Como algunos ganaderos actuales parecen desconocer su
existencia, y aun la niegan como concepto, adentrémonos un poco en la historia
para recordarles que el mentado trapío es palabra que se utiliza asiduamente
desde hace al menos dos siglos. Doscientos años de existencia de una palabra
que define este concepto, son más que suficientes, a mi entender, como para que
cualquier aficionado, aunque no sepa exactamente definirlo en un momento dado,
se haya imbuido del sentido del mismo y sepa exactamente a qué se refiere
cuando alguien la menciona. Palabra, además, que ha sido una y mil veces
repetida en crónicas, libros, ensayos y tratados de tauromaquia, difundiéndola
de forma exhaustiva y llegando con ello a imponerse como término de referencia.
José Carlos de Torres en su imprescindible tratado (“El
léxico español de los toros”; Madrid, CSIC, 1989) ya dice que la palabra trapío
“debió de empezar a extenderse en el siglo pasado” (refiriéndose al XIX), y que
con anterioridad al mismo solían utilizarse otras que pueden ser consideradas,
casi, como sinónimos. Así él menciona las de estampa, hechura, lámina o tipo,
por ejemplo. Es cierto que si uno lee crónicas pretéritas, o relaciones anteriores
al siglo XIX, lo más habitual es que encuentre –para definir la buena
prestancia, formas y volúmenes de un toro de lidia- términos como “buen mozo”, “de
buen tipo”, “de buena estampa”, “de buena lámina”, “bien hechos y hermosos” y
otras descripciones similares. En tal sentido, el concepto –que por tanto ya
existía, como es lógico, antes que el término- era universalmente aceptado, y
los aficionados de antaño, como la mayor parte de los de hogaño, ya sabían
diferenciar al toro de buen trapío del que carecía del mismo. Esa abundancia de
referencias iba afinando la idea, que sólo necesitaba de una palabra que la
definiera de forma más precisa, y ahí surgió el término “trapío”, vocablo que
tuvo su origen –probablemente, y como lo sugiere Torres- en el término
utilizado en la marina (es curioso lo muy unido que estuvo la marina a la
tauromaquia a fines del XVIII; dos marinos, por ejemplo, uno a favor y otro en
contra de las corridas, escriben sendas obras: Luis de Salazar y Vargas Ponce,
y es que en Cádiz –una de nuestras principales bases navales- se llegaron a dar
más festejos anuales que en el propio Madrid).
Rastreando por papeles viejos, y por crónicas del XVIII y
comienzos del XIX hemos ido apuntando la utilización del término,
principalmente en revistas y crónicas de festejos. La palabra “trapío” empieza
a utilizarse de forma habitual en la época inmediatamente precedente a la de Montes,
que ya la recoge en su tratado de tauromaquia, aunque sin duda fue empleada
desde una década antes como concepto perfectamente esclarecedor de lo que debía
considerarse como un buen mozo.
2.a.- Los
inicios: Basilio Sebastián Castellanos (?)
En la
Biblioteca Nacional de Madrid se conservan manuscritas unas interesantísimas
crónicas de los festejos madrileños que partiendo de 1827 llegan hasta 1833.
Son ligeramente anteriores a las que empezó a publicar, de forma regular, el Correo Literario y Mercantil (de la
mano, probablemente de José María Carnerero, su director) que lo hacen desde el
16 de julio de 1828 (con el resumen del festejo de dos días antes). Estas
crónicas manuscritas fueron publicadas en su momento por la Unión de
Bibliófilos Taurinos en 1997, aunque dudando de la supuesta autoría, hasta ese momento
atribuida a Basilio Sebastián Castellanos de Losada. Es en ellas donde nos
aparece de forma regular el empleo del término trapío, habitualmente referido a
las hechuras que diferenciaban un encaste de otro, más que a la conformación
anatómica de cada toro. Véase algún ejemplo:
“7 de junio de 1830… 7º...Sin
divisa y de gracia; pero según el hierro y trapío, pareció ser de Varela:
conibrocho, muy bravo y boyante, tomó 11 varas creciéndose mucho, dio dos
porrazos a Clavellino, le mató el caballo, remató el del Pelón, hirió los que
sacaron después, le pusieron cinco banderillas y le mató Monge de una baja y
otra regular recibiéndole en ambas, y de las que no hubiera muerto; pero
habiendo saltado la barrera después de recibir la segunda estocada, le
despenaron desde el tendido y cayó a la puerta interior del chiquero donde se
le remató con la puntilla”.
