoza”.
Quede ahí la cosa por el momento.

sábado, 16 de junio de 2012

Madrid baja de categoría (III)


Como Fray Luis de león dijera en su cátedra de Salamanca, superado el duro reto inquisitorial, “Decíamos ayer…” que gran parte de la feria ha transcurrido entre leves protestas de pequeños grupos de aficionados al trapío y presentación de los toros, y revisábamos las once primeras corridas de lo que fue el ciclo ferial de San Isidro de este año, basándonos en nuestras propias crónicas. Sigamos, pues, con esas notas de lo restante de éste y el siguiente ciclo del “arte y la cultura” empresarial.
Peluquero de Carriquiri, lidiado el 30-5, un toro con cuajo  (Foto: las-ventas.com)
No nos quejábamos de la presencia de los de Guardiola el día 20, pero sí que pudimos hacerlo con el desastre ganadero del lunes 21 de mayo. Ese día saltaron al ruedo toros de hasta cinco ganaderías diferentes: 2 toros de Antonio Bañuelos (la titular supuestamente, sólo 1º y 4º), manso, brusco, complicado el primero y manso, embestidor pero a menos el cuarto; 1 toro de Couto de Fornilhos (también titular en el programa, el 5º), feo y basto, manso, soso y mular; 1 toro de Aurelio Hernando (2º bis) que cumplió en varas y luego fue brusco y fiero en la muleta; 1 toro de Carmen Segovia (3º bis), feo y basto también, manso, embestidor, mejor por el zurdo; y 1 toro de Domínguez Camacho (6º bis), mal presentado, bravo, encastado y complicado. Decíamos aquel día que “Parece como si los veedores de la empresa hubieran hecho acopio de todas las sobras de la ganadería brava de España. Pasan por una finca y preguntan: ¿A ustedes les sobra algo de desecho, algo que no puedan colocar ni en las calles levantinas? Y se vuelven a Las Ventas con uno, dos o media docena de sobreros –muchos pasados de edad- y casi todos con un tipo o presencia… impresentable.  Y así van anunciando, yo creo que como preventivo para posibles devoluciones, ganado de cien vacadas diferentes –muchas de su padre y de su madre, sin relación con el encaste original (ayer las hubo Atanasio, Torrestrella, Veragua y Domecq a través de Torrealta, o de Marqués de idem desechado lo de Murube)- para que la gente se canse de devolver toros para ver minotauros en su lugar. Fantástico lo de Taurodelta, que cada día nos regala un cartel diferente –me refiero a los toros que han de lidiarse y a la diferencia con lo oficialmente anunciado y previsto-, ¡qué éxito de programación! La Comunidad, me imagino, batirá palmas de alegría. ¡Viva la diversidad! ¿No pide la afición de Madrid encastes distintos?, pues vayan cuatro en una corrida y así no se nos quejan…, entiéndame la ironía. Luego, también es cierto, cada cual sale como Dios le da a entender, y nos llevamos algunas sorpresas (…). El segundo es una chota indigna, con cara y sin cul…ata. Inválido, se devuelve por eso y no porque nunca debió pasar el reconocimiento. Se ve que lo aceptaron para evitar que hubiera devolución de entradas (sólo se pueden devolver cuando se sustituyen en el cartel tres o más de los anunciados, ayer sólo dos a priori, aunque se lidiaron al fin cuatro de otros hierros). Tercero, otro toro de Bañuelos con más cabeza que remate alguno, playero además. Se le remata en el ruedo al luxarse la mano izquierda antes de varas. Dos de tres llevamos. El cuarto otro titular, pero sin cuajo alguno en sus 554 kilos, lavadito de carnes. ¡Qué vergüenza de encierro! Gran suerte de varas de Nacho Meléndez, citando, dando el pecho del caballo, clavando y soportando un derribo. Bien Zotoluco, poniendo al toro de lejos.(…) Un sexto también de Couto de Fornilhos se hace el muerto o el herido, se tumba y el presidente –incauto- lo cambia. Descaste y ninguna lesión; apariencias de toro, que no trapío digno en sus 619 kilos. El sexto bis, no reconocido por la presidencia al parecer, un bichejo impresentable, con dos pitones y cuerpo de novillo, pero el héroe de la tarde. Del hierro de Domínguez Camacho y creo que Estilo o algo así de mote.”
