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domingo, 30 de junio de 2013

Interesante corrida de Adolfo Martín en Soria

Soria, 29 de junio de 2013. Dos tercios de plaza. 6 toros de Adolfo Martín, bien presentados con la excepción del segundo, de juego desigual en varas pero encastados y nobles y boyantes en general, con las salvedades del segundo –complicado- y cuarto –algo más soso-. Diego Urdiales no pudo matar ningún toro, resultó herido en su primero de una cornada en el muslo derecho al entrar a matar el inicial. Javier Castaño, silencio en el que mató por Urdiales, oreja, silencio. Joselito Adame, ovación, silencio  (aviso) y silencio.

De nuevo, una vez más, la plaza se volcó en una ovación cerrada a la cuadrilla de Castaño `por su más que buen hacer en el quinto de la tarde. La gente, en pie, supo reconocer –y no sólo en Madrid- la belleza e importancia de dos primeros tercios que el mundillo se empecina en despreciar, en eliminar de la faz de la fiesta, en suprimir de la corrida en que sólo el coletudo áureo es centro de la atención y receptor de los dineros. Soria vibró con la suerte de varas de Tito Sandoval, y con los pares y buena brega de Marcos, Adalid y Fernando Sánchez, que consiguieron aunar las voluntades de todos los presentes en el coso.
Pero no fue, ni mucho menos, el único centro de atención del público que en esa buena, pero siempre insuficiente, entrada, ocupaba las gradas del coso de la Extremadura castellana. Los toros de Adolfo Martín cumplieron con creces el compromiso anunciado, y a la salida más de un aficionado local nos comentaba que quizá haya sido una de las corridas más serias e interesantes de las últimas décadas en la plaza soriana. Toros con la presencia oportuna para coso como el castellano, quizá con un segundo más escaso, más bajo y corto de lo habitual, y un quinto cuyo ensillamiento le hacía parecer anovillado, menos serio que alguno de sus hermanos. En varas cumplieron varios, sobresaliendo las alegres arrancadas delese mismo quinto vespertino, con tres puyazos en su haber de Sandoval, que apenas señaló el tercero pero nos permitió ver espectáculo en el primer tercio, o el primero que empujó yendo a más en los sendos encuentros que tuvo con la caballería. Pero si hubo de todo en varas, lo que caracterizó a la corrida en el último trance –y ya en banderillas- fue la casta y la nobleza, no exenta nunca de ese sentido que debe tener el toro bravo y encastado, al que no puede dudársele nunca y que es exigente por naturaleza, por definición. Toros que se alejan del embobamiento habitual, de ese comportamiento obnubilado y estúpido (lean la definición en el diccionario de la RAE), ciegos obedecedores de engaños exhibidos de cualquier manera. El toro con casta –si es noble y boyante, como muchos de los de ayer- obedece si le enseñan el trapo por delante, si le meten y someten en la muleta, si le mandan y obligan por bajo, largos y con firmeza. Si ven movimiento de plantas, dudas en los de luces, vacilaciones, incertidumbres, pueden seguir su instinto y desentendiéndose de la franela acudir al bulto. Ayer no hubo, salvo quizá el segundo, de esos toros complicados y aviesos que miden en cada embestida sin atender al trapo; los hubo eso sí, mirones cuando el espada no cumplía como debía, no mandaba, no bajaba la mano, no lo llevaba sometido a su voluntad. ¡Lógico!

Adolfo Martín recogiendo el premio de Los sabios del Toreo
Hubo emoción en los astados de Adolfo, nadie separó la vista del ruedo, y aunque no hubo una fiereza desatada, hubo siempre alegres arrancadas, embestidas vibrantes, conmovedoras, hubo fiesta con verdad…
La terna, por desgracia, no anduvo a la altura. A Urdiales se le notó, como en Madrid, que no acaba de encontrar el sitio que tuvo estos años atrás. Frente al único que lidió, Baratero (495 kilos, cárdeno oscuro, delantero), no supo aprovechar las bondades de un pitón derecho, por el que acudía codicioso y metía la cara, humillando una barbaridad. Apenas un derechazo en la tanda tras el tanteo y otro al final de la faena tuvieron profundidad y verdadero mando, aunque no anduvo mal colocado en general. Por la izquierda, ni el uno ni el otro hicieron nada a… derechas. Fue cogido al entrar a matar, cuando dejaba un pinchazo por arriba, porque el toro se tapó y fue al diestro, sufriendo una cornada que nos impresionó más de lo que al fin fue, pues parecía perineal y luego quedó en el muslo derecho con trayectoria descendente pero sin afectar al paquete vascular. Al toro lo liquidó Castaño, pasando fatigas, de un pinchazo hondo con desarme –el toro volvió a taparse-, media tendida y trasera, con acosón, y un descabello.