“14 de junio de 1830… 6º...Granátula según el cartel y la divisa, pero
según el trapío y hierro que manifestó pareció ser de D. Simón de Ribas, vecino
de Los Molinos, Provincia de Soria” fue muy malo.
“Función de toros verificada en
la Plaza extramuros de Madrid en la tarde del día 25 de Abril de 1831… Se
lidiaron 2 toros de D. Manuel de Gaviria, de Madrid, con divisa encarnada; 2 de
D. Diego Muñoz y Pereyro, de Ciudad Real con verde; 2 de D. Francisco Javier
Guendulain, de Tudela de Navarra con escarolada; y uno de gracia que según su trapío pareció ser de Portillo en Castilla
la Vieja… Espadas: Juan Jiménez, Manuel Romero y Francisco Montes sin tener
cerrada la herida que recibió en la corrida anterior”.
“Función de toros verificada en
la Plaza extramuros de Madrid la tarde del día 6 de Junio de 1831. Se lidiaron
2 toros de D. Manuel de Gaviria, vecino de Madrid con divisa encarnada; 2 de D.
Diego Muñoz y Pereyro, de Ciudad Real, con verde; 2 de D. Manuel Bañuelos
Rodríguez, de Colmenar Viejo con azul turquí; y uno de gracia, sin divisa, que según su trapío pareció ser del
Presbítero Sanz, vecino de Portillo en Castilla la Vieja… Espadas: Juan
Jiménez y Manuel Romero.”
No obstante, queda
meridianamente claro que el término ya se utilizaba de forma habitual, y que
cualquier aficionado, por neófito que fuera, sabía a qué aspecto concreto se
refería.
Manuel Castellano: Rebollo de Elías Gómez (Colmenar Viejo), 1854 |
2.b.- Abenamar
El gran
cronista –a la par que jurista- don Santos López Pelegrín, asiduo redactor de un
buen número de periódicos de la época, en sus vibrantes crónicas, llenas de
gracia, sátira, dobles sentidos y crítica política, nos dejó innumerables
ejemplos de la utilización del término en aquellos años. Ya está escrita la
Tauromaquia de Montes (en la que él, como explicábamos, no tuvo arte ni parte),
pero así como en aquella el término “trapío” sólo se utiliza una vez,
resumiendo las condiciones morfológicas que debe tener el toro de lidia, Abenamar lo repite asiduamente,
contextualizándolo y dándole verdadera vida. Como he estudiado bastante la
prensa de esta época, y también la ganadería de don Manuel Gaviria (padre e
hijo), déjenme que traiga a colación algunos ejemplos relacionados con la que
entonces era la mejor vacada del momento junto a las de Veragua y Lesaca:
22-IV-1839. El Correo Nacional,
25-4-1839. 6 de Gaviria. “(…) El primero de los seis toros del lunes último era buen mozo, y con todo
el trapío de un buen Gaviria. Preciso será que para que mis lectores vayan
entrando en la civilización tauromáquica, les explique yo el significado de
ciertas palabras técnicas. Trapío en los
toros, es lo mismo que estampa en los caballos, cuerpo en las damas, y facha en
los ministros. Observen Vds. la facha de los actuales, y luego me dirán el
trapío que tienen. Fue sin embargo receloso como todo cobarde, y miraba a los
picadores como el ministerio a las Cortes, desde lejos, con una ojeriza
horrible, y una intención de toro de
Gaviria; pero sin acercarse a ellos para echarlos a rodar, porque tenía
miedo. (…) Seis varas tomó el bicho, hiriendo dos caballos en ellas. Le
pusieron seis pares de banderillas y le mató León de un pinchazo, un mete y
saca a volapié y otro volapié bueno”.