Después de aquello se lidió la que ha sido considerada como la corrida de la feria, el 22 de mayo, con reses de Alcurrucén, de trapío desigual (segundo y tercero con poco cuajo y en general de poco remate), mansos en el caballo, pero con casta y juego en la muleta, excepto el quinto, que se rajó. Y apuntábamos en la crónica que “Por fin salió una corrida con casta y ofreciéndose emotiva a los de a pie y al coso entero. Corrida de esas que llevan las orejas colgando, no sólo por su juego, sino por su capacidad de transmisión. Doce, o si ustedes quieren, diez orejas que se fueron caminito del desolladero, compuestas y sin novio. ¡Qué pena! Cuando hay toros no hay toreros… y cuando hay toreros no hay toros, dice el conocido adagio popular. Y ayer se cumplió una vez más. ¡Lástima también que no hubiesen tenido ese punto más de presencia y cuajo que nos hubiera permitido hablar de todo un corridón de toros! ¡Y lástima, también, que no pasaran por el primer tercio con más de bravura, ya que a pesar de arrancarse alguno de lejos a los del castoreño, no apretaron y salieron sueltos en la mayor parte de las ocasiones! Pese a ambos lunares, qué interesante corrida de toros la de José Luis Lozano y sus hermanos.”
Fiscal, de Alcurrucén, corrido el 22-5, algo justo por detrás (Foto: las-ventas.com)
El 23 saltaron al ruedo los 6 de Juan Pedro Domecq, mal presentados aunque cinqueños, mansos, sosos, muchos de ellos flojos y descastados. Y apuntábamos en las líneas de la crítica de aquel día lo siguiente: “Lo de ayer, nos informaba el programa, que eran cinqueños… ¡Pues cómo serían de cuatreños! De impresentable trapío para Madrid (podían haber pasado como toros en Villaperalillos, o incluso, si ellos quieren, en Sevilla –perdónenme los muy buenos aficionados de la capital andaluza, pero es lo que hay-)… y pasaron… en Madrid. Se supone que en Madrid no basta con que nos asusten dos pitones por delante, al parecer único motivo que justifica el trapío para algún veterinario, sino que el resto de las hechuras del animal sean acordes a las exigencias de la primera plaza del orbe taurómaco. Las culatas, la musculatura, el cuajo, la seriedad en el tipo, son tan importantes como esos dos pitones afiladísimos –¿no les parecen a ustedes demasiado afilados…?- que mostraron los que ayer nos soltaron en Las Ventas. Del primero al tercero ninguno debió ser aprobado en el reconocimiento, el cuarto nada decía, al quinto le perdonamos por los pelos, y sólo el último merece ser considerado como toro apto para el coso madrileño, sin reparo alguno. Nueva colección de gatos, que a priori, ya no deberían haber pisado el ruedo venteño. Pero lo hicieron entre los amansados silencios generales del público de Madrid, que están como la fiesta en general, en proceso de descomposición interesada, y sólo algunos aficionados aislados, fueron capaces de silbar o expresar aquello que antaño hubiera sido general: ¡vaya fraude!”.
Asturiano de Núñez del Cuvillo, el tercero de la tarde del 24-5 (Foto: las-ventas.com)
El jueves 24 de mayo hubo nuevo desastre, sólo 4 de los toros de Núñez del Cuvillo se acabaron lidiando, porque dos de ellos –sendas ratas con sombrero- fueron devueltos por inválidos; el resto, además, mal presentado en general, mansos, sosos pero embestidores, bajos de casta quizá con la excepción del cuarto. Hubo de remiendos 1 toro de Carmen Segovia (2º bis), sin remate, manso, soso y descastado y 1 toro de Salvador Domecq (6º bis) manso, incómodo y bajo de casta. Y nos desahogábamos de esta manera: “Fue una corrida impresentable para Las Ventas, en la que salieron al menos cuatro bichos indignos –si acaso primero y quinto tuvieron algo más de carnes y remates-, y en la que el resto no debió ser aprobado en el reconocimiento. ¿Pero qué es lo que pasa en aquellos? No entendemos cómo se está bajando tan peligrosamente el listón. No queremos mastodontes, que conste, sino toros con trapío, pesen 480 kilos o 660 –pongamos como ejemplo de toros que han pisado el albero venteño en este San Isidro-. Trapío, que como hemos dicho tantas veces, no depende de los kilos, sino de las hechuras y remate. El tercero de ayer, con 524 kilos fue una chiva auténtica, dos pitones escondían una escasez de carnes y de cuajo, verdaderamente proverbiales. Algún veterinario debe creer que la gente es tonta de capirote…”.
