Madrid, 28 de mayo de
2014. Menos de dos tercios de plaza. 6 toros de Batadsar Ibán, mal presentados pero en
tipo, mansos en los caballos, y con interés sólo los dos primeros; los
restantes entre la sosería y el descaste. Fernando
Robleño, silencio y silencio (aviso). Luis
Bolívar, silencio (aviso) y silencio. Rubén
Pinar, silencio y silencio.
Otros seis silencios….
La gran innovación de la tauromaquia contemporánea
tenía que consistir en la reducción de las corridas a tres toros con tres
matadores. Ni siquiera las de cuatro toros, con dos espadas, me parecen ya
adecuadas. Tres toros, tres espadas, que cobran la mitad, y reducción de las
entradas a mitad de precio. Igual,
además, con ello conseguimos multiplicar el número de festejos… En una
hora, u hora y cuarto, a la calle y tan contentos. Si ha habido triunfo, calle
Alcalá arriba con la satisfacción pintada en el rostro; si la cosa, como ayer,
se pone plúmbea, calle Alcalá arriba –también, qué le vamos a hacer estamos en
la depresión del arroyo Abroñigal- sabiendo que hemos perdido sólo lo que
equivale a un largo trayecto por la ciudad y la mitad de dinero que años atrás.
El coste de acomodadores, carpinteros, personal de plaza, etc., también se
reduciría a la mitad (porque estarían empleados un poco más de la mitad del
tiempo), y, con la reducción de los billetes, seguro que se conseguirían más
espectadores y una mayor recaudación para pagar a los protagonistas del festejo
-más el pingüe beneficio que ya se lleva la empresa-.
Ojo, ¡y también nos aburriríamos la mitad! O, al menos,
nos libraríamos, como hubiese sucedido ayer, de una segunda parte del festejo
tediosa, plomiza, larguísima, insufrible… y de la mitad de los aplausos
absurdos que se escuchan cada tarde en ésta, que ya no es la primera plaza del
orbe taurómaco, desengañémonos. Y se reduciría a la mitad, exactamente, la
posibilidad de que te echen el gin-tonic por encima, te inunden tu localidad de
cerveza, o te claven las rodillas en la espalda -mejora imprescindible, con o
sin cubierta volandera-.
Entre que la gente, que llega con el tiempo justito,
se sienta en su localidad, haciendo malabares con el vaso de la bebida
alcohólica de turno, saluda a los conocidos, coge (derramando ya los primeros sorbos
sobre la localidad vecina) el programa de mano, pregunta qué quién es cada
cual, qué si el de verde y oro es fulano o mengano, ¡ah!, y por cierto, de
quién es el ganado que se lidia esta tarde… y qué es o de dónde viene
–información que instantáneamente es olvidada como innecesaria-, se arrellana
en la localidad y descubre a una tía buena tres localidades más allá –cambien
el sexo según los gustos-, pita al picador porque “eso” está en el programa,
salen los banderilleros –siempre hay que aplaudir lo que hagan- y mira dónde ha
nacido el matador correspondiente y cuántas corridas dice el programa que toreó
el pasado año (habitualmente menos de diez, que, si no, es un abuso)… ya se ha
pasado el primer toro. ¿Se explican ahora porqué ningún matador quiere abrir plaza…?
En el segundo se centra un poco más la atención, pero con las visitas al
programa oficial, la interpretación exacta de lo que quiere decir en sus
interminables apologías laudatorias, y la procedencia exacta del toro (para
acabar de concluir que todo aquello ya no viene de Vázquez, sino que en los
últimos años desechó todo lo anterior y metió Domecq: tres últimas líneas de
cada historial ganadero…), se pasa la cosa deprisa, y si ha toreado el matador
de turno se pone uno contentísimo y pide el segundo cubata por Twitter o WhatsApp,
o al uniformado “propio” del ambigú. Y cuando salta el tercero, y se está
pagando la segunda consumición (esto también se abarataría con las corridas de
tres toros, ahorrándonos por innecesario ese gasto), ya se está quedando con el
amigo para la salida, se piensa dónde se van a tomar las correspondientes tapas
en la barriada de Ventas, y se inicia el segundo despejo de plaza (el de los
tendidos…), cuando el matador coge la tizona. Quitando los diez minutos de
ritual previo, desde que salta el primer toro a la arena, hasta que se
levantase nuestro protagonista “aficionado”, una horita poco más o menos, si no
hay devolución… que deberían prohibirla por ley.