Don Manuel de Gaviria y Alcoba, II Marqués de Gaviria y I Conde de Buena Esperanza |
17-VI-1839. El Correo Nacional, 20-6-1839. 3
de Gaviria, 2 de Veragua, 2 de Alvareda. “Era el primero de Gaviria y se llamaba Jabalí. Con sólo verle el trapío
se conocía que era jabalí de poco colmillo. Flaco, feo y flemático, tomó
cinco varas, hirió un caballo, le pusieron tres pares de banderillas y le mató
Pastor de una buena a un tiempo. (…) El
cuarto era de Gaviria con todo el trapío de tal, y se llamaba Polvorito. El
señor Polvorito fue un ciudadano de cuenta. No tenía mucha cabeza, pero sí la
necesaria para volver locos a los picadores. Tomó ocho varas, mató cinco
caballos, le pusieron dos pares de banderillas, y le mató Pastor de una buena
recibiéndole”.
26-VIII-1839. El Correo Nacional,
28-8-1839. 2 de Gaviria, 2 de Bañuelos,
2 de Gutiérrez (de Almodóvar del Campo). “Seis perros le echaron al primer
toro, que era de Gaviria, y que como los malos hijos crecen para mortificación
y vergüenza de sus padres, había crecido en la dehesa para mortificación de los
prójimos aficionados, y vergüenza de la ganadería. No me acuerdo haber visto
nunca en la plaza de Madrid, que el primer toro de una corrida muriese
aperreado. Consiste esto en que siempre
se procura que el primero sea de buen trapío para que haga función. Pero el primero del lunes último, ni tenía
buen trapío, ni hizo función. Era toro de transacción, manso y pacífico, y
naturalmente dispuesto a echar un velo sobre lo pasado, y a perdonar al
prójimo. (…)”.
11-V-1843. La Posdata, 13-5-1843.
2 de Gaviria, 2 de Veragua, 2 de Gómez. “Era el primero de Gaviria, retinto oscuro, grande como la barbaridad
de Podenco, hermoso y lucido como
programa ministerial; pero blando de
corazón como senador turronero, y cobarde
como patriota calzado. La oposición que hacía los picadores era una
oposición amistosa. Jamás en sus ataques
llegó a tocarles el pelo de la ropa, y sólo por el bien parecer, y para acallar
los silbidos del público dio dos revolcones a los caballos. (…). De Gaviria el quinto, colorado oscuro, bravucón y receloso, más que
toro parecía una vaca, por la cabeza, encornadura y trapío. Tomó diez
varas. Minuto lo saltó al trascuerno,
y Labi le quiso capear con varias
suertes sin nombre y desconocidas en la tauromaquia, quedando siempre embrocado. Las suertes de capa de este artista no son al natural, ni a la
verónica, ni a la navarra, ni de frente por detrás, ni de abanico. Son suertes
a lo Labi, y deseamos que su nueva
escuela no encuentre imitadores.”
29-V-1843. La Posdata, 31-5-1843.
2 de Gaviria, 4 de Castrillón. “Era el primero de Gaviria, retinto oscuro, grande y buen mozo, con
todo el trapío de los buenos y los hechos de los malos. Este toro, al fin, tenía buena estampa;
pero en los actuales mandarines ni aun eso podemos encontrar. Semejante a los
programas perdigoneros, todo fue
apariencias y nada más. (…)”.
Toro de Gaviria. Dibujo de Manuel Castellano (circa 1851) |
Como puede comprobarse, al margen
de la primera explicación, el término pasa a ser del acervo común de los aficionados
en apenas unos años y a utilizarse sin problemas de interpretación (¡cómo para
que ahora venga alguien a hacerse el loco!).
2.c.- Serafín Estébanez Calderón (El Solitario)
Una de las cumbres literarias del siglo XIX español, Estébanez Calderón, también se acercó a la crítica taurina, utilizando muchas veces el seudónimo de Merlín. Tanto en el Correo Nacional, como en otros periódicos coetáneos, dejó clara su chispeante prosa, crítica política y social, amplio gracejo y vastos conocimientos taurinos. Veamos como utiliza el término en aquellos años, en sendas muestras:
4-V-1841. El Correo Nacional, 6-V-1841. "(...) De Martínez Enrile (Medina Sidonia) el tercero: buen mozo, de buen trapío; fue el bicho de más cabeza que hemos visto en la temporada. Ni una junta setembrina en todo el lleno y plenitud de sus derechos soberanos hace más atrocidades, causa más destrozos y estragos, ni consuma más tropelías que el nene aquel medineño. Cada arremetida suya era para los caballos y picadores un decreto de proscripción, o como si dijéramos un manifiesto de la regencia provisional o un comunicado de Frasquito. Con menos trabajo tiraba patas arriba los caballos que éste último ha derribado a plumadas las cortes y los ministerios. Tomó ocho varas, mató seis caballos, lastimó a un picador, llevó dos pares de banderillas y Montes lo mató con suma maestría".
