El
comentario de Ángel Arranz
Matices
…del arte de torear y sus fases
Daré mi opinión en pasos, poses
y pases.
Así terminaba ayer mis
reflexiones sobre el inicio de la feria taurina primaveral más larga de la
historia.
Larguísima, empieza el día de
San Gregorio -9 de mayo-, pero no sé con exactitud que Gregorio, pues hubo
tres Papas de Roma con ese nombre y distinción; y termina en los misterios de
La Santísima Trinidad -8 de junio-.
Lo llamo ciclo primaveral, pero
en realidad gira –unos días antes y unas semanas después- alrededor de San
Isidro, modesto y honorable agricultor y ganadero patrón de campesinos,
campechanos y madrileños.
Quiero matizar, quiero dejar
muy claro, que mi opinión es sólo mi opinión, ni mejor ni peor que otras
opiniones más o menos bien intencionadas, cabales o autorizadas. Todavía no
he llegado, ni creo que llegaré, a la sabiduría -¿absoluta o absolutista?- en
el “arte de opinar”, que tiene ese santo y seña perfeccionista de nombre
Francisco, Paco o Currito y de apellido Marhuenda. Es un fenómeno no sé si
divino, humano o humanista… porque con o sin “razón” está casi todas las
horas y días en casi todos los focos, foros y faros de opinión habidos y por
haber.
Pero vayamos al grano de los
matices en la corrida de ayer.
El primer toro, un “tío” con 55
arrobas y dos “petacos” de museo. Ni bueno, ni malo, de los que ponen a
prueba a los lidiadores. Hubo pinceladas bonitas en la lidia, casi bellas,
como los doblones elegantes y clásicos de seda y con las sedas de Ángel
Teruel hijo –qué buen torero fue su padre- intentando dominar y señalar las
embestidas del morlaco. Como el temple, suavidad y medida en el manejo de
capote de su “peón” José Luis Carmona y los dos pares de banderillas de
Fernando Téllez. Con equilibrio y armonía empieza la función… pero los ánimos
de Teruel van de más a menos, y su colaboración en la obra del conjunto de la
tarde es de tonos grises, fríos, despegados, insuficientes para despejar las
dudas y posibilidades del pulcro torero de Madrid.
El segundo toro de trapío guapo
y de tanta calidad como escasa fuerza. Llegó a la muleta para dibujar 15
muletazos de cartel. Miguel Tendero, ensayó el cansino y monótono pegapasismo
y hubo pasos, pases y poses sin poso, trecho ni techo.
El tercer toro titular de
Martín Lorca volvió al corral por no tener un mínimo de energías.
El tercero (bis) de “El Vellosino”
de nombre Inclusero –como el apodo
de Gregorio Tébar, otro buen torero- manso y huidizo en los primeros compases
de su lidia. Nadie daba un euro por un toro incierto y viejo –le faltaban dos
meses para cumplir seis años-… pero cayó en las manos y cabeza ortodoxas de
Juan del Álamo. Torero, toreo y toro fueron de menos más… hasta lograr matices
de brillos excelentes y propios en el cuadro resultante de la tarde. Un matiz
de forma y de fondo: si este torero consigue hacer y decir el toreo con más
verticalidad y naturalidad que “retorcimientos”, puede circular por todas las
ferias con la garantía, torería y “pata adelante” de las verdaderas figuras.
En el último de la tarde del
Álamo se justifica como buen “pintor” de la verónica. El toro Quinto y el varilarguero Oscar Bernal
protagonizan un tercio de varas tan necesario como emocionante.
La corrida ha podido ser mejor
y… peor. Dejo constancia de lo superior.
Esta tarde taurina es de matices
Es como yantar codornices
Sin llegar a degustar perdices
Los matices no salen de las
narices
Se aprecian en tapices y barnices
Hay que ir de menos a más
En profundizar, conmover y redondear
Como suele hacer José Tomás
P.D. Francisco Marhuenda, director del diario La
Razón y vehemente e incansable tertuliano “todoterreno” en numerosos medios
de prensa, radio y televisión.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario