Madrid, 1 de junio de 2012. Dos
tercios de entrada. 6 toros de Herederos de Celestino Cuadri Vides, bien
presentados pero desiguales, con casta en general aunque no todos, mejores los
lidiados en número impar. Rafaelillo, silencio (aviso), pitos y silencio.
Javier Castaño, aplausos en el único que mató. Luis Bolívar, pitos y pitos.
Es increíble. Después de lo que
llevamos de feria, con el resultado más pobre de las últimas décadas, la gente
ha salido esta tarde del coso con acaloradas discusiones sobre si el ganado ha
sido mejor o peor que alguna de las dos o tres que han merecido la pena.
Partidarios acérrimos del encaste albaserrada defendían que la de ayer fue
mejor, algunos amigos del adorable y honorable Fernando Cuadri y buena parte de
la afición, que si la de hoy; muchos sostenían, incluso, que la de Alcurrucén
fue mejor para el torero y que en conjunto…
Todo eso es loable si no fuera
porque con ello intenta zaherirse a la corrida del vecino, esto es a la que no
se apoya, a la que resulta más baja en el escalafón de los gustos de cada cual.
¡Pero hombre, qué pocos toros le caben a la gente en la cabeza! ¿A tal punto ha
llegado el estado de uniformidad descastada de hoy, que incluso ha penetrado, infiltrado,
infectado y corrompido el entendimiento de los aficionados? Me acuerdo de charlas
con un tal Luis Fernández Salcedo, caballero tan honorable como nuestro buen
amigo Cuadri, como él ganadero aunque efímero, de tierra de toros y de vaqueros
a pie, de casta brava jijona y castellana a la par, escritor único y sin par, y
hombre cabal, en las que no cesaba de repetirme que el mejor aficionado es al
que le caben más toros en la cabeza... Probablemente la frase no es suya, sino
aprovechada para la ocasión, pero a todos estos aficionados, que no ven más que
lo quieren ver, les viene que ni anillo al dedo.
A mí, y líbreme Dios de ponerme
como ejemplo de nada porque sigo aprendiendo todos los días, me gustaron las
citadas, me gustaron algunos toros de Baltasar Ibán –al parecer, siendo objetivamente
el segundo el toro más bravo de la feria ya no cuenta para muchos…-, e incluso
algunos otros toros de vacadas denostadas por éstos o aquéllos. Y me han
parecido insufribles toros –o lo que fueran- de la mayor parte de las corridas
que llevamos vistas, tragadas pero no digeridas, en este pésimo San Isidro
2012. ¡Qué si fue mejor Escolar o Cuadri…! Es como si te preguntan a quién
quieres más, nene, a papá o a mamá… ¡Qué puerilidad! Espero que sólo sea fruto
del apasionamiento momentáneo, porque si en el fondo hasta allí hemos llegado
los aficionados de pro, mal futuro nos espera…
La de hoy de Cuadri ha sido una
de las tres corridas más interesantes de la feria. Quizá sin el picante de la
de ayer –los comportamientos de ambas vacadas son, lógica y aplastantemente,
diferentes, pero seria y con mucha casta, profundidad y menos fiereza en su
mayor parte. No, no fue tampoco un auténtico corridón de toros, porque al igual
que ayer los hubo mejores y peores, hoy también ha tenido sus lunares, por
ejemplo el segundo, el cuarto y parte del juego –por el pitón derecho- del
sexto. Que sí…, que sí que fue una corrida interesante, con casta en general,
como la de ayer, y con toros que iban con mayor nobleza, recorrido y riñones
que los de ayer en muchos casos. ¿Pero qué tendrá que ver el caviar con el
jamón de jabugo? Dos corridas muy
interesantes para el análisis sensato de los aficionados sin “ismos”, que no
para los hooligans del toro o del toreo. Esto del maniqueismo creía que había
quedado condenado por la Iglesia y prácticamente desterrado de las mentes
humanas hace siglos, especialmente desde San Agustín en adelante (y eso desde
los siglos IV-V). A mí, las dos me han parecido bastante buenas, interesantes,
muy superiores, a gran distancia, de las demás, y aunque le reconozco algo de
casta y mucha toreabilidad a la Alcurrucén, he visto más casta en cualquiera
de las dos últimas. ¿Por qué… carambas, tengo que preferir a una u a otra? ¿Tan
parcos y estrechos de miras nos volvemos como para denostar a una si preferimos
la del día previo o consecuente? Pues de mi parte enhorabuena a ambos ganaderos
que, con luces y sombras, han hecho levantar una feria de pésimo nivel en
materia ganadera después de 20 festejos (ojo, con algunas salvedades, también).
