Madrid, 15 de mayo de
2014. Lleno. 5 toros de Victoriano del Río y 1 de Toros
de Cortés (5º), desigualmente presentados (cien kilos entre ellos, y un
bicho enano lidiado en tercer lugar), mansos en varas, flojos, sosos y más
bajos de casta de lo que cabía suponer, y aunque embistiendo en la muleta, a
menos rápidamente en general. Enrique
Ponce, silencio y ovación con algunos pitos (aviso). Sebastián
Castella, silencio y silencio. David
Galán, silencio y ovación (aviso).
Comenzó el festejo con una alucinante ovación al voluntariamente
ausente Ponce en los últimos cinco ciclos de San Isidro. ¡Hombre!, que le
excluyeran por cuestiones ajenas al diestro, justificarían esa ovación; pero
cuando la ausencia se debe bien a que uno no quiere torear en esta plaza, él
sabrá por qué, o porque no ha llegado a un acuerdo sobre sus
emolumentos, tal y como contó su apoderado en vivo y en directo en más de una
radio (una en la que yo estuve, por cierto), me parece absurdo. Mire usted, yo
me autoexcluyo porque pido veinticinco o treinta millones de pesetas, y la
empresa sólo me da veinte o veintidós, ¡qué gran injusticia han cometido
conmigo! Yo no toreo en Madrid, porque su público me es antipático, es muy
exigente, me echan toros imposibles y gigantescos, o me pitan cuando toreo por
las afueras, en vez de aplaudirme por mi innata elegancia en el desvío constante
de la res, ¡qué injusticia tan abrumadora!
Pues eso, la injusticia (¿?) quedó ayer resuelta. Ponce nos ha perdonado y ha decidido hacer caja también en la
capital del reino, ¡Dios sea loado!
La esperada corrida de don Victoriano ha defraudado
una vez más, porque no ha mostrado esa cara bondadosa y generosa de años atrás;
los toros que han mostrado dulzura en la muleta se han acabado pronto; las
fuerzas enjutas y justas; la casta apenas una fina película sobre la nefasta
toreabilidad; la presencia de alguno francamente mejorable. Ya veremos cómo
sale la de dentro de una semana… Esas son cosas que pasan cuando uno tiene que
traer dos encierros en un mismo ciclo… será que no existen otras ganaderías…
La pereza me invade a la hora de narrarles lo
poquísimo que ayer ocurrió en el ruedo, con el bicho presente y los
espadas a lo suyo. En resumen, carencias en el
joven Galán, abulia y trabajo a desgana en el francés Castella,
elegancia sin fondo ni fundamento y con mil alivios técnicos en el clásico Ponce, y poco
más. Y dos millones de aplausos porque sí, porque un día de San Isidro uno
tiene que ir a aplaudir a la plaza sin más; porque es fiesta, porque hemos
comido y bebido fuera de casa, porque me han invitado a la corrida, porque me
han regalado la entrada uno de los que se han ido de puente..., porque sí, ¡qué
caramba!
No nos extendamos más de lo necesario. Ponce, en su
primero, recibidos ya los aplausos, y soltado el discurso -y contradiscurso- de
la confirmación, nos regaló tres verónicas a izquierdas verdaderamente soberbias
en su primero, Jinetero. Verónicas
con enjundia, clásicas, mandonas, atemperando la embestida del bicho, pero que
bajaron de quilates por la derecha. Fue atropellado –y pisoteado- el animalito
por el inconformista caballo del piquero, que casi embestía más que el toro, y
sin castigo de ninguna especie pasó a banderillas. Tras de aquellas, hubo un
tanteo algo gimnástico de Ponce a los medios (con estiramientos y genuflexiones
exageradas) y con elegancia y con cuidado para que no se cayese más (sólo lo
hizo una vez a partir de ahí) don Enrique el doliente –ya recuperado de su
cogida valenciana-, lo fue pasando a su modo, siempre por fuera para metérselo
a cabeza pasada. No hay quién se arrime tanto los cuartos traseros de un toro
como el espada de Chiva…, pero aquello no decía apenas nada y se terminó de ensuciar
con su mano mala, la izquierda, mientras el bicho exhalaba sus últimos alientos.
Un pinchazo por los bajos, otro hondo y trasero y un descabello. Silencio. El
cuarto, al menos, sacó algo de genio, precisamente lo que necesita el de Chiva
para lucir más en los toros. Nada con el percal en esta ocasión… porque tampoco
hay que exagerar. Al relance entró el bicho sendas veces al de caballería, fue
mal pareado y llegó con ganas y feo estilo a la muleta poncina. Y vimos algo
más de dominio dentro de lo de siempre: fuera, despegado de la cabeza,
metiéndolo a cabeza pasada… pero todo elegante y erguido. ¡Qué la faena se
viniese abajo con la zurda, que luego la ensuciara con la derecha, nada importa!