El segundo Ibán, el de mayor casta del encierro (Foto:las-ventas.com) |
Y todo, les recuerdo, a mitad de precio… menos el
whisky, claro…
Ayer habríamos salido estupendamente satisfechos si la
corrida hubiese sido “media corrida”. Un primer toro magnífico para la muleta,
de generosas y largas embestidas; un segundo con genio o casta, violento, duro,
al que había que someter (algo que nos gusta a los aficionados y espanta a los
coletudos); un tercero sosito… pero como ya estaríamos pensando en la salida… y
a disfrutar de la amistad, que mientras Montoro no se entere (porque no la debe
conocer, sin duda) es gratis y no lleva IVA. Fíjense qué tarde tan estupenda y
qué poco frío hubiésemos pasado… El problema es que después de estos tres,
vinieron otros tres, aun peores que el tercero, descastados, sosos, flojos y mansos
sin paliativos, por más que la incultura taurina aplauda que vayan alegres al
caballo y se dejen pegar, no empujen o lo hagan sobre un pitón y en paralelo y salgan
sueltos del encuentro (cuando entran a ver qué pasa, no saben lo que les va a ocurrir
bajo el peto, mediten en la cuestión… si es que no son aficionados). ¡Qué
pesadez! Y como los espadas vinieron ayer de plomo y oro, metafóricamente
hablando, pues ya me dirán qué sacamos en claro en todo aquello… ¡Ay…, las
corridas de tres toros, qué falta hacen!
Por otra parte ayer se aplaudieron toros de salida,
presuntamente por su trapío, increíbles… Y es que una cosa es que estén en tipo
(largos, generosos de arboladura, hocico de alcuza, levemente degollados…) y
otra es que tengan el remate y trapío que se exige en Madrid…, ¡huy, perdón!, que se debería exigir. Toros lamidos,
sin culata, absolutamente cuesta abajo, no se deberían aplaudir, por más que
estén en el tipo de la casa. Quizá haga falta replantearse todo esto para no
quedar como tontos, aplaudiendo, simplemente porque no son del encaste
mayoritario, lo que a éste se le critica cuando salta a la arena venteña.
Robleño, que abría cartel, no pasó desapercibido, para
su desgracia, en el toro inicial, el mejor del encierro de ayer. Un toro generoso,
de largo viaje –tanto a la entrada como en el remate-, que humillaba sin
exageraciones “mayoritarias” y frente al que anduvo menos que aseado. Mucho
pase sin decir ni “mu”, sin conectar con los tendidos, siempre al hilo o poco más
fuera, para terminar acortando distancias, en redondo y más colocado, pero con
idéntica falta de dicción o emoción. Toro de una o dos orejas según se mire, y
dependiendo si lo coge Camino o José Fuentes… Con todo ya echado a perder, y
después de una serie sin ligazón alguna, le dejó un pinchazo caído, otro por
arriba y una estocada desprendida. Primero de los seis silencios aburridísimos
que refrendaron la actuación de los matadores. ¡Ay si hubiesen sido sólo tres…!
En el cuarto, y prescindible animal, un bicho soso y descastado, abusó de pico,
siempre algo fuera de la rectitud, hasta que el buey hizo ademán de rajarse,
saliendo con la cara alta. Ahí se acabó la cosa, pero siguió pasándolo de uno
en uno, en corto y a media altura (exactamente como iba el toro), hasta el
nihilismo existencial. Media caída, con desarme, y cuatro descabellos (aviso
por medio) no fueron suficientes para acabar con el bicho, que fue rematado por
el puntillero cuando, agotado, se echó.
