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viernes, 31 de mayo de 2013

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz
  

Cabezas
La cabeza del quinto toro de la tarde es de las que dan miedo, peor aún dan pavor... hasta disecadas.
Entras por primera vez en una taberna de esas con saber y sabor añejo, y mientras preparan el cocido vas recorriendo con la mirada fotografías taurinas históricas, y allí al fondo, a la derecha, casi en la penumbra, ves una cabeza disecada como la del quinto toro y tiemblan la cabeza, el tronco y las extremidades del tío o la tía más audaz.
El cabezón de marras se llamaba: PUCHERO.
Sugiero al presidente del gobierno actual o venidero que, a poder ser, hagan las negociaciones X con la Merkel, Obama, F.M.I., Trilateral o el B.C.E., o las que le echen, en esa posible taberna.
Por si acaso, no les quedaría más remedio que escuchar o tragar.
No sé si en el mundo mundial quedan cabezas con cerebro, pero con pitones exagerados, hay para asustar y exportar a medio mundo. O más.
La corrida de Samuel Flores fue destartalada, desequilibrada y aparatosa solo por delante. En vez de toros bravos parecían distantes animales vacunos con caretas de carnaval. Y los que no eran de Samuel… también. Sí, pitones para exponer pero nada más, sin raza, sin identidad, sin casta, sin buenas, regulares o malas intenciones. Toros desbravados de trote cochinero, en las pocas veces que obedecían a las llamadas de los toreros apenas tenían fijeza, nobleza picante o codicia. Iban, venían o pasaban por allí sin embestidas verdaderas.
Claro que tenían peligro, pero eran amenazas sin futuro porque no dejaron satisfechos al público, lidiadores o ganadero.
Qué mal está lo de Samuel, nos acordamos mucho de sus anteriores toros premiados.
A pesar del pesadísimo tostón que ofrecieron los bueyes con aspecto de bravo, el confirmante de alternativa Pérez Mota estuvo con tanta entrega y responsabilidad que casi corta una oreja al más cornudo de la tarde. Un respeto.
Respeto para Antón Cortés que nada o casi nada pudo hacer con animales a contraestilo.
Y respeto a Rubén Pinar que lo intentó con el valor y las ganas de sus mejores actuaciones, su segundo toro, último de la tarde, batió casi todas las marcas de mansedumbre. Un regalito envenenado para estrellarse. Hizo aire y frío siberiano.
La ganadería está a años luz de cuando cosechaba éxitos en ferias de postín, y con toreros que torean poco, es una certera y fatídica crónica más que anunciada.
A la misma hora, en el mismo escenario, seis toros y tres toreros, anteayer nos elevaron a los cielos, pero ayer… nos devolvieron al limbo o a los infiernos.
MANICOMIO, se llamaba el toro que cerró plaza. Con eso está todo dicho.

            Qué incertidumbre en la vida
            Las lógicas van en caída
            Su reflejo en los alberos
            Es como el de los chusqueros
            Dan chicharros por meros
            ¿Es desgana de casi todos?
            ¡Se han perdido los modos!
            ¿Culpables? Hay dirigentes
            De opacas o nulas mentes.

P.D. Por un error de interpretación o comunicación, no se público esta crónica hace dos días, pido disculpas, y la pongo a disposición de los amables lectores. Muchas gracias.

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz
  

Emociones
¿Hay o no hay alternativas al artificio y monotonía de casi todas las tardes de toros?
Estoy hasta la coleta de justificaciones injustificables por parte de los taurinos correctos sean o no sean profesionales, y de imitadores o palmeros al estilo del falso bipartidismo político.
Estoy hasta la montera de expresiones fuera de lugar, como: divertir o disfrutar, refiriéndose al melodrama del ruedo. Basta ya de sandeces o cursilerías que confunden o tergiversan las profundas sensibilidades y emociones que origina una auténtica corrida de toros, toreros y toreos.
Yo, como mis cabales amigos, y supongo que muchísima ciudadanía, nos divertimos, entre otros casos, con Cantinflas o Chiquito de la Calzada; y disfrutamos, entre otros disfrutes, con los nietos, los amigos, las amigas, o en una buena merienda con inteligente tertulia, a ser posible, en la bodeguita del pueblo.
Pero a los toros, he ido, voy y seguiré yendo por dos motivos esenciales: uno, para comprobar si de verdad la razón humana sigue dominando a la fuerza bruta o fiera con lógica, vistosidad y solvencia… pese a tanta mentira en el ruedo y en la vida misma; dos, para emocionarme cuando el mérito, riesgo, gesta y gesto por sus excelsas interpretaciones de ética, épica y sentimientos se elevan a la categoría de arte.
Las medias tintas, medias verdades, medias medianías, o medias y malas medidas a las que nos quieren acostumbrar las minoritarias elites y sus voceros para fortalecer y potenciar sus propios intereses en detrimento de las ilusiones y necesidades muy mayoritarias… son tan equivocadas como impresentables y descerebradas. Son la gran estafa de un sistema bajo sospecha y en decadencia irreversible.
Cuando aparece y resplandece la naturalidad y autenticidad en cualquier invento o evento, como ayer en Las Ventas, ponen de manifiesto la casi absoluta falsedad de lo establecido y establecidos.
Seis toros con sus virtudes y sus defectos –solo el segundo, pequeño y matón, desentonó del resto- pero fieles y puros a su denominación de origen. Tres toreros de oro, ninguno de los que los cursis o tontitos entienden por figuras, nos brindaron una representación de las que hacen afición y consiguen el respeto de propios y extraños.
Los toros de Adolfo Martín, son de los que piensan y hacen pensar, y ayer, captaron la atención del público y sin tener un comportamiento ejemplar para el toreo bonito, colaboraron con sentido y peligro al toreo clásico en su versión más épica.
Antonio Ferrera tuvo la actuación más completa en lo que va de feria, solo le faltó picar a los toros; sí, quizá tuvo la actuación más completa de su dilatada trayectoria profesional. Un torero del que casi se hicieron chistes  por su aceleración o velocidad ante la cara de los toros, ha ido evolucionando a base de ilusión, vocación y templanza hasta convertirse en un torero de pasos, poses, pases y posos de evidente calidad y peso.
Alberto Aguilar, estuvo valiente y más que correcto con el peor lote, estuvo, como sus compañeros, por encima de los toros.
Javier Castaño, un torero casi olvidado por el sistema hasta hace poco, se va consolidando como uno de los lidiadores más fáciles y sólidos con los toros más difíciles y adversos.
Sí, tres toreros de máximo mérito que descalifican las puntuaciones de las falsas o cursis figuras que pululan por todos los sectores de La Tauromaquia y sus aledaños.
¿Y eso es todo?
Hubo mucho más. Hubo un mano a mano entre lo clásico y lo moderno con las banderillas que también descalifica a los que optan solo por una de las dos opciones. Los clásicos fueron los banderilleros de Castaño, ¡qué torería y belleza de sabor añejo y eterno!, en sus intervenciones que además se complementaron con la torería lidiadora del compañero que ponía en suerte a los toros. Las ovaciones unánimes que les dedicamos  los espectadores son de las que reconocen la valía de los toreros de plata dándoles a entender que tienen derecho al lucimiento a la par de ser eficaces con su “jefe de filas”.
En la modernidad, por un hecho o dicho que pasan a ser clásicos, noventa y nueve y pico por ciento son decepciones o anécdotas efímeras…ya lo ven con las infinitas, modernas y deshonestas reformas laborales y sus “frutos”… de fracaso en fracaso hasta la ruina o derrota final. Lo bueno o menos malo de la modernidad son esos artilugios que recogen en imágenes para siempre, hechos y dichos casi imposibles de narrar y que el tiempo pondrá en su sitio.
Ayer la modernidad de Ferrera con las banderillas tuvo innovaciones y matices que pueden llegar a ser clásicos.
En efecto, lo clásico, lo eterno, empezó casi de la nada, y ha ido creciendo con lo más trascendente de las modernidades… sin olvidar que, ni de lejos, todo lo moderno tiene el prestigio y alcance de lo clásico. Por cierto ¿las contradicciones del presidente de Las Ventas… y de casi todos los presidentes en general, qué son?
Los toreros picadores de Castaño, ayer Tito Sandoval, estuvo a la altura de los mejores de cualquier época formado parte de una de las mejores cuadrillas en muchos lustros.
Sí, ayer hubo primero, segundo y último tercio –como los tres actos de muchas obras escénicas- brillantísimos, con ovaciones atronadoras a cada uno de ellos y a la unidad de los tres. El respetable en su totalidad, se emocionó de principio a fin. Como puede y debe ser.

