Seguimos en la Monumental de
Villaconejos. No se desubiquen. Está bien saber por dónde anda uno, a la hora
de valorar ciertas actitudes y costumbres populares. “Donde fueres haz lo que
vieres”, repite el dicho popular… Así que el público de esta tarde, fiel al
lugar donde se encontraba actuó conforme se esperaba. La falta de criterio, sin
duda, es lo que más regocija a los profesionales del sector, aunque alguno
pueda salir perjudicado a veces (sea Manzanares o Morante, en este caso). ¡Qué
digo regocijo!, júbilo, satisfacción, alborozo o verdadero deleite. Cuando
tienes a un público sin conocimiento el empresario se frota las manos de
contento y los “artistas” se disponen alegres a adjudicarse, cuando menos, la
pedrea en la rifa de trofeos y orejas. Tantas para ti, tantas otras para aquél…
y la masa a casa con la satisfacción de haber conseguido un resultado numérico
que justifique su ignorancia ante la del resto del mundo.
Esto de llegar al trabajo, a la
oficina o al taller diciendo, dos, cuatro u ocho, es perfectamente comprensible
para cualquiera; otra cosa sería tener
que explicar el porqué de aquello, hacer comprender qué motivó las emociones,
nos movió y conmovió, profundizar en el significado de lo contemplado. La
ignorancia en asuntos taurinos va en aumento, pero es lógico; en una sociedad
como la nuestra, ayuna de valores, donde se desprecia la formación y los
conocimientos, donde al ilustrado se le tacha de pedante, donde el esfuerzo y
la dedicación se toman como estúpidos y sólo el triunfo banal e inmediato, el
vil metal y la palmada complaciente son el objetivo de buena parte de la
sociedad, es, era y será evidente pensar que la tauromaquia no se halle al
margen de estas corrientes sociales. Y cada día más vemos entristecidos cómo
gestos verdaderamente valiosos e importantes pasan desapercibidos para buena
parte de los asistentes, y cómo se aplauden y vitorean todo tipo de
vulgaridades, desafueros o falsedades. ¿Se han fijado, por ejemplo, en
banderillas? Ya no importa sino que pongan el par con fuerza, casi con
violencia, aunque lo hagan a cabeza pasada, aunque no se saquen el par de abajo
ni cuadren en la cara, aunque entren y salgan a la carrera desaforada, aunque
el par caiga en medio de los lomos o en pleno costillar. Primero aplauden
algunos o muchos… y luego quizá haya una tímida reacción de la afición. Ayer,
sin ir más lejos, se desmonteró un peón de la cuadrilla de Manzanares tras dos
pares a toro pasado… Otro tanto ocurre con pases y estocadas, con la ausencia
de la suerte de varas o de toreo de capote, se va recortando la corrida para
dejarla en el triste y calcinado esqueleto de la faena de muleta y en una
muerte rápida, aunque sea con un pinchazo por el chaleco.
La segunda fiera de Núñez del Cuvillo... (Foto: las-ventas.com) |
Esta ignorancia ha sido bien orquestada
desde los medios tradicionales, donde en vez de enseñar al público la
diferencia entre lo bueno y lo malo, lo meritorio y lo vulgar, es más cómodo y
sencillo seguir la opinión general… Siempre será más respaldada -numéricamente al
menos- que el posicionarse junto a minorías más doctas, informadas o aficionadas,
en definitiva. Por desgracia, como en cualquier aspecto de la vida, las élites
lo son porque han profundizado en el conocimiento y en el juicio. No siempre
harán o dirán lo que su conocimiento les marque, porque también es humano
dejarse llevar por la masa, pero al menos sabrán explicar lo que han visto… La
prensa, o la televisión, en vez de ir formando a la par que informando al
público menos entendido, durante décadas se han dedicado a zaherir a los
aficionados, a rebajarlos, a insultarlos, colocándose al lado de la ignorancia,
de la masa, de la mayoría… Y han enseñado al público ocasional –más o menos
ocasional- a contestar las tantas veces acertadas críticas de aquellas voces
que reclaman la ética o la verdad del espectáculo.