El tercero, Camarote, un gran toro en la muleta (Foto: las-ventas.com) |
Los toreros ya son otro cantar… Luis Bolívar
ha dejado escapar un lote fantástico, bueno de verdad, con inmensas
posibilidades, con toros de esos que transmiten emoción y arrojan luz y
claridad por donde pisan y pasan. Rafaelillo, muy desigual, apenas ha tenido algún
destello en el que cerró plaza y anduvo poco aseado en el primero y bastante más
en el cuarto –en cada cual según la condición del toro-. Y las esperanzas, bien
fundadas, en Javier Castaño se desvanecieron tras la tonta cogida sufrida por
el salmantino al perderle, sólo un instante, la cara al segundo… ¡Eso sí que
fue una pena!
El primer toro era una locomotora
de vapor, larga, negra, profunda y potente que llevaba por nombre Muñeco, con un desplazamiento de 618
kilos, y que precisamente por cumplir de sobra en varas fue masacrado en ellas.
Triste sino... Le abrieron tales boquetes que por ahí hubo de escapar el vapor,
y quedarse sin gas y sin fuerzas, aplomado ya, en la tercera tanda de muleta. Comenzó
con ganas el toro, repitiendo, aunque sin demasiadas alegrías, algo corto de
viaje, problema eficazmente resuelto por Rafael al levantarle, de salida, la
mano en el percal. Pero después de que le dieran de firme ante el peto, y
aunque metió la cara con clase en las dos primeras series, el toro se apagó
pronto. El murciano anduvo colocado en la mayor parte, incluso cargando la
suerte muchas veces, pero enseguida perdió continuidad la labor, a medida que
el bicho perdía gas. Ni de uno en uno pudo terminar de emocionarnos su tarea,
en la que abusa, a veces en demasía, del pico y del desplazamiento lateral del
bicho. Hay que medir mejor el castigo en varas, pero ya sabemos que se anuncia
una de Cuadri, y necesitamos la carga de la caballería… pesada. Dos pinchazos
por arriba, media atravesada, un aviso, el toro a toriles, y un descabello
dejaron en nada la respuesta popular. Mejor estuvo el diestro ante Huelvano, un toro de 649 kilos, largo y
feo (me gustaron más de hechuras tercero, quinto y sexto, los más ligeros),
manso y que llegó a la franela reservón y con peligro. Se dobló bien por bajo
en los inicios Rafael, sacándolo a los medios, pero evidenció –para el que lo
quiso ver- que el toro se quedaba corto, se revolvía y a veces le tiraba algún
que otro recuerdo a medio camino… Así que optó por volver a doblarse ante la
incomprensión de cierta parte del público que no quiere más que derechazos y más
derechazos y paso atrás –al parecer-, y lo mató sin suerte de hasta cuatro
pinchazos –algunos por arriba, el último atravesado y hondo- y dos descabellos.
Pitos de los insatisfechos. Lidió el que teóricamente era el quinto en sexto
lugar, por la lesión de cervicales y conmoción cerebral de Castaño. El toro
obedecía por Maño, con 611 kilos,
manso y más soso que muchos de sus hermanos, aunque con un buen pitón zurdo que
el de Murcia sólo acertó a ver al final de la faena, cuando la gente pedía ya la hora (término futbolístico
que en los toros sería equivalente a que lo mate, por favor, porque para no ver
nada….). Le vimos de nuevo con ganas con el capote, aunque al final lo
perdiese. El toro, quizá el más flojo del encierro, también perdió las manos en
alguna ocasión, pero sin caerse, virtud plausible pero que determinó su comportamiento
en el último tercio. Sin mucho gas, con algún calamocheo leve, iba y venía por
el derecho sin decir esta boca es mía… casi lo mismo que Rafael, hasta que en
la séptima tanda cayó el diestro en que podía y quería por la zurda, y, aunque
con pitos para que acabase, ejecutó los mejores lances de la tarde: tres naturales
largos, mandones, más en redondo que todo lo que habíamos contemplado…, antes
de un nuevo desarme. ¡Qué le vamos a hacer! Una entera caída y más pitos que
demostraban que había estado por debajo de su antagonista.