12-V-1841. El Correo Nacional, 14-V-1841. "El segundo de Bañuelos (Colmenar) colorado, ojinegro y de buen trapío, aunque pegajoso, tomó pocas varas. Cuatro veces contestó a las interpelaciones de los picadores y en ellas envió a mejor vida dos caballos. Uno de éstos cayó en medio de la plaza, y allí sirvió largo rato de mesa de ambigú al animalejo. Le pusieron tres pares de banderillas... y Roque, como siempre, nos fastidió una hora antes de matarlo, dejándoselo salir varias veces, no obstante que Montes acudía a recortarlo para ponérselo en suerte, hasta que por fin le dio una baja de golletazo recibiendo".
2.d.- Manuel María de
Santa Ana
2.c.- Serafín Estébanez Calderón (El Solitario)
Una de las cumbres literarias del siglo XIX español, Estébanez Calderón, también se acercó a la crítica taurina, utilizando muchas veces el seudónimo de Merlín. Tanto en el Correo Nacional, como en otros periódicos coetáneos, dejó clara su chispeante prosa, crítica política y social, amplio gracejo y vastos conocimientos taurinos. Veamos como utiliza el término en aquellos años, en sendas muestras:
4-V-1841. El Correo Nacional, 6-V-1841. "(...) De Martínez Enrile (Medina Sidonia) el tercero: buen mozo, de buen trapío; fue el bicho de más cabeza que hemos visto en la temporada. Ni una junta setembrina en todo el lleno y plenitud de sus derechos soberanos hace más atrocidades, causa más destrozos y estragos, ni consuma más tropelías que el nene aquel medineño. Cada arremetida suya era para los caballos y picadores un decreto de proscripción, o como si dijéramos un manifiesto de la regencia provisional o un comunicado de Frasquito. Con menos trabajo tiraba patas arriba los caballos que éste último ha derribado a plumadas las cortes y los ministerios. Tomó ocho varas, mató seis caballos, lastimó a un picador, llevó dos pares de banderillas y Montes lo mató con suma maestría".
12-V-1841. El Correo Nacional, 14-V-1841. "El segundo de Bañuelos (Colmenar) colorado, ojinegro y de buen trapío, aunque pegajoso, tomó pocas varas. Cuatro veces contestó a las interpelaciones de los picadores y en ellas envió a mejor vida dos caballos. Uno de éstos cayó en medio de la plaza, y allí sirvió largo rato de mesa de ambigú al animalejo. Le pusieron tres pares de banderillas... y Roque, como siempre, nos fastidió una hora antes de matarlo, dejándoselo salir varias veces, no obstante que Montes acudía a recortarlo para ponérselo en suerte, hasta que por fin le dio una baja de golletazo recibiendo".
Manuel Castellano, toro "Vidrioso" de Bañuelos (1854) |
Otro
de los grandes literatos y escritores de la época, Manuel María de Santa Ana,
que fue asimismo redactor en numerosas publicaciones periódicas de aquel momento,
nos deja también amplia muestra del uso del término trapío en sus crónicas.
Apunten, también en relación con la ganadería de los Gaviria, esta parca
muestra:
13-IX-1846. El Español,
15-9-1846. 8 de Gaviria. “Parte de la Policía Secreta
sobre la corrida del 13 de septiembre. (…) Pero como las horas de
tranquilidad no pueden ser muy largas para los que hemos consagrado nuestra
existencia al desinteresado servicio de la patria, con el octavo y último toro
empezaron de nuevo mis temores y mis precauciones. Este bicho, retinto y de buen trapío, era a mi juicio blando y cobarde,
pero se creció con el poco castigo y éste fue precisamente el origen de mis
sospechas. ¿Por qué los picadores en trece varas se dejaron matar cinco
caballos? Sin duda porque conspiraban contra el asentista. ¿Por qué Muñoz se
fue lastimado a la enfermería? Porque quería conspirar con el médico y el
boticario. ¿Por qué el toro, contra lo que era de esperar de su manifiesta
mansedumbre, mató tantos caballos? Porque trataba de excitar los sanguinarios
instintos populistas”.
