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miércoles, 28 de mayo de 2014

La eterna orejita de Uceda

Madrid, 27 de mayo de 2014. Unos dos tercios de plaza. 6 toros de Fuente Ymbro, correctamente presentados, mansos en varas en general, y de juego desigual, sobresaliendo primero y tercero. José Ignacio Uceda Leal, oreja y silencio. Curro Díaz, silencio y silencio. Matías Tejela, división al saludar (aviso) y silencio.

La corrida fue la enésima en que Uceda Leal, el buen torero madrileño, apunta, dispara, pero no remata la pieza. Otra vez, y con ésta va la enésima, se le escapa un sonado triunfo en la plaza de Las Ventas, cosechando tan sólo una solitaria oreja, con petición minoritaria (de un treinta por ciento, a lo más, en algún tendido) cuando enfrente había material más que suficiente.
Esa solitaria oreja cobrada, sin embargo, a todos nos supo a poco en una faena que fue a menos, y en la que debió ser más rotundo en los finales, y olvidarse de esa estupidez del pasito atrás -o escondida de pierna- que hizo tambalearse el tramo final de la misma. Si, además, no alarga en exceso el metraje -ocho series, ¡ocho!- y cambia la madera (o el aluminio, tanto da) por el acero dos tandas antes, el ánimo del público hubiese sido muy otro. La estocada, a Dios gracias, levantó algo –bastante- el entusiasmo del respetable; pero si llega a fallar al primer intento, no le sacan ni a saludar, me temo. Estamos ante uno de los estoqueadores más eficaces, ortodoxos y seguros del escalafón, y eso sigue siendo un cierto seguro de vida, que le salvará buena parte de la temporada, sin duda.

El tercero, un buen toro de Fuente Ymbro para el muleteo (Foto: las-ventas.com)
Como sabrán, la corrida de José Luis Pereda –o de La Dehesilla, su segundo hierro- no pasó el reconocimiento, y al parecer apenas uno fue aprobado. No basta que lidie sobreros de ese tercer e inclusero hierro de La Rosaleda, sino que presente toros, no para Huelva, de donde es empresa, sino para Madrid. En su lugar se trajo una corrida de Fuente Ymbro, cuyo ganadero, hace unos días y en público, antes de entrar a la plaza, me decía que no venía a Madrid con corrida porque él sabía muy bien lo que tenía en su casa y que por eso acudía con la novillada. Aquella fue un auténtico desastre y, sin embargo, esto que no quería traer, al parecer, por no sé qué ignoradas razones, ha funcionado de sobra, aunque no haya sido un auténtico corridón. Dos toros buenos para la muleta, un par que casi cumplen en varas, y dos más con mayores posibilidades de las que sus respectivos espadas nos han mostrado, aunque no alcanzasen las virtudes muleteras de primero o tercero. Corrida entretenida desde ese punto de vista, porque el comportamiento ha sido variado, desde ese cuarto, bronquito, violento y complicado, a los dos que sus espadas no han querido o sabido lucir -quinto y sexto-; sólo ha habido un lunar de franco descaste, el segundo, un bicho incómodo, cabeceante y francamente a menos.
Y qué buenos pares de banderillas hemos podido contemplar, sobresaliendo, como en otra dimensión, los dos de Ángel Otero al sexto, pero brillando, asimismo, uno de Montoliú, otro de Antoñares al cuarto, y los dos de Jesús Romero al tercero. ¡Así se parea, señores, yendo con torería al toro, sacando los brazos de abajo en el embroque, cuadrando en la cara y clavando por arriba, sin que se vayan atrás como se estila para no molestar al matador! Fantástico.
Sin embargo qué poco y qué mal se ha picado en general. Fatal la puesta en suerte de la mayor parte de los toros, en ambas ocasiones, y luego tapando la salida, clavando trasera la puya, sin picar o ensañándose con el pobrecito animal, sin saber medir bien el castigo o hacer bien la suerte. Esto va camino –y rápido- de la desaparición si el público no reconsidera su actitud y los profesionales no se lo toman en serio.