            Sí toros con sentido;
            No toros consentidos.
            Sí toros con defensas y riñones;
            No toros sin emociones.
            No más “toreabilidad”;
            Si más emotividad.
            No toreros y toreos de pereza;
            Si toreros y toreos de una pieza.
            Procedencia Albaserrada,
            Atención asegurada.
            Menos coba y cursilería
            Más gallardía y torería.
                        ¡YA!

jueves, 30 de mayo de 2013

La corrida de toros como espectáculo integral

Madrid, 30 de mayo de 2013. Tres cuartos de entrada. 6 toros de Adolfo Martín, impecablemente presentados –salvo el segundo-, encastados –unos más y otros menos-, aunque no parejos en juego, bravura o condiciones para la muleta. Antonio Ferrera, ovación y oreja. Javier Castaño, silencio y vuelta (aviso). Alberto Aguilar, ovación y silencio (aviso).

No pudo haber ayer aficionado que no saliese satisfecho del resultado global de la corrida. Fue uno de esos espectáculos que te reconcilian con tu afición, con el toreo, con el sublime arte de la tauromaquia, que no consiste en abrumar toros a base de derechazos y naturales. Ayer recuperamos los aficionados en Madrid el concepto integral de la corrida de toros. Una corrida que tiene tres tercios, que en todos ellos es rica en matices, en rito, en liturgia, que puede hacerse brillante incluso porque a algunos detalles se les dé la importancia que tienen y requieren.
Ayer vimos torear en el primer tercio, antes, durante y después de la salida o entrada en el ruedo de los caballos; vimos torear en banderillas; vimos toreo en el último tercio; vimos estocadas de verdad, ajenas de misticismos o de triunfos forzados. Y no es que estuviéramos en una corrida completa, perfecta, inmaculada, plagada de triunfos y de orejas… No, es que vimos torear, que es muy distinto. Hubo una oreja, pudieron haber sido dos, a lo más tres… ¡y qué más da! Salimos felices, exultantes de la plaza, aun hablábamos enfervorizados de toros cuando cambiamos de fecha esta noche, los recuerdos seguían agrupándose en nuestra mente y pugnaban por salir, por quitarse el sitio unos a otros, por reclamar ser el centro de nuestra absoluta atención. ¡Qué festejo tan rico, tan variado, tan  diverso y generoso de matices y detalles!

El primero, Malagueño, todo un señor toro (Foto: las-ventas.com)
Partamos de la base de que ayer hubo toros en Madrid; no chotas, ni borregas, ni babosas, ni caracoles, ni cucarachas, ni sardinas; toros de lidia, unos mejores y otros peores, con la diversidad propia de la raza, incluso alguno que no nos llenó en presencia –como la raspa lidiada en segundo lugar-, o alguno peligroso –ese segundo, o el quinto-, incluso más de uno que hubiera requerido mayor poder y fuerzas para ser toro notable o de más elevado interés. Pero fueron toros de lidia. ¡Qué presencia la del primero y sexto, por ejemplo! ¡Qué bonitos y bien rematados los tercero y cuarto…! Éste último, con 517 kilos –quién se fija ya sólo en eso- era un auténtico torazo, cuajado y bien puesto, rematado y hecho, serio por donde quiera uno mirarlo.  ¡Enhorabuena al ganadero! Sabemos que uno fue rechazado en el reconocimiento y que trajo otro en su sustitución; seguro que fue el único lunar del festejo, ese segundo sin cuajo, que era muy poca cosa y que nos asustó de veras. Fue una mácula, es cierto, compensada por la casta, el peligro y las complicaciones que luego sacó y que nos hicieron olvidar su escaso “ser material”. Pero el resto…, vaya una corrida interesante de trapío, bien hecha, en el tipo de la casa en general, con pitones bien puestos –dos cornipasos, como cuarto o sexto-, con leña veleta o muy tocada los restantes.., y ¡atención!, con casta, unos más y otros menos. El toro de lidia es eso; un animal bien criado, con sombrero adecuado –estamos en la primera plaza del mundo, así que apunten-, rematado por los cuatro costados –y no sólo tapados, como tantos días, con la madera del velamen, sin nada por detrás- , y con la imprescindible acometividad y búsqueda de pelea y del enemigo que marca la casta. Con eso, y con un torero delante, nos conformamos.
Y es que ayer, además, hubo gente a pie y a caballo que nos congraciaron con el arte. De oro y de plata; casi no nos acordamos de nadie al que haya de censurarse severamente. Todos tuvieron la disposición adecuada, en general, todos cumplieron con su obligación, y sólo recuerdo un mal tercio de banderillas, ciertamente censurable, el del quinto, de la cuadrilla de Aguilar, aunque el toro se las traía; o algún picador centrado en la mala rutina de siempre.

Así se arrancó el sexto de la tarde, segundo de Castaño (Foto: las-ventas.com)
Señores, esto es lo que nos hizo aficionados y lo que aun mantiene las ilusiones que día a día nos hacen volver a la plaza de toros. Toros y toreros; ¡qué más dará que unos anduviesen mejor que otros! El espectáculo que ayer disfrutamos y que confiamos disfrutasen los que lo vieron por televisión, nos hizo fijarnos en multitud de detalles a lo largo de las dos horas y media que duró el mismo. Nadie se movió de sus asientos. Nadie miró la hora; a nadie se le ocurrió pensar en abandonar el coso antes de ver muerto al último; no hubo migración de aves tempranas como otras tardes. La gente disfrutaba, aplaudía. Aficionados recalcitrantes tuve yo ayer en mis cercanías, que en pie aplaudieron más de un pasaje, que ovacionaban a tal o cual lidiador con verdadero entusiasmo, que incluso criticaron al típico indocumentado que no se fija en lo que el lidiador tiene delante y sólo pide rectitud y exquisiteces cuando éstas no son posibles, viables, ni aun comprensibles. Patanes siempre los ha habido.
Bien por Antonio Ferrera, Javier Castaño y Alberto Aguilar, que, sin arredrarse lo más mínimo, ni ante el nombre de la vacada, ni ante el trapío o las adversas condiciones de algún toro, dieron siempre la cara en la corrida. Y junto a ellos destaquemos el buen hacer de la cuadrilla del salmantino, Adalid y Fernando Sánchez a la cabeza de los de a pie, sobre todo este último, o Tito Sandoval a caballo. Ya se ha perdido la tradición, pero quizá hace treinta años hubieran dado su merecidísima vuelta al ruedo durante la lidia de ese sexto toro, como debieron hacerlo ayer. Nos faltó, tras la vuelta de Castaño, que éste hubiera sacado a Sandoval para terminar con él su triunfal vuelta, merecida vuelta a la que incluso le animaron desde el 7, y desde los distintos lugares donde se concentra lo más granado –de verdad- de la afición.
Son tantas las emociones, las sensaciones que se agolpan que no sé cómo resumírselas. Discúlpenme si en el hilvanar de estas torpes líneas más de una se me pasa por alto, por mor de la obligada brevedad. Mi más rendida admiración por los profesionales y artistas que ayer volvieron a elevar el decaído arte del toreo, sumido tantas y tantas tardes previas en la vulgaridad, la rutina, el abuso y la indecencia. Lo de ayer fue muy otra cosa, una cosa posible y real, que sería absolutamente plausible cualquier tarde… y ante toros de casta y respeto. ¡Váyanse los defensores de que hay que ponerse mono, y echar la pata atrás a freír saltamontes del Sahara!, por no mandarles a otro lugar. Ayer hubo toreo, emociones, riesgo, verdad y ética… ante toros de lidia. Yo, como aficionado me doy por mucho más que satisfecho.

