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jueves, 30 de mayo de 2013

¡Qué salude el mayoral!

Madrid, 29 de mayo de 2013. Dos tercios de entrada. 4 toros de Jandilla, bastante mal presentados, mansos, descastados y flojos, mulares algunos. 1 toro de El Torreón (2º bis), mal presentado, manso, descastado. 1 toro de Las Ramblas (4º), justo de presencia, manso, embestidor pero a menos rápidamente. El Fandi, silencio y palmas. Daniel Luque, silencio y silencio. Jiménez Fortes, silencio y silencio.

Lo siento, no me pude contener. En el último animalejo de la tarde, después de que saliese de najas del caballo en segunda instancia, no pude contener ya más la calma y grité ¡Qué salude el mayoral!
No cabe mayor bazofia en lo lidiado ayer en Las Ventas, un ganado más indigno de presencia, casta, mansedumbre y descrédito para un ganadero. Y eso en un encierro remendado a priori con dos de Las Ramblas –para que no haya devolución de entradas-. La indecente moruchada anovillada de Jandilla no tiene nombre. Esta indignidad, además se verá subrayada por una o dos corridas en plazas como Pamplona o Bilbao –donde este criador de moruchos, a la vista de lo lidiado ayer, de carne de matadero, suele lidiar con asiduidad- donde la presencia del ganado –como mínimo- será muy otra. Y esta auténtica EME para Madrid, para que se harten con ella los aficionados de la capital. Y en ración doble, por si ya una fuese poco. Y lo mismo cabe decir de la impresentable empresa madrileña. ¿A qué viene contratar dos corridas de éste o su bastardo hierro hermano en una misma feria? ¡Qué estafa!, sin paliativos. Seguro que los estafadores duermen esta noche tan tranquilos después de haber consumado tamaño delito de lesa fiesta. Es más, seguro que se están riendo de los pobres aficionados que ayer, soportando frío y lluvia, aguantaron hasta el final con la esperanza de que al menos saliese uno solo, un único, un solitario toro de lidia. Segunda ración de Jandillas que ojalá se le atraganten en lo sucesivo. ¡A robar a Sierra Morena!
No sólo fue el trapío de estos impresentables novillos, aptos para plazas de tercera, sino la ausencia de casta, de bravura, de cualquier condición que pudiera parecerse a la que debiera reunir un ganado de lidia. Los pitones se le caían a alguno… no les digo más. Otros salieron escobillados, astillados… y eso que parecía que tenían leña para pasar el invierno… Mansearon sin complejos, viniéndose siempre a menos, descastados y mulares los más, ausentes de acometividad, condiciones o nobleza. Y, como siempre, inválidos los tres primeros… y eso que fueron de tres hierros diferentes, ¡que repetida, repetida y repetida casualidad…! ¿Nadie investigará aquello jamás?  Pues, ¡hala!, a aguantarse tocan, como es habitual. ¿Para qué queremos trescientos mil veterinarios, si luego nos cuelan una novillada sin remate por ningún lado y no son capaces de diagnosticar a la segunda carrera las invalideces más notables? ¡Qué indignidad profesional!
Sólo se salvó del desastre un cuarto, del hierro de Las Ramblas, ¡claro!, que aunque no era gran cosa de presencia –sobre todo por detrás- tuvo sus buenas tres tandas, metiendo la cara, con recorrido y sin hacer cosa fea alguna… aunque se agotó como era lógico después de las mil carreras en banderillas de Fandila.
La terna… para qué les voy a contar. El Fandi es una nulidad con la muleta, incapaz de trastear al mismísimo toro de San Marcos –el del milagro, el que entró dócil cual corderillo en la iglesia-, pareando siempre a toro pasado y brindando las banderillas como si fuese rejoneando a pie –que es lo que hace en el mejor de los casos-. Algo, al menos, exhibió con el capote. Luque perdido en la inmensidad de la vulgaridad y de los recursos para dejar pasar al toro sin jugarse un alamar, siempre fuera y para fuera, llevando desde Pekín al segundo, el menos malo –aunque inválido– de su lote, excepto cuando citaba de uno en uno. Y Jiménez Fortes aburriendo a las ovejas, pesadísimo ante la nada, porque nada hubo en su toreo y nada podía haber en sus dos bichejos. Ya sabemos que se le iba la feria en blanco –esto tienen las grandes expectaciones…- pero que intente aburrirnos hasta la saciedad sabiendo que no ha de lograr nada… es crueldad mental. Así que todo un corridón en la semana que antes llamaban “torista” de Madrid. ¡Qué vergüenza! Seguro que la Comunidad está tan tranquila, y los consejeros bien comidos y bien…
