No volveremos, por el momento, a
subrayar la falta de criterio del público que asiste a esta segunda parte -“del
arte y de la cultura”- de la feria isidril. Salta a la vista. Lo que hace unos
días se hubiera saldado con premio más moderado, o con ovaciones meritorias,
ahora –será cuestión de esa “cultura” oficial y obligatoria-, transcurre entre exageradas
recompensas o entre silencios asombrosos. ¿Cultura, arte…, de cuáles hablan?
¿Cómo se potencian de veras? ¿Alguien ha explicado al público de aluvión en qué
consiste esto de la tauromaquia, dónde reside su mérito, cuáles son sus
auténticas raíces? ¿O es simple etiqueta consumista…? La pregunta es meramente
retórica, claro está. La cultura “oficialista” radica precisamente en eso: le
ponemos una etiqueta y cuela ya cualquier cosa, porque tampoco la gente se va a
detener a analizar qué hay detrás de ello, porque a nadie le interesa aquello…
Pero, centrémonos en el festejo
de ayer, que sería muy fácil de resumir: no hubo toros de lidia, sino bueyes de
diversa calidad; el Cid sigue desaparecido; Thomas Dufau confirmó nervioso y
sin interés (ovación) y anduvo mejor –bastante mejor- en el sexto (silencio); y
vimos -al menos para mí- lo mejor de los casi treinta días consecutivos de
espectáculos en el capote, muleta y estoque de Luque en su primer toro (oreja).
El peligroso cuarto, Burganoso (Foto: las-ventas.com) |
Lo del ganado era un suma y sigue
a la trayectoria ordinaria de esta vacada en los últimos años. Es verdad que,
de tanto en cuando, le sale una corrida interesante, pero en términos generales
es difícil conseguir un conjunto tal de bueyes… de condición tan dispar. Desde
el inválido inicial, soso, y con trote cochinero; pasando por el segundo, otro
que acabó soso y corto en su viaje, flojo y manso desde el principio; un tercero
algo mejor de fuerzas, también sin sal, pero al menos con dulces embestidas…
hasta que decidió rajarse; un cuarto veleto, manso y bastante peligroso; un
quinto rajado desde el inicio y con malas pulgas cuando podía; y un sexto de
condición mular, que tiraba algún tornillazo en el inicio de la faena y acabó
sin recorrido alguno al amparo de las cercanías de tablas.
También lo del Cid era
previsible. A pesar de esfuerzos está sin sitio, sin conseguir afianzar las
plantas en la mayor parte de los lances, sin saber cómo deshacerse del toro en
los remates, pajareando entre pases… Hubo momentos en el segundo verdaderamente
horribles… Y todo ello sin la largueza de los lances de años atrás, sin su
mando o poderío, acompañando el viaje –más o menos generoso- del bicho. Repito,
hemos de considerar su esfuerzo… baldío; pero no podemos dejar de reflexionar
que quizá necesite –cuando menos- un año sabático para reconsiderar su
situación. A ese primero suyo lo mandó al desolladero de una entera
desprendida, sacando la taleguilla rota en el encuentro. Los incomprensibles
pitos en el cuarto nos dejaron perplejos. El bicho aquel no tenía un pase, algo
que cualquier aficionado pudo ver y comprender desde la suerte de varas en
adelante, tornillazo va y viene, gañafón por aquí y por allá, con afanes de
arrancarle la cabeza al diestro. Sí, es cierto que el sevillano no anduvo bien,
que en vez de tantearlo por alto –o rematar los pases por arriba- debió
doblarse por bajo… pero no era eso lo que el indocto público exigía, sino el
que se pusiera a dar derechazos y naturales. ¡Dios mío, qué nivel! Con ambos a
la defensiva, cada cual a su propio nivel,
lo despachó con mucha suerte de media caída y un descabello en dos tiempos… con
suicidio del presunto asesino.
