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martes, 30 de julio de 2013

Lo que torearon Joselito y Belmonte

José y Juan alternaron juntos en 258 tardes (quizá una menos según las estadísticas de Joselito aunque me fío más de este nuevo dato), de las cuales hasta en 43 ocasiones fueron en mano a mano,  sin compañero que pudiese aminorar la efervescencia o intensidad del compromiso entre ambos.
Hemos de considerar, ante todo, que ese impresionante número se produjo en un plazo extraordinariamente breve; no fueron más que seis años y un par de meses los que ambos compartieron cartel, desde aquella tarde del 15 de marzo de 1914, en que en Las Arenas de Barcelona se encontraron por vez primera vestidos de luces, hasta la tarde aciaga de Madrid del 15 de mayo de 1920, preludio de la tragedia de Talavera en que la “Bailaor” sesgaría la vida del más importante diestro de la historia.

Joselito en la portada de La Lidia del 14, que reproduce el cartel de San Sebastián de ese mismo año
En aquella primera ocasión, la de 1914 en la Ciudad Condal, acompañados de Cocherito de Bilbao y ante toros de Moreno Santamaría y un sobrero de Concha y Sierra (para Juan, en sexto lugar), José quedó por encima de su rival, como sucedería en la mayor parte de las ocasiones en que ambos se visten de luces. El diestro de Gelves cortó la oreja del segundo (un toro berrendo en castaño y cornicorto, según ABC), mientras que hubo división para su labor en el segundo de su lote. A Belmonte le aplaudieron en el tercero, a pesar de una faena “muy movida, que no corresponde a la fama del lidiador”, pero al que mató de media buena. Tras devolverse el sexto “por pequeño” y el primer sustituto porque “se declara manso desde que sale”, Juan toreó al segundo sobrero superiormente con la capa, e hizo una breve faena buena y con pases emocionantes, aunque la estocada no refrendara su buena actuación, saldándose su primera intervención junto a Joselito con ovación. La corrida, pese a todo, defraudó, pues “no ha correspondido a la expectación que había por presenciarla”, dirá el cronista de ABC.
Entre una y otra fecha, entre 1914 y 1920, habrá de restarse el año que Belmonte anduvo por tierras americanas sin vestirse de torero en la península (1918), y de ello resulta que en cinco años y poco más coincidieron ambos astros hasta en 258 corridas. Cifra verdaderamente inigualable, que supone unas 50 tardes en común por temporada. No cabe duda de que existía una auténtica competencia en los ruedos, y que los públicos de toda España pudieron contemplar a ambos diestros, frente al más diverso ganado, a lo largo de la geografía peninsular.
Detengámonos, antes que nada, en las plazas que vieron justificada esa competencia, donde ambos toreros hicieron más veces el paseíllo.

Un natural de Belmonte, en cartel de Ruano Llopis para la plaza de Santiago (Colección A.C.). No importa que el diestro no toreara en dicho coso, su imagen era el reclamo imprescindible para las corridas en la ciudad gallega
Como no podía ser de otra forma, más que en ningún otro coso, el que vio vestirse de luces a ambos en unión en mayor número de ocasiones fue el de Madrid, aquella plaza situada en la calle de Felipe II, también llamada la de la Fuente del Berro, y cuyo solar ocupa hoy el Palacio de los Deportes madrileño. Hasta en 39 corridas alternaron en el coso madrileño ambos colosos, prácticamente a siete tardes por año de promedio, en esos cinco y pico que alternaron juntos. Juan llegaría a vestirse de luces en 64 ocasiones en la plaza de la Villa y Corte, mientras que José lo hizo mucho más en su más breve carrera taurina, alcanzando la cifra de 80, matando hasta 173 toros a los que cortó 16 orejas y un rabo en épocas en las que esto no se estilaba aun como ahora.  Prácticamente, en la mitad de las tardes en que toreó José en  Madrid, le acompañaba en el cartel Juan Belmonte.  La primera de ellas lo fue el 2 de mayo de 1914, alternando ambos con Rafael el Gallo y con antagonistas de don Juan Contreras,  en tarde memorable para ambos, una gran corrida, en la que José cortaría una oreja a “Azuquero” tras una gran faena y Juan casi lo conseguiría con el toro “Talle-alto” después de una grandísima faena.
Detrás de la plaza de la capital se situó la de Valencia, plaza amable y más cómoda que otras de primera categoría pero cuyo nivel de exigencia era entonces superior al actual. Ambos recorrieron su albero en unión y compañía en  25 corridas, prácticamente a medio camino de las que ambos torearon en la capital levantina, desde aquel lejano 29 de marzo de 1914 en que se las vieron –junto a Posada- frente a reses de Guadalest. Joselito le hizo una faena “inteligentísima y adornada, marcando pases de todas clases”  al primero, pero al que no acertó a matar bien (palmas débiles, dirá el cronista en ABC); mientras que al cuarto, con el que estuvo sensacional a la verónica y en quites, banderilleando y toreando de pie y de rodillas, le cortaría la oreja entre el entusiasmo general. Belmonte, entre la rechifla del público que quería devolver su primero, hizo una faena valiente y artística, a la que se respondió con palmas y alguna petición de oreja (un tanto de guasa). Juan toreó bien de capote al último de la tarde, y tras cuatro derechazos entró a matar entre las protestas de una parte de la afición –por la brevedad del trasteo-, encorajinándose el público, cada vez más, pese a que pasó al toro muy valiente y terminó con él de una estocada superior, entre la división del respetable. El cronista valenciano acabará por señalar que el festejo terminó de esta forma: “Gallito es sacado en hombros. Belmonte reclama el auxilio de la Policía. La afición muy dividida”. Pudo ser el inicio del enfrentamiento en dos bandos casi irreconciliables.

