Madrid, 24 de mayo de 2012. Tres
cuartos de entrada. 4 toros de Núñez del Cuvillo, mal presentados en general,
mansos, sosos pero embestidores, bajos de casta quizá con la excepción del
cuarto. 1 toro de Carmen Segovia (2º bis), sin remate, manso, soso y
descastado. 1 toro de Salvador Domecq (6º bis) manso, incómodo y bajo de casta.
Sebastián Castella, silencio y ovación (dos avisos). Daniel Luque, silencio y
silencio. Diego Silveti, palmas y silencio.
Al menos los de ayer embistieron,
no con casta, dudo aun que con toreabilidad, pero sí con esa nobleza sosa y
ñoña que es punto intermedio entre aquélla y la mansedumbre descastada de los
juampedros. Hubo alguno, como el cuarto, al que debemos catalogarlo como el más
próximo a la casta, a la acometividad, a la emoción. Otros pasaban por allí sin
molestar pero repitiendo con cierta boyantía, docilidad y mansedumbre…, pero
pasaban. Sin embargo, y vayan apuntando, fue una corrida impresentable para Las
Ventas, en la que salieron al menos cuatro bichos indignos –si acaso primero y
quinto tuvieron algo más de carnes y remates-, y en la que el resto no debió
ser aprobado en el reconocimiento. ¿Pero qué es lo que pasa en aquellos? No
entendemos cómo se está bajando tan peligrosamente el listón. No queremos
mastodontes, que conste, sino toros con trapío, pesen 480 kilos o 660 –pongamos
como ejemplo de toro que ha pisado el albero venteño en este San Isidro-.
Trapío, que como hemos dicho tantas veces, no depende de los kilos, sino de las
hechuras y remate. El tercero de ayer, con 524 kilos fue una chiva auténtica,
dos pitones escondían una escasez de carnes y de cuajo, verdaderamente
proverbiales. Algún veterinario debe creer que la gente es tonta de capirote…
Y consecuentemente, y como
ocurrió el día previo, a este encierro de becerrotes se les picó como convenía;
un simulacro –como la corrida en sí misma- en el que apenas se extrajo una
cantidad de sangre como para ver cómo andan de colesterol, del bajo, porque
para el alto no podía dar la exigua muestra. Por cierto, lo mismito que a los
juampedros… Sin picar se priva a la afición de parte de lo que ha pagado, de
una parte trascendente de la lidia –por más que un buen conjunto del público
ocasional no lo entienda-, se priva a la corrida de la base sobre la que se ha
venido haciendo la selección del toro de lidia durante 300 años. Sí, hasta que
a algunos iluminados se les ocurrió que eso no eran importante, sino que ésta
debía realizarse sobre cómo metía la cabeza la res ñoñamente en el trapo, sin
molestar y sin incomodar al diestro. Hemos cambiado la selección y eso, ¡qué
caramba!, ha de notarse también en el tipo de festejo que se lleva a cabo en el
coso. Ya verán cómo acabamos por eliminar esta inútil -de todo punto- suerte en
el futuro, y cómo suprimimos también otras suertes cruentas como la de
banderillas o la de muerte, para solaz de los antis y de los que quieren
convertir la fiesta de dura, gallarda, valerosa y esforzada lid en ballet
encantador. ¡Arte y cultura a todo trapo! Ánimo y adelante. En Ecuador ya casi
lo han conseguido… Las analíticas realizadas ayer a los toros…, mostraron –por cierto-
cómo anda la casta brava en esta ganadería: peligrosamente cercana al grado cero
Kelvin, menos 273,15 grados centígrados, en el caballo. Pasan por allí, se
dejan sacar la muestra sanguínea y se van rápidamente no sé si llorando en
silencio su vergüenza o su deshonor. Estupendo; han sido diseñados para cumplir
como autómatas en otros aconteceres.
Abriría plaza el diestro mejicano
–ya llevamos cinco, creo- Diego Silveti, sin mayor pena ni gloria en un primer
cuvillo soso y embestidor como varios de los demás, sin que dijera casi ni esta
boca es mía. Comenzó el bicho distraído y a media altura… porque no le han
criado para embestir al capote; y en la muleta pasó sin molestar, condición indispensable del toro de
lidia contemporáneo. Silveti, no siempre bien colocado, anduvo dando pases, y
le apunté alguno de pecho interesante, un derechazo profundo y dos naturales
mandones; en buena medida lo demás fue aprovechar que el toro caminaba por allí.
No bien perfilado dejó dos pinchazos bajos y una entera arriba, y escuchó
palmas. En el último, el sobrero de Salvador Domecq que sustituyó a un inválido
titular que no dejó de perder las manos desde que salió, se las vio con una res
incómoda y sin casta, en la que tuvo que aguantar bastante las protestas y
cabeceo del animal. No estuvo bien con el trapo, siempre fuerita de cacho y a
veces quitando la muleta antes de rematar el pase, pero al menos tragó lo suyo.
Alguna cosilla aislada no mejoró el perfil general. Una estocada baja y tendida
le despidió con silencio.
A Castella le sustituyeron a su
inválido primero, por otro que lo era tanto como éste del hierro de Carmen
Segovia. Recibió unas tristes palmas de agradecimiento del respetable por su
comparecencia, pero sin ovación que divulgara que su herida aun no estaba cerrada,
a los cuatro vientos. Tras sacarlo a los medios, y comprobar que el animalito
era incapaz de dar un paso ni recibir un pase, ni a media ni a corta distancia,
lo mató rápidamente –menos mal- de una entera bastante por los bajos. Nuevo
silencio. En el cuarto gustó bastante con la muleta más frente a un novillejo
titular, de nombre Fusilero y
con 529 kilos. Sobre todos en los
inicios del trasteo emocionantes, donde vimos, al margen del pase cambiado por
la espalda, un valerosísimo cambio de mano por la cara, algún trincherazo y
alguno de pecho buenos. La serie consecutiva, a derechas, fue de menos a más,
terminando con lances desmayados más estéticos y mandones que los de los comienzos.
En general, anduvo más colocado que otras tardes…, aunque no en el sitio de
máxima exposición, pero terminó abusando del metraje de la faena, arrimándose
al bicho a medida que éste se apagaba, y oyendo un aviso antes de coger
siquiera la espada. Lo de la mesura no está en el diccionario de la tauromaquia
actual. Unos doblones por bajo, genuflexo, y con la tizona dos medias, traseras
y algo atravesadas dejaron aquello en ovación. Debió haberle cortado una o dos
orejas, tal era la condición boyante del animalito.
A Luque nada de interés le vimos
ni con capote ni con muleta, en un toreo andino donde prima más la cantidad que
la calidad. Siempre con el pico, desde cerca o lejos, siempre algo fuera de la
rectitud del animal, algo retorcido en los cites y aprovechando –más que
sometiendo- las embestidas de ambos oponentes –la rata titular o el lidiado en
quinto lugar- nada dijo en términos generales. El último le protestó más por
escasez de fuerzas, quedándose más corto en general, porque no era tan
bonancible y noble como el díptero inicial, y ahí le aplaudieron unos lances
desmayados también –acordes a la condición del toro- y unos medios pases –idem-
al finalizar su tarea; ¡fenomenal…! A su primero lo liquidó con la zapatilla de
un pinchazo caído y una entera en el rincón; el bravo animalito se fue a tablas
a morir; al segundo de una media algo
trasera y un descabello.
Brava sangre, brava corrida,
brava fiesta la que quieren y desean, buscan y ansían, claman y persiguen los
profesionales. Al aficionado…, que le… quiten dos duros, ¡hombre!
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