Madrid, 16 de mayo de
2014. Casi lleno. 4 toros de Jandilla y 2 de Vegahermosa
(4º y 6º), desigualmente presentados, mansos, inválidos y sosos los tres primeros,
mansos en varas pero con movilidad en la muleta los tres últimos que fueron cinqueños.
El Fandi, silencio y silencio. Iván Fandiño, silencio y ovación (aviso). Joselito
Adame, ovación (aviso) y silencio (aviso).
El tradicional minuto de silencio en el aniversario de
la muerte del gran José Gómez Ortega Joselito, abrió el enésimo tedioso festejo isidril,
que para esto no hay aniversario que valga.
La tauromaquia, el arte taurino ha sido sustituido desde aquella gracia dominadora
de la que hizo gala el gran José, a la rutina y vulgaridad de enjaretarle mil muletazos
penosos, sin mayor arte, ni salero, ni inspiración, del toreo -o destoreo- de
hoy en día. ¡Enhorabuena! Ni capacidad lidiadora, ni inspiración creativa, pero
mucho trabajo a destajo, insistente, plúmbeo, repetitivo, de cadena de montaje,
técnico –y eso sólo en ocasiones- pero no iluminado, gris y mecánico.
De ahí que esa sucesión de pases sin causa
justificante, de trapazos eléctricos, mecánicos, forzados, nos sea en tan buena
medida repulsiva. No sólo carecen de objeto, sino que por su falta de sentido y
de inspirada gracia, nos resultan abrumadoramente tediosos, cuando no
deleznables por su falta de mando, dominio, limpieza o mínima estética.
No les cuento de la nulidad creativa del atleta en
banderillas, siempre pareando a cabeza pasada, sin sacarse el par de debajo,
sin saber cómo andarles –más que a cien por hora- a los toros, prodigio de
incapacidad estética muletera y brusco y forzado con el capote. Pero es que el
admirado Fandiño ayer pecó de insistente ante la nulidad del inválido e incapaz
segundo, –lo que está muy bien para tomar el pelo a los ignorantes de
Villadescebreros del Melonar, pero que no cabe ni planteárselo en Madrid y Las
Ventas, so pena de que te piten como ayer- y anduvo muy por bajo de las
generosas cualidades del quinto –el mejor toro del encierro- ante el que sólo
fue capaz de instrumentar dos derechazos… ¡en la séptima tanda!, con algo de
gusto, mando y dominio de la situación, para abandonar la faena ipso facto –latae
sententiae- y coger la tizona. Dos pases después de cien mil muletazos sin galanura,
ni elegancia, ni arte, ni potestad sobre las arrancadas del Jandilla. Y para qué
más; Adame anduvo de vulgar electricista en su primero, descuidando la limpieza
de la obra, entre tirones y toques violentos, y aun peor en el más generoso
sexto (de Vegahermosa), al que no supo templar las embestidas, ni coger la
velocidad, ni llevar en redondo, ni
siquiera mantener la muleta entre las manos…
Un desastre,
fruto maduro de una tauromaquia irracional promovida por buena parte de
la prensa acomodaticia y un público indocto, que prefiere mil trapazos antes que
la virtud brillante y enriquecedora del arte del riesgo, el dominio y la inteligencia
con estética; donde se valora más el tirar
la muleta para matar que el realizar la suerte con capacidad, la cogida,
revolcón o susto que la suficiencia lidiadora, el lance a pasa-torito (como las
manoletinas o bernardinas, estatuarios o pases del Celeste Imperio con la muleta,
o chicuelinas con la capa) que el pase mandón de cabeza a rabo, embarcando,
templando, cargando la suerte y rematando a la espalda. Perversión de valores
en la que al stahanovismo muletero le llaman “justificarse” y a donde perder
terreno con el capote le nombran “capacidad lidiadora”…
El Fandi en una larga afarolada al cuarto... hacia donde salga (Foto: las-ventas.com) |
Los tres primeros jandillas, cuatreños, fieles al espíritu
de la aborregada vacada, sacaron muy escasas o ninguna fuerza, menos casta y una
mansedumbre proverbial, típica de la búsqueda de la toreabilidad soñada… Pero, como
le sucede al segundo hierro de Juan Pedro Domecq Morenés (el de Parladé), los
dos de Vegahermosa, y el cinqueño original,
al menos mejoraron el panorama en el último tercio, mostrando que los experimentos
de la familia Domecq tienen más validez
que su impertérrito afán
de criar sólo toros para los coletudos
más encumbrados, mulos que no molesten y embistan como zombies en la muleta…
aunque se rajen y busquen el abrigo de chiqueros. El cuarto (y primero de
Vegahermosa) resultó interesante por el pitón derecho sin desdeñar la
suficiencia –también- del zurdo, aunque sin las cualidades del primero; el
quinto, de Jandilla, fue un colorado noble y boyante por ambos, repetidor
incansable frente a la franela de Iván, más pendiente en la sucesión de pases
que en la ausente creación, y el sexto,
aunque puntease algo, un toro con capacidad,
que aunque repusiese en ocasiones tenía mucho y bueno que torear.
Abría cartel el gimnástico (vaya estiramientos más bonitos
nos regaló en el ruedo) Fandila, incapaz de dar ni un capotazo ganando terreno,
ni un muletazo digno de mención en su primer antagonista, sin llevarlo toreado jamás
(por eso se llevó un susto, a medio viaje, en un trapazo) desde fuera siempre y periférico. La
gente se cansó en la cuarta tanda de que insistiera ante el soso y flojo animal
y comenzó a pitarle para que lo matara. Así lo ejecutó el granadino de una
entera caída y dos descabellos antes de que el mundo se olvidara de él, al instante.
