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domingo, 10 de junio de 2012

El fracaso de la corrida del “arte”

Madrid, 9 de junio de 2012. Media plaza. 5 toros de El Torreón, mal presentados, mansos, sosos y algunos completamente descastados. 1 toro de Los Bayones (4º), bien presentado, manso, soso y a menos. El Cordobés, silencio y silencio. Francisco Rivera Ordóñez, Paquirri, silencio (aviso) y silencio. El Fandi, silencio (aviso) y oreja.

Un auténtico fracaso, lo dicho. La corrida del “arte”… (del destoreo claro) supuso un llamativo fracaso para la empresa y para el taurinismo rampante.  Fracaso articulado sobre la organización de un festejo con tres diestros nada del agrado de la afición madrileña –que ayer desertó en masa, cediendo sus entradas a la portera, al vecino del tercero, o al amigo del bar-, dos de los cuales hacía once y siete años respectivamente que no pisaban -con sobradas razones- el albero madrileño… que no es albero.
La corrida, en contra de los gustos de la afición abonada al coso de Las Ventas, incluida, además, en la mal llamada “feria del arte y de la cultura”, era un auténtico desafío. Si la plaza se llenaba, la empresa y la Comunidad podían clamar contra los abonados tradicionales, contra las asociaciones más representativas de Madrid, contra las Peñas más encumbradas o de mayor peso específico, contra las Uniones de Abonados, que en general estaban contra el festejo por carecer de interés… Podían, incluso, echar en cara a los que criticaron el festejo, diciendo que son absoluta minoría, y que el pueblo, la masa dúctil y maleable (léase su significado en el diccionario, yo lo aprendí en Ciencias Naturales), quiere, desea y defiende otro tipo de tauromaquia, que no es la ortodoxa que predican los aficionados de todos los días (no sólo de San Isidro, por favor). Podían, incluso, en ese eterno pulso a la afición de Madrid para que abandone el abono, se retire de la plaza y ceda su localidad a un público más acomodaticio, argumentar que es necesario multiplicar ese festejo –como lo han hecho con las corridas de rejones- y con ello invitar a que los descontentos se marchen por su propia voluntad.
Barbaclarillo, la fiera que le tocó al Cordobés en primer lugar... ¡qué  culata! (Foto: las-ventas.com)
Pero no; la plaza no se llenó; no hubo ese ansiado, deseado, esperado, anhelado lleno que fortaleciera sus esperanzas, no sé si bien o mal fundadas esperanzas. La plaza registró medio aforo, como el resto de los días de esta feria enchufada y conectada a la de San Isidro para poder exprimir mejor el bolsillo de los aficionados (ESTE AÑO UN 5% MÁS POR CIERTO), con el beneplácito de la Comunidad de Madrid y la rebaja casi a la mitad del canon que aquella recibe. (Paréntesis obligado: ¿Se han preguntado si la Comunidad recibe este año poco más o menos el 60% del canon del año pasado, qué ocurrirá con las subvenciones a Ayuntamientos, con las mejoras y obras de la plaza, con las ayudas a iniciativas sociales o culturales en torno a la fiesta? Cerramos paréntesis). No hubo lleno, sino media entrada, y eso que muchos de los abonados –en mi derredor su ausencia era clamorosa- regalaron sus entradas. Así que si hubo regalos –y muchos- y no hubo más entrada que otros días, es que este cartel tan denostado por la afición, y tan deseado por el mundillo –por su baratura, porque con él se llena la plaza de público de aluvión, porque con él se ataca a los aficionados más serios e incluso intransigentes, porque con sus esperados resultados se abaratan trofeos, premios y prebendas- no funciona en realidad más que en plazas de tercera, donde debiera haber quedado relegado.
Fue un rotundo fracaso. La plaza, y ello a pesar del público transeúnte de ayer, ni siquiera se manifestó o apoyó a los mediáticos con sus aplausos constantes u ovaciones, con la salvedad de las banderillas de Fandila. La gente… ¡SILENCIÓ CINCO DE LAS SEIS FAENAS! Probablemente porque a muchos nadie les había explicado que después del arrastre del toro deben manifestarse a favor o en contra del diestro, y no sólo cuando dobla… Los espectadores –que aplaudieron, como corresponde en tales festejos, los giros en la cara, los desplantes sin torear, los cambios de pitón en el cite, precisamente lo menos torero de este asunto…- al final no sacaron nada en claro, llenando con su silencios el coso madrileño. Ni siquiera hubo lluvia de orejas, en tarde preparada al efecto y con deserción masiva de los abonados y aficionados en general. Y es más, si sumamos todas las corridas de esta prolongación saca-cuartos y del ferial isidril, en ningún festejo ha habido menos protestas que en éste, ni a toros, ni a toreros, ni a pares de banderillas, ni a descolocaciones, cites desde la oreja o desde Pekin, toreo periférico por la sierra de la capital o enganchones sin cuento… Ni una voz apenas, ni un grito en contra, ni apenas palmas de tango –cuando las hubo, en una ocasión, hubo coreo general… ¡pidiendo la música!-. Fantástico.
