Madrid, 11 de mayo de 2012. Menos de tres cuartos de
entrada. 5 toros de Montalvo, algo desiguales de presencia aunque correctos en
general, muy mansos, inválidos y descastados. 1 toro de Yerbabuena (2º bis),
manso, flojo y soso. Uceda Leal, ovación y silencio. David Mora, silencio en
ambos. Esaú Fernández, que confirmaba, silencio en ambos.
Un paso tras otro, esta ganadería con pretensiones absurdas
de retrotraerse a la casta jijona, ha ido recorriendo ese camino natural que se
han impuesto tantas vacadas en la actualidad. Sobre el deseo de hacerse cada
vez más pretendida por los coletudos de lo más elevado del escalafón, ha buscado la mansedumbre toreable, ha ido modificando su origen ibarreño –con más
o menos intervenciones de AP- por el encaste dominante –seguidismo juanpedrista-
y ha acabado como acabarán tantas otras, en la invalidez y el descaste. Ni
siquiera podríamos hablar de bueyes, puesto que éstos, al menos, servirían para
tirar de una carreta, arrastrar troncos o piedras en concursos vascos, o
alimentar carnívoros insaciables. Esta última posibilidad, con el consiguiente paso
por el matadero municipal, sería acaso la más adecuada y realista para el
conjunto cárnico de ayer en Las Ventas, y quién sabe si la más realista para el
resto de la piara.
Lo comentábamos en una de las entradas a este blog, cuando
hablamos de la casta; los estudios científicos son concluyentes: la
toreabilidad como conjunto de caracteres se halla directamente ligada a
condiciones tales que de aquello a la mansedumbre no hay sino un mínimo paso, y
se encuentra inversamente ligada al carácter de la fuerza. Así que, cuanto más
toreable es un toro –o un conjunto de ellos-, menos fuerzas tiene y más
cercano está al descaste –al fin de cuentas son cualidades casi completamente
antagónicas- y a la mansedumbre más absoluta. Habiendo transitado ya, y desde
hace años, ese camino, los de Montalvo de ayer nos enseñaron con claridad lo
que es la antítesis del toro de lidia: nada de bravura, ausencia completa de casta, y fuerzas como las de un caracol –sin siquiera su baboseante candidez en los
engaños-.
Casualidad o premonición. Fíjense, en el Programa de ayer, en la imagen que acompañaba al historial ganadero |
La invalidez mostrada, incluso, creo que determinaría un análisis
más detallado, porque ¡cualquiera consume la carne de tan putrefactos ejemplares!
¿Comerían ustedes las fofas y bambolenates carnes del primer zambombo? ¿Y las del
segundo, el que fue, por obra y gracia presidencial a chiqueros? Yo no, si soy
consciente de ello.
La actitud de don Julio en el primero fue insufrible; el
toro inválido no es apto, ni útil, para la lidia, y por ende debe recorrer el
camino inverso al de salida. Ese primer toro perdió los cuartos traseros ¡al
segundo capotazo de Esaú tras el recibo a porta gayola! Se cayó otra vez en los
mismos capotazos y durante la suerte de varas lo hizo hasta en tres ocasiones
más. Otras tres le apuntamos en la faena enfermeril de muleta. Ocho. Con ello,
¿a quién defiende el palco?, ¿al torero?, ¿a los aficionados?, ¿a la fiesta en
sí misma? La ignominia cubrió con su ceniciento velo el lugar desde el que se
deben proteger los derechos del espectador pagano y la integridad –ojo, legalmente
exigida desde 1991- del espectáculo más nacional.
Si ayer Ángel Arranz se quejaba del “sainetero” apodo de los
bichos lidiados, hoy es lo único que podríamos aducir en defensa de la piara de
bueyes –o lo que fueran- lidiados: Malauvo, Camarón, Mosquetero, Dinamitero o
Correlindes, parece que nos llevan a un pasado que en algún momento pudo ser
notable –nunca, por desgracia, glorioso-. Por lo demás, el conjunto fue manso,
inválido y descastado, como hemos defendido, sin atisbos de parecido alguno –más
que morfológico en algún caso- con lo que es la raza de lidia, caracterizada,
precisamente y también por Real Decreto, por esa acometividad, ni intuida
siquiera en los de ayer.
Uceda Leal no cortó ayer su trofeo habitual en Las Ventas.
