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miércoles, 6 de junio de 2012

Con y sin ton ni son


El comentario de Ángel Arranz

Restas
Cuando me doy un paseo por la zona de la Casa de Campo donde se entrenan bastantes toreros, y más de uno hay en zapatillas –zapatazos- deportivas, me dan ganas de no volver.
El torero además de serlo tiene que parecerlo. Y esa coherencia empieza por los pies y acaba en la cabeza. En efecto, lo aconsejable y lógico es torear de salón con las zapatillas de torear a los toros, o zapatillas similares. Lo mismo pasa con la ropa, cuanto más ceñida al cuerpo más se asemeja al traje de luces… y los hay que se entrenan con “chándal”, que es lo más parecido a un depósito de excrementos. Que mal gusto.
Claro, luego van andando por la calle –los de los zapatazos y el chándal- y  uno parece  zombi y el otro maniquí. Romero y Paula van paseando por la calle menor en una ciudad chiquita de Indonesia, y los más tontos del lugar, los miran, los ven pasar y luego dicen: ahí van dos toreros.
Y en algunos casos, para más sumas que restan, les han metido en la cabeza el concepto: competitividad. Y después de entrenar a contraestilo, se “machacan” varias horas en el gimnasio. Y en el ruedo, los ves agarrotados, acartonados, rígidos, forzados, sintéticos, crispados, desafinados, desajustados, desaforados, torcidos, retorcidos, desapasionados…
Es conveniente estar fuerte y sano para hacer paseíllos y sortear peligros a la hora de la siesta, pero de eso a desafiar los artilugios que se emplean para batir “records” -¿de qué?- o deslumbrar a damiselas de la misma cuerda y el mismo espíritu… hay equívocos totales.
El arte de torear, como su propia definición indica, se hermana con la filosofía de las artes en general. Los toreros han de ir más a museos; a conciertos de música, que no de ruido; a ver, admirar, y estudiar obras originales y supremas de la arquitectura, de la escultura, de la pintura, de la literatura. Son las obras que despiertan y motivan las formas, los fondos, los sonidos, los contrastes, las perspectivas, la colocación, la originalidad, la diversidad, el color, los sentimientos, las exigencias, el latido interior…del melodramático ritual, que el lidiador junto al toro, presentan y se representan en el ruedo. Solo así se llega a la poesía. Coplillas al margen.
Ayer en Las Ventas empezaba la feria del arte y la cultura y casi fue una verbena. Media entrada y bochorno. La corrida de Valdefresno blanda, descastada, a la defensiva, noble el tercer toro. Curro Díaz en su primero dibujó, pinceló con trazos velazqueños varios redondos… quizá los más artísticos en el desierto que ha programado el trifracaso. César Jiménez y David Mora estuvieron menos éticos que estéticos, y menos estéticos que sintéticos, toreros más de forma que de fondo. ¿Sobreactúan? Lo digo como lo siento, y lo digo porque son jóvenes y creo que tienen condiciones para superarse. No olvidemos que César llegó a encabezar el escalafón y salió a hombros en Madrid dos veces en pocos días. Hay salidas triunfalistas y salidas triunfales. Tome nota a quien corresponda. Dar una ovación en el arrastre al tercero cuando estuvo casi tanto tiempo de rodillas como de pié y una oreja a su lidiador está fuera de tiempo y lugar cultural. Lidiar al mansísimo sexto fuera de su querencia, también. Otra oreja. Es verdad que Mora fue volteado dos veces y media en la tarde y no se miró las consecuencias. Sí…, se lo llevaron en volandas. La otra noticia cultural del día, importantísima para la esperanza y confianza  de la ciudadanía española, es que el futbolista Sergio Ramos: se ha cortado el pelo. En prensa y televisión lo he leído y escuchado. ¿Posmodernismo? ¿Neoliberalismo? ¿Consumismo? ¿Tontibuenismo? ¿Cachondeísmo? En esas restas y restos estamos.
            El toreo es maestría con naturalidad
            El toreo es gallardía con personalidad
            El toreo es entrega con autenticidad
            El toreo es pundonor con sensibilidad
            La suma nos da credibilidad
            Torear es más que divertir o disfrutar
            Divertir y disfrutar pueden ser zafiedad
            El toreo de verdad es…emotividad

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