Ayer, en mi localidad, tuve que
pedir en voz alta un control de alcoholemia para los que entran al coso, tal
era el guirigay que se formaba cada vez que un aficionado de los de todas las
tardes, de los de criterio aunque no siempre oportunidad, intentaba expresar su
opinión en voz alta. Esa es otra característica de nuestra sociedad: la uniformidad
globalizadora, el insulto y amordazamiento de las voces disidentes. No se puede
tolerar a quien disiente, a quien expresa otra que no sea la voz general,
aunque carezca ésta de fundamento; la masa devora al individuo, aunque éste
sólo intente expresarse en libertad y pensar por sí mismo, o hacer ver a los
demás el fundamento de sus opiniones. Los gritos desaforados, las risas
estúpidas, la algarabía mentecata, no sólo se superponía a la voz del
aficionado, sino que se desentendía de lo que sucedía en el ruedo, interrumpía
la atención a la faena, molestaba al resto de los espectadores del coso. Así
que, no sólo hicieron callar –lo consiguieron en parte- a aquel aficionado, sino
que denigraron el espectáculo mismo; les importaba un pimiento (no llegaba a
dos) lo que pasaba en el albero; sólo importaba a esa masa, impregnada de
estulticia, la broma de los olés a destiempo y las risas e insultos al crítico
espectador. Fantástico; bravo ejemplo de civismo y de conocimiento. Eso sí, a
la hora de aplaudir a destiempo y pedir orejas… eran uno sólo. ¡Cómo iban a
desdecir al resto de la masa!
Ignorancia –a veces idiotizada,
recurran al diccionario- promovida, amparada, reconocida y aplaudida por los
gestores económicos de la tauromaquia de hogaño, la prensa acomodaticia o
corrupta y parte de los profesionales. Ayer, a la salida del coso, un ex
matador de toros, gran aficionado por cierto, de familia ganadera, me decía que
le había encantado la segunda oreja de Talavante… porque si no hay resultados
así, la tauromaquia lleva mal camino. Malo, es cierto, para su estatus actual,
malo para los que sólo ven el negocio económico, malo para los que siguen
chupando la sangre, la ética y la estética de la misma. Si no hay más
argumentos que ese… es que no nos hemos sentado a reflexionar. Y, sin embargo, algunos
otros aficionados de los que allí estábamos hablábamos de posiciones, de técnica,
de arte, de verdades y mentiras, de méritos. Importante diferencia.
Ayer, en la corrida de
Beneficencia, hubo nueva puerta grande. Talavante saldría finalmente a hombros,
algo cantado una vez que se le consiguió dar –esta vez con sobrada petición-
esa primera oreja a una faena… a lo más y generosamente, de vuelta al ruedo. La
segunda era fija, segura, hiciera lo que hiciese, y así lo apostamos en nuestra
localidad. Y ganamos, claro. Bien es verdad que todos apostábamos al mismo
caballo ganador, porque sabíamos que la masa, que su idiosincrasia, lo exigiría
sin duda, al margen de méritos o deméritos.
La naturalidad de Morante... cargando la suerte (Foto: las-ventas.com) |
Pero el único toreo de calidad
que vimos en la tarde, asómbrense, lo contemplamos, sin embargo, en el
denostado –también tocaba en las risas asimétricas de los concurrentes- Morante de la Puebla. Fue, además, en el
primero, cuando aun la masa no ha terminado de aposentar sus reales, cuando
anda pidiendo el undécimo cubata o el enésimo güisqui después de haber comido y
bebido lo suyo. Fueron dos derechazos, algo de perfil, en la segunda tanda, y
otros dos con mando, naturalidad, sencillez, profundidad, ¡cargando la suerte!,
perfilado el cuerpo y dando medio pecho al toro, soberbios, éticos y estéticos…,
que pasaron mayoritariamente desapercibidos porque la masa estaba por la
posibilidad de bronca al diestro sevillano. ¡Qué lección de toreo! Luego hubo
unas chicuelinas personales, envolviéndose mucho en el capote, graciosas aunque
algo aceleradas, que al menos obtuvieron respuesta en la masa… y prácticamente
nada más.
La corrida, los toros, no
obstante, fue una auténtica vergüenza. Lo de Núñez del Cuvillo está llegando a
términos de una desfachatez insufrible. Primero el caso de que no sea capaz de
lidiar una corrida completa en Madrid (¿para qué se anuncia entonces?), y
segundo el que lo que sale por chiqueros sea más propio de una lata de sardinas
que de una plaza de toros. El primero anovillado, el segundo una indigna chota
de plaza de talanqueras, el quinto otro bicho anovillado y sin trapío y el
sexto carente de culata. Fantástico. ¡Qué lote de cuatro para que no haya
devolución de entradas! Y añadan, mansos, sin clase y descastados en general,
pero eso sí, sin ofrecer complicaciones o dificultades para los coletudos. Si
tenían que irse a chiqueros, se iban, pero sin molestar… De la toreabilidad al
descaste sin solución de continuidad.
Morante nos mostró esas
pinceladas de arte superior a los que estábamos en el espectáculo, no a los que
pasaban por allí (éstos ni se enteraron) o pensaban en “su espectáculo”, ni a
los que andaban pidiendo el combinado de comienzo de la corrida. El animal de
Cuvillo se le paró en la cuarta tanda, y ni de uno en uno consiguió sacarle
nada más. Se dobló sin la técnica de otros días y lo despenó de una casi entera
atravesada, cuarteando, y un descabello.