2.e.-
El Enano.
La gran revista que inicia el verdadero periodismo especializado en el
mundo de la tauromaquia, fue El Enano, luego Boletín de Loterías y Toros, que comenzó
a publicarse el 3 de marzo de 1851. Fueron sus fundadores Joaquín Simán y Manuel López
Azcutia. A éstos se asoció, en 1852, José
Carmona y Jiménez. Continuador de El Clarín, a quien viene a sustituir, dará
noticia de los festejos madrileños –en un principio-, ampliándolos al resto de
la geografía peninsular –y aun de territorios ultramarinos- en apenas unos
años, entreverando, además, otros comentarios o noticias de actualidad. También
El Enano hace uso frecuente del término, hasta el punto de hacerlo habitual.
Queden estas copias de crónicas de su año inicial, como botón de muestra,
asimismo referidas a la ganadería madrileña de puro encaste jijón (heredera
directa de aquella vacada) de los Gaviria:
El Enano, núm. 1, 3-3-1851 (Colección personal) |
28-IV-1851. El Enano, 29-4-1851. 3 de Gaviria, 3 de Mariano Téllez de León. “Y salió el primer toro, de
Gaviria, retinto, buen mozo y bien
armado. Tomó seis varas, tres de Martín y otras tres de Álvarez, a quien
mató un caballo. (…). El quinto, no matar. No fue sin
embargo de este modo de pensar el toro de Gaviria que siguió al cuarto, retinto oscuro, cornicorto y de no muy buen
trapío, pero el héroe de la fiesta a no dudarlo”. En total tomó 22 varas y
mató 6 caballos, acabando receloso en tablas.
19-V-1851. El Enano, 20-5-1851. 4 de Gaviria, 2 de Francisco Miguel
Paredes, 2 Mariano de León Téllez. “Y salió también el toro quinto, colorado y un poquito corniabierto, de buen
trapío, bien armado y bravo, ostentando su cinta colorada [de Gaviria].
Púsole Azaña tres varas que le costaron dos jamelgos, y seis Chola, que también perdió uno en la
refriega. El toro se sintió al castigo y en su consecuencia, previos dos pares
y medio de rehiletes, lo mató Lavi de
una atravesada a un tiempo y de un volapié en hueso por apéndice”.
Y
por no hacer más prolija esta entrada, fíjense en la cita del primer libro
dedicado en exclusiva a tratar de la historia de la ganadería brava, el folleto
titulado “Datos para escribir la historia de las ganaderías bravas de España,
por un aficionado” (Madrid, 1876). En él, su anónimo autor nos cuenta, acerca
del ganado que acabó en manos del colmenareño don Vicente Martínez, de don
Julián –primero- y don Juan José de Fuentes, que “a fuerza de tiempo y esmero, y haciendo varios cruzamientos, logró...
formar una casta especial de ganado, cuyo trapío
no podía confundirse con ningún otro, y que participaba más del que distingue a
los toros manchegos que al de los castellanos”.
Manuel Castellano. "Balleno", Toro de Vicente Martínez, pero aun con el hierro de Juan José de Fuentes (1855) |
Ejemplos, creo, más que suficientes como para poder
afirmar sin duda alguna que el término “trapío” expresando el concepto de
buenas hechuras y porte, buen desarrollo morfológico, y tipo particular que
distingue un encaste de otro, se utiliza de forma habitual desde el primer tercio
del siglo XIX, y que anda entre nosotros desde hace la friolera de dos siglos. Si
alguien no quiere enterarse, o niega su existencia o definición, que busque y
rebusque, lea y aprenda, o reconozca que le mueven intereses espurios y mercantilistas para negar la
evidencia.
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