La voltereta y caída en mala postura de Javier Castaño (Foto: las-ventas.com) |
Aragonés se llamaba el segundo, el único que pudo matar Castaño, un
toro de 615 en la romana, playerote y escaso de pitones aunque levemente
tocados, que fue rápidamente a menos, cortito y con poca casta, quizá porque también
le dieron en el caballo… Tras la cogida por perderle la cara al pedir el cambio
de tercio, con las consecuencias relatadas, y notablemente conmocionado,
Castaño salió decidido a agradar. Anduvo aseado –y más teniendo en cuenta la
voltereta- pero es que el toro apenas ofrecía unos 50 cm de recorrido,
cogiéndolo, eso sí, con la muleta algo atrás. Al igual que en el día
precedente, Castaño lo pasó de perfil para alargarle más el viaje y lo
consiguió al natural, sobre todo en los momentos postreros del trasteo. Tampoco
le fue fácil matarlo, así que después de tres pinchazos hondos y una entera por
arriba, un poco trasera y atravesada, con el toro pidiendo guerra, acertó con
el descabello a la de tres. Y se retiró más que honrosamente a la enfermería.
¡Ojalá se reponga pronto!
Otro gran toro en el último tercio, Pesador (Foto: las-ventas.com) |
A Luis Bolívar se le fueron
ambos, y por ello escuchó sendas pitas, especialmente en el quinto. El tercero
vespertino, de nombre Camarote, fue
manso en varas (mejor en el primer encuentro que en el segundo) pero encastado
y boyante en la muleta. El animal repetía con transmisión, pero el que no la ofreció
fue el colombiano, algo descolocado y abusando del extremo distal de la franela
para un toreo más despegado e insulso que otra cosa. Tampoco es que estuviera
mal de solemnidad, es que cuando sale un buen toro… hay que estar a su altura,
y si no que le pregunten al gran César Rincón. Ante las embestidas con riñones
del de Cuadri, el diestro apenas opuso pases y pases, parando las series alguna
vez para hacerle desistir de su codicia. Un pinchazo con desarme y una entera
caída, ambas desde fuera, y primera y más tímida silba. No había que ser de la
Gomera para entender lo que decían los silbidos después de muerto el quinto
(hipotético sexto). Pesador se llamó
el toro, con 550 kilos muy bien puestos, un toro tocado de puntas y guapo. El
más manso en varas, sin embargo, aunque en la franela demostró casta y
embestidas generosas –no siempre con el hocico por el suelo, conste-. Un gran
toro si hubiera gran señor, gran lidiador… Al menos Luis intentó darle
distancia en los comienzos del trasteo, ante las codiciosas arrancadas de la
res, pero fuera, con exceso de pico y en paralelo, sólo veía pasar al de Cuadri
como un tren por su lado, sin dominio aparente y sin llevárselo a la espalda
tantas veces. El toro dominó la situación de principio a fin, y sólo vimos al negro
burel, oscureciendo con su presencia la del espada. Pero para no dejarle mal
del todo, debemos subrayar que cuando se colocó en su sitio, el toro no sólo
fue mejor, sino que llegó a sacarle tres buenos naturales salpicados en sendas
tandas, tirando y mandando casi por única vez. ¡Qué calidad la del cuadri!
Después de ensuciar el final muleteril y de quitarle las moscas un rato, lo
mató de media caída con desarme.
Uno de los buenos naturales de Bolívar al quinto (Foto: las-ventas.com) |
¿Qué si me gustó la de Cuadri? ¡Cómo
no me iba a gustar…!, me encantó. Otra cosa es que entre ayer y hoy haya
notables diferencias, enriquecedoras en cualquier caso… para los que quieran o
sepan verlas.
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