La fenomenal estocada de Uceda al que abría plaza (Foto: las-ventas.com)
El primer y buen animal se llamaba Gritador y cayó en manos de Uceda, al que le vimos dos buenas verónicas de saludo, genuflexas, sin la debida continuidad; una lástima porque prometían… Se puso de pie y ya no hubo más calidad, sustituida por la cantidad. Flojito, se cayó tres veces en este primer tercio, dos volteretas completas, pero con ello y todo a cuestas llegó boyante a la muleta. El toro tenía viaje, largo de entrada y de remate, precisamente lo que necesita el toreo de José Ignacio. Y lo cogió largo, y lo llevó largo también, pese a alguna escondida de pierna en las primeras tandas, que rápidamente conectaron con el personal. Los de pecho eran profundos y mandones, largos de recorrido, y el empaque… el que acostumbra el madrileño. El bicho hizo ademán de rajarse cuando se sintió podido, al final de la cuarta tanda, y Uceda cambió a la zurda. Tiró bien en dos naturales de la casa, pero le faltó continuidad, demasiado doblado y retorcido en los cites; no mejoró en la próxima, una serie desigual, pero aun con la gente caliente, empeoró más en la siguiente, llevándolo hacia fuera, y al retomar la diestra le dio una espantosa serie por la periferia, nada coreada. Todo medio se había venido abajo, una faena clásica de más a menos. Tras unos adornos sin demasiada enjundia, puso fin a su primera actuación con una sensacional estocada en los rubios, y la petición fue animándose a medida que las mulas enlentecían y retrasaban su avance, hasta que don Trinidad, al fin, concedió una oreja de poco peso y escasa petición. Madrid es como Villamelonares del Trabuco… no se preocupen. Y de lo que podía ser a lo que fue. Devolvió el trofeo en el cuarto, un bicho mal encarado, cabeceante, incómodo, donde se necesitaba más lidia que virtuosismo, más oficio que preciosidades. Nada hizo, pero lo peor es que nada parecía que pudiera hacer, porque era toro que no se toreaba sólo, como el primero, sino que requería mando y sometimiento, valor y entrega. El animal apretaba y se defendía y Uceda no supo como meterle mano, ni aun siquiera templarlo como requería su oponente. No perdió los papeles… porque son años de oficio… pero nada le vimos de interés, ni siquiera la estocada, caída, que requirió sendos descabellos.

Curro Díaz en el segundo (Foto: las-ventas.com)
A Curro Díaz le vino grande la corrida de Fuente Ymbro, o a contraestilo, como acuñó el gran Rafael el Gallo. En su primero anduvo quitando el trapo para evitar repeticiones incómodas, siempre algo fuera, embarcando con el pico para despedir el animal hacia el más allá. Acabaron ambos muy a menos antes de que el de Linares lo despachara de una entera caída. Mucho mejor parecía el quinto, un toro que embestía con nobleza sosa, a pesar de que entraba a veces con alguna brusquedad; pero desde luego no se comía a nadie. Creo que Curro lo vio, y por eso brindo al público, pero luego no pudo hacer lo que había pensado… Le costó dos tandas meterlo en el trapo, pero una vez conseguido, se lo trajo desde fuera para metérselo a medio pase hacia dentro… sin mucha alegría. La gente no respondió y Curro terminó por ahogarlo -donde se sentía más cómodo-, antes de que un pitonazo en el muslo izquierdo le animase a dejarle un metisaca bajo y delantero y un soberano bajonazo, a modo de venganza tártara.

La gallarda salida de Ángel Otero tras el tercer fantástico par al sexto; puede que sea el de la feria... (Foto: las-ventas.com)
A Tejela se le fue crudito el tercero, uno de los buenos toros del festejo, un astado noble y boyante al que toreó sin gusto, sin estrechuras y sin limpieza… pero muy moderno, ya me entienden. Al final se lo cantaron, el público aplaudidor se dio cuenta manifiesta, y se acabó lo que se daba. Como se pasó también de faena, le costó cuadrarlo, antes de dejarle un pinchazo hondo, caído además y entrando sin decisión, sonó un aviso y le dio tres descabellos. Cuando salió a saludar sonaron también nutridos pitos. Al sexto se lo cargó él mismito en las dos primeras tandas muleteras. El bicho prometía, y a fe de que en otras manos hubiese lucido de otra forma, pero… Entre tirones, sacudidas bruscas de la muleta, y no irlo encelando y sobando con suavidad para meterlo en el trapo, terminó por embrutecerlo y que se lo pensara más de una vez. Y encima terminó por ahogarlo, calamidad de las calamidades… Un pinchazo hondo y perpendicular, y otros tres descabellos lo dejaron a disposición de las mulas.
Como pueden ver, una corrida con más toros que toreros, y que sin ser un corridón, nos dejó cosas interesantes y, sobre todo, emocionantes pares de banderillas.

Los que el ganadero no quería traer a Madrid:
1º.- Gritador, 525 kilos, negro, tocado de armas, manso, boyante y embestidor.
2º.- Sacacuartos, 538 kilos, negro listón bragado, delantero de cabeza, manso en varas, con calamocheo incómodo y a menos.
3º.- Informador, 551 kilos, negro chorreado y listón, de cornamenta delantera y algo regordío, manso pero embestidor, noble y boyante.
4º.- Codicioso, 510 kilos, castaño chorreado y ojo de perdiz, tocado de cuerna, manso, brusco y complicado.
5º.- Comisario, 521 kilos, castaño, tocado de defensas, manso, embiste pero algo soso a veces y brusco otras.
6º.- Ibicenco, 514 kilos, castaño, delantero de cuerna, cumple en varas, aunque luego manso, complicándose, corto y a menos por el trato sufrido. 

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