Ferrera en el cuarto, cuando aun le daba la distancia apropiada (Foto: las-ventas.com)
El primer toro –y no indecencia- de Afolfo Martín  se llamó Malagueño, de notable reata, un buen toro al que le faltó quizá algo más de poder. Era un precioso cárdeno bragado, bastante tocado de velas, de 583 kilos prietos y cuajados, que manseó en varas, tuvo un buen pitón izquierdo aunque se vino a menos al final. Ferrera, que estuvo toda la tarde pero que muy serio, absolutamente profesional, con torería, perfecto en la dirección de lidia, atento en quites y en varas, poniendo y sacando del caballo los toros que le correspondieron –y aun los que no, como espada más antiguo-, se cruzó la plaza con unas verónicas salpicadas con el capote. El toro anduvo un poco distraído, y, es verdad, entró en el caballo que hacía puerta suelto –un lunar en su impecable dirección-, empujando fijo y derribando al picador. A la segunda vara acudió al paso, hizo el puente, cabeceó y salió más suelto de lo que hubiéramos querido. Buen tercio de banderillas del extremeño, y aunque hubo un primer par a toro pasado, los dos restantes los clavó al menos sobre un pitón o en la cara, llegando bien al terreno del toro, y poniendo un tercer par por los adentros muy comprometido. Siempre enseñando el trapo por delante, Ferrera anduvo muy profesional también en la faena, a pesar de sendas coladas iniciales que no auguraban nada bueno. Sin embargo, el toro tenía un buen pitón izquierdo, y por ahí supo verlo Ferrera, bien colocado, a veces confiando demasiado en el pico aunque disculpable por las incertidumbres del comienzo. El bicho metía la cara, y quizá le faltó más ligazón al trasteo, más continuidad, más dejarle la muleta en la cara y tirar para unir un lance con otro. Pero el espada no estuvo mal, no me malinterpreten; estuvo muy serio, aunque no hubo unidad de faena. Acabó entre los pitones, ahora sí, tragando de verdad, una barbaridad, derrochando valor, antes de tirarse bien a matar y dejar una estocada desprendida. Un detalle, para que vean cómo fue de ético aquello y de que hubo mucha verdad. Estando el toro cuadrado, y Ferrera perfilado, el animal se desplazó un poco, lo que hizo que el espada quedara sólo sobre un pitón; el diestro volvió a recolocarse para quedar perfectamente alineado con la espina dorsal del toro y entre sus pitones, ¡ole! Le cortó la oreja al cuarto, en el que estuvo sencillamente sensacional aunque no nos gustase y fuera a menos la faena de muleta, ¡paradojas del toreo! Se puede cortar una oreja sin cuajar una faena redonda en Madrid, simplemente porque uno esté soberbio en la dirección de lidia, toree bien de capa, paree con vistosidad y entre los pitones y pegue una buena estocada. Este cuarto se llamó Baratillo, un cárdeno oscuro, bragado y meano, de 517 kilos –que parecían treinta más, fíjense qué diferencias con otros días-, casi cornipaso y con más trapío que el segundo y tercero y que dos cuartas partes de la feria de San Isidro 2013, toro que se comportó bravamente en varas, aunque luego manseara en lo sucesivo; un toro siempre interesante, encastado y que sólo flojeó al final. Me gustaron las verónicas de saludo, con media muy abelmontada, cargando mucho la cadera, con un toro que se comía el mundo –más mérito aun, recuerden-.  ¡Qué bien lo puso al caballo todas cuantas veces fueron precisas, y que bien el bicho en su primera arrancada desde lejos, metiendo la cara abajo, empujando y romaneando hasta derribar al caballo por los pechos, quedándose en el animal derribado, y es que, ¡cómo iba el toro! Lo puso más lejos aun para el segundo envite, pero no acudió y hubo de cerrarlo un poco dos veces, hasta que volvió a arrancarse con cinco o seis metros de distancia, volviendo el animal a meter la cara y empujar, aunque sin la codicia y fuerza del primer encuentro. Aguilar lo quitó por verónicas, pero el toro, ¡ay!, flaqueó, cayéndose tres veces. Además el bicho no paraba de escarbar… Ferrera hizo del segundo tercio un verdadero espectáculo, muy torero, nada de carreras inútiles o alardes gimnásticos; jugó con el toro, lo pareó por la cara, arrancando siempre en corto, pero muy en corto, metiéndose mucho en su terreno, un primer par al cuarteo algo más sobre el pitón o algo más fuera, pero un segundo de dentro a fuera fantástico, dejándolo clavado en el sitio –al toro-, y un tercero al quiebro, por los adentros, meritorio aunque más movido de lo preciso, derrochando valor y originalidad. La plaza le correspondió con una ovación cerrada. Bien. Brindó al público y nos regaló dos series dando distancia al toro, la que éste le pedía, al hilo o mejor colocado, con la franela por delante y encauzando bien las generosas arrancadas de la res. Hubo un natural de muchísima nota, pero… no sé por qué acorto distancias y ahogó el toro. Es verdad que expuso muchísimo, valentísimo, que fue arrancando muletazo tras muletazo, pero el bicho no respondía igual, más corto y más parado. Hubo algún muletazo bueno, pero las series decían poco y no había ligazón, una pena, porque el toro desde tres o cuatro metros hubiese respondido mucho mejor. Un detalle feo, para que vean que apuntamos todo, tirar la espada para torear al natural con la derecha; hubiese bastado cambiarse el estoque de mano… La estocada fue buena de verdad, dejándose ver mucho, echándole la muleta abajo, trayéndoselo toreado y clavando en los rubios, quizá un poco atravesada, por lo que el toro no dobló de inmediato, se fue a tablas del 4 y allí lo descabelló al primer golpe. Oreja, a mi parecer, justificada aunque no me gustase la faena. No seré yo quien la critique y menos viendo lo que tuvo delante y cómo anduvo toda la tarde.  

Castaño con la montera puesta en el sexto (Foto: las-ventas.com)
También me gustó Castaño. Y eso que tuvo delante un primer enemigo de cuidado, Sevillanito de mote, con 521 kilos, pero una sardina -¡qué le vamos a hacer!-, un toro cárdeno, manso, complicado y de peligro franco. La típica alimaña de antaño… No lo picaron ni bien ni mal, apenas recibió castigo en varas, en que pasó sin pena ni gloria. Muy bien pareó Fernando Sánchez en segundo lugar, y bien Adalid en éste. El toro llegó a la muleta buscando coger, poniéndole los pitones en el pecho, tirando más de un derrote con malas pulgas, sabiendo cuando tenía que arrancar y lo que dejaba detrás. Yo creo que no remató ni un pase el animalito, y sin embargo Castaño no perdió los papeles jamás, aguantó una barbaridad, intentando siempre estar colocado y tirar del bicho. No pudo ser, y al final se llevó una cornada en la mano derecha, lo que no le impidió matarlo de tres cuartos tendidos, algo traseros y contrarios –con desarme-, que ya es para cómo debía doler aquello. Se fue a la enfermería, lo que hizo que matase el sexto en vez del quinto, porque corrió turno confiando en su recuperación. Recuperación parcial, entiéndanme, porque aunque vendado se adivinó la sangre a lo largo de la lidia de este último por bajo del apósito. 