Tras novilladas y una de rejones, el interesante encierro de Baltasar Ibán, y el 29 de mayo volvimos a la triste realidad: se lidiaron 5 toros de Las Ramblas, desigualmente presentados, aunque muchos sin culata y excesivamente gordos, mansos en general, sosos y descastados y 1 toro de Hermanos Fraile Mazas (4º bis), manso e inédito para la muleta. Y escribíamos: “El resto del festejo fue –asimismo- para olvidar por completo. Un encierro, éste de las Ramblas, nuevamente indigno para Madrid, aunque ya nadie proteste, aunque nadie reclame, aunque nadie saque a relucir su condición de aficionado. Se ve que, como el toreo de Aparicio, la afición agoniza. Toros sin remate, sin cuajo, engordados con piensos compuestos, que apenas pueden exigirse a sí mismos, y también agonizan durante veinte minutos entre arrancadas sosas, caídas varias y un sinfín de descaste. Toros para figuras, ¡qué caramba! No hacen falta anti-taurinos. Acaso embistió algo más que sus hermanos, o con algo más de movilidad, el segundo, al que le apuntamos la condición de noble y soso. Al resto… entre el descaste y lo mular –como el quinto-.”
Una de las chotas de Las Ramblas del día 29-5 (Foto: las-ventas.com)
Vinieron luego las dos interesantes corridas de Escolar y Cuadri, con el prolegómeno de Carriquiri, antes de que una de las grandes esperanzas nos desilusionara en parte. El 2 de junio saltaron al albero toros de Adolfo Martín, desigualmente presentados, mansos, de diferente casta y juego también distinto; destacaron segundo y tercero, más nobles y boyantes. Y decíamos: “Esta póstuma corrida de albaserradas en nada se pareció a la que vimos tan sólo hace dos días, con sus lejanos primos de Escolar. Toros más que justos de presencia en algún caso (como ese primero, muy lavado de carnes, o el quinto, impresentable de trapío para Madrid), descastados o muy bajos de  casta en algún caso, y donde sólo han merecido la pena segundo y tercero, más en lo que uno espera de Cuvillo que en la casta y acometividad que se imagina en un toro de este encaste. Nada que ver con la corrida de la feria de Otoño pasado, mucho mejor en términos generales y que nos hizo concebir muy fundadas esperanzas, aunque no oculto que a la corrida ayer se la picó fatal.”
Mulillero, un buen toro de Adolfo Martín, con escaso remate (Foto: las-ventas.com)
Con ella acabó San Isidro 2012, pero tres días más tarde comenzaba la Feria del Arte y de la Cultura y olé. Fue el pasado 5 de junio, con sólo media plaza de entrada, y corriéndose 6 toros de Valdefresno, desiguales de presencia, mansos en general (aunque primero y tercero cumplieron en varas), flojos, y de juego soso y bonancible aunque descastado en la muleta. El quinto fue un mulo y el sexto se rajó desde el principio.