El cartel de la famosa corrida en que José se enfrenta a seis toros de Contreras en Valencia -1914-. Un pase de pecho por Ruano Llopis.
En un escalón inferior, las dos plazas de la capital del Principado que entonces competían en festejos mayores (la de la Barceloneta estaba prácticamente dedicada sólo a novilladas ya en esta época). En la Ciudad Condal ambos hicieron el paseíllo juntos en 23 tardes, tanto en la plaza de Las Arenas como en la Monumental (antes de 1916, Plaza del Sport). Las de Barcelona eran por entonces plazas de responsabilidad, que pesaban mucho más que luego llegarían a hacerlo en el recorrido de cada temporada, y aunque las exigencias en materia de trapío o casta no llegaban a Madrid, Bilbao o Pamplona, no dejaban de estar a su vera, e incluso por encima de Valencia, Málaga o Santander (que por esos tiempos era casi un coso de primera más, aunque hoy de los de importancia en segunda). Fue, precisamente, en Las Arenas donde ambos se encontraron por primera vez vestidos de luces.
Era de esperar que también Sevilla figurara entre las plazas más frecuentadas por ambos espadas en común, y así José y Juan hicieron el paseo en 21 ocasiones sobre todo en la plaza de la Real Maestranza de Caballería. La aparición de ambos en la Monumental sevillana fue escasa, ya que los maestrantes se decantaron por Juan desde la erección de su competidora, mientras que José volcaba sus esfuerzos en la recién inaugurada plaza para promover entradas más baratas que permitieran mayores aforos. De ahí la disparidad; así como José hizo el paseíllo en 58 ocasiones en Sevilla, y Juan en 55, ambos “sólo” lo hicieron en compañía en esas 21 corridas citadas, dos de ellas en el coso de nueva planta (eso sí una de ellas con ganado de Miura). Fue el 21 de abril del 14, con Gaona y también frente a miuras, la primera de sus tardes hispalenses. “La expectación que había despertado esta corrida era indescriptible”, nos dirá el ABC; hubo tumultos a la entrada, atascos de tráfico, gentes que sin entrada querían ver a los maestros llegar a la plaza, y una ovación de gala al hacer el paseo. José está valiente en su complicado primero, pero no acierta con la espada, mientras que en el quinto se luce con la capa, en quites y banderillas y cumple en el tercio final. El triunfador de la tarde fue Juan, superior con la muleta en el tercero, y soberbio en el último, al que pasó “adornadísimo y parado”, muy valiente, hasta el punto de que “sale de la plaza en hombros, por la puerta del Príncipe, y en esta forma es conducido por el paseo de Colón y puente de Triana hasta su domicilio. El entusiasmo en el barrio es delirante, jamás conocido. No se habla más que de la faena de Belmonte en el sexto toro”, comentará el cronista sevillano de ABC.