En el posibilista cuarto, del segundo hierro de la casa, un toro de cuerna
abundante pero culipollo, manso pero embestidor, más ración de –exactamente- lo
mismo. Y eso que brindó al respetable después de banderillas (y en éstas, y más
veces si le hubieran dejado, por ver si con eso elevaba los contritos ánimos de
los espectadores)… Desde fuera y “trapaceiro”, siete series de vulgaridad
insufrible y dos muletazos, sin duda por equivocación, en los que encauzó al
bicho por bajo y con poderío. No se los tuvieron en cuenta porque a la quinta tanda
la gente ya bostezaba… Una estocada por arriba y una muerte con casta nos hicieron
despertar de tan largo letargo.
Fandiño ayer devolvería el triunfo (¿el triunfo?) precedente.
Ante su primer inválido, de menos que justo trapío, lo intentaría con labor
enfermeril, vacua, nula, incapaz de mantener al bicho sobre sus patas, entre
sosas y rebrincadillas entradas mínimas. Sólo se cayó cinco veces en los cinco
intentos de serie practicados, siempre en paralelo (para no forzar la columna
del incapaz) y desde fuera para no molestar su viaje (se había caído otras cuatro
más en varas, sin que don Julio Martínez se enterara al parecer). Protestas ante
la insistencia de tomar el pelo a los de Villadescebreros, y ejecución del
inválido de un pinchazo hondo… ¡Qué barbaridad! Pero lo peor fue que se le
escapó un buen toro en la muleta, el que saltó en quinto lugar, ese colorado con
accidentes que regaló embestidas a troche y moche en el último tercio. Aunque
comenzó con algún calamocheo, el bicho enseguida se centró en su labor de meter
la cabeza y repetir sin problemas, mejor por el pitón izquierdo que el derecho
a mi parecer, pero sin que Fandiño le supiera coger ni el aire, ni mandarlo con
la profundidad requerida. Aunque no le gritaron eso de “¡se va sin torear!”,
todo el mundo lo tenía presente en el ánimo y la cabeza. Sólo dos muletazos en
la séptima tanda nos congraciaron con la ingente y laboriosa obra de albañilería
realizada, ¡en la sétima tanda, oiga! Unas manoletinas, obligado lance –que no
pase- para levantar los decaídos ánimos del estupefacto público y, sin solución
de continuidad, un pinchazo y una estocada un poco contraria, tirándose bien,
que de no haber esperado tantísimo tiempo para que doblara, sin intentar
descabellar, hubiese animado más a la gente en la petición orejofílica. Sonó un
aviso en larguísimo duelo premortem, y aquello quedó en ovación. Faltaron los
sentenciosos gritos de “¡vaya toro!” en el arrastre… Y es que al vasco afincado
en la Alcarria se le quiere mucho en la capital.
A Adame le tocó un Fariseo en primer lugar, un Jandilla soso y a menos, sin cuajo de toro, que los veterinarios y equipo
presidencial tuvo a bien admitir en el reconocimiento… -¡y cualquiera se queja!-.
A la primera de cambio se quedó sin muleta, anticipando lo que vendría después, en que el trapo de franela serviría
sólo para acompañar, entre enganchones, la triste vida del Domecq. Labor de una
vulgaridad sin par, a pesar de lo que le jalearon en los tendidos de sol, para
finalizar con el “bellísimo” péndulo que el día que lo hagan a un toro con
acometividad habrá una desgracia franca. Unos trapazos varios a modo de adornos
precederían a una entera algo desprendida y tendida antes de que sonara un
aviso. ¡Qué largo se hace todo, Dios santo! Más y peor de lo mismo en el sexto,
un toro de Vegahermosa que tenía bastante más que torear. Se cruzó la plaza el
diestro para encontrar los terrenos oportunos, debajo de la aplaudidora cla del
tendido cinco, pero ni allí encontró el fruto a su esfuerzo, entre lances en
paralelo y para allá, enganchones semiconstantes, y una nula capacidad de
dicción. Anodino fue requerido para que pusiera término al disparate y lo hizo,
con feo estilo, de un pinchazo atrás, un aviso y una entera desprendida antes de
nueva y lentísima agonía en chiqueros…
Susto de Fandiño en el segundo por quedarse en la cara del bicho (Foto: las-ventas.com) |
Lance de Adame al tercero (Foto: las-ventas.com) |
Todo, como para repetir esta tarde… Menos mal que hay
caballitos…
Las reses que
nos mostraron ayer:
1º.- Capuchino, 519 kilos, negro listón, ligeramente
tocado de cuerna, manso, flojo, soso, con alguna movilidad pero peor por el
zurdo.
2º.- Cizañero, 520 kilos, negro, tocado, menos
que justo de trapío, manso e inválido. Seguimos en la tónica de no picar…
3º.- Fariseo, 540 kilos, un torillo de
poco cuajo, negro listón, manso y a menos.
4º.- Jopeo, de Vegahermosa, 515 kilos, negro,
de abundante y delantera cuerna, manso, embestidor, con un poco de genio por el
zurdo.
5º.- Fascinador, 568 kilos, colorado ojo
de perdiz, bragado y meano corrido, axiblanco, delantero de armas, manso, noble
y boyante (para mí, mejor por el izquierdo, siendo bueno por ambos).
6º.-Sacudido, de Vegahermosa, 560 kilos,
negro, delantero, manso, algo soso pero embestidor, a veces brutito o
reponiendo, pero las menos.
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