Nota necesaria: El Reglamento castellano leonés, que quizá el Presidente o Delegado desconocieran, dice literalmente en su artículo 62, apartado 6 que “Si durante la lidia resultara lesionado uno de los espadas antes de entrar a matar, será sustituido en el resto de la faena por sus compañeros, por riguroso orden de antigüedad. En el caso de que ello acaeciera después de haber entrado a matar, el espada más antiguo le sustituirá, sin que le corra el turno”. Como Urdiales fue cogido tras entrar a matar, después de dejar ese pinchazo, Castaño le sustituyó y no debió correr turno, esto es, debió el salmantino matar también el cuarto que correspondía al arnedano. Así lo dijimos en la plaza, pero al parecer nadie en el palco conoce su propia legislación regional. Ello nos privó de poder disfrutar, una vez más, de la fantástica cuadrilla del diestro salmantino, perjudicando los intereses y gustos de la afición. Gracias, señor Presidente...

Castaño en Madrid, con los de Adolfo, hace unos días (Foto: las-ventas.com)
Tres ejemplares de la familia de los Madroños se lidiaron ayer en Soria. El primero de ellos, segundo de la tarde, fue un ejemplar cárdeno de 438 kilos, tocado de cuerna, manso, algo reservón y complicado, que comenzó desarmando de capote a Castaño y luego se lo pensó bastante en la muleta, quizá porque el diestro no terminaba de cruzarse como el toro requería, aunque se le quedó sin rematar el lance en más de una ocasión. Castaño anduvo valiente, meritorio, firme y plantado, serio en su labor, incluso llegó a arrastrar al toro en algún muletazo bajo y profundo, pocos por desgracia. Aguantó y tragó tanto que cuando, tras un pinchazo por los rubios, le dejó una entera por arriba –algo tendida y tirándole la muleta al hocico- el público le pidió –sin mucha pasión- una oreja que el feliz y despreocupado palco concedió. El quinto fue otro de la misma reata, Madroñito –de feliz nombre y recuerdo-, un bicho de 457 kilos, cinqueño como toda la corrida, cárdeno oscuro, bastante ensillado y con aspecto juvenil, que cumplió en varas y luego fue algo complicado y bastante mirón porque el espada lo llevó siempre a media altura, rematando siempre los pases por alto y con más de una duda. La lidia de este quinto fue medida y preciosa, la cuadrilla de Castaño volvió a brillar con refulgente luz, marcando la deriva de lo que debiera ser la corrida de toros integral, el espectáculo revitalizador de un festejo centrado tan sólo en dar cien muletazos a un mortecino y baboseante animal. Y lo hicieron frente a un toro, encastado, que se arrancaba con alegría, que apretó en varas y banderillas, al que Fernando Sánchez puso un par asombroso, de poder a poder, y al que Adalid banderilleó con verdad y mucha exposición, llegando a tocar ambos pitones con la mano a la salida del par. La ovación fue de gala. Luego Castaño no anduvo a la altura de su cuadrilla, despegado, con muchas precauciones que al final se hicieron necesarias, porque enseñó al toro la diferencia entre matador y engaño, perdiéndola a primeras de cambio, y enseñándola por ahí, sin obligarle a aceptar la franela… Dos pinchazos caídos y tres cuartos de espada baja, culminaron la faena. Silencio.