Cartel mural del domingo de Resurrección sevillano de 1920 (Colección personal)
Desde 1917 hasta la corrida del domingo de Resurrección del 20, José y Juan no coinciden en la capital hispalense, fecha –ésta última- en la que alternarán con  Sánchez Mejías y Chicuelo frente a toros de González Nandín, pero tarde no muy brillante para ambos y en la que el gato se lo llevaron al agua Mejías (una oreja) y Manuel Jiménez (sacado a hombros tras una fenomenal faena al octavo). La última vez que ambos alternaron a las orillas del Guadalquivir sevillano, fue la del 28 de abril de 1920, festejo benéfico para la Cruz Roja en la plaza de la Maestranza, en la que, mano a mano, se enfrentaron a una corrida de Gamero Cívico, y en la que destacó José, que cortó su última oreja sevillana al tercero de la tarde.
Bilbao se coloca en cuarto lugar, y eso que ambos faltaron más de una temporada, a su Semana Grande, en los años en que compartieron cartel juntos. Hasta en 13 ocasiones se vieron enfrentados en los carteles de Vista Alegre, en esos cinco años y pico, algunos fuera de las corridas de la Semana Grande, en la mini-feria de mayo.  Su periplo vizcaíno en común se iniciaría el 18 de agosto del 14, corrida en la que alternaron con el Gallo frente a reses del legendario hierro de Miura. La revista Arte Taurino (año IV, Madrid, 31 de agosto de 1914, 2ª. época, núm. 57) narra así la intervención del menor de los Gallos: “Joselito. Tampoco el niño sabio tuvo esta tarde el santo de cara. Exceptuando unos lances que dio al quinto toro de la tarde y la faena que con el trapo rojo ejecutó a su primero, faena inteligente y trabajadora, lo demás que hizo no correspondió, ni con mucho, a su fama. En la muerte de sus dos bichos oyó dos merecidas silbas por su mal estilo de estoqueador, haciéndolo cuantas veces entró a herir con el brazo suelto y llevándolo a la altura del Puente de Vizcaya”. Belmonte emociona en su primero, pero mata mal (bronca, lo mismo que José en el suyo), y anda desconfiado en el sexto (se recrudece la bronca). La corrida, en conjunto, fue un desastre, sin paliativos, mal el ganado, mal los picadores, algo desafortunada la presidencia, y cinco broncas y unos pitos para José en su primer antagonista. Su última tarde juntos en Bilbao fue apenas unos días antes de la tragedia talaverana, el 3 de mayo del fatídico año 20. Ambos lidiaron, mano a mano, una corrida de la marquesa de Tamarón (luego Conde de la Corte). La corrida estuvo anunciada para el 2 de mayo, pero se suspendió a causa del mal tiempo, aplazándose para el día siguiente. Uruñuela (“La dama taurina de Abando”, Bilbao, 1961, pág. 327) narra así el último festejo de José en Vista Alegre: “Última corrida de Joselito en Bilbao. Los toros de Tamarón, de pelo lustroso y finos de cabos, no tuvieron poder alguno y fueron muy chicos. Tanto que el sexto, ante la gran protesta del público, fue retirado al corral y sustituido por un toro de Albaserrada. Joselito toreó a placer, ejecutando admirablemente todas las suertes de capa, banderillas y muleta; mató decorosamente y fue muy ovacionado, cortando oreja. Belmonte tuvo una tarde sin fortuna”. La revista El Toreo (Madrid, 10 de mayo de 1920, Año XLVII, núm. 2700), al referirse a Belmonte nos cuenta que “estuvo toda la tarde apático y lo vimos hasta con miedo en muchas ocasiones. A sus tres toros los lanceó muy insulsamente, y no pudimos verle ni siquiera una de sus medias verónicas”. A cada cual, por matar tres toros, le correspondieron en este festejo 11.360 pesetas, mientras que a Tamarón se le pagaron 12.000 por los seis toros. Como los ingresos por ésta y la corrida del día 9 de mayo (Belmonte sin José, pero con Varelito y Fortuna) generaron 171.500 pesetas (redondeadas por arriba), ambas figuras apenas sumaron un 26,5% del total de ingresos de la corrida, cifra de todo punto asequible para las arcas de la Casa de Misericordia. El beneficio líquido para el Hospital de Basurto y Asilo de San Mamés fue, al fin del segundo festejo, de 71.918 pesetas y 51 céntimos; un nuevo récord absoluto en el haber de los ingresos de las corridas de mayo bilbaínas (Libro Diario de la Plaza de Vista Alegre de Bilbao. Diario nº. 1. Pág. 384–386).