Los aplausos se recrudecían, y don Enrique se dedicó a componer la figura más
que antes, llegando al paroxismo en los doblones finales, genuflexo. Un
pinchazo caído, una entera prácticamente rinconera, un aviso y tres descabellos
pusieron punto y final a su generosísima y única presentación en Las Ventas este
año. División de opiniones cuando salió a los medios a agradecer la ovación.
Castella podría haber tenido menos ganas aun de lo que
mostró ayer, incluso se podría haber quedado tumbado en el sillón de casa, echándose
la ansiada siesta que le faltó, sin duda. Así que medio sesteó por el ruedo un
rato, y punto y seguido. Su primer pitufo le duró cuatro tandas tras la de
tanteo (nada con el percal en esos lances a pies juntos, reconsiderando el
terreno en cada pase). El bichín apenas podía con el rabo y salía de lado en
los capotazos; dos refilonazos con 15 cc de sangría, y todo para aconcharse en
tablas, buscando refugio el pobrín. Apretaba a tablas para que le dejaran estar
sin molestar, y, sin fuerzas, calamocheó algo en los inicios del trasteo. Cinco
deslomes más tarde, Castella se cansó de esperar que se levantara y lo
despachó al desolladero de un bajonazo delantero y amén. Más abulia en el
quinto, caídas en el primer tercio de la fiera entre amagos de varas, dolores
de parto en garapullos, nuevas caídas en la muleta… ¡qué pesadez! Castella
comenzó con sus clásicos pases cambiados por la espalda en los medios… y terminó
pegadito a tablas. Entre todo ello, decenas de pases desde y para fuera, entre
ademanes de rajarse del bicho que salía siempre con la cara alta, más aburrido
que el público. Una estocada desprendida puso fin al tormento.
Galán confirmó su alternativa con Disparate (no sé si premonitoriamente), un inválido más, soso y de
poca casta, aunque noblote el probrecito, que beso el santo suelo ¡nueve veces,
qué generoso! Cinco tandas de toreo moderno después de iniciada su andadura
como matador confirmado, entre lances para allá, pasitos atrás para ligar y
toreo periférico, Galán lo mandó al Walhalla táurico de un soberano bajonazo
desde fuera y ¡diez descabellos! No pudo llegar a los trece de Adame de ayer mismo. El
último, Maleado por apodo, no
prometía nada bueno. La verdad es que Galán nos recetó -entre buenas muestras de
indiferencia- más toreo contemporáneo, pasándoselo lejano (no tanto como don
Enrique, por cierto), hasta que el animalito se cansó -y el público con él- a
la cuarta serie. ¿Se dobló Galán…? Seria duda que nos surge después de ver unos
deslavazados e inútiles lances al finalizar el trasteo. Desde fuera le enjaretó
una estocada por arriba –un acaso atravesada- y aguantamos todos una larguísima
agonía en tablas, por no querer utilizar la de cruceta, hasta que sonó un aviso
con el toro amorcillado. Falleció el cornúpeta de muerte natural y fue ovacionado
el espada por sentarse en el estribo…
Verónica de Ponce por la derecha... fueron mejores a izquierdas (Foto: las-ventas.com) |
Castella en el tercero (Foto: las-ventas.com) |
Galán con el que confirmó (Foto: las-ventas.com) |
No puedo más, lo lamento. A partir de aquí sería
masoquismo.
Los inválidos y adjuntos de ayer:
1º.- Disparate, 539 kilos, berrendo en
negro salpicado, ligeramente tocado, casi cumple en varas pero no le picaron nada, inválido, soso en sus
embestidas.
2º.- Jinetero, 555 kilos, castaño
albardado, tocado, manso pero sin castigo en varas, soso y a menos rápidamente,
sólo duró tres tandas, soberbio.
3º.- Duende, 500 kilos, un torillo enano
con dos pitones por delante para que hicieran sombra a lo demás, manso e inválido (seis derrumbes).
4º.- Baderno, 596 kilos, negro listón,
bragado y meano, tocado de cuerna, manso, embestidor, con un poco de genio y
brusquedad.
5º.- Regata, 581 kilos, negro, tocado de
armamento, manso, flojo (cuatro caídas al principio) y rajado.
6º.-Maleado, 535 kilos, negro listón, tocado
de púas, manso, flojo, embestidor, a menos en la tercera tanda muletera.
Totalmente de acuerdo una vez más Don Rafael. De los "del clavel" no me espero nada, pero sorprende el bajón que ha dado Las Ventas en sus tendidos más exigentes (6, 7 y 8). Vociferan eslóganes con afán de protagonismo, pero con total ausencia de conocimiento. Ponce no estuvo casi nunca en el sitio. Compuso la figura siempre desde fuera y la faena fue un recital de trallazos. Lo único destacable fueron los doblones finales. Total, cinco años después nada ha cambiado.
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