No sigan, por favor. Esto que viene a continuación sólo es para masoquistas. Pero, el deber es el deber.
Abrió plaza un choto indigno de Jandilla, de nombre Halcón, con 509 kilos –por ningún lado se le veían, qué diferencia con alguno de los novillos de anteayer de Carmen Segovia-, negro mulato, corto, pequeño, bajito, un novillito para La Algaba.., que me perdonen los algabeños. Manso, soso, yendo a menos, descastado, un lujo. Se cayó en los lances de recibo, y después de las mil carreras “fandianas”, llegó con menos gas que una gaseosa de la Edad Media a la muleta. ¡Claro!, ¡obvio! Pares a toro pasado, alguno pero que muy pasado cayó en las costillas, pero ovaciones histéricas del personal. Sería el frío… o la psicosis, quién sabe. Ignorancia era imposible… porque la vista al menos no engañaba. ¿Cómo es posible que el Fandi toree 100 corridas al año? Es un insulto a la inteligencia o al toreo. Ya sé que cobra poco, que lleva a muchos aficionados… “a las carreras de galgos”, pero es que no sabe ni coger la muleta… Un desastre. Desde fuera, siempre lo pasó despegado, a media altura y sin ninguna gracia… hasta en cinco tandas, cuando el bicho no podía ya ni con el rabo. ¡Qué valor, qué poderío! Perfilado siempre desde fuera (en este y en su siguiente animalejo) le dejó un “fantástico” pinchazo sesgando y una entera desprendida. Más de la misma amarga medicina en el cuarto, del hierro de Las Ramblas, Dromedario de mote (habría venido por el agua que caía en la corrida, digo yo). Un toro sin remate por detrás de 525 kilos, castaño, manso, pero que al menos metía la carita y embistió hasta que no pudo más… en la tercera tanda muleteril. ¡Qué barbaridad, lo que duran los toros… en los pies del corredor de fondo! Dio una larga afarolada de saludo y al menos lo intentó a la verónica… aunque saliesen del montón y luego más trapazos. Tres pares a toro pasado, sin asomarse ni de lejos al balcón, clavando en la distancia y sin quietud, todo con carreras frenéticas para delante o para atrás, para solaz y regocijo de los aficionados al rejoneo pedestre, sin duda. No les canso con la faena, pues casi fue un calco de la primera. El toro que tenía “algo”, fue maltratado en una serie periférica de rodillas en los medios, y luego en dos con la derecha a base de tirones, basto como un serón de esparto, descubriéndose alguna vez, sin temple, ni mando, ni torería. Una pena. Acortó distancias, con regates varios, en otro intento de serie, tomó la siniestra… y con ella fue peor y el toro se acabó. Pitos. Desde el más allá, aguantando pero echándose fuera de la suerte, dejó una estocada por arriba… ¡milagros de la ciencia!
A Luque le echaron su primer titular al corral por inválido, y le regalaron otro por el estilo de El Torreón, Leoncillo de nombre (525 kilos, negro mulato, anovillado animal que salió astillado de toriles y perdió media vaina… y luego algo más), manso, tan flojo como el primer remiendo de la corrida (que era de Las Ramblas) y descastado. Apunten: una caída antes de varas, dos durante aquéllas, una en banderillas, y dos más en la muleta. Un chico que, como el de Gerena, manejaba bien y con variedad el percal… ¡ha debido de cambiar de sastre! ¡Qué indiferencia más absoluta! Llego el novillejo a la muleta sin poder y sin ganas; Luque, muy vertical, con cierta elegancia, pero fuera y despegado lo pasó con suavidad y sin bajarle la mano… ¡Qué bonito! Seguro que a algún crítico le impide dormir esta noche… La babosa, a base de que le escondiera la pierna (acuérdense del dicho de Lagartijo…, 150 años de evolución del toreo: ¡Qué viene el toro, te quitas tu…!, etc.) pudo recorrer los metros impuestos en la siguiente tanda, y en la siguiente vio al espada de lejos, que le citaba en cada pase desde Pekín… ¡qué hermoso es el Oriente! ¡Y si es el Lejano, más! Y hasta ahí llegó el recorrido del lamelibranquio aquel. Ello no impidió al sevillano intentarlo mucho más, pero el resultado fue el mismo que si le explican el toreo a un canguro enano. Y mira que antes Luque se preciaba de buen matador, cuando era novillero, pues anda, ¡toma!, dos pinchazos bajos perfilado desde la Ruta de la Seda, y también desde fuera un bajonazo de “padre y muy señor mío”, con pérdida de muleta. El quinto era Sahorí (y desde luego encontró todo el agua que buscaba…), un bicho con poca cosa por