Madrid, 20 de mayo de 2012. Dos tercios de aforo. 6 toros de Guardiola
Fantoni, impecablemente presentados, mansos en general, de juego desigual, duros
a la muerte, con más genio que casta pero algunos toreables. El Fundi, silencio
y pitos (3 avisos). Uceda Leal, silencio y silencio (dos avisos). Rubén Pinar,
ovación (aviso) y silencio (aviso).
El Fundi muleteando al de su despedida (Foto: las-ventas.com) |
El cielo pareció ponerse de acuerdo con la tarde para
derramar amargas y abundantes lágrimas sobre el albero venteño. Un torero se
retiraba, un diestro que durante dos décadas y media ha demostrado su pundonor
y su honestidad, enfrentándose siempre con lo que otros –más altos en el
escalafón- nunca han querido ver, un matador con enorme profesionalidad, con
oficio y con técnica más que probada, que tuvo varios años de triunfos
constantes antes de que aquella caída del caballo nos dejara huérfanos de su
toreo. El Fundi pasó ayer un trago amargo como probablemente en su vida como
matador no haya tenido que vivir. Una verdadera lástima. Con él se nos va uno
de los mejores lidiadores, uno de los matadores más eficaces y más puros, un
hombre entregado a su profesión y que siempre dio la cara ante las situaciones
más complicadas. Un torero de los pies a la cabeza. Su trayectoria, a lo largo
de estas dos décadas y media lo acredita como matador de época, mucho más que
tantas de las mal llamadas figuras, que jamás se enfrentaron a un toro de
lidia. Vaya este recuerdo emocionado para quien como él, ha sabido encarnar
durante tantas temporadas la honestidad y el buen hacer ante las camadas de lo
más encastado, duro o complicado del campo bravo español.
Ese cielo que lloró la pérdida del héroe, y que desde luego –y
sin duda alguna- obligaba a la suspensión. Suspensión que no se produjo en
detrimento de los aficionados –alguno no acudirá hoy al coso por neumonía- y
que favoreció sin dudas a las arcas empresariales; suspensión que era obligada
ante el diluvio universal que obligó a aplazar quince minutos el inicio de la
corrida, dejó el ruedo impracticable –algo que se notó muy especialmente a la
hora de que afianzaran los pies los lidiadores en la suerte suprema-, y que
arreció –si cabe- durante el segundo vespertino. Que saliera el arco iris en la
lidia del tercero, y que luego dejase de llover en el cuarto o quinto, no son
razones que justifiquen lo que no tenía defensa. Mal la presidencia en este
caso.
El primero, Cipolino, un toro con toda la barba (Foto: las-ventas.com) |
Sumen a las adversas condiciones meteorológicas que ayer
pisó Las Ventas un auténtico encierro de Guardiola Fantoni, una corrida de
verdaderos toros (después de entre 26 y 28 toros rechazados en el
reconocimiento, nuevo éxito empresarial y ganadero, de los hierros de Peñajara
y Joselito –en ambas versiones-; parece que vamos camino del Libro de los
Récords). Una corrida la de origen Villamarta, muy en el tipo de la casa en
general, honda, larga, grande, de buena caja y bien armada, destacando un
primero que con 621 kilos era un auténtico tío. Y, además, dura y fuerte,
apenas vimos una caída a pesar del lodazal del ruedo. Los acanalados lomos de
los toros habrían dado de comer a un Regimiento, las culatas bien rematadas y
poderosas, los morrillos prominentes, las extremidades, sin embargo, nervudas y
más finas de lo que esos kilos hacían presumir. Trapío por doquier. Trapío
acorde, por cierto, al tipo del encaste, que admite tales pesos y proporciones.
Hubo dos más feos, segundo y cuarto, con la cabeza algo más descolgada, pero de
impecable presencia. En cuanto al juego en general, hubo más genio que casta. Varios
de ellos casi llegaron a cumplir en varas, empujando en el primer encuentro,
intentando romanear, a veces –es cierto- sobre un pitón, aunque en los segundos
se vinieron a menos… Subrayar que, como es lógico imaginar, a la corrida se le
pegó una barbaridad en general; ayer no hubo esos refilonazos o picotazos,
salvo acaso al segundo. En banderillas, aunque apretaron un poco, no terminaron
de perseguir a los rehileteros hasta las tablas; y en la muleta… hubo de todo,
aunque predominaron las embestidas nobles, algo sosas y siempre con la cara a
media altura. Se complicaron a la hora de la muerte, donde –tras la desastrosa
actuación de sus matadores- sacaron genio, pegaron tremendos arreones y se
mostraron más que duros, pétreos. ¡Qué manera de aguantar la sarta de
pinchazos, medias estocadas y descabellos sin cuento! Hubo, sin contar unos cuatro
o cinco desarmes a los peones, hasta unas 15 pérdidas de capote o muleta de los
maestros a lo largo y ancho del festejo, bien es verdad que las telas mojadas
no tenían el vuelo de otras tardes más secas y calurosas.
