Madrid, 2 de mayo de 2014. Menos de media plaza. 4 toros de Lozano Hermanos y 2 de El Cortijillo (3.º y 4.º), desiguales de presencia, con abundante leña para ocultar alguna carencia, mansedumbre general y juego complicado. Destacó por lo positivo el cuarto de la tarde, que cumplió sobradamente en varas y acabó ahogado por su matador en la muleta. Antonio Ferrera, silencio y división (dos avisos). Diego Urdiales, vuelta (aviso) y silencio. Arturo Saldívar, silencio (aviso) y silencio.
Dos de mayo en Madrid, día grande en su historia,
incluso en la taurina -que algunos todavía recordamos-. Cartel de segunda categoría
para la festividad más importante del calendario madrileño, junto con la del Santo
Patrón y la corrida de Beneficencia. Así vamos haciendo camino y nueva historia.
Resultado: el previsible; menos de media entrada o si quieren ustedes, algo más
de un tercio –poco más- del aforo. La población, coherente con la oferta, se deslaza
hacia otros lugares, otras latitudes, buscando ofertas de ocio alternativo, de descanso
o de emociones más profundas. Una ciudad de cuatro millones de personas, una
Comunidad con más de seis y medio de almas, sin contar las provincias limítrofes,
los ocasionales turistas foráneos y los aficionados y seguidores
incondicionales de ciertos diestros o hierros, no son capaces de cubrir ni la
mitad del aforo de la plaza de Las Ventas. Sensacional programación, ahora compartida
entre empresa y Comunidad. Fantástico.
Con tal cartel y sobre todo con las ganaderías anunciadas
(de dos en dos, por parejas, para completar el encierro sin tener que devolver una
sola entrada vendida con anticipación), la crónica casi podía escribirse con
antelación sin abandonar el sillón de casa, plácidamente recostado, tranquilo y
caldeado, sin tener que sufrir ni las rodillas del de atrás, ni la algarabía de
los bien comidos y bebidos, ni las incongruencias de los que anualmente acuden
al rito por primera y única vez con la entrada de regalo. Epidemia, ésta del tifus,
que se repite en determinadas fechas clave (ésta o la de Beneficencia) casi con
la misma periódica ejemplaridad que la licuefacción de la sangre de San
Pantaleón en Madrid. Epidemia, por cierto, que también sufrí yo mismo por segunda
o tercera vez en treinta y pico años de abonado.
Heredera, de El Cortijillo, el mejor toro del encierro (Foto: las-ventas.com) |
Y como todo el pescado estaba ya vendido, el festejo
no hizo sino subrayar lo predecible. Vimos algún detalle de Ferrera, menos
atento que en ocasiones precedentes al orden de lidia; el valor y la colocación
de Urdiales, su estoicismo ante las violentas tarascadas del segundo; la
nulidad de Saldívar para sacar nada en claro; una corrida con más cara que fondo,
mucho más mansa que toreable, descastada y brusca en muy buena medida, y de la
que sólo salvamos al cuarto de El Cortijillo, un toro que cumplió con el
caballo, metiendo riñones y yendo a más en el segundo cite, y al que de haberle
dado más espacio Ferrera le hubiéramos visto desplazarse generosamente en la
muleta, transmitiendo bastante, mucho, más. Lo demás, y miren ustedes que el espectáculo
duró sus dos horitas largas, se me ha olvidado y requiero de apuntes para poder
recordarlo.
Abrió plaza Ferrera con un Cariñoso, manso y de condición mular. Resultado: el previsible. El
toro a su aire en el primer tercio (entró a la primera vara, corrido, en chiqueros,
la segunda en el siete, cercano al seis,
todo para hacer los feos correspondientes y salir suelto de los encuentros), hubo un tercio de
banderillas sin más historia, aunque aprovechó el diestro la querencia en el
último par –lo que demuestra que lo vio claro-, y poco más con la muleta. Empezó
bien, doblándose para fijarlo, que es lo que le hacía falta, y después entre bronquedad
y brusquedades del toro, cara alta y a la defensiva, nada de nada. Un pinchazo
saliéndose sin ambages, media de fea ejecución y hasta ocho descabellos entre
pitos del respetable. Silencio tras el arrastre.
Ferrera pareando al primero a favor de chiqueros (Foto: las-ventas.com) |
Hubo un detalle de torería del
diestro al sacar el tercer toro del caballo, en
segunda instancia, tras de unos capotazos sin sal, y viendo que el toro
le hacía hilo, le dio una revolera graciosa a una mano que dejó al toro fijado,
sin duda algo perplejo de que tal cosa pudiera
darse en tarde tan anodina. Al cuarto, Heredera (en femenino singular), el único toro interesante del festejo (cumplió en el
primer tercio sobradamente, metiendo riñones, como decimos, sacándolo con
faroles del caballo el espada, tuvo bastantes pies en garapullos -pasado el primer
par, bajo y mal puesto el segundo aunque lo hizo todo el espada, y bueno el
tercero, exponiendo mucho, de dentro a fuera-), lo ahogó después de un comienzo
en el que el toro iba con casi todo. Repetía la Heredera, y como tenía su punto violento e impetuoso, y viendo que
ni con el pico y para allá se aliviaba la tensión para el espada, Ferrera optó
por acortar distancias, ahogarlo, e intentar lucirse en corto. Dicho, hecho,
pero no conseguido. Al público le gustó el alarde en las cercanías, pero hubo
aficionado que le recriminó el estrechamiento de terrenos… viendo lo que
desarrollaba el animalito. Resultado: encimismo para la cla, un toro desaprovechado,
pocos y menos ligados muletazos, y escasos momentos de verdadero interés. Un bajonazo
para rubricar la obra, después del primer aviso del usía, un segundo aviso tras
la defectuosa estocada, y dos descabellos el segundo con resultado suicida para
el animal. División de opiniones al saludar.