Tampoco mejoró el panorama el día de la Beneficencia, el 6 de junio, en el que sólo salieron 4 toros de Núñez del Cuvillo, muy mal presentados, mansos, sosos y descastados; y 2 toros de Victoriano del Trío (3º y 4º), desiguales de presencia, mansos, embistiendo pero a menos. Nos quejábamos en la crónica de esta manera: “La corrida, los toros, no obstante, fue una auténtica vergüenza. Lo de Núñez del Cuvillo está llegando a términos de una desfachatez insufrible. Primero el caso de que no sea capaz de lidiar una corrida completa en Madrid (¿para qué se anuncia entonces?), y segundo el que lo que sale por chiqueros sea más propio de una lata de sardinas que de una plaza de toros. El primero anovillado, el segundo una indigna chota de plaza de talanqueras, el quinto otro bicho anovillado y sin trapío y el sexto carente de culata. Fantástico. ¡Qué lote de cuatro para que no haya devolución de entradas! Y añadan, mansos, sin clase y descastados en general, pero eso sí, sin ofrecer complicaciones o dificultades para los coletudos. Si tenían que irse a chiqueros, se iban, pero sin molestar… De la toreabilidad al descaste sin solución de continuidad.”
El segundo de Núñez del Cuvillo de la Beneficencia, sin culata y reducido (Foto: las-ventas.com)
Superado el trance benéfico…, el 7 de junio nos habían anunciado una corrida del Puerto de San Lorenzo, que salió desigual de hechuras, mansa, floja (especialmente los dos primeros), sosa y a menos los tres primeros y descastados sin paliativos los tres últimos.
Tampoco mejoró en este aspecto otra de las grandes esperanzas de los aficionados, la de Victorino Martín lidiada el 8 de junio, que vino desigualmente presentada (segundo y sexto sin cuajo), mansa en general, sosos primero, tercero y quinto y complicados los restantes. Una lástima, y de ello nos quejábamos en estos términos: “Y no nos gustó no sólo porque hubiésemos puesto las expectativas bastante más altas que las que las realidades mostraron, sino porque esperábamos que –después de dos años de ausencia- al menos la presencia y la casta hubieran sido impecables en esta reaparición madrileña. Y ambas, las dos cualidades imprescindibles para considerar a un toro como de lidia, las dos características fundamentales antes de ser lidiado un animal, faltaron en muy buena medida. La presencia dejó mucho que desear: se lidió un segundo a través del cual se podía ver la plaza de Manuel Becerra, una oblea anovillada de 490 kilos (sin embargo, el tercero, más corto y bajo, tenía cuajo de toro, aunque no llegase a ese peso -485 kilos-); tampoco nos gustó el último, otro bicho sin trapío, largo y también anovillado, ahora con 552 kilos, para que sigan diciendo que en Madrid sólo quieren kilos… Los hubo, sin embargo, con cuajo y hechuras de albaserradas clásicos, alguno con pavorosa cornamenta que no disimulaba las escaseces de remate. Primero, cuarto y quinto eran toros de los que esperábamos en ocasión tan importante.”
Minoico, el segundo victorino del 8-6, sin nada que ofrecer excepto cara (Foto: las-ventas.com)
Y remató el nuevo remiendo ferial saca-cuartos, con el festejo (no creo pueda llamársele corrida) del 9 de junio, con  El Cordobés, Rivera Ordóñez y El Fandi en el cartel y 5 bichos de El Torreón, mal presentados, mansos, sosos y algunos completamente descastados y 1 toro de Los Bayones (4º), éste bien presentado, manso, soso y a menos. Al fracaso del festejo, planteado como un reto a la afición y abono madrileños, añadíamos: “Y eso, además, con el ganado a favor. Corridita remendada de El Torreón, donde se lidió algún novillejo indecente –como el sexto- o dos toros culipollos –primero y tercero, que no debieron pasar el reconocimiento matutino-, y en la que la dignidad, en cuanto a trapío se refiere, vino por la parte remendada: el de Los Bayones”.
En definitiva, pocos años habrá en las últimas décadas (casi, casi, en el recuerdo de un cincuentón como yo), en el que tanto ganado haya fallado en una de las exigencias que en Las Ventas se ha tenido siempre en tanta consideración, una de las cualidades imprescindibles del toro de lidia: el trapío. Si es que otra cosa quieren profesionales o parte de la prensa más acomodaticia, llamen a esto “Fiesta de las Chivas” (bien traído, además, por lo mucho que se bebe en estos últimos años), anúncienlo así, vendan entradas con dicha justificación y el que quiera que disfrute con el arte excelso de tanto coletudo de los del G-10… si es que demuestran, también, mucho más que este año.