Madrid, 11 de mayo de
2014. Unos
dos tercios de entrada. 6 toros de José
Escolar, bien presentados, mansos (salvo el primero), de juego desigual,
sosos y poco encastados, excepto el primero. Fernando Robleño, palmas y pitos (aviso) y silencio (aviso). Pérez Mota, silencio y silencio. Miguel Ángel Delgado, silencio y silencio.
Con lo mentado en el título acabamos con la parte
positiva del festejo. Lo demás fue como para olvidar, desesperarse o indignarse
muy seriamente. Hubo un toro, el primero, de trapío suficiente y mal pitado de
salida por algunos, cumplidor en varas, flojito, pero interesante en la muleta,
de lo poquito que mostró la casta que uno confía admirar en el encaste
albaserrada (he leído los comentarios de la Unión de Abonados de Sevilla sobre
los victorinos de ayer en la Feria de abril y parece que otro tanto le ocurrió
a la corrida hispalense). Vimos dos puyazos sabiendo manejar el caballo,
clavando en el morrillo, dosificando perfectamente el castigo, sin tapar la
salida del animal, reivindicando la autenticidad de una suerte que desprecian
los taurinos y tanto imbécil indocto; bien por Pedro Iturralde. Y hubo tres
pares de banderillas: dos de ellos, entre una inutilidad general, por Ángel Otero, ganando el terreno preciso, cuadrando
en la cara, a la par que se sacaba el par de abajo y clavaba con fuerza, belleza,
poder y veracidad, la suerte francamente bien realizada; otro más, sin tanto
valor, pero interesante, por José María Tejero en el último.
Y lo demás, entre el cárdeno claro y el cárdeno oscuro
de las capas de los toros de Escolar. Los matadores francamente mal, sin saber
hacer, sin recursos, sin gracia ni sal, o dejándose escapar a más de un toro
que no ofrecía complicaciones. Los toros entre la sosería y las embestidas
cortas y con la cara alta, una verdadera lástima en vacada tan habitualmente reconfortante.
Los peones y picadores, con alguna salvedad notable como las mentadas, para
volver a la escuela (algo así habría que hacer, como en los que pierden todos
los puntos en el carnet de conducir; reciclaje obligatorio). La entrada, en la
tónica de estos días, unos dos tercios o poco menos en domingo y con corrida de
Escolar es un fracaso para la empresa. Pero… aquí no pasa nada.
El primero fue el único toro interesante de la tarde, Cariñoso III, un toro de 470 kilos al
que alguno pitó sólo por fijarse en la tablilla, y que sin exageraciones cumplía
con el trapío para Madrid. Dos pitones bastante tocados, ajustado de carnes,
que cumplió en las dos varas (a más en la primera y suficiente en la segunda) y
que luego fue boyante (el toro que admite todas las suertes), noble, embestidor
aunque, aburrido, se vino algo a menos al final. Mal el bueno de Robleño, un
espada digno de todo encomio porque brega, lucha y se expone en todas estas
corridas a las que los demás hacen ascos. ¡Pero mal ayer, qué le vamos a hacer!
Unos lances ramplones ante un toro que repetía codicioso en el percal, unos
buenos pases por la derecha en la toma de contacto con la franela, un pase de pecho
y una buena trinchera. Se acabó. El toro iba y venía, repetía sin complicaciones
y su toreo no tuvo ni continuidad en general, ni la altura necesaria para las
calidades del toro, anduvo –como se ha dicho siempre- por debajo del toro. Y
con la espada… un desastre peor que Trafalgar: media por el chaleco con
desarme, una entera caída, un aviso, cierran los peones al bicho en tablas,
allí intenta descabellarlo Fernando, y
el animal en un arranque de casta vuelve a los medios a plantear batalla,
aguantando la muerte hasta que acierta Robleño en el segundo descabello.
Algunos amigos o indocumentados batieron palmas, pero otros tantos justificados
pitos dejaron al espada en el callejón. El cuarto tuvo otro cariz; toro algo complicado,
reservón en el tramo final por achicar espacios, no supo o pudo Robleño
aprovechar la buena impresión que dejó su cuadrilla: fantástico Iturralde en el
caballo y fenomenal Otero con las banderillas. Comenzó el toro metiendo
riñones, yendo con todo en la muleta, pero necesitaba unos dos o tres metros de
distancia que Fernando nos robó, a él y a nosotros. Aunque se colocó la mayor
parte de la faena, los lances iban para fuera, para evitar que se le quedase
debajo, y ello le obligaba a recolocarse a cada lance. No era toro para
derechazo y natural, y menos en las cercanías, el toro pudo mostrar una muy
otra cara si no se le hubiesen estrechado tanto los terrenos, y fue
complicándose a la par que aprendía latín y tornándose reservón mientras
iniciaba el aprendizaje de sánscrito. Acabo el madrileño tragando –la virtud
del valor, recuerden, se le supone a los coletudos… aunque con matices- entre
medios pases. ¡Ay si se le hubieran dado dos o tres metros de distancia…! Mal
de nuevo con la tizona: un pinchazo, otro desprendido, otro caído –¡lo que hace
la fuerza de la gravedad!- y el toro se echó cansado de tanto suplicio mientras
sonaba el aviso presidencial.
El primero, un toro justo de trapío pero en el tipo de la casa (Foto: las-ventas.com) |
Robleño en el que abría plaza (Foto: las-ventas.com) |
Pero lo peor estaba por venir, no teman.
A Cocinero,
el segundo, un toro guapo, le tocó en mala suerte Pérez Mota. Ya le pesaron al
espada los lances iniciales en los que el bicho repetía sin más, sin apretar
como el primero, dando dos verónicas al paso por la derecha. Mal puesto en
suerte para el caballo –muy mal-, tampoco el toro respetó el honor de la
divisa, llegando a hacer el puente en dos o tres ocasiones en el segundo encuentro.