Su primero fue el sobrero de Yerbabuena, Equivocado de nombre –con eso ya iba
por el mal camino-un bicho que, para no desdibujar el panorama titular, salió
también manso, flojo y descastado. Nunca se colocó en el lugar de verdad, y
siempre desde fuera, pasándolo en paralelo, con mimo sí, pero sin la
profundidad o continuidad de otras tardes, apenas le
vimos algo en la quinta tanda a izquierdas, cuando al fin se colocó mejor y
llevó más en redondo al buey. Eso sí, nos regaló la ortodoxia de la estocada al
volapié, perfecta de colocación y de ejecución, ¡qué bien marcó los tiempos,
echó la muleta al hocico del animal, montó el brazo sobre el pecho y ejecutó
con limpieza la suerte! Estocada de esas que antaño eran premiadas con oreja,
desde luego. En el cuarto, un inválido de solemnidad, nada hizo y probablemente
poco pudo hacer; si al menos le hubiéramos visto en su sitio, o llevando más
mandadas las escasísismas arrancadas de la res, le salvaríamos de la quema,
pero no, volvió por idénticos derroteros que en su primero. Con la tizona
apenas un pinchazo hondo nos dejó igualmente insatisfechos, vista su primera
ejecución.
David Mora anda perdido en esta temporada que debería ser la
de su consagración. No termina de rematar ni un solo lance –ni con capote ni
con muleta-, y tampoco pisa los terrenos éticos de la pasada campaña. Apenas le
vimos el esbozo de una verónica y una media –ésta sí- buena en su toro inicial,
el tercero. El animal llegó flojo, y sin ganas de embestir a la franela, y David,
siempre descolocado, como por Valladolid –ya me entienden-, cogía la triste
embestida de aquello con el pico, para despedirlo como camino de Palencia. El
antitético cuadrúpedo se quedó corto y protestó desde la segunda tanda, tras la de tanteo en la que también
tuvo lo suyo, cabeceando y tirando la tarascada defensiva antes de echarse -¡qué
horror!- en la cuarta. Un pinchazo caído, otro más arriba y un bajonazo dieron
fin al padecer de todos. Poco más le vimos al madrileño en el quinto, un toro
que se rajó sin paliativos en cuanto pudo, y que salió contrario y a su aire
desde el primer capotazo. Sin rematar un muletazo, dejándose el lance en la cadera o codillenado, tirando líneas y cediendo
terreno –con el dichoso paso atrás- para que el toro fuera cómodo, dándole
mucho aire y descanso, Mora no le aprovechó las dos únicas tandas que tuvo, y cuando le pidió algo más en la siguiente allí se acabó todo. Terminó
citándolo en corto, situado en la oreja de la res, y ni con esas fue capaz de
sacarle algo en claro ante las negativas del de Guisando. Un bajonazo
chalequero puso punto y final a una actuación lamentable.
Uceda en la estocada a su primero: la perfección del volapié. Foto: las-ventas.com |
Peor estuvo el toricantano Esaú Fernández. Hay que estudiar
geografía para saber por dónde anduvo colocado el sevillano en la tarde de ayer;
desde luego no fue por Camas, ni por el Aljarafe, sino mucho más allá. Como la
grafía de las ciudades chinas ha variado tanto desde que uno estudio geografía
con diez u once añitos, no sé decirles con exactitud desde dónde citaba el
nuevo doctor en tauromaquia. Al gran inválido inicial no le hizo nada, ni
probablemente nada se le pudo hacer; optó por un encimismo inútil entre porfías a
trancas y barrancas. Media desprendida y un silencio cuasi sepulcral. Al que
cerró plaza, que recibió como al primero a porta gayola -¿por qué?- a pesar de
no picarlo –como al quinto, por cierto-, nada tampoco le sacó en claro. Pocas
veces –aunque sí algunas- he visto a nadie más descolocado y abusando tanto del
pico de la muleta en la serie y media que duró el devenir del toro. Acortó
distancias, recurso de mal pagador, ahogó lo poco que el buey pudo tener y
terminó detrás de la oreja del bicho, lugar de mucha exposición –para coger una
otitis-. Tres cuartos de estocada por el chaleco o en el número del costillar vinieron a ratificar el buen
momento en que se halla “el arte y la cultura” de la empresa madrileña. Dios
nos asista.
Muy oportunamente traída la foto del chuletón. Pero ni siquiera eso se merecieron comer los alternantes. Uceda ya nunca llegará, nos cansamos de esperarle en vano ha mucho tiempo- Mora ha escogido el camino de la mentira torera en lugar de la verdad comprometida que tanto nos hizo ilusionarnos la temporada pasada. Esaú confirmó lo previsible, sus capacidades, conceptos del toreo y terrenos de lidia, serán cualquier cosa, pero al otro extremo del toreo trancendente-
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