Así que permítanme resumirles otra vez más mi impresión: Fracaso concluyente, irrefutable, categórico. Fracaso al no llenar el coso en un festejo planeado contra la afición exigente de Las Ventas, y fracaso en el resultado… (uy, iba a decir artístico, perdónenme) numérico del espectáculo.
Y sin embargo el de Los Bayones, Cupletero, al menos era un toro en apariencia; por eso ni lo quiso ver (Foto: las-ventas.com)
Y eso, además, con el ganado a favor. Corridita remendada de El Torreón, donde se lidió algún novillejo indecente –como el sexto- o dos toros culipollos –primero y tercero, que no debieron pasar el reconocimiento matutino-, y en la que la dignidad, en cuanto a trapío se refiere, vino por la parte remendada: el de Los Bayones. Pero corridita con muchas posibilidades, muchísimas, a pesar de su sosería general y poca o nula casta; porque al menos segundo, tercero, cuarto y sexto tuvieron mucho más en su interior que lo que los “artistas” nos mostraron.
No les aburriré, porque en el festival del destoreo de ayer no hubo gran cosa que contar; el Cordobés, ni con el capote, ni con la muleta, fue capaz de enjaretar un lance con consideración “artística” de ningún tipo, ni siquiera con eficacia o dominio: nada de nada. Se inhibió en la lidia de sus dos toros, dejando que la misma corriera a cargo de un peón o del Fandi (el más moderno de la terna) en el cuarto, ¡olé ahí! Al primero lo mató en chiqueros, donde le pareció al toro, después de mil trapazos por allá y vulgaridad absoluta, de una entera baja. Al cuarto, al que le quitaba la muleta para que ni siquiera embistiera, lo quiso hacer pasar por la fiera corrupia del Orinoco… Un pinchazo y otra entera por los bajos. No hubo ni salto del batracio..., ¡qué pena, morena! 
Un desplante del Cordobés a su terrible primero (Foto: las-ventas.com)
Rivera, alias Paquirri, otro tanto que su compañero de tantas tardes y amigo: desde las Chimbambas y despegadísimo, se descubrió alguna vez y fue volteado por su primero, a Dios gracias sin consecuencias (que no le deseamos mal ninguno, conste). Intentando mostrar que el bicho no pasaba, no le vimos ni un natural, ni un derechazo, pero eso sí hasta cinco pinchazos desprendidos, dejando el brazo atrás y cuarteando desde fuera, y un descabello. En el quinto, una res inválida y descastada del hierro titular, siempre a media altura, desde fuera y enganchado, lo mando al desolladero de una entera, por arriba esta vez, enhorabuena, pero con desarme, esperando su lenta agonía para no coger el descabello.
Una de las verónicas del Fandi al sexto, aunque no la mejor (Foto: las-ventas.com)
El Fandi dio unas chicuelinas en el quite a su primero, pareó las tres veces clavando pasada la cara de la res –a la moviola, cuarteo larguísimo y violín-, y con la muleta imitó -sin fisuras- el "toreo" de sus compañeros, mostrando, si cabe, más pico –mucho más pico- que ellos. Con la inseguridad de algún paso atrás, con un agarre al lomo –bastante aplaudido, ¡qué bonito y qué meritorio!- y más de lo de siempre, se lo quitó de delante de dos pinchazos con cuarteo, una entera atravesada por lo mismo, algo caída, y un descabello, oyendo un aviso. En el último, viendo que la corrida se iba de vacío, dio los únicos lances toreros de la jornada: dos buenas verónicas de recibo –las primeras y menos aplaudidas y coreadas, ¡bondad graciosa!-, llevó con alegría y sin eficacia el toro al caballo, en  banderillas otra vez clavó fuera de la cara en tres ocasiones y una sobre un pitón (puso cuatro pares) y –siéntense para no caerse- le vimos un magnífico natural en la cuarta tanda con la franela. Bastante sucio en general, y sin interés, anti-cargando la suerte (apoya el peso del cuerpo muchas veces sobre la pierna más alejada del bicho, para facilitar las cosas si éste aprieta…), llevándolo a media altura y sin ninguna clase, sólo consiguió levantar los ánimos del decaído público ocasional con un desplante de rodillas cuando el toro ya no podría ni con su alma de haberla tenido. Aprovechó la ocasión para armarse –no caballero… y eso que como los rejoneadores va brindando las banderillas tendido a tendido- y sacudir una estocada entera algo desprendida, de efecto rápido, que hizo… por fin… rugir a la masa en demanda de la oreja. De los 300 matadores o algo más en activo, casi 250 lo hubieran hecho con más garbo… pero nadie como él para el grand prix de la tauromaquia moderna: corre, salta, brinca, se mueve y da espectáculo como nadie.
Quédense con el resumen: una de doce orejas con todo a favor… ¡Qué fracaso!

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