Este era Marinero, con 554 kilos, todo un tío (Foto: las-ventas.com)
Este sexto se llamó Marinero, un torazo impresionante de 554 kilos, cárdeno claro, cornipaso, que cumplió en varas, aunque luego no terminase de entregarse en la muleta y fuera con la carita alta, tardeando y algo complicado. Lo puso bien al caballo el salmantino, y vimos una lección de monta y de cómo se debe picar a cargo de Tito Sandoval, que terminó con la plaza en pie, ovacionándole. Así se torea a caballo, sí señor. Bien cogido el bicho, lanzando el palo por delante, clavando en su sitio -más bajo el segundo-, y sabiendo mover el caballo con naturalidad, ligereza y arte. Bien anduvo también Ferrera en la dirección de lidia, colocando o sacando el toro del caballo (hubo quien matizó que algo encorvado, es cierto, pero con efectividad y rematando –ya erguido- con una fabulosa larga por bajo, sacando el capote por debajo de la pala del toro), un tercio formidable. Tres varas tomó el toro y aunque fue alegre, no terminó de emplearse bajo el peto, un aprobado rasponcillo –que ya es, también, para cómo está la cabaña pretendidamente brava-. Fantástico segundo tercio, de nuevo a cargo de Fernando Sánchez y Adalid; el primero puso quizá el par de la feria…  y mira que se ha banderilleado bien casi todos los días. Castaño, tocado con la montera –no brindó a nadie el toro-, pronto se dio cuenta del buen pitón izquierdo del toro, y fueron surgiendo buenos pases por alto y buenos naturales, a los que quizá les faltó ligazón, el preciso e imprescindible toque por bajo para concatenar aquellos. El bicho, en el tercio, o cerrándose más sobre tablas, que eran los terrenos que más gustaba, metía la cara por bajo para levantarla a medio lance, a veces con mucho peligro y exposición, que el diestro aguantó impertérrito. Cuando consiguió ligar dos seguidos… la plaza rugió, y volvería a hacerlo dos o tres veces más. ¿Quién es el retrasado que dice que una buena cuadrilla te quita aplausos…? Un tópico más a la basura mental que algunos tienen por caletre. A la faena, repetimos, le faltó un punto más de continuidad, pero hubo verdad, exposición, riesgo, valor y mérito. Hubo emoción porque el toro transmitía peligro y el espada no hizo nada por reducirlo. Perdió un trofeo con la espada, lo cual no es censurable dado que llevaba herida la mano: dos pinchazos, el segundo tendido y hondo, un aviso y un certero descabello, y una vuelta clamorosa pedida por unanimidad, no robada por sorpresa. Diferencias con otras tardes…

Aguilar en uno de los buenos muletazos al tercero (Foto: las-ventas.com)
Alberto Aguilar fue el menos afortunado de la tarde, y a pesar de ello vaya nuestro reconocimiento al valor, a la colocación, al afán constante de cargar la suerte, la voluntad y el pundonor. El tercero  se llamó Aviadorcito, un toro cárdeno oscuro de 541 kilos, veleto de cuerna, mansito en varas y de juego soso en la muleta, aunque noble. Le faltó poder a este “Adolfo”, quizá demasiado. Alberto anduvo aseado, y aunque no pudo hilar los pases hubo algunos de muchísimo mando, profundos, con la mano baja y largos, obligando al bicho a seguir la franela, prácticamente uno por tanda, siempre por la de verdad, la zurda. El toro punteaba una barbaridad, lo que ensució algunos pasajes del trasteo, de ahí que éste fuera desigual en calidades y ligazón. Pero no me quejo. Ya es raro ver una apuesta tan decidida por colocarse y cargar la suerte como debe hacerse, y encima sacarle buenos naturales… A ver si aprenden las figuritas del “yo me retiro para ceder el paso”. Acabarían ambos en toriles, con lances meritorios salpicados, antes de que lo despachara de una buena estocada por arriba. En el quinto –acuérdense que corrió turno- se las vería con uno de lo peorcito del encierro. Repollito era un toro de 524 kilos, cárdeno, bien puesto de cabeza, pero manso, complicado y yendo siempre con la cara alta, enterándose de lo que sucedía por el mundo. Lo recibió Aguilar con verónicas genuflexas, mejores las del pitón zurdo, antes de que el toro romaneara y empujara algo en el primer envite y saliera suelto de la segunda vara. Reservón y buscando arrancarse a toro hecho, creó el toro el pánico en garapullos –bien al quite y de colocación Ferrera; aunque le llamaran la atención, él no era el encargado de proteger a los banderilleros en los medios, sino Castaño que ya estaba en el ruedo…-, y siguió con malas ideas y la cara por las nubes en lo sucesivo. Se coló más de una vez, se quedó otras tantas a medio lance; con la cara descolgada iba y venía sin entrega ni claridad, pero frente a ello se encontró a Aguilar que, bastante firme y tragando una barbaridad, puso siempre de su parte, con voluntad innegable. Quizá porfió en demasía y de ahí el aviso que sonaría entre los tres pinchazos con poca fe, la media desprendida y el descabello. Pásenlo por alto, en virtud de que delante tenía un bicho de mucho cuidado.
Hubo en la corrida muchísimo más; más emociones que contarles… pero por hoy no les aburro más. Si estuvieron confío en que la disfrutaran, y si se la perdieron… pregunten cómo salieron ayer los aficionados del coso. Una corrida es mucho más que derechazos y naturales, no les quepa duda. 

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz
  

Técnica
La de ayer en Las Ventas fue casi otra fotocopia de las peores tardes de toros, toreros y toreos… pero pudo haber sido menos mala.
Los toros, varios en el límite de novillos, eso sí, dos armadísimos de cabeza. Tuvieron un comportamiento casi al revés de lo que nos tienen acostumbrados. Salieron con pies, como un proyectil llegaron a los burladeros a las llamadas de los subalternos. Siete toros de tres ganaderías con el mismo denominador común: falta de bravura, identidad o energías.
Iban y venían sin mucha clase, pero con suficiencia para ensayar y tal vez realizar el toreo bueno de saludo. Solo El Fandi, en su segundo superó sus limitaciones con el capote y estuvo vistoso y sincero en verónicas o andando por chicuelinas para llevar el toro al caballo. Lo demás intentos de quiero y no puedo, excesivas precauciones, o lances “eléctricos”, atropellados y deslucidos.
El caso es que los “proyectiles” se desfondaban en la suerte de varas y acudían a la muleta flojos, y como tal, a la defensiva o la impotencia. En mi opinión, el menos malo fue el tercero y el casi novel Jiménez Fortes se equivocó en la estrategia de la faena. El torillo, noble y blando, le pedía distancias y pausas y su lidiador no le daba tregua o le asfixiaba. En su segundo, algo distinto al primero, más de lo mismo o peor.
Daniel Luque, desdibujado y desconocido, como ausente, es verdad que los toros se prestaron poco para sus exigencias y desde el primer momento dio la sensación de no querer verlos. Podía haber desarrollado otros recursos para superar la superficialidad de su actuación.
Uno de los grandes problemas que tiene la torería en general, es que su técnica está basada en el sota, caballo y rey, y en los toros, como en la baraja, hay otras cartas a jugar, como lo podía haber hecho en el primero de su lote. Creo yo que tienen una estrategia y técnica bastante simplista y primaria, se está comprobando todas o casi todas las tardes en la cátedra del toreo: ¿la misma lidia, estrategia y técnica sirve para toros distintos y distantes? ¿Qué lumbreras quieren recortar recursos y riqueza en repertorios?
El que tiene casi toda la técnica posible es El Fandi; anda con los toros a patadas, mejor dicho corre o galopa con los toros a lo que haga falta, sobre todo y todos, con las banderillas.
La técnica sin estilo y sin clase tiene poca consistencia; el valor sin clase ni estilo tiene poca ciencia… eso sin entrar en el asunto de la imaginación, improvisación, creatividad, personalidad, toque de distinción, etc. etc.
El bueno de David Fandila “El Fandi” tiene técnica y valor, y tiene todos mis respetos, menos el que llegue a encabezar el escalafón más veces que ningún otro maestro desde que se tienen esos datos. Respeto sí, pero…

            La técnica es necesaria
            Pero si no tiene gracia
            En poca cosa se queda.
            Falta obra extraordinaria
            Sobran copias y desgracias.
            ¿Cuándo ponemos la veda?
            ¿Cambiamos percal por seda?
            Echo de menos el arte
            Aquí… y en casi todas partes.