Un molinete belmontino en imagen de Roberto Domingo
Y tras de la capital vizcaína, la donostiarra, en cuyo añejo coso del Chofre se verían las caras en 10 ocasiones más.  Coso que entonces tenía una gran importancia por ser asiento de la Corte en algunos años en la temporada estival, a veces sin presencia real (porque se iban a Santander), pero con buena parte de la alta sociedad madrileña y gran cantidad de aficionados de solera. Hicieron por vez primera un paseíllo juntos la tarde del 15 de agosto de 1914, acompañados del Gallo y Gaona ante 8 toros de Murube y Santa Coloma. La crítica no le permite descansos a José, y así, El Heraldo de Madrid (del mismo día) dirá que “El bicho (de Murube, “grande y cornalón”) está pronto y bravísimo, comiéndose materialmente la muleta; pero como Joselito no aguanta y se mueve más de lo debido, sufre dos coladas horripilantes”, acabando de mala forma con éste y escuchando división de opiniones. Lo mismito que ahora, vaya. En el cuarto (de Santa Coloma, “negro de cuernos respetables”), Belmonte hace una “faena buenísima y muy valiente, apoderándose del toro”, para rematarlo de “media estocada superior y un descabello”, escuchando palmas por su labor. Gaona, a la postre el triunfador de la corrida, corta una oreja al sexto. José, ante el siguiente (de Santa Coloma, “pequeño y corretón”), “hace una faena inteligente y con valentía. Quédase de rodillas en la cara largo rato, Luego le toca los cuernos.”, pero abusa del metraje, se pone algo pesado y tras media y dos pinchazos sólo escucha palmas. Juan, en el octavo, “hace una faena que emociona al público. Intercala pases de molinete, de pecho y de rodillas. Termina con una estocada buena” y es ovacionado en su primera aparición en compañía de Joselito.
La tercera de las grandes capitales ribereñas del Cantábrico, la bellísima Santander, los vería alternar en 9 tardes, la primera de las cuales no es en 1914, sino en 1915, el primero de agosto. Tarde en la que ambos alternan con el Gallo frente a reses del marqués de Saltillo. José anda soberbio en su primero, y corta las dos orejas que pide un emocionado público que le ha visto cogido al entrar a matar. Belmonte, valiente en el suyo, no terminará de rematar bien la faena. En el quinto Joselito Maravilla capea y banderillea superiormente, “Brinda a los Reyes, empieza con cuatro pases de rodillas; sigue adornándose con molinetes; da un pinchazo; dos más, el último muy hondo, y una magnífica estocada; descabella con la puntilla al segundo golpe. El Rey le regala una pitillera de plata con las armas grabadas en oro”. Con seis buenas verónicas recibe Belmonte al sexto, al que torea luego por bajo y con emoción. Como lo mata de pinchazo (con  cogida, Joselito al quite de Juan y de su banderillero Pinturas, también derribado) y media estocada, le conceden una oreja según el cronista de ABC.
Ocho tardes alternarán  ambos en otras plazas de importancia, tres andaluzas y una castellana, Málaga, Algeciras, Granada y Valladolid. En siete ocasiones lo harán en Córdoba, y en seis en cosos como el de Zaragoza, La Línea o Jerez.