Ayer, como el día de los de Adolfo o de los Cuadris en Madrid, Fernando Sánchez anduvo soberbio con los palos (Foto: las-ventas.com)
Adame demostró, sin embargo, que cuando no hay acompañamiento de amigos sus enteros bajan una barbaridad. En Soria no los hubo, como en Madrid, bien situados y dispersos por la plaza, y los castellanos viejos no entraron mucho en los trasteos ofrecidos por el diestro azteca de Aguas calientes. Su primer antagonista (el lote fue el mejor de la corrida) fue Tomatillo, un cárdeno muy hecho de 476 kilos, tocado de armamento, encastado e interesante animal que no cumplió en varas, pero que iba con todo en la muleta. Adame, eso sí, anduvo variado con el capote a lo largo del festejo, dio verónicas, chicuelinas, delantales… pero le faltó enjundia, profundidad, gusto estético, no vimos ni por asomo esa dicción de Curro, Paula o Morante que añoramos, ni aun la de Finito, Cepeda o Curro Vázquez... Auguramos –tenemos testigos- que podía haber hule; éste no era uno de esos toros que, como los de Madrid, se toreaban solos, aquí había que mandar, que encauzar y dominar embestidas, que trazar con firmeza el curso de las arrancadas… y a punto estuvimos de acertar plenamente. Adame fue cogido a las primeras de cambio por llevar el pase hecho, justo después de perder el trapo en un desarme. Con la muleta en las manos de nuevo, el mexicano anduvo lleno de dudas, con múltiples pérdidas de pasos en cada lance, ayudándose con el estoque cuando cogió la zurda, sin seguridad jamás. Poco a poco conseguiría sobreponerse y ganar en confianza, pero dio la impresión de estar mucho a la merced del toro, siempre fuera de la rectitud y codillero en exceso. Un feo espadazo muy bajo, tendido y superficial, fue rematado con dos descabellos. El cuarto, el que mató equivocadamente en lugar de Urdiales, fue un Aviador (494 kilos, cárdeno y delantero), un bicho manso y más soso que sus compañeros, pero que se desplazaba sin problemas en la muleta. Planteó con valentía la faena, comenzando sentado en el estribo, donde no se torea mucho, pero que llega suficientemente al personal… Luego, ya en los medios, siempre fuera y despegado, codillero también, nada nos dijo, y muy poco más al resto de la plaza, ya que no hubo mucha estética y menos dominio de la situación, llevando tantas veces el pase hecho y sin bajar la mano… Sosos el uno y el otro, quizá el toro con más fondo del mostrado, todo acabó con un pinchazo horrible y bajo, una chalequera espantosa, un nuevo pinchazo en el sótano, un aviso y un certero descabello. Un espanto.
El último  fue el tercer Madroño del festejo, con 460 en la báscula, cárdena la capa, mansito en varas pero encastado y boyante, un toro de triunfo a pesar de que comenzó acortando las embestidas con el percal. Fue desde lejos en sendas acometidas al picador, aunque saliera algo suelto de ambas, y llegó generoso a la franela. Adame no le cogió nunca el aire, se empeñó en no ligar, en no dar continuidad a la faena, en lancear de uno en uno, casi siempre descolocado, despegado tantas veces… El que tirara del toro en algún lance aislado no fue sino demostración de la calidad intrínseca del toro, que aceptaba mucho más de lo que el diestro ofrecía; cuando tardeó, fue porque el diestro no terminó jamás de cruzarse, pero siempre metió la cara con sinceridad y sin dobleces. ¡Lástima de toro! Ni siquiera cinco chapuceros “cartuchitos de pescado” levantaron los ánimos del respetable, fíjense…, no hubo ni un tímido “olé” en toda la plaza… No se prodigó mucho con la tizona, un triste pinchazo bajo sirvió para que la cuadrilla le cerrara el toro en tablas, y allí lo despenara de sendos descabellos… ¿Matador de toros? Descabellador de toros a lo más. Una pena, morena.

Y pese a todo, y pese a los espadas, salimos de la plaza con la lógica alegría de haber visto una corrida interesante, donde primó el toro sobre los de luces, y donde, una vez más, una soberbia cuadrilla, nos devolvió la ilusión de recobrar sendos tercios perdidos y olvidados. ¡Enhorabuena Adolfo!