Urdiales en el segundo de la tarde (Foto: las-ventas.com) |
Urdiales estuvo verdaderamente valeroso en el primero, aunque al principio de la muleta
le faltase quietud en la planta. Pero supo reponerse, buscó la firmeza de
plantas, el colocarse en situación –en la rectitud del animal- y supo defenderse
de un toro llamado Pantera que
buscaba carne a cada paso, a cada salto, en cada zarpazo con ambos pitones. Porque
el bicho fue manso, bronco y duro desde que salió, siempre con la cara por las
nubes y tirando gañafones y tornillazos a cada paso o pase. Y sin embargo el
arnedano, a base de querer, incluso acabó estirándose en algún derechazo y
anduvo siempre porfión, buscando agradar, pese a que el toro reponía siempre
incómodo. Se dobló al fin, como lo había hecho al principio sin las buscadas
consecuencias, y le dejó una entera caída, con desarme, con el brazo por
delante por taparse el toro, para escuchar un aviso y dar una vuelta un tanto
generosa. Nada hizo en el quinto, Artillero
II, un buey mansísimo y complicado cuya lidia fue casi imposible por el molesto
viento reinante. El toro tenía algunos pies en la faena, pero el diestro optó,
como había hecho Ferrera en el cuarto, por ahogarle y ahí se acabaron el toro,
la faena, las expectativas y cualquier atisbo o posibilidad de lucimiento. Unos
doblones precederían a una estocada delanterilla, de nuevo con el brazo por delante, y a que el
toro lo levantara el puntillero sendas veces. Silencio final.
Saldívar en la estocada final (Foto: las-ventas.com) |
Arturo Saldívar, que ya había dado unas chicuelinas al
segundo, quitándose –esto es retirando la pierna del cite para juntar ambas en
el momento del lance-, nada hizo con el percal en el tercero, Extravagante, un bicho que se frenaba de salida. Manseó éste lo
suyo en varas, acabó parado, soso y
descastado en la muleta y el diestro azteca se puso verdaderamente pesado para
la negación resultante, entre rachas de viento molestas. Muletazos sueltos
perdidos en un agujero negro que atraía la materia táurica hacia la nada
existencial. Mucho cambio de terrenos antes de unos pitos para que lo matase y
de un pinchazo hondo y desprendido que, después de un aviso, solucionó con
sendos descabellos. Si poco hubo, menos aun en el sexto, y además con el frío aire
imperante. Artillero I, cumplió con
el guión previsible: manso y mular. Con la cara alta, cortito de recorrido y
nula entrega, tardeando y reponiendo cuando quería, lo de Saldívar fue
insufrible; en vez de doblarse y quitárselo de en medio, nos obligó a seis
tandas estériles para intentar justificarse, cuando el primero que no quería
que fuese era el propio espada. Una estocada por arriba, sin pasar y con
desarme por taparse el animal, y dos golpes en la nuca culminaron la tarde, la pesada, desapacible y
nihilista tarde de toros programada por la empresa y la Comunidad.
¡Qué Dios les tenga en su gloria!
Los bueyes o eso que salió de chiqueros ayer tarde:
1º.- Cariñoso, 529 kilos, colorado careto
y ojo de perdiz, delantero y generoso de armas, manso de condición y mular de comportamiento en el último
tercio, siempre defendiéndose y mucho tornillazo final.
2º. Pantera, 512 kilos, negro listón; bizco
de armas, pero poquita cosa en general de trapío, manso y bronco, complicado y brusco
como él sólo.
3º.- Extravagante, de El Cortijillo, 500
kilos, negro listón, bragado y meano, un soberano buey descastado, manso,
parado y a menos en la franela.
4º.- Heredera, también de El Cortijillo, 518
kilos, negro mulato y listón de capa; el toro de la corrida, bravito en varas,
interesante en banderillas y generoso en sus primeras embestidas en la muleta.
Como Ferrera lo ahogó acabó por pararse, pero había mucho más toro que el mostrado
y así se descubrió cuando se distanciaba
o fue a recoger la tizona el matador.
5º.- Artillero II, 592 kilos, castaño ojinegro,
bizco de defensas –vaya una corridita para la capital…-; muy manso, descastado,
complicado y a menos. Un lujo ganadero.
6º.-Artillero I, 521 kilos, colorado
chorreado y ojo de perdiz, manso en varas, descastado y de mular condición. Todos,
menos el cuarto, cinqueños, alguno largo.
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