¡Qué salude el mayoral!

Madrid, 29 de mayo de 2013. Dos tercios de entrada. 4 toros de Jandilla, bastante mal presentados, mansos, descastados y flojos, mulares algunos. 1 toro de El Torreón (2º bis), mal presentado, manso, descastado. 1 toro de Las Ramblas (4º), justo de presencia, manso, embestidor pero a menos rápidamente. El Fandi, silencio y palmas. Daniel Luque, silencio y silencio. Jiménez Fortes, silencio y silencio.

Lo siento, no me pude contener. En el último animalejo de la tarde, después de que saliese de najas del caballo en segunda instancia, no pude contener ya más la calma y grité ¡Qué salude el mayoral!
No cabe mayor bazofia en lo lidiado ayer en Las Ventas, un ganado más indigno de presencia, casta, mansedumbre y descrédito para un ganadero. Y eso en un encierro remendado a priori con dos de Las Ramblas –para que no haya devolución de entradas-. La indecente moruchada anovillada de Jandilla no tiene nombre. Esta indignidad, además se verá subrayada por una o dos corridas en plazas como Pamplona o Bilbao –donde este criador de moruchos, a la vista de lo lidiado ayer, de carne de matadero, suele lidiar con asiduidad- donde la presencia del ganado –como mínimo- será muy otra. Y esta auténtica EME para Madrid, para que se harten con ella los aficionados de la capital. Y en ración doble, por si ya una fuese poco. Y lo mismo cabe decir de la impresentable empresa madrileña. ¿A qué viene contratar dos corridas de éste o su bastardo hierro hermano en una misma feria? ¡Qué estafa!, sin paliativos. Seguro que los estafadores duermen esta noche tan tranquilos después de haber consumado tamaño delito de lesa fiesta. Es más, seguro que se están riendo de los pobres aficionados que ayer, soportando frío y lluvia, aguantaron hasta el final con la esperanza de que al menos saliese uno solo, un único, un solitario toro de lidia. Segunda ración de Jandillas que ojalá se le atraganten en lo sucesivo. ¡A robar a Sierra Morena!
No sólo fue el trapío de estos impresentables novillos, aptos para plazas de tercera, sino la ausencia de casta, de bravura, de cualquier condición que pudiera parecerse a la que debiera reunir un ganado de lidia. Los pitones se le caían a alguno… no les digo más. Otros salieron escobillados, astillados… y eso que parecía que tenían leña para pasar el invierno… Mansearon sin complejos, viniéndose siempre a menos, descastados y mulares los más, ausentes de acometividad, condiciones o nobleza. Y, como siempre, inválidos los tres primeros… y eso que fueron de tres hierros diferentes, ¡que repetida, repetida y repetida casualidad…! ¿Nadie investigará aquello jamás?  Pues, ¡hala!, a aguantarse tocan, como es habitual. ¿Para qué queremos trescientos mil veterinarios, si luego nos cuelan una novillada sin remate por ningún lado y no son capaces de diagnosticar a la segunda carrera las invalideces más notables? ¡Qué indignidad profesional!
Sólo se salvó del desastre un cuarto, del hierro de Las Ramblas, ¡claro!, que aunque no era gran cosa de presencia –sobre todo por detrás- tuvo sus buenas tres tandas, metiendo la cara, con recorrido y sin hacer cosa fea alguna… aunque se agotó como era lógico después de las mil carreras en banderillas de Fandila.
La terna… para qué les voy a contar. El Fandi es una nulidad con la muleta, incapaz de trastear al mismísimo toro de San Marcos –el del milagro, el que entró dócil cual corderillo en la iglesia-, pareando siempre a toro pasado y brindando las banderillas como si fuese rejoneando a pie –que es lo que hace en el mejor de los casos-. Algo, al menos, exhibió con el capote. Luque perdido en la inmensidad de la vulgaridad y de los recursos para dejar pasar al toro sin jugarse un alamar, siempre fuera y para fuera, llevando desde Pekín al segundo, el menos malo –aunque inválido– de su lote, excepto cuando citaba de uno en uno. Y Jiménez Fortes aburriendo a las ovejas, pesadísimo ante la nada, porque nada hubo en su toreo y nada podía haber en sus dos bichejos. Ya sabemos que se le iba la feria en blanco –esto tienen las grandes expectaciones…- pero que intente aburrirnos hasta la saciedad sabiendo que no ha de lograr nada… es crueldad mental. Así que todo un corridón en la semana que antes llamaban “torista” de Madrid. ¡Qué vergüenza! Seguro que la Comunidad está tan tranquila, y los consejeros bien comidos y bien…
No sigan, por favor. Esto que viene a continuación sólo es para masoquistas. Pero, el deber es el deber.
Abrió plaza un choto indigno de Jandilla, de nombre Halcón, con 509 kilos –por ningún lado se le veían, qué diferencia con alguno de los novillos de anteayer de Carmen Segovia-, negro mulato, corto, pequeño, bajito, un novillito para La Algaba.., que me perdonen los algabeños. Manso, soso, yendo a menos, descastado, un lujo. Se cayó en los lances de recibo, y después de las mil carreras “fandianas”, llegó con menos gas que una gaseosa de la Edad Media a la muleta. ¡Claro!, ¡obvio! Pares a toro pasado, alguno pero que muy pasado cayó en las costillas, pero ovaciones histéricas del personal. Sería el frío… o la psicosis, quién sabe. Ignorancia era imposible… porque la vista al menos no engañaba. ¿Cómo es posible que el Fandi toree 100 corridas al año? Es un insulto a la inteligencia o al toreo. Ya sé que cobra poco, que lleva a muchos aficionados… “a las carreras de galgos”, pero es que no sabe ni coger la muleta… Un desastre. Desde fuera, siempre lo pasó despegado, a media altura y sin ninguna gracia… hasta en cinco tandas, cuando el bicho no podía ya ni con el rabo. ¡Qué valor, qué poderío! Perfilado siempre desde fuera (en este y en su siguiente animalejo) le dejó un “fantástico” pinchazo sesgando y una entera desprendida. Más de la misma amarga medicina en el cuarto, del hierro de Las Ramblas, Dromedario de mote (habría venido por el agua que caía en la corrida, digo yo). Un toro sin remate por detrás de 525 kilos, castaño, manso, pero que al menos metía la carita y embistió hasta que no pudo más… en la tercera tanda muleteril. ¡Qué barbaridad, lo que duran los toros… en los pies del corredor de fondo! Dio una larga afarolada de saludo y al menos lo intentó a la verónica… aunque saliesen del montón y luego más trapazos. Tres pares a toro pasado, sin asomarse ni de lejos al balcón, clavando en la distancia y sin quietud, todo con carreras frenéticas para delante o para atrás, para solaz y regocijo de los aficionados al rejoneo pedestre, sin duda. No les canso con la faena, pues casi fue un calco de la primera. El toro que tenía “algo”, fue maltratado en una serie periférica de rodillas en los medios, y luego en dos con la derecha a base de tirones, basto como un serón de esparto, descubriéndose alguna vez, sin temple, ni mando, ni torería. Una pena. Acortó distancias, con regates varios, en otro intento de serie, tomó la siniestra… y con ella fue peor y el toro se acabó. Pitos. Desde el más allá, aguantando pero echándose fuera de la suerte, dejó una estocada por arriba… ¡milagros de la ciencia!
A Luque le echaron su primer titular al corral por inválido, y le regalaron otro por el estilo de El Torreón, Leoncillo de nombre (525 kilos, negro mulato, anovillado animal que salió astillado de toriles y perdió media vaina… y luego algo más), manso, tan flojo como el primer remiendo de la corrida (que era de Las Ramblas) y descastado. Apunten: una caída antes de varas, dos durante aquéllas, una en banderillas, y dos más en la muleta. Un chico que, como el de Gerena, manejaba bien y con variedad el percal… ¡ha debido de cambiar de sastre! ¡Qué indiferencia más absoluta! Llego el novillejo a la muleta sin poder y sin ganas; Luque, muy vertical, con cierta elegancia, pero fuera y despegado lo pasó con suavidad y sin bajarle la mano… ¡Qué bonito! Seguro que a algún crítico le impide dormir esta noche… La babosa, a base de que le escondiera la pierna (acuérdense del dicho de Lagartijo…, 150 años de evolución del toreo: ¡Qué viene el toro, te quitas tu…!, etc.) pudo recorrer los metros impuestos en la siguiente tanda, y en la siguiente vio al espada de lejos, que le citaba en cada pase desde Pekín… ¡qué hermoso es el Oriente! ¡Y si es el Lejano, más! Y hasta ahí llegó el recorrido del lamelibranquio aquel. Ello no impidió al sevillano intentarlo mucho más, pero el resultado fue el mismo que si le explican el toreo a un canguro enano. Y mira que antes Luque se preciaba de buen matador, cuando era novillero, pues anda, ¡toma!, dos pinchazos bajos perfilado desde la Ruta de la Seda, y también desde fuera un bajonazo de “padre y muy señor mío”, con pérdida de muleta. El quinto era Sahorí (y desde luego encontró todo el agua que buscaba…), un bicho con poca cosa por detrás, negro, bajito, de 525 kilos también, tocado de cuernos, manso… pero complicado y brusco. Y ya se sabe… hoy hay que meterlo en la muleta a base de derechazos… porque si no… Y fue que no. En vez de doblarse y castigarlo por bajo, allá que fue el de Gerena a darle unos lances por alto para que cabeceara más. Y la “alimaña furiosa” obedeció, y calamocheó, tiró algún que otro gañafón, acortó el recorrido, se revolvió y le complicó la vida. Resultado…: más derechazos y naturales. ¡Dios santo que velas por todos los coletudos…! Sucio todo con una y otra mano, la gente desesperada ante el espectáculo infame que contemplaba, se cansó de mojiganga y pidió que lo matara. ¡Pues dos o tres series más…! Todo para nada, por cierto, ¡qué cantidad de trapazos! Nuevo mitin con la espada para acabar: un metisaca por los bajos, en la tabla del cuello; dos pinchazos bajos desde fuera, y sin cobrar estocada, un descabello. ¡Vamos mejorando!
Jiménez Fortes intentó agotar a todo ser viviente congregado en la plaza de Las Ventas, dentro o fuera del ruedo. Ya les he comentado, en más de una ocasión lo que opino del stahanovismo dichoso. Desengáñense, en el toreo no hay redención por el trabajo, quizá al contrario... Su primera croqueta se llamó Guardés, un animal feo, corto, gordo, al que no le faltó ni el rebozado –rodó por los suelos en cuatro ocasiones-, bicho que anunciaba la tablilla -¡mentirosa!- que pesaba 521 kilos, era negro mulato chorreado, bragado y meano, y de condición auténticamente mular, rajado al final. Hombre, ¿estaría breve…? Pues no… pero que no. Reconozcamos al neófito que al menos lo intentó toda la tarde con el capote, sin éxito, y que puso voluntad en ello… Con la muleta entre las manos, y ante un torete bronquito y medio parado, recurrió a la socorrida tunda a base de derechazos y naturales, metiendo muchísimo más pico que en toda su vida –en la que no abunda aquél, por cierto- y despidiéndolo para fuera. Consecuencia: el toro creyó que era para ahí hacia donde debía dirigir sus pasos y se rajó una y otra vez, después de quedarse cortito y parado, sin duda perplejo ante el camino que debía seguir. El que siguió impenitente fue Fortes, insistiendo hasta la pesadez… escuchando pitos por ello. Con el bicho aconchado en tablas aun lo intentaba… no se lo pierdan. Lo sacó un poco y le largó media, con pérdida del trapo, y a otra cosa. Con la gente helada, mojada, desesperada, desesperanzada y aburrida salió Silencioso –del que alguien me dijo, un alma bondadosa y bien intencionada, era de buena reata-, un bicharraco anovillado de 520 en la báscula –ficticios, sin duda-, negro mulato y listón, manso y descastado. La reata…, debía ser otra o éste hijo natural y espurio de vaca adúltera. El ratoncillo fue a su aire en el primer tercio, se dolió en el segundo, y llegó al último sin fuerza alguna ni para protestar como quien sabe y puede. Así que, cabezazo va y viene, corto y sin recorrido, y Fortes porfiando pesadísimo ante la nulidad con cuernos. Hubo un par de intentos de rajarse, pero como ambos ya andaban casi pegados a tablas… decidió el mustélido que para qué. Y venga trapazos en el tramo final…, y más muletazos, y más intentos de pase, y agarre a los lomos, y más y mucho más ante un toro rajado y aplomado. Y, claro es, pitos y más pitos de los sufridos espectadores. Por fin Fortes se dio por vencido, ¡menos mal, porque si no seguimos aun allí!, y mató al inmóvil caracol de una buena estocada por arriba. Con ello terminó el suplicio, uno de tantos, pero quizá el peor que hayamos podido contemplar este San Isidro, aunque las comparaciones son odiosas.

Esperemos que la bondadosa y comprensiva empresa nos traiga este mismo ganado otras tres mil veces más en lo que resta de temporada; con dos solas no nos vale. ¡Qué salude el mayoral!