Otro molinete de Belmonte, ahora en dibujo de Ruano Llopis (en esta corrida valenciana, anunciada con imagen de Juan, no alternó Belmonte)
Tan sólo en cinco alternarán en Pamplona, todas ellas en 1919 –no habían coincidido por cogidas, enfermedades o ausencias en años precedentes-. La primera tarde, junto a Malla, es el día del santo patrón navarro, ante toros de Vicente Martínez. Hubo ovación y oreja para Joselito y pitos y ovación para Belmonte. Por cierto que a José le tuvieron que cambiar un toro, el de la oreja…; vean lo que nos cuenta ABC: “Quinto. Se llama Barrenero, como el famoso toro de Albaserrada. Es el que esta mañana cogió a varios espectadores del encierro. Joselito le da un capotazo y el toro se rompe una pata. El substituto es de Cándido Díaz. Joselito torea bien. Banderillea con más voluntad que éxito. Con la muleta da un pase ayudado, tres naturales, dos bajos, un molinete y se arrodilla (ovación). Estocada grande, entrando largo y derecho (ovación y oreja)”. El público, en suma, salió contento del festejo. Junto a ésta, y en días sucesivos, lidiarán con diversa fortuna reses de Cándido Díaz, Villar Hermanos (de la antigua vacada de José Vega, corrida matutina de prueba, junto a Malla y Dominguín) y Concha y Sierra. En la última de las corridas, Juan resulta cogido por su primer antagonista de Albaserrada y no matará ningún toro.
La última tarde en que ambos colosos se encontraron fue la de Madrid del 15 de mayo de 1920, festividad de San Isidro. Desde aquella de Bilbao, doce días antes, José y Juan compartieron cartel en la propia plaza de la Corte, el 5 de mayo, con ganado –bien presentado– de Santa Coloma, en corrida a beneficio de la Cruz Roja; o en Valencia, el día 13, con reses de Contreras, escasas en general. En Madrid, el 15 de mayo, se enfrentaron a toros de Carmen de Federico. En esta última corrida madrileña Joselito fue agredido, al echársele la culpa de la mala presentación del ganado. Al final se acabarían lidiando tres toros de Carmen de Federico (antes Murube), terciados aunque finos de hechuras, con cabeza y sin fuerzas ningunas –hasta el punto de que tres se fueron vivitos a los corrales tras de los bueyes–, dos de Patricio Medina Garvey, mejor presentados pero mansos en general, y uno de Ramón y Cristóbal Gallardo (antes de la viuda de Felipe Salas), grande y basto, pero sin dificultades. Víctor Pérez López (“Anales de la plaza de toros de Madrid (1901-1934). Tomo II”; Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 2006-2009) nos cuenta que en este festejo “Joselito fue muy protestado durante el paseíllo y en la lidia del primer toro, donde le tiraron almohadillas y una le impactó sobre el brazo; tiró la muleta y se negó a matar el toro, mientras la presidencia mandaba al inválido al corral. Con el sobrero cumplió el trámite, mató de estocada caída y pitos. El cuarto también se lo devolvieron al corral, muy contrariado, se limitó a trastearlo, estocada delantera y pitos”. Tampoco Belmonte y Sánchez Mejías pudieron levantar la tarde. Eso sí, la entrada fue de lleno absoluto. Y nos explica el autor que la animadversión del respetable tuvo su origen en el cambio de ganado: “En un principio estuvieron anunciados toros de Albaserrada pero, al parecer, no estaban en las mejores condiciones y tuvieron que ser sustituidos; el público se creyó otra cosa y culpó a los toreros del cambio de ganado”. Recordemos que la ganadería del marqués había sido ya adquirida por don José Bueno, que tenía bastante mala fama en aquel momento, más de tratante que de ganadero al uso, y que éste era responsable de darles de comer… Gregorio Corrochano pudo ver en el campo, aun en la finca del marqués –el cortijo “Suerte Lozana”, una finca de unas 1250 fanegas en el término sevillano de Utrera, que había pertenecido al ganadero marqués de Vallehermoso y donde habían pastado reses bravas de Tomás Rivas, Benito de Ulloa, José Picavea de Lesaca, Isabel Montemayor o Faustino Murube, entre otros– los toros que más adelante se lidiaron en Madrid, el 20 de junio de 1920, y le gustaron por su igualdad, aunque pobres de cabeza y entre elevada vegetación, lo que no le permitió valorarlos correctamente. En Bilbao, sin embargo, salió una corrida, el 9 de mayo de 1920 con Belmonte en el cartel, bien presentada; ¿sería que no tendría a esas alturas de año, más que una que pasase en plaza de tanta responsabilidad? Es lo más probable.