sábado, 29 de junio de 2013

Birlibirloqueando 16





Por Fernando Bergamín Arniches

Con esta breve nota birlibirloquesca quisiera señalar una aparición de la que me gustó ser testigo directo, en la lamentable Corrida de Beneficencia del lunes 5 de Junio de este año. Podría haberlo hecho en mi artículo anterior, pero prefiero que vaya por separado.
En un cierto momento de la corrida, concretamente en el quinto toro de la tarde, cuando Morante de la Puebla intentaba centrarse con su manso de turno en la muleta, se escuchó una ovación que salía del tendido 7... dirigida a la presencia allí, en ese tendido, nada menos que de Rafael de Paula, que tuvo que levantarse a saludar dos o tres veces. Para mí fue una alegría verlo en la Plaza..., pero no me parece que pensara lo mismo el crítico titular del diario El Mundo, Vicente Zabala de la Serna, que al día siguiente escribió -pienso yo que con extrema falta de respeto e indudable mal gusto- una crítica que tituló: "LA TOALLA DE LAS PAPAS ENTERAS", que naturalmente aludía a Paula, queriendo mezclar al genial torero de Jerez con algunas protestas que habían surgido anteriormente en ese tendido 7 molestando con su habitual pesadez a Morante. Y escribe Zabala: "El caso es que cuando se levantó Rafael de Paula a saludar a las musas ausentes, todavía con la toalla del homenaje en Ronda, la toalla del bidé, la toalla de yo ya estoy en Jerez de la Frontera, donde se comen las papas enteras, y un sombrero jipijapa muy Juncal, la sospecha de quién había salido la puya se torció en una dirección, la escena resumía el esperpento de la Beneficencia."

Rafael de Paula en la entrega del Premio Joaquín Vidal, del Círculo Taurino Universitario Luis Mazzantini, donde dio una lección de torería
Yo sólo quiero agregar unas palabras: Rafael de Paula, con toalla y sombrero jipijapa... o sin ellos, ha sido un torero de época, muchas veces escribí sobre Rafael. Cuando toreaba bien ACABÓ CON TODO Y CON TODOS. Recuerdo este texto mío escrito hace algunos años: "El de Rafael de Paula es el toreo más pleno que nunca hayamos visto en nuestras varias décadas de contemplar ese extraño sentimiento del arte de torear. Toreo de místico temblor, cierto e incierto..., laberíntico y claro, oscuro y luminoso como la vida misma, y siempre esperando en el silencio del aire... eco de su voz gitana, gitanísima, que, sobre todo por serlo, llegaría a romper en la memoria si hiciera falta, haciéndolo saltar en mil pedazos, el propio cristal del tiempo. Un solo instante de su toreo lo consigue."
Desde aquí, ya en este verano "incierto" del 2013, vaya para el gitano Rafael de Paula, en un abrazo fraternal, mi amistad y admiración extrema de siempre y para siempre, heredada de mi padre José Bergamín que descubrió en el toreo de Rafael su inmortal "música callada del toreo". Y que le llegue mi grito desde mi andanada del 9 de ¡TORERO, TORERO, TORERO! La oscuridad de los genios... siempre aclara la verdad de la vida. Con y sin toalla...
Para su hijo Jesús de Paula, espléndido escritor taurino -gitanísimo y original-, también mi admiración y cariño grande de amigo y lector.

28 Junio 2013                                                            

jueves, 27 de junio de 2013

Una visita a la historia de la fiesta


He tenido estos días pasados la oportunidad de volver a recorrer y repasar las salas del Museo Francisco Montes Paquiro, de Chiclana de la Frontera, obra de mi buen amigo Pedro Leal Aragón, una de esas personas que, desinteresadamente, abordan y mantienen la tradición cultural de nuestra piel de toro. Abordan, mantienen y soportan, porque también el esfuerzo económico para su manutención es importante.


El Museo de Chiclana es un verdadero ejemplo, no sólo por la calidad de las piezas mostradas -algunas de las cuales podrían figurar entre las colecciones más encumbradas de pintura o escultura de los mejores museos nacionales, sino por su afán didáctico y por el recorrido que hace -muy especialmente- de la época romántica del toreo.


No sólo al abundantísima iconografía del más grande lidiador del siglo XIX -Francisco Montes, claro está- sino también la pintura y grabados de aquel interesantísimo siglo están presentes con innumerables muestras de calidad superior; uno puede recrearse con la visión de trajes de toreros famosos, capotes de paseo, documentos, objetos diversos (hay varias obras de marquetería en muebles -como una mesa de la propiedad y dedicada al mismo de Francisco Arjona Reyes, Currito-verdaderamente únicas). Un Mueso, en suma, que merece la pena tener en cuenta y que obliga a cualquier aficionado a acercarse a la preciosa localidad gaditana, incluso desviándose de su ruta para poder pasar unos momentos verdaderamente deliciosos. 