miércoles, 29 de mayo de 2013

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz


Espera
La corrida de ayer fue otra moruchada inaguantable. Sólo el tercer toro llegó a la muleta con ciertas opciones artísticas. El mexicano Arturo Saldívar le cortó una oreja “barata”, como otras en esta feria. Lo peor es que la cortó con la “filosofía” sin cuantía, del toreo moderno y encimista. ¿Y el acento mexicano en el arte de torear? Parece que el toreo ecléctico y superficial está globalizado. Hay que exigirle, porque tiene valor y condiciones para aspirar a más, como demostró en el áspero sexto, último de la tarde. Se llamaba Novicio, con seiscientos kilos menos un sorbo de agua, y tenía tan poca vocación de bravura que quiso desertar de la liturgia y de los hábitos en el ruedo… intentando saltar al callejón hasta cuatro veces.
El quinto, segundo de Miguel Ángel Delgado fue una mole de 626 kilos, de nombre Bromista, le faltaban tres meses para cumplir seis años, y en vez de resultar un viejo verde y simpático hizo de apolillado soso y pesadísimo. El torero no pudo hacer más de lo que hizo, si acaso estar más ortodoxo en la lidia, pero el resultado final hubiese sido parecido con semejante oso. En su primero estuvo voluntarioso con un toro manso y descompuesto.
El lote de Sergio Aguilar fue la negación de lo que ahora llaman toreabilidad en los toros, ya sea clásica o moderna. No tenían nada dentro, eran evidentes sus malas o peores intenciones. La tarde fría y airosa, más que airosa ventosa, cuando Sergio intentaba manejar las telas. Mala suerte, Sergio protagonizó en la tarde del 19 de agosto la mejor faena en Las Ventas de la última temporada. Le sirvió de poco, solo toreó 11 corridas en todo el año 2.012. Y Miguel Ángel Delgado, cuatro.
Es decir, entre los dos espadas actuaron menos que cualquier figura en el mes de agosto.
¿A estas alturas qué tienen que demostrar Sergio Aguilar y otros toreros para hacer más paseíllos y deshacer la  injusticia a sus merecimientos?
El chiringuito de La Tauromaquia está como el tinglado político, económico, patronal, sindical, social o laboral.
Los que creen tener la sartén por el mango -¿hasta cuándo?- mangonean principal y exclusivamente para mantener sus obscenos privilegios; nosotros acaparamos y… “yo coloco a tus hijos y tu a los míos” para despistar claro… pero todo se queda en casa. Quien dice hijos, dice toreros, asesores, ejecutores, etc., etc.
Sí, la corrupción y los tráficos de influencias, están a la orden del día y de la noche para los de siempre. Es una estafa histórica global o casi, que deriva en inversiones innecesarias y millonarias para trincar, en comisiones legales pero inmorales, en privatizaciones que pueden ser negocios opíparos, etc. etc. Son peligrosos drogadictos por y con el poder.
Angustia, tensión, presión, depresión, decepción y desesperación produce el golferío y tantísimo desorden que venden como democrático y constitucional. Bueno, lo que dicen es que en cada X dirigentes honrados siempre hay un impresentable. ¿Uno?
Mientras, 6.000.000 de parados y no se cuantos semiparados a tragar, al exilio o a esperar. ¡Ojo con los límites y sus consecuencias!
            El que ordena se amanera
            El que espera desespera.
            En el asunto despido y paro
            Siendo baratos son caros.
            El que trabaja a destajo
            Hunde al que está sin tajo.
            Es hora de compartir
            Basta ya de competir
            Sin saber a dónde ir.

Dos cajas de Valium

Madrid, 28 de mayo de 2013. Menos de dos tercios de entrada. 6 toros de El Ventorrillo, desiguales de presencia, mansos o muy mansos en varas, flojos y descastados, entre lo bronco, lo mular y lo aborregado. Sergio Aguilar, silencio y silencio. Miguel Ángel Delgado, ovación (aviso) y silencio (aviso). Arturo Saldívar, oreja y silencio (aviso).

Ya no caben mayores dudas. Esta vacada ha entrado definitivamente en el largo camino hacia el abismo. De las manos de Paco Medina a las de Fidel San Román –el imputado-, la ganadería perdió lo más importante que podía haber dilapidado, el bien más preciado de cualquier piara de lidia, la misma esencia de su existencia: la casta. Acuérdense de cómo salían los toros de El Ventorrillo hace una década, cuando aun se los rifaban los de más arriba, cuando los astados del hierro de Medina competían directamente con los de don Victoriano, El Pilar o Fuente Ymbro, pongamos por ejemplos más directos en el ámbito Domecq Solís. De aquello no nos queda sino triste y añorante recuerdo, cada vez más envuelto en la bruma del olvido, pero aun, entre los girones de esa niebla que va apagando las luces coloridas de un pasado más que interesante, se nos aparece luminosa la rememoración de algún buen toro del pasado. Hoy, convertida la vacada, a golpe de ladrillo, en quebrado escaparate de fiestas camperas, a ver qué sale, los toros de El Ventorrillo se han sumado a la legión de reses descastadas y mulares que no quieren ya las mal llamadas “figuras”, esos toreros que sólo pretenden bichos “que no molesten”, que “se dejen”, o que al menos salgan para otro lado sin incomodar al diestro, o a las cincuenta corridas que aún quedan por torear en estas temporadas preconfiguradas de hogaño.
Ayer hubo buena ración de ellas. Entre los burros, bueyes y mulos, se coló, es cierto, algún borreguito soso y sin clase, como el primero o el quinto, pero no crean que con la docilidad de antaño, sino –simplemente- sin malas ideas que poner en práctica, adocenado, entontecido y obnubilado animal, paradigma de la mayor parte de la cabaña –antaño brava- española (y no sé si también de una buena parte de los bípedos de la llamada piel de toro). Con tales mimbres se construiría –no la cesta salvadora del Moisés de la fiesta- sino la basta urdimbre de un nuevo fracaso, en el que sólo sobresaldrían las ganas, voluntad, populismo y tremendismo de un diestro azteca. Ganado para el matadero, sin paso previo por el coso glorificador, transgresor de la línea roja de la mansedumbre más evidente y palpable. Los seis animales saldrían sueltos de varas –alguno huido y con coces inclusas-, se dolerían sin excepción en banderillas, apretaban para dentro en los dos primeros tercios, se defendieron o se olvidaron de embestir en la muleta. ¿Cómo se habrá llevado a cabo la selección en la vacada? ¿Qué parámetros habrán servido para dejar con vida vacas y posibles sementales?


De lo poquito que vimos ayer de toreo, Sergio Aguilar en el primero (Foto: las-ventas.com)
Sergio Aguilar volvió por sus fueros de siempre… sempiterna mala suerte y frialdad absoluta, ¡qué pena, siendo un diestro tan capaz e interesante! Era el máximo atractivo del cartel y su figura pasó como un espectro por el lodazal venteño en que ayer dejó la granizada primaveral el ruedo de Las Ventas... con la impresentable Taurodelta en otras cosas. Su primero, Novedoso (534 kilos, colorado claro, ojo de perdiz, delantero y escaso de pitones –quizá mermados, quién sabe, como ya no se mandan a analizar…-), fue un manso, soso, flojo y descastado animal que nada decía. Un bicho que fue derribado por la vara del picador –en el segundo encuentro- sin que llegara siquiera a tocar el peto… ¡vaya fuerzas!, y que se quitó el palo en el primero. Es verdad que a Sergio le molestó el viento, quizá en mayor grado que a sus compañeros, pero no le vimos sino resignado a su sino, sin terminar de colocarse como en sus buenas tardes, aunque pasándoselo más cerca que cualquier otro diestro de esta feria isidril, elegante, pero sin transmisión, inteligente –pasándolo en lances sin ligazón-, pero sin estructura. Olvídense…, en conjunto no hubo nada porque tampoco había toro… aquello que se movía sin gas, ni fuerzas, al paso y con la cara alta, era un carnero disfrazado. Lo despacho de una buena estocada –de ejecución impecable-, algo desprendida, y un descabello. Menos opciones tuvo con el cuarto, Cañamón (556 kilos, castaño, y delantero), un mulo genuino hijo de burro y yegua percherona, que intentó –como lo haría el último- saltar la barrera por el 8, manso en varas y complicado en lo sucesivo. Saldría el madrileño con la montera calada, en imagen muy torera ya añeja e inusual en estas plazas de hogaño, porque no había nada que brindar… Lo llevó en algún lance de tanteo, porque la clase y la técnica no desaparecen como por ensalmo, pero el mulo no quiso ya más. Al paso, gazapeando, con la cara alta, las intenciones inciertas y medio viaje, colándose en cuanto pudo, el bicho no obedecía a los suaves y templados –pese al viento- toques de Aguilar, y acabó tirando tarascadas y derrotes al fin de cada atisbo de lance. Ni se entregó jamás, ni se divisó mayor sometimiento por parte del matador. Tres series y la de tanteo mostraron la inutilidad de aquello; a lo que puso fin el espada de otra buena estocada, asimismo levemente desprendida.