Thomas Dufau confirmó su
alternativa ante un animal soso, descastado e inválido, un lujo de esos que acostumbra
a ofrecernos el Puerto. Le apuntamos seis caídas entre trotes cochineros y exiguos
viajes. Tras que no le picasen en varas (y no fue el único), y unos pases cambiados
por la espalda, empezaría el francés muy despegado y descolocado. Algo mejoró
en las siguientes tandas, pasándoselo algo más cerca, pero en ese toreo que no
dice nada, periférico y sin profundidad. Tan sólo le apuntamos un natural de
mérito en la quinta tanda, antes de que el toro se le ciñese -al descubrirse-
con el ¡uy! correspondiente. Unas manoletinas en las que tuvo que rectificar
terrenos porque el bicho no pasaba “ni por eso” y, desde fuera, una entera,
trasera y caída, antes de oír un aviso mientras doblaba el buey. Mejor y más
firme anduvo en el sexto, un precioso atanasio –vía Lisardo- berrendo en negro,
botinero, gargantillo, bragado y meano corrido y algo salpicado (burraco le
dicen en el sur), pero mulo de condición.
El sexto, Cordilisto, al que parte del público recibió como una vaca lechera (Foto: las-ventas.com) |
El bicho, que visitó toriles de
salida, volvería allí tras las varas, y llegó, tras una lidia caótica, brusco,
sin clase, sin repetividad, corto y revolviéndose y regalando algún derrote que
otro, algún tornillazo que otro. Dufau anduvo firme, intentó pasarlo bien
colocado ahora, exponiendo, y aunque no hubiera continuidad y optase finalmente
por el encimismo, hemos de reconocerle el aseo en general. Dos pinchazos
saliéndose y una entera chalequera desdijeron de ese aseo previo y silenciaron
finalmente su labor.
El que estuvo bien ayer fue
Luque, del que tras un paso gris y anodino por el ferial de San Isidro no
esperábamos mucho más. Pero estas son las cosas que tienen los toros. Cuando
menos te lo esperas salta la liebre, por eso hay que perseverar en la afición y
ser constante en la asistencia. Le tocó en suerte un toro sosainas, mansote,
que acabó por rajarse, pero al que le sacó el juego que llevaba en su interior,
aunque exagerase al final. Muy bien con
el capote, llegó a dibujar algunas verónicas de clase, mandando, sin ese gesto
hoy habitual de pegarse el capote al cuerpo para traer al toro, sino moviendo
bien los brazos, al escaso ímpetu del toro, casi a cámara lenta, pero llevando
encauzadas las breves y parsimoniosas acometidas de la res. Quitó por dos
veces; en la primera volvieron a surgir dos de esas verónicas frescas,
pausadas, reposadas, aunque el remate no llegase a su altura; en el segundo
vinieron las mejores que nos ofreció, hondas, estéticas, tranquilas, bien
rematadas ahora con una media desplegada, muy personal, casi una media entreverada
de larga a media altura. Muy interesante. Gracias al cielo, recuperamos una de las
grandes virtudes que nos atrajo y subyugó cuando novillero y que luego no ha
mostrado sino esporádicamente.
Luque toreando a la verónica (Foto: las-ventas.com) |
Otra virtud de antaño era la estocada, y también
se la vimos ayer, algo rápida, es cierto, pero yéndose recto detrás del acero y
cobrándola por arriba. Anduvo asimismo bien en los remates de las series de la
muleta, en los adornos, relajados, con clase y gusto, con naturalidad, sin
forzar la postura. Muy bien. Lo que menos nos gustó fue el toreo fundamental,
fiel reflejo del que ahora se practica, con el paso atrás para ceder terreno al
toro, descolocándose siempre. Si hubiera mantenido la posición y enfrentado
mejor los pitones de la res, hubiera sido una buena faena, porque mandó en algunos
pasajes de la misma, dio distancias en los comienzos, y aunque el viento lo
ensució en ocasiones, el trasteo tuvo cierta enjundia. Alargó demasiado la
faena cuando el toro se le rajó, acabando ambos en tablas, pero el conjunto fue
el más interesante de cuantos hemos podido contemplar en toda la colección de
ferias primaverales madrileñas.
Un natural al tercero (Foto: las-ventas.com) |
El más grande del festejo salió en quinto lugar
y fue el más soberano buey del festejo. Se rajó, incluso antes de la primera
tanda. Por toriles anduvieron ambos, sin que le consiguiese sujetar más que en
un par de pases aislados… A mi juicio, al igual que en su primero, porfió en
demasía, jaleado por los incomprensibles aplausos de los que quieren ver, al
parecer, sangre derramada. Se lo quitó de delante de una entera baja.
Sigo
sin entender la falta de criterio de la plaza…
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