El
comentario de Ángel Arranz
Cuentas
El arte de torear tiene algo del juego de la
seducción. El arte de torear es cosa de dos. Es como los intercambios de
miradas experimentales con deseos de conocer. Es donde se inician gestos,
señas, mimos, caricias, intimidad, arrimón y compenetración con ritmos, pasos
y compases musicales de valses, tangos, pasodobles o boleros. Gozadas
inolvidables en la penumbra de las
tardes-noches primaverales y veraniegas que despiertan el calor propio y el
colorido ajeno.
¡Que buena pareja hacen!...dicen o piensan por lo
“bajini” los espectadores más románticos y expertos.
Sí, en la verbena de la plaza, casi siempre hay
alguien que baila solo o sola. En principio es divertido, pero acaba en
ridículo aburrimiento. Es como si a la embelesada pareja que estábamos viendo,
la separan y tienen que seguir danzando con un esqueleto cornudo de plástico,
con un bisonte de cartón…o con un maniquí andrógino y frío.
Eso fue el pésimo desfile torista del ilustre y
ya fallecido Juan Pedro Domecq ayer en Las Ventas. Parecían toros de Juan Lanas*.
Dos verónicas y dos naturales con la derecha de cartel, por parte de Morante.
Superficialidad espesa de la versión competitiva de Talavante. Apuntes de
temple y despaciosidad del mejicano Juan Pablo Sánchez. Todo en dos minutos,
de los ciento veinte que duró la plomiza sesión.
Sí, ayer tuvieron mala suerte los toreros.
Anteayer la tuvieron los toros de Alcurrucén.
Hay que analizar con sentido común el exceso de
malas suertes. Hay que encontrar soluciones, proporciones y equilibrio en esa
pareja que forman y conforman toro y torero. Con mala suerte un día sí y otro
también, a casi nadie les salen las cuentas.
Hay muchos derechazos
que más parecen hachazos
Faltan hondos y ceñidos naturales
a toros verdaderamente reales
es lo que produce caudales
O ajustamos las cuentas
o esto pronto
revienta.
* Juan Lanas: hombre apocado que
se presta con facilidad a todo cuanto se quiere hacer de él.
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