Gallito en un cartel del Puerto de Santa María, en 1917, actuando en solitario, plaza en la que sólo alternó una vez con Belmonte (Colección A.C.)
A partir de ahí, dejamos al lector que analice en el siguiente cuadro el número de festejos en que ambos astros de la torería universal se encontraron haciendo juntos el paseo por la plaza. Queden las plazas y ocasiones citadas como ejemplo de cuándo y cómo deben encontrarse los matadores en cada momento, y dejemos para una posterior entrega las vacadas a las que ambos se enfrentaron.
¿Se imaginan, por cierto, a José Tomás y Morante de la Puebla, o a cualquiera de éstos y el Juli, haciendo el paseíllo en 258 tardes, y en plazas como Madrid, Bilbao, Sevilla o Valencia? Nada podemos apuntar de Barcelona y San Sebastián porque en ellas han desaparecido los festejos por mor de la política y de las malas empresas, en ambos casos. Pues eso mismo…

En qué plazas alternaron José y Juan
Localidad – Plaza (total)
Corridas toreadas por Joselito
Corridas toreadas por Belmonte
Id. toreadas por José y Juan juntos
Madrid
80
64
39
Valencia
49
56
25
Barcelona (Monumental y Arenas)
64
51
23
Sevilla (Maestranza y Monumental)
59
55
21
Bilbao
26
34
13
San Sebastián
29
26
10
Santander
19
21
9
Málaga
22
27
8
Algeciras
17
21
8
Granada
15
20
8
Valladolid
18
13
8
Córdoba
15
17
7
Zaragoza
19
21
6
La Línea

12
6
Jerez de la Frontera
12
7
6
Pamplona
18
20
5
Badajoz

12
4
Murcia

12
4
Logroño
11
9
4
Valdepeñas

6
4
Linares

14
3
Alicante

9
3
Albacete
11
6
3
Huelva

6
3
Vitoria

10
2
Salamanca
12
9
2
Andújar

6
2
Ciudad Real

6
2
Úbeda

6
2
Zamora

6
2
Oviedo

4
2
Baeza

2
2
Morón de la Frontera

2
2
Gijón

11
1
Jaén

9
1
Aranjuez

6
1
Puerto de Santa María

6
1
Burgos

4
1
Huesca

4
1
Castellón

3
1
Cabra

2
1
Quintanar de la Orden

2
1
 Játiva

1
1

258

Disculpen si faltan algunos datos de José, pero estando de vacaciones no dispongo en estos momentos de los datos concretos. 

domingo, 28 de julio de 2013

¿Qué sería de Valencia sin mulillas?

Valencia, 27 de julio de 2013. Dos tercios de entrada. 3 toros de Juan Pedro Domecq (1º, 3º y 5º), aceptables de presencia, mansos, inválidos, descastados. 3 toros de Victoriano del Río (los pares), aceptablemente presentados, mansos, de juego desigual, inválido el cuarto. Morante de la Puebla, silencio, pitos y oreja con alguna protesta (aviso). Alejandro Talavante, oreja, silencio y oreja levemente protestada (aviso).

Nueva sesión mano a mano de la feria de San Jaime valenciana. Y nueva decepción. Ni Morante, ni Talavante, supieron adaptarse al reto de un mano a mano y entrar en decidida competencia el uno con el otro. Baste con decir que en los seis toros apenas vimos un quite –unas chicuelinas ajustadas y nada más, patético- en el cuarto de la tarde por parte de Talavante y pare usted de contar. Así que, a las pruebas nos remitimos, este invento reiterado de los mano a mano sólo ha servido a Simón Casas para abaratar los costes de producción, sin que –ni siquiera- haya llevado a más gente a la plaza. Ayer hubo dos tercios de entrada, y ello merced a la inserción de anuncios –como en el periódico Levante- en que se ofrecían entradas a mitad de precio por parte de la empresa, tras reconocer que no habían vendido más que un puñado de entradas al margen del abono. Fantástica labor empresarial, por cierto, que castiga al abonado con el precio global de todas las entradas del ciclo, y sin embargo regala la mitad del mismo a aquel que se quiera apuntar a última hora a éste o el anterior festejo. Yo el año que viene no me sacaría de nuevo el abono… para que así me rebajen la mitad de su coste. La Diputación… muda como por ensalmo y pensando en abaratar, todavía más, el canon para que Casas se lo lleve más crudo todavía. Si, al menos, hubiera tenido el detalle de ofrecer a los abonados un par de entradas de regalo, o el gesto de reducir a la mitad el precio de las próximas entradas… pero no, medida a última hora para que la plaza no mostrase más cemento que concurrencia y poco más.
El festejo, y perdonen que no me extienda como otros días, no valió un duro. Lo de Juan Pedro sigue en la podredumbre habitual de estos últimos tiempos –menos mal que les queda Parladé-, manso, flojo y descastado, el único que no fue un inválido contumaz (el quinto) se rajó sin paliativos; el ganado de Victoriano, con más acometividad y movilidad, se dejó torear, aunque sin eso que buscamos los aficionados y encontramos en temporadas precedentes, la casta: el primero sacó más genio que aquélla, el segundo fue otro inválido más para el patético encuentro estelar y el último, con menos clase que el primero, iba siempre con la cara a media altura, que el diestro pacense no intentó bajar.

