El
comentario de Ángel Arranz
Sueños
Si se torea como se es, y cada toro tiene su
lidia, no entiendo la planicie que se vislumbra en los ruedos. La mayoría de
los toreros parecen que llevan en la cabeza una faena planificada,
preconcebida, o ¿soñada?, que suele ser la de casi todas las tardes, y
también coincide con la mayoría de las
de sus compañeros. En efecto, tienen el denominador común de una mimética
igualdad y regularidad tan aburrida y vulgar que produce sopor y bostezos.
Nada que ver con la imaginación, la belleza, la pasión y la conmoción.
La mayoría de los toros tienen un comportamiento
manso-blando o manso-violento. Es verdad, con “bultos” así, no pidamos peras
a los manzanos, ni gatos grises o pardos para cazar ratones en el Palco Real.
Nada que ver un “bulto” en temperamento y pelaje, de cualquier procedencia y
colorido, con un toro bravo auténtico. Esas diferencias son para siempre
jamás.
Lo que predomina son los encefalogramas planos en
toros y toreros por su causa efecto. En cuanto unos u otros se salen del
carril o guión establecidos, aquello parece un laberinto…sin ton ni son.
En muchas circunstancias, y para menos despistes,
hay que volver a las raíces. Hay que reflexionar de donde viene el arte de
torear, de su evolución, y de la superficialidad y desfiguración en la que estamos
inmersos.
Dos figuras de época y seis u ocho figuras
estándar, no pueden tirar con perspectiva y crédito de un escalafón con
doscientos matadores de toros en activo.
Sí, sí, el porcentaje de hecho y provecho que
mantienen La Tauromaquia es de un 5% aproximadamente. Lo mismo sucede con los
toros. Hay que exigir y exigirse más y mejor. Tiene tanto o más mérito ser un
buen profesional en lo que sea, que ser torero como sea. El arte de torear,
por razones o sinrazones polémicas,
casi siempre está en el filo de la navaja. Solo su pureza, su originalidad,
su fidelidad a principios eternos, su toque de distinción y su capacidad de
sorpresa pueden evitar cortes y bordes.
Con esas señas de identidad y esos principios, el
arte de torear se defiende solo y seguirá siendo fuente de inspiración para
otras manifestaciones artísticas y creativas. Hoy por hoy, el melodrama en el
ruedo deja mucho que desear. Las estructuras y organigramas que sostienen al
sistema están podridos o agotados… sin curación.
¿Otro ejemplo?: Suelen ser las carteras, más que
los novillos, los que ponen a los novilleros en disposición de tomar la
alternativa y tener continuidad.
Los toros de procedencia Albaserrada –como los de
ayer-, terciados y de cabezas considerables, emiten seriedad, incertidumbre,
sentido, y un peligro que captan la atención de los espectadores. Toros con
idiosincrasia propia para lo bueno, lo regular y lo malo. Toros para lidiar y
dejar las posturitas o florituras para
otras ocasiones.
El cuarto
llegó a la muleta para faena de puerta grande o de enfermería. Pero el toreo
moderno anda tieso de gestos, gestas, repertorio y recursos. Confunden,
confundimos toreabilidad y lidiar. Le
tocó a López Chaves al que le salieron los dientes entre encinas y becerras y
no se entendieron.
Robleño y
Lázaro voluntariosos y condicionados por la psicosis que desprenden las
“alimañas” de Albaserrada. Hubo dos, como mínimo, que tenían o parece que
tenían instinto de matadores de toreros. Sueños rotos.
Padre quiero ser torero
Dijo el hijo del obrero
Papá voy a ser matador
Exigió el hijo del especulador
Hay que ser realista
Es un misterio ser artista
El uno es bombero valiente
El otro embaucador competente
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