La buena estocada al que abrió plaza (Foto: las-ventas.com)
No fue mucho mejor el lote del sevillano Delgado, aunque al menos hubo un quinto con alguna posibilidad. El que saltó a la arena en segundo lugar fue un buey de nombre Garrochista (548 kilos y mucho menos trapío que el precedente con catorce menos en la tablilla, colorado ojo de perdiz y de ridícula cabeza), un bicho manso y huido en varas, que optaba por irse a cada paso en la muleta, a su aire, sin fijeza ni atención, siempre rebrincado en sus arrancadas, pero que por momentos tomó el mando del último acto, casi desbordando al espada. Coladas, brusquedades, caras altas y miradas por doquier, el bicho hubiera requerido un trato más severo por parte de Delgado, al que sólo se le ocurrieron los manidos derechazos y naturales de siempre. Así que sin torearlo, ni mandarlo apenas nunca, sólo aprovechando alguna vez el viaje de la res boyar, el joven sevillano se equivocó de terrenos (los de siempre, los medios), no templó lo preciso (en su contra Eolo, a veces soplando con fuerza) y dejó pasar el tiempo hasta escuchar un aviso insufrible… Una estocada por arriba, pero tendida, una coz y un desarme a un peón, y lenta agonía para terminar de rematar la “faena”. Bromista, el quinto, era un zambombo de poco cuajo, con 626 kilos a los lomos, negro y delantero de defensas. Un manso que iba y venía sin casta, ni clase, pero que al menos se movía cuando le llamaban desde la distancia… No sé si van cogiendo el aire de lo que ocurrió... En efecto, tras mansear en los caballos y dolerse –como todos- en garapullos, el mulo llegó a la muleta haciendo cómo que quería cuando le daban aire y espacio. No lo aprovechó Delgado en las tres series que tuvo, en un toreo periférico y lejano, quizá para alejarse del peligro del tornillazo con que remataba el lance el bicho a partir del tercer o cuarto muletazo de cada tanda. Se desplazaba el triste animal, sin mucha entrega –la cara a media altura y pocas ganas-, pero hubiera podido haber más. Todo acabó cuando el sevillano acortó distancias, y con la muleta atrás, exhibiendo pico, y sin desplazar al toro, optó por el nefasto encimismo. El animal dijo que nones, e impares fueron. Se ensució todo, el populismo no surtió efecto, y lo despachó finalmente de un pinchazo yéndose –en dos tiempos-, otros dos buscando también el cuarteo, un aviso, y sin cobrar estocada, un descabello.


Miguel Ángel Delgado en uno de los escasos lances que le sacó al quinto (Foto: las-ventas.com)
Si Manuel Benítez –y no sucedáneos modernos- tuviera sólo treinta años menos, se hacía el amo del corral, no les quepa duda. Ese toreo de saltos de la rana, giros en la cara, circulares y sobeteos constantes –con una muñeca como la suya- y con la mano izquierda que el cordobés tenía, hubieran hecho el mismo o mucho mayor furor en estos inicios del XXI que mediado el siglo XX. Fíjense que hoy se practica sólo al final de alguna faena y por algún contado diestro, y el éxito es indudable. Que para ello haya que destorear, o que necesiten un animal capitidisminuido, nada importa al público de aluvión que llena hoy las plazas. Seguro que a algún crítico al uso… incluso le parece “bonito”, y no sé si “largo”. Ese toreo tremendista, donde la apariencia es infinitamente más que la realidad, donde el artificio y la bambolla, el relumbrón y lo superfluo son más importantes que la ética y la honestidad de enfrentarse cara a cara y poder a un animal indómito, triunfa hoy sin el menor atisbo de duda. El Cordobés triplicaría hoy sus ganancias relativas porque al público de hoy lo que le gustan son los arrimones, los saltos del batracio, los giros en la cara del toro inmóvil para probarle por el otro pitón, la artificiosidad del muletazo por detrás, el que te metan el susto –sea éste real o ficticio-, más que ver torear, calibrar terrenos y posiciones, comportamientos o dominio de la situación. Lo importante es que haya unos “¡¡uuuuy!!”, más que olés, unos “¡¡bieeeeeen!!” largos y sonoros. Lo malo es que si retrocediese el tiempo para Manuel Benítez, no quedaba ni uno de estos modernos tremendistas; los borraría a todos del mapa –del orbe taurino- el diestro de Palma del Río.


Saldívar recibiendo en la muleta al tercero (Foto: las-ventas.com)
Arturo Saldívar, que salió con muchas ganas y voluntad evidente, recurrió ayer al tremendismo para cortar esa paupérrima oreja. Fue en su primero, tercero vespertino, Afrentoso de apodo (522 kilos, negro salpicado y engatillado de cuerna, y poca cosa en general), un toro manso que iba de lejos y se paró –como convenía al estilo buscado- en las cercanías, sin pasar, ni falta que haría. Eso sí, en cuanto se distanciaba un poco, el toro quería volver a embestir… pero no importa. Comenzó Saldívar de rodillas en los medios, para bajarle un tanto la cara y llevarlo en una tanda completa, periféricamente, siendo desbordado por la res en cuanto se levantó, paradojas del momento. Desde fuera y pasándolo despegado, le enjaretó otras dos a continuación con la derecha, más efectista que mandón, con escaso acople y menos profundidad, aprovechando, más que tirando del toro en redondo, siempre en paralelo y con el bicho a media altura. Sólo hubo una tanda con la zurda, de idéntica compostura, pero nos pareció que el bicho metía mejor la carita en tal tesitura. Nada. Visto lo visto, y que la faena había decaído notablemente, el azteca probó con el tremendismo encimista… y le sacó jugo a que el toro no se desplazase en las cercanías. Populismo en estado puro, unas bernardinas, sobeteo y alardes entre los pitones –o con estos a un lado de su cuerpo, lo mismo da-, y una estocada trasera le cosecharían la oreja trasegada.  Hubo muy poco toreo, tal y como le reclamaron bastantes aficionados, aunque el público recibió su buscada ración de “sustos”. No hubo ni atisbo de puerta grande en el sexto, Novicio (594 kilos, colorado ojo de perdiz y delantero), un manso, descastado y mular animal, bronco y con mal genio en alguna ocasión. Tuvo pocas arrancadas claras, tardeó más de lo corriente, y cuando iba lo hacía con brusquedad, ciego, a veces repitiendo tres arrancadas, pero sin claridad. Se fue apagando a medida que el espada acortaba de nuevo las distancias y aquello comenzó a ser insufrible. Y surgieron los primeros pitos… para que terminase con la pantomima. No hubo suerte, y el mexicano siguió y siguió, a medida que el toro iba a menos, sin colocarse ni cruzarse nada –que era cuando el toro se arrancaba-, cerrándose a tablas, en actitud semi-suicida, algo que ningún aficionado busca, ni pretende, en la tauromaquia. Ni con el susto conseguiría al fin mayores aplausos, más que de los espectadores más próximos, embargados por la cercana sensación. Una entera, atravesada por salirse de la suerte, un aviso, un desarme ulterior y dos descabellos pusieron fin al festejo.

Tardes así no hay quien las aguante, como uno tenga un poco de afición… Ahora que para el público de aluvión, dos cajas de Valium… Bien pensado puede que el festejo, en resumen, sea eso mismo: dos cajas de Valium para todo el mundo; para unos por los sustos recibidos y el nerviosismo creado; para otros porque te encrespan, te irritan y te crean ansiedad.