detrás, negro, bajito, de 525 kilos también, tocado de cuernos, manso… pero complicado y brusco. Y ya se sabe… hoy hay que meterlo en la muleta a base de derechazos… porque si no… Y fue que no. En vez de doblarse y castigarlo por bajo, allá que fue el de Gerena a darle unos lances por alto para que cabeceara más. Y la “alimaña furiosa” obedeció, y calamocheó, tiró algún que otro gañafón, acortó el recorrido, se revolvió y le complicó la vida. Resultado…: más derechazos y naturales. ¡Dios santo que velas por todos los coletudos…! Sucio todo con una y otra mano, la gente desesperada ante el espectáculo infame que contemplaba, se cansó de mojiganga y pidió que lo matara. ¡Pues dos o tres series más…! Todo para nada, por cierto, ¡qué cantidad de trapazos! Nuevo mitin con la espada para acabar: un metisaca por los bajos, en la tabla del cuello; dos pinchazos bajos desde fuera, y sin cobrar estocada, un descabello. ¡Vamos mejorando!
Jiménez Fortes intentó agotar a todo ser viviente congregado en la plaza de Las Ventas, dentro o fuera del ruedo. Ya les he comentado, en más de una ocasión lo que opino del stahanovismo dichoso. Desengáñense, en el toreo no hay redención por el trabajo, quizá al contrario... Su primera croqueta se llamó Guardés, un animal feo, corto, gordo, al que no le faltó ni el rebozado –rodó por los suelos en cuatro ocasiones-, bicho que anunciaba la tablilla -¡mentirosa!- que pesaba 521 kilos, era negro mulato chorreado, bragado y meano, y de condición auténticamente mular, rajado al final. Hombre, ¿estaría breve…? Pues no… pero que no. Reconozcamos al neófito que al menos lo intentó toda la tarde con el capote, sin éxito, y que puso voluntad en ello… Con la muleta entre las manos, y ante un torete bronquito y medio parado, recurrió a la socorrida tunda a base de derechazos y naturales, metiendo muchísimo más pico que en toda su vida –en la que no abunda aquél, por cierto- y despidiéndolo para fuera. Consecuencia: el toro creyó que era para ahí hacia donde debía dirigir sus pasos y se rajó una y otra vez, después de quedarse cortito y parado, sin duda perplejo ante el camino que debía seguir. El que siguió impenitente fue Fortes, insistiendo hasta la pesadez… escuchando pitos por ello. Con el bicho aconchado en tablas aun lo intentaba… no se lo pierdan. Lo sacó un poco y le largó media, con pérdida del trapo, y a otra cosa. Con la gente helada, mojada, desesperada, desesperanzada y aburrida salió Silencioso –del que alguien me dijo, un alma bondadosa y bien intencionada, era de buena reata-, un bicharraco anovillado de 520 en la báscula –ficticios, sin duda-, negro mulato y listón, manso y descastado. La reata…, debía ser otra o éste hijo natural y espurio de vaca adúltera. El ratoncillo fue a su aire en el primer tercio, se dolió en el segundo, y llegó al último sin fuerza alguna ni para protestar como quien sabe y puede. Así que, cabezazo va y viene, corto y sin recorrido, y Fortes porfiando pesadísimo ante la nulidad con cuernos. Hubo un par de intentos de rajarse, pero como ambos ya andaban casi pegados a tablas… decidió el mustélido que para qué. Y venga trapazos en el tramo final…, y más muletazos, y más intentos de pase, y agarre a los lomos, y más y mucho más ante un toro rajado y aplomado. Y, claro es, pitos y más pitos de los sufridos espectadores. Por fin Fortes se dio por vencido, ¡menos mal, porque si no seguimos aun allí!, y mató al inmóvil caracol de una buena estocada por arriba. Con ello terminó el suplicio, uno de tantos, pero quizá el peor que hayamos podido contemplar este San Isidro, aunque las comparaciones son odiosas.

Esperemos que la bondadosa y comprensiva empresa nos traiga este mismo ganado otras tres mil veces más en lo que resta de temporada; con dos solas no nos vale. ¡Qué salude el mayoral!

1 comentario:

  1. Ayer fue en efecto especialmente desesperante. Vaya feria de ganado podrido, pero podrido-podrido, no es que no tengan ni gota de casta o bravura sino que por dentro están podridos los toros. ¡¡Y encima El Fandi, toma ya!!. Ya sea por las figuras, que los eligen, o por los chavales a los que se los imponen la empresa, es todo ganado-basura. Siempre digo que son los propios taurinos quienes acabarán con la Fiesta, podrida por dentro como los toros que vemos casi cada día en san Isidro. ¡¡Vaya cáncer!!.
    Valentín

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