Morante apenas nos dejó ver su toreo de capa en el primero de la tarde... ésta es una intervención suya en Madrid 
El resultado final, con el doble corte auricular de Talavante y el sencillo de Morante, como ustedes pueden entender, se debió más al generoso, dadivoso y pródigo carácter del público valenciano –los aficionados salieron defraudados de aquello- que a los méritos aquilatados por cada cual. En plaza más seria –no digo Madrid porque ésta es ya de traca valenciana-, quizá se hubiera cortado la primera de Talavante y ni una sola más… La labor de los diestros anduvo, al margen de recompensas, muy por debajo de lo predecible y abundó la desidia –en el caso de Morante- o el ventajismo de ese toreo –más fácil y menos arriesgado para el diestro- de esconder la pierna y ceder terreno al toro, situándose en Nueva Zelanda, de Talavante. Fantástica concepción de la tauromaquia moderna. Para ligar mejor, me voy de la suerte, me echo para atrás, escondo la pierna para que no pasen cerca los pitones y ceder mi terreno al toro, y me sitúo constantemente en la oreja del animal a la hora de iniciar cada uno de los pases. Fantástico y pleno de ÉTICA, sin duda.
No abundaremos en detalles para no aburrirles. Morante, tanto en su primero (Deriva –la que ha tomado la vacada camino de la boyez insufrible-, de 536 kilos, negro, bajo y cortito pero con cuajo, manso e inválido), como en el segundo de su lote (Jergosa, 577 kilos, colorado ojo de perdiz, de pitones sospechosos, manso e inválido), nada hizo con la franela a sus oponentes. Con el percal vimos dos capotazos con gusto al inicial y media abelmontada de remate –pero con desarme- y fue nuevamente desarmado en el tercero de la tarde. El que abrió plaza se caería dos veces antes de varas, otra en ellas, una más en banderillas y no podía ya ni con el rabo en el último tercio. El generosísimo palco valenciano, regalador de trofeos, no concede ni “esto” al público a la hora de devolver inválidos, así se defiende a los que hemos pagado ÍNTEGRO el precio de nuestra localidad. El segundo tullido se cayó dos veces en el primer tercio y luego fue incapaz de moverse en lo sucesivo con la muleta. A la hora de matar, en el primero, un pinchazo arriba sin pasar y una casi entera, un poco delantera, con habilidad; y en el tercero, un pinchazo caído con el toro absolutamente humillado y entregado como si hubiese sido castigado durante mil tandas (sólo fueron tres y con reparos...), otro más idéntico y media desprendida y atravesada por salirse de la suerte. 

