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viernes, 1 de junio de 2012

Con y sin ton ni son


El comentario de Ángel Arranz

Sueños
Si se torea como se es, y cada toro tiene su lidia, no entiendo la planicie que se vislumbra en los ruedos. La mayoría de los toreros parecen que llevan en la cabeza una faena planificada, preconcebida, o ¿soñada?, que suele ser la de casi todas las tardes, y también coincide con la mayoría de  las de sus compañeros. En efecto, tienen el denominador común de una mimética igualdad y regularidad tan aburrida y vulgar que produce sopor y bostezos. Nada que ver con la imaginación, la belleza, la pasión y la conmoción.
La mayoría de los toros tienen un comportamiento manso-blando o manso-violento. Es verdad, con “bultos” así, no pidamos peras a los manzanos, ni gatos grises o pardos para cazar ratones en el Palco Real. Nada que ver un “bulto” en temperamento y pelaje, de cualquier procedencia y colorido, con un toro bravo auténtico. Esas diferencias son para siempre jamás.
Lo que predomina son los encefalogramas planos en toros y toreros por su causa efecto. En cuanto unos u otros se salen del carril o guión establecidos, aquello parece un laberinto…sin ton ni son.
En muchas circunstancias, y para menos despistes, hay que volver a las raíces. Hay que reflexionar de donde viene el arte de torear, de su evolución, y de la superficialidad y desfiguración en la que estamos inmersos.
Dos figuras de época y seis u ocho figuras estándar, no pueden tirar con perspectiva y crédito de un escalafón con doscientos matadores de toros en activo.
Sí, sí, el porcentaje de hecho y provecho que mantienen La Tauromaquia es de un 5% aproximadamente. Lo mismo sucede con los toros. Hay que exigir y exigirse más y mejor. Tiene tanto o más mérito ser un buen profesional en lo que sea, que ser torero como sea. El arte de torear, por razones o sinrazones  polémicas, casi siempre está en el filo de la navaja. Solo su pureza, su originalidad, su fidelidad a principios eternos, su toque de distinción y su capacidad de sorpresa pueden evitar cortes y bordes.
Con esas señas de identidad y esos principios, el arte de torear se defiende solo y seguirá siendo fuente de inspiración para otras manifestaciones artísticas y creativas. Hoy por hoy, el melodrama en el ruedo deja mucho que desear. Las estructuras y organigramas que sostienen al sistema están podridos o agotados… sin curación.
¿Otro ejemplo?: Suelen ser las carteras, más que los novillos, los que ponen a los novilleros en disposición de tomar la alternativa y tener continuidad.
Los toros de procedencia Albaserrada –como los de ayer-, terciados y de cabezas considerables, emiten seriedad, incertidumbre, sentido, y un peligro que captan la atención de los espectadores. Toros con idiosincrasia propia para lo bueno, lo regular y lo malo. Toros para lidiar y dejar las  posturitas o florituras para otras ocasiones.
El cuarto llegó a la muleta para faena de puerta grande o de enfermería. Pero el toreo moderno anda tieso de gestos, gestas, repertorio y recursos. Confunden, confundimos  toreabilidad y lidiar. Le tocó a López Chaves al que le salieron los dientes entre encinas y becerras y no se entendieron.
Robleño y Lázaro voluntariosos y condicionados por la psicosis que desprenden las “alimañas” de Albaserrada. Hubo dos, como mínimo, que tenían o parece que tenían instinto de matadores de toreros. Sueños rotos.
            Padre quiero ser torero
            Dijo el hijo del obrero
            Papá voy a ser matador
            Exigió el hijo del especulador
            Hay que ser realista
            Es un misterio ser artista
            El uno es bombero valiente
            El otro embaucador competente


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