El tercero, Pájaro, otro toro (Foto:las-ventas.com) |
Pasó el Fundi con más pena que gloria por la lidia de su
primero, el de 621 kilos de nombre Cipolino,
y como sus hermanos negro de capa y muy bien armado; un toro complicado a la
muerte, que llegó a la defensiva, bruscote y mirón. No se confió el de
Fuenlabrada en medio del diluvio que arreciaba y, entre dudas y recortes,
doblones y espantamoscas, terminó por dar un sainete con la espada. Cinco
pinchazos feos, sin ninguna seguridad –pero acuérdense del estado del piso- y
dos descabellos, lo enviaron al desolladero. Mejor anduvo con la franela en el
cuarto, Contable, 573 kilos, a pesar
de alguna duda inicial. El toro, más noble y embestidor, se fue yendo a menos,
para sacar genio y malas pulgas a la hora de matar. Más colocado el espada, con
más voluntad que en el precedente, incluso llegó a darle algún muletazo de
mando y clase. Pero se complicó la vida con los aceros, hasta el punto de que,
tras de cinco pinchazos, varios descabellos salpicados por aquí y allá, hubo de
escuchar, como Simón-Pedro, el amargo canto de los clarines tres veces. Diez
segundos prolongó los quince minutos el palco, cuando otras tardes nos pasamos
en un par de vueltas al reloj… o más. Aunque el público de aluvión, insensible
a la situación y desconocedor de las circunstancias del diestro, lo quiso
abroncar, buena parte de la afición le tributó la ovación sincera que su carrera
ha merecido en ésta que se presupone su despedida de Las Ventas… Esos mismos
que pitaban ayer son los orejófilos absurdos de otros días… Falta de criterio
en cualquier caso.
Nos sorprendió la casi obligada falta de firmeza y de seguridad de Uceda Leal
en ambos toros, especialmente a la hora de matarlos, pero hay que poner
al estado del ruedo en su defensa. Su primero, Barbafino, de 610 kilos, fue también complicado, es cierto, brusco,
embistiendo siempre a media altura, sin el recorrido de alguno de sus hermanos…
un prenda. Pero tuvo dos o tres tandas iniciales potables que el madrileño,
descolocado, no supo aprovechar en medio de las cataratas del Niágara, con
medios pases y alguna desconfianza. Desconocido con la tizona, llegó a dar
tres medias estocadas con metisaca, un par de pinchazos caídos y al fin una
entera por arriba un poco desprendida. Peor anduvo con Trombón, de 552 kilos que parecían cuarenta más, un toro con veinte
buenas embestidas –sin terminar de humillar, como sus compañeros de encierro- antes
de que se desengañase por la inmensa salida y las despedidas que le ofrecía el
diestro, para rajarse primero y sacar dureza y genio en las postrimerías. Y es
que Uceda no remató a sus espaldas ni uno sólo de los lances, casi obligando al
toro a salir de los envites distraído y mirando por dónde se volvía a la pelea,
ello a pesar de que iba largo y noble, sin ofrecer complicaciones francas. Sin
torearlo, sin dominarlo en ningún caso, acabó pasándolo al hilo de tablas,
yéndose el bicho a favor de aquellas y protestando en contra. Recorrieron la
plaza entera ambos, antes de que doblara, se escucharan dos avisos y le diese
el experto y gran matador de otras tardes, tres pinchazos cuarteando –con una
toma de olivo por el burladero- y una entera caída.
Uceda durante el diluvio en el segundo (Foto: las-ventas.com) |
Un Pájaro de 568
kilos le tocó a Rubén Pinar en primera instancia, un pájaro que no fue de
cuenta, pues llegó embestidor a la muleta, perfectamente toreable aunque llevase
la gaita… a media altura. Comenzó el manchego perdiendo el capote y sufriendo
un acosón en el primer tercio, y en la muleta, a pesar de que los de la bronca
al Fundi tenían unas ganas locas de aplaudir y dar orejas sin ton ni son,
anduvo desde fuera –cómo le cuesta colocarse a este chico-, abusando del pico y
llevándolo en paralelo, en ese toreo que nada dice a los aficionados venteños,
aunque le haga cortar apéndices en otras plazas… allá ellos si se conforman con
eso. Sólo le vimos algún toreo en redondo con la zurda –con alguna reconsideración
inicial del diestro-, volviendo a la vulgaridad al retomar la diestra. Un
bajonazo chalequero fundió aquellas esperanzas de los de la casquería. Otro
tanto le vimos con la mole del sexto, 660 kilos, Felpa-viejo de extraño nombre, un torazo que no aparentaba tanto aunque
en sus lomos se hubiera podido disponer una Compañía de artillería desplegada. Un
toro que embistió en la muleta, después de empujar e intentar romanear en las
varas -aunque saliera un poco suelto-. Toreo periférico, mucho pico, varias
descubiertas del diestro (con las subsiguientes coladas del bicho que no sabía
a cuál de los dos bultos acudir) y siempre embarcando al animal muy atrás, en
la pierna retrasada. Tras un cuarteo por tierras albaceteñas dejó un pinchazo,
con desarme y arreón, oyó un aviso, dejó otro pinchazo -similar en ejecución y
consecuencias- y una entera atravesada, a lo venatorio, que requirió dos
descabellos.
En resumen, una corrida seria, dura, complicada, nada
sencilla que nos hizo permanecer muy atentos a lo que pasaba en el ruedo, y que
jamás debió celebrarse, para la despedida de un torero de los que habremos de
recordar.
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