Otro muletazo del de la Puebla en Madrid... ¡cargando la suerte y sin esconder la pierna!
El regalo del palco cayó –gracias a los MULILLEROS, figura indispensable en la concesión de trofeos en Valencia- en el quinto (Ruiseñor, 528 kilos, colorado ojo de perdiz, manso, incómodo y rajado animal). El toro que valía poco por el derecho de salida –nada del de la Puebla con el capote-, después de un desastre de lidia y con pocas fuerzas, llegó incómodo a la muleta y tal parecía uno de esos toros que Morante se quita de en medio en dos series. Cuando empezaron las protestas, José Antonio decidió aplacarlas y se puso trabajador, y aunque sin su gusto habitual le dio dos o tres derechazos seguidos para que el esquizoide público tornase a la fase maníaca y se pusieran locos de contentos. Ahí remontó algo el trasteo y más decidido –andamos ya por la cuarta serie- tiró bien del bicho en dos derechazos sinceros (mejor colocado y con más dominio) antes de que un achuchón del bicho le hiciera perder pasos y resolverlo con un molinete belmontino. El animal se rajó a tablas, y allá, siempre a favor de querencia, esto es, casi siempre por los adentros, fue sacando algún muletazo de corte clásico, todo deslavazado, sin unidad ni conjunción de faena, entre alguna duda y rectificación, sin conseguir sacar al bicho de su querencia a toriles. Los tres o cuatro derechazos de nota, fueron -eso sí- ejemplos de cómo se debe torear, con naturalidad, colocación, cargazón de la suerte, dominio, mano baja, y rematados por detrás, pero fueron poco crédito para recompensa alguna. Unos lances por alto más que prescindibles, lamentables, un aviso sin coger la tizona y una entera caída y algo atravesada para que los mulilleros le concedieran el despojo auricular, no sin algunas protestas. ¡Con qué poco nos conformamos, Dios mío!
La primera de las faenas talavantinas tuvo lugar con Amante por medio (negro de capa, 500 kilos, una res baja y cortita sin culata ni remate suficientes, manso pero embestidor, con más genio que verdadera casta). Por lo menos fue una faena medida, lo que el bicho requería y ni un pase más; cinco series en las que comenzó con la zurda, situado al hilo, ligando pero en algún caso tras esconder la pata y descargar la suerte, templando bastante y llevando al animalito toreado –todo hay que decirlo-, y terminó a derechas, más descolocado y encorvado en los cites, cogiéndolo siempre desde Pekin y perdiendo el consabido paso para esconder la pierna de entrada y ceder terreno al mozo. Faena en la que lo positivo lo constituyó el temple y el relativo mando, y lo negativo la dichosa manía de quitarse de en medio y esconder la pierna que se ha impuesto como paradigma del toreo moderno, aunque no lo hiciera tan exageradamente como en el último. Unas manoletinas y una buena estocada, por arriba –quizá un punto traserilla-, para una muerte de cierta casta. El de la merienda fue un inválido más (Medianillo por mote, 542 kilos, negro mulato, listón y axiblanco, un animal manso, rajado, inválido y descastado). Lo que antes fue mesura y buen tino, tornose ahora abuso y pesadez para nada. El toro fue a su aire desde que salió; le apuntamos dos caídas en el primer tercio y tres más en el último, no sin que el bicho se rajara a la mitad y siguiera haciéndolo luego. Nada le hizo el pacense digno de mención, nada bueno, se entiende; y acabó la faena con lances enganchados, pesadísimo y dando pases sin cuento, amontonados, sin el orden de una faena bien ideada y conjuntada. Un pinchazo hondo, atravesado y caído y seis descabellos antes de que el toro se echara por su pie, pusieron fin a la insufrible vacuidad de aquello.

Talavante sin esconder la pierna atrás en la faena de las dos orejas madrileñas de este año
El segundo regalito presidencial –gracias de nuevo a las MULILLAS-, vino en el sexto, que tenía que llamarse Pandereta (negro de capa, 560 kilos, manso pero embestidor a media altura) para que no desdijera de la labor del palco. Nada hizo Alejandro con el capote –el toro a su aire-, y la faena fue un ejemplo del destoreo moderno entre la desesperación de los aficionados y las ovaciones del público de entrada regalada o a mitad de precio. No les canso más, imagínensela y la tendrán presente. Muy mono todo ello, aunque sea todo el paradigma de la hipocresía y la mentira táurica. ¿Por qué será que todos los diestros consideran que es más fácil torear así que hacerlo a la manera que nos mostró Morante en el anterior, aunque a salpicones? Unas bernardinas, rematadas con un buen trincherazo y estupendo pase de pecho, y, aguantando, una estocada entera, desprendida de posición, “per accidens” como definió un buen amigo y excelente aficionado, más fruto de la casualidad que de una meditada ejecución, porque el diestro se echó fuera de la suerte cuando vino el toro. Escuchó un aviso mientras el toro se defendía de la cuadrilla al completo, y lo descabelló a la primera. Las mulas y sus conductores se encargaron de rematar la faena, ¡enhorabuena!
En resumen, tras de lo visto en esta feria, nos quedamos con el buen hacer del novillero Román, la oreja de ley –de las buenas- de Fandiño y quizá una de las de Castella. Lo de los mano a mano, con el ganado debajo del brazo, para su progenitor… Las figuritas, francés al margen, para el ocaso de los dioses, y el ganado escogido lamentable. ¿Por qué no pondrán a Fandiño con el Juli, Manzanares, Morante o Talavante para que tengamos un término de comparación inmediato…?