El primero de Morante... no se puede pedir más (Foto: las-ventas.com) |
Con el cuarto, de Victoriano, un toro
grandote y feo de 631 kilos, manso y brusco, pero que no vimos en la muleta, al
margen de las chicuelinas, dio argumentos a los de la masa para la bronca.
Desconfiado en la franela, después de dos ayudados por alto de marca, se vio
casi desbordado por el animal cuando lo pasó por bajo; de ahí al movimiento, al
espante de dípteros… y a un comentario de la benevolente masa: “Aparicio le dio más pases”, así valora
ésta el arte…, cuestión de cantidad. Yo no vi claro al toro, algo brusco y revolviéndose,
pero quizá con más posibilidades que las mostradas. Un pinchazo arriba, un
arreón del armatoste aquel, y una casi entera desprendida, con habilidad
mientras huía, potenciaron la arreciada bronca.
Manzanares anduvo toda la tarde
desdibujado. Es verdad que en su primero no podía tomársele demasiado en serio…,
el bicho era una sardina escuálida de Cuvillo, que hubiera sido protestada en
un festival asimismo benéfico, pero que pasó sin críticas en la Beneficencia
madrileña (la masa de esto no entiende). Siempre desde fuera, descolocado, escondiendo
la pierna en los lances para ceder terreno al toro, comenzó la faena lejos de
su querencia natural (chiqueros) y la acabó allí mismo, en el tercio del 1. El
público que aplaudía mucho al principio, según ligaba con el paso atrás, acabó
dando poca importancia a aquello, a medida que se imponían las críticas de los
aficionados. Una entera, tendida y desprendida, pero tirándose, y fin de fiesta
en toriles. Dominio, mando o poderío… El quinto fue otra raspa sin cuajo, a
pesar de sus 557 kilos, del hierro titular, manso y sin clase. Después de la
bronca a Morante, nadie andaba con ganas ni de aplaudir ni de protestar, así
que ante un trasteo algo sucio y bastante mecánico, desganado y sin sal,
superficial y sin ganas, justificador ante la empresa que no ante el arte, se
impusieron los silencios. Quizá le pesó la crítica a su toreo periférico o las
insufribles chanzas del público aplaudidor… Y sin embargo lo mató bien, por
arriba, lo que justificó unos aplausos merecidos.
A Talavante le salió un primero
de los de Victoriano, con 539 kilos, que embistió pero que fue a menos, y que
no andaba sobrado de fuerzas. Comenzó con dos caídas la faena de muleta, pero
el pacense lo llevaba con cierto mando y decisión, mientras el toro repetía. Ligó
bien por el derecho en ese toreo moderno de esconder la pierna y ceder terreno
al toro para su comodidad, aunque nos digan que se alarga el pase a base de no
rematar ni iniciar el lance adecuadamente (y no como hace Morante, por cierto…,
¡vaya espejo al que mira la masa…!). Con la zurda se complicó la vida
innecesariamente, con varios trapazos previos, aunque acabase con dos naturales
tirando bien del bicho, con más clase y profundidad que todo lo realizado hasta
entonces. Sin aguantar lo suficiente al final, retomaría la diestra para decir
poca cosa, entre lances desabridos. Una entera caída y una lenta agonía -por no
querer coger el descabello-, esperando a que falleciese de muerte natural… y
oreja con petición suficiente. Aquello hubiese sido de ovación o, con
generosidad, de vuelta…
Talavante en la estocada al sexto... no precisamente por arriba y poco ceñido (Foto: las-ventas.com) |
Bastante menos hizo en el sexto, un Cuvillo de
impresentable culata, que le desbordó en la serie con la zurda inicial, al que
no consiguió meterle en la muleta al natural, y al que le mostró una cantidad
tal de pico –para echárselo fuera y llevarlo periférico (lo mismo que
Manzanares, por cierto, pero sin su empaque)- que el animalito describía
círculos por allá, sin que los pitones ni se acercaran ni se enfrentaran al
espada. Y yo que creía que pasarse los pitones por las femorales era meritorio…
¡que ingenuo! Ligó, y para qué queremos más… Unos trapazos finales en toreo de
inspiración azteca, precisamente ante las puertas de toriles ¡qué casualidad!,
mostraron quién se llevó a quién a los terrenos escogidos. Se lo volvería a
sacar hasta terrenos del 10 antes de largar una estocada caída, con pérdida de muleta
posterior, y nueva oreja verbenera.
Menos mal que la verbena de La Paloma
aun no ha terminado…
Olé, menudo cartel de toros acabas de plasmar aquí. Mis más sentidas felicitaciones. Un saludo. Te sigo...
ResponderEliminarBuena crónica, le felicito. Un saludo.
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