El
comentario de Ángel Arranz
Restas
Cuando me doy un paseo por la zona de la Casa de
Campo donde se entrenan bastantes toreros, y más de uno hay en zapatillas
–zapatazos- deportivas, me dan ganas de no volver.
El torero además de serlo tiene que parecerlo. Y
esa coherencia empieza por los pies y acaba en la cabeza. En efecto, lo
aconsejable y lógico es torear de salón con las zapatillas de torear a los
toros, o zapatillas similares. Lo mismo pasa con la ropa, cuanto más ceñida
al cuerpo más se asemeja al traje de luces… y los hay que se entrenan con
“chándal”, que es lo más parecido a un depósito de excrementos. Que mal
gusto.
Claro, luego van andando por la calle –los de los
zapatazos y el chándal- y uno
parece zombi y el otro maniquí. Romero
y Paula van paseando por la calle menor en una ciudad chiquita de Indonesia,
y los más tontos del lugar, los miran, los ven pasar y luego dicen: ahí van
dos toreros.
Y en algunos casos, para más sumas que restan,
les han metido en la cabeza el concepto: competitividad. Y después de
entrenar a contraestilo, se “machacan” varias horas en el gimnasio. Y en el
ruedo, los ves agarrotados, acartonados, rígidos, forzados, sintéticos,
crispados, desafinados, desajustados, desaforados, torcidos, retorcidos, desapasionados…
Es conveniente estar fuerte y sano para hacer
paseíllos y sortear peligros a la hora de la siesta, pero de eso a desafiar
los artilugios que se emplean para batir “records” -¿de qué?- o deslumbrar a
damiselas de la misma cuerda y el mismo espíritu… hay equívocos totales.
El arte de torear, como su propia definición
indica, se hermana con la filosofía de las artes en general. Los toreros han
de ir más a museos; a conciertos de música, que no de ruido; a ver, admirar,
y estudiar obras originales y supremas de la arquitectura, de la escultura,
de la pintura, de la literatura. Son las obras que despiertan y motivan las
formas, los fondos, los sonidos, los contrastes, las perspectivas, la
colocación, la originalidad, la diversidad, el color, los sentimientos, las
exigencias, el latido interior…del melodramático ritual, que el lidiador
junto al toro, presentan y se representan en el ruedo. Solo así se llega a la
poesía. Coplillas al margen.
Ayer en Las Ventas empezaba la feria del arte y
la cultura y casi fue una verbena. Media entrada y bochorno. La corrida de
Valdefresno blanda, descastada, a la defensiva, noble el tercer toro. Curro
Díaz en su primero dibujó, pinceló con trazos velazqueños varios redondos… quizá
los más artísticos en el desierto que ha programado el trifracaso. César
Jiménez y David Mora estuvieron menos éticos que estéticos, y menos estéticos
que sintéticos, toreros más de forma que de fondo. ¿Sobreactúan? Lo digo como
lo siento, y lo digo porque son jóvenes y creo que tienen condiciones para
superarse. No olvidemos que César llegó a encabezar el escalafón y salió a
hombros en Madrid dos veces en pocos días. Hay salidas triunfalistas y
salidas triunfales. Tome nota a quien corresponda. Dar una ovación en el
arrastre al tercero cuando estuvo casi tanto tiempo de rodillas como de pié y
una oreja a su lidiador está fuera de tiempo y lugar cultural. Lidiar al
mansísimo sexto fuera de su querencia, también. Otra oreja. Es verdad que
Mora fue volteado dos veces y media en la tarde y no se miró las
consecuencias. Sí…, se lo llevaron en volandas. La otra noticia cultural del
día, importantísima para la esperanza y confianza de la ciudadanía española, es que el
futbolista Sergio Ramos: se ha cortado el pelo. En prensa y televisión lo he
leído y escuchado. ¿Posmodernismo? ¿Neoliberalismo? ¿Consumismo?
¿Tontibuenismo? ¿Cachondeísmo? En esas restas y restos estamos.
El toreo es maestría con naturalidad
El toreo es gallardía con personalidad
El toreo es entrega con autenticidad
El toreo es pundonor con sensibilidad
La suma nos da credibilidad
Torear es más que divertir o disfrutar
Divertir y disfrutar pueden ser zafiedad
El toreo de verdad es…emotividad
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