Peor fue lo de Bolívar, incapaz de bajar la mano,
doblarse o someter al violento y encastado segundo de la tarde, el otro toro
interesante del festejo. Eso sí, comenzó dándole distancias, algo que agradece
mucho este encaste “minoritario” y en la que lucen mejor los toros. Pero luego
no supo encauzar correctamente las bruscas embestidas -y repetidoras- de su oponente,
trasladando la acometida pero sin mandar en ella, dando mil banderazos
enganchados a lo largo del trasteo. Con o sin continuidad, no le preocupó al
colombiano bajar la cara de su antagonista, entre suciedad, sustos por doquier
y trapazos sin fin (solo vimos un buen derechazo finalizando ya la faena). Y
comenzó el recital de medias estocadas que se prolongaría a lo largo de toda la
tarde: media tendida y desprendida y hasta 7 descabellos, entre los que hubo un
aviso y una pérdida del trapo. El quinto fue otro prescindible animal flojo y
descastado, tan parado, tan nulo de viaje y emoción, que la gente le pidió que
lo matara en la segunda tanda… y el espada accedió, finalizada la tercera… Un
lujo asiático… Media caída y un poco atravesada y un certero descabello, que
nos hubiéramos ahorrado si las corridas fuesen de tres toros.
Pinar, en su versión “light” del gran Julián de San
Blas, nada de interés aportó en su primer Ibán, un bicho flojo, soso y manso,
que le mostró su querencia a los adentros, y al que pasó despegadito, desde
fuera y con el pico, entre enganchones de muleta y pases desangelados para el
más allá. Si en ese momento estuviésemos pensando en que “eso” se acababa y
levantándonos para marcharnos (como hace buena parte de estos aficionados de
los domingos y “ferias” de guardar) acaso se nos hubiese hecho más llevadero.
Pero no. Como no sacaba nada en “limpio” (y nunca mejor dicho) de su labor,
comenzaron los pitos para que lo matase en la tercera tanda, y se reprodujeron
en adelante, no sin que Rubén lo intentara hasta en dos ocasiones más. Media
estocada tendida (no podía ser de otra forma ayer), y dos descabellos
silenciaron el coso. El que cerró plaza fue otro prescindible Ibán, manso,
descastado y viajero de alta cuna, al que el de Albacete no le bajó la mano ni
una sola vez. Fenomenal. Nuevos pitos para que se apiadara del personal, antes
de que lo intentara, tras cinco tandas que no interesaron a nadie, entre pases
en solitario, poco temple por momentos, y desinterés mutuo correspondido. Y,
eso sí, un espadazo entero, desprendido, sin pasar, que nos rompió la tendencia
y la estadística de las medias estocadas.
Robleño dando distancia a su primero (Foto:las-ventas.com) |
Bolívar en el segundo, de lo poco que no resultó enganchado (Foto:las-ventas.com) |
Pinar, toreando en paralelo al último (Foto:las-ventas.com) |
Hubo buenos pares ayer de Ángel Otero (estuvo mejor el
día previo) y de Gustavo Adolfo García (en el cuarto y quinto toros… algo que
no nos hubiésemos perdido en el festejo de tres toros, porque obligaríamos a parear
a los mejores y no a cualquiera…).
Acuérdense de reclamar, por favor, esto de las medias
corridas…
Los de Ibán que vinieron ayer:
1º.- Camarito, 521 kilos, negro, poca cosa
y lamido de carnes, tocado de armas, manso, boyante y embestidor, pero a menos.
2º.- Tomillero, 507 kilos, castaño, tocado
de cabeza, manso en varas, con violencia en la muleta, genio y casta.
3º.- Arbolario, 548 kilos, negro listón, de
cornamenta levantada y algo justo de trapío, manso y soso.
4º.- Costurito I, 537 kilos, negro listón,
tocado de cuerna, manso, soso y descastado.
5º.- Mejicano, 550 kilos, negro salpicado
(sobre todo por abajo), delantero de defensas, manso, flojo y descastado.
6º.- Costurito
II, 554 kilos, castaño, algo acucharado de cuerna, manso en varas, descastado
y con la cara sempiternamente levantada.
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