Nada hizo el matador en la serie de tanteo, y en los medios, sin embarcar por
delante, fuerita y sin limpieza, fueron sucediéndose unas cinco tandas en las
que vimos más carencias que virtudes; el torero doblado en los cites cual
alcayata, siempre en cortito no fuera a ser que el bicho se arrancara en la distancia,
series con poca ligazón y con menos gracia o mando todavía. Una entera
rinconera, aplaudida como siempre que entra el estoque completo, aunque sea por
la tripa, por los de siempre, y silencio sepulcral que es lo que se lleva este
ciclo isidril. Poco, ¿verdad? Pues menos en el quinto, otro toro que acabó
ahogado por su espada, que manseó y embistió tontamente, soso, sin alardes de
casta. Repitió el toro en los lances con la capa, volvió a ser muy mal colocado
en varas (que asco de lidia, que poco respeto a la afición de Madrid), mal pareado
sin paliativos (esperen que aún queda lo mejor), y un juego justito pero
aceptable en los comienzos de la muleta. Pérez Mota comenzó abusando en el
trasteo del pico –quizá abrumando- y con algún movimiento, descubriéndose un
tanto. Siguió doblándose cual escarpia carpintera en los cites –para alejarse del
toro- y llevándolo por allá, cuando el bicho le pedía espacio a mugidos obvios.
Al menos el bicho mandó en lo suyo y se llevó al espada a las tablas en cuanto
pudo (tercera serie) y ante la inutilidad de todo aquello el público suplicó
indulgencia, y el matador se la concedió con sendos pinchazos, uno más como
para descabellar por lo delantero, todos ellos sin pasar, y un descabello ahora
sí con la de cruceta... muy aplaudido por la cla. Silencio de campo santo.
Lo peor, como les decimos estaba por llegar… de la
mano de Miguel Ángel Delgado. No sé cómo tiene la osadía de presentarse en Las
Ventas con tal bagaje, cómo sus apoderados –si los tiene- se lo permiten, cómo la
indecente empresa le contrata para la primera feria del mundo. Puede, sin duda
lo será, que sea un chico fenomenal, simpático y de grandes valores humanos…,
no lo sé, pero como torero ayer dio una impresión, no lamentable, sino lo siguiente,
penosa, estando a merced de sus dos toros. Si alguno de ellos hubiese sacado malas
intenciones, hoy tendríamos que hacer la crónica con el diestro recuperándose
en el hospital. Lances inútiles de capa al tercero, una lidia sencillamente
incapaz, sin saber dejarlo en suerte, faltando al respeto de la plaza al no
querer ponerlo en suerte por tercera vez después de un marronazo sin castigo de
su inútil picador, bastante mal los rehileteros, y un muleteo sucio, con
algunos pasos atrás, de toreo pueblerino -ayer lo catalogaba toreo de fanegas
mi buen amigo José Ramón Márquez-, y a tundirlo a trapazos hasta la
extenuación. A merced del toro más de la mitad de la faena no ocurrió nada porque
San Pedro Regalado anduvo al quite. Una estocada trasera y desprendida –entra fácil
por su altura, no por su técnica- y silencio de tanatorio. Peor anduvo con el
sexto, que además de mansedumbre (a pesar del aparatoso derribo en primera
instancia, por marrar el incapaz varilarguero) sacó complicaciones. Desbordado
ya con el capote, mal lidiado, el desastre fue evidente desde los primeros
muletazos. Totalmente a merced de la res, descubierto casi siempre, abusando del
pico, intentando acortar espacios para que el bicho pesase menos, destemplado,
la sucesión de trapazos no terminó en la enfermería porque Dios no quiso. Menos
mal que acertó a dejarle una estocada desprendida, cuando la gente ya llevaba
clamando porque lo matase tres tandas, porque se mascaba una tragedia inevitable.
Silencio, no respetuoso, sino misericordioso.
Pérez Mota en lo único destacable de su tarde una verónica a derechas... (Foto: las-ventas.com) |
Delgado pasando fatigas por descubrirse en el último (Foto: las-ventas.com) |
En suma, otra mala corrida para olvidar, con un toro,
dos puyazos y tres pares de banderillas que brillaron sobre el cárdeno oscuro
general.
1º.- Carioso III, 470 kilos, cárdeno,
tocado, justo de trapío pero suficiente, cumplió en varas, boyante en la lidia
y sólo algo a menos, ahogado, al final del último tercio.
2º. Cocinero, 515 kilos, cárdeno, tocado
de armas, manso pero embestidor, soso y noble.
3º.- Dinámico III, 527 kilos, cárdeno
también, delantero, más ibarreño que asaltillado, manso, soso pero embestidor.
4º.- Mantecoso, 524 kilos, cárdeno
listón, tocado de cuerna, manso, complicado, reservón al final. Pudo ser mejor…
pero lo ahogaron y aprendió latín.
5º.- Meloso II, 540 kilos, cárdeno
oscuro, manso, embestidor pero algo ahogado también y a menos.
6º.-Manchero I, cárdeno oscuro, 570
kilos, tocadito de defensas, manso, complicado y aprendiendo lengua sánscrita a
lo largo de su corta vida.
Totalmente de acuerdo Don Rafael. Un sinsentido absoluto. ¿Qué pintaban en este cartel Perez Mota y Delgado? Para el análisis queda el progresivo y preocupante descastamiento de la ganadería de Escolar. Cada año a menos y a peor. También decir que hacía unos años que no iba a Las Ventas y me sorprendió el desconocimiento general del tendido ante lo que acontecía (y eso que estaba teóricamente en un tendido de aficionados y profesionales).
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