Aprovechando la ocasión, pudimos exponer, ante un público numeroso y extraordinariamente generoso, algunos de los últimos hallazgos que sobre la genial figura de Paquiro hemos tenido la oportunidad de descubrir y estudiar. No sólo algunas de las que hemos expuesto en este mismo blog, sino también, por ejemplo, tres contratos de Montes en Madrid, los tres primeros de su carrera taurina, comenzando por el que firmó para su primera temporada como matador de toros en la plaza de la Villa y Corte, en 1831 (que obran en la colección de mi buen amigo Rafael Berrocal). Su presencia, junto a Juan Jiménez el Morenillo y Manuel Romero Carreto, y alternando con ellos, nos sorprende por la importancia que se le da a un matador novel, que -sin duda- tendría que haber mostrado ya sus aptitudes en la plaza de Madrid (aquella situada a las afueras de la Puerta de Alcalá por entonces). Sus elevados emolumentos (2200 reales en corrida completa -mañana y tarde- y 1800 en media corrida de sólo tarde) demuestran que su figura era ya conocida, pese a que no nos hayan quedado más testimonios de su vida taurina anterior, que dos carteles (del Puerto de Santa María y de Sevilla, como sobresaliente de espada en ambas ocasiones, en el año precedente de 1830), y el comentario de Pedro Romero al Conde de la Estrella de que Paquilo -Paquiro o Paquillo- se había estrenado como banderillero en la Corte y que necesitaba mejorar en su forma de estoquear los toros. El contrato de 1832, en el que firma conjuntamente con los Sombrereros, Antonio y Luis Ruiz, eleva su cotización a 2600 reales en corrida entera (2200 reales por media corrida) y cuando el rey felón, Fernando VII, expulsa a los hermanos Ruiz de la plaza de Madrid, furibundos absolutistas que estaban siempre a la greña con cualquiera que oliese de lejos a liberalidad, Montes es contratado como primera espada ganando ya 3000 y 2600 reales respectivamente. En tan sólo año y medio, logra Paquiro ascender a lo más alto del escalafón taurino, con ganancias superiores o idénticas a las de los espadas más renombrados de su época.


También pudimos mostrar la enorme trascendencia que Montes alcanzó en su época, superando en popularidad prácticamente a cualquier personaje de su época -acaso con la salvedad del Presidente del Consejo de Ministros o algún militar de aquellos revueltos tiempos de guerras carlistas-, y como incluso la prensa internacional se hizo eco de su desgraciada cogida en la plaza de Madrid de 1850, la que a la postre le causaría la muerte, en su Chiclana natal, meses más tarde. El periódico londinense The Illustrated London News, describe la cogida de Paquiro apenas quince días después de producida, e incluye el único grabado conocido que se tiene del infeliz suceso. Ello no deja de ser un testimonio internacional de la importancia social que Montes alcanzó en sus días. 
Disfrutamos, por tanto, hablando del genial Paquiro, y degustando la impresionante colección que, en un Museo ejemplar, como el de Chiclana, se nos brinda para solaz y enriquecimiento cultural de cualquier buen aficionado. 

lunes, 24 de junio de 2013

Presagios de la edad de plomo

Madrid, 23 de junio de 2013. Menos de un quinto de plaza. 3 toros de Lozano Hermanos (1º, 2º y 6º) y 3 de El Cortijillo (3º, 4º y 5º), desiguales de presencia, mansos o muy mansos en varas, alguno flojo, y descastados y a menos o rajados al final. Rafael Cerro, silencio (dos avisos), silencio (aviso), silencio (aviso), silencio (aviso) y silencio (dos avisos). Sebastián Ritter, ovación (aviso) en el único que mató.

El “fantástico” festejo programado por la empresa madrileña –entiendan la ironía- se saldó con el previsible fiasco habitual. Se anunciaban en “mano a mano” dos de los novilleros que más habían destacado esta temporada en Madrid, dos novilleros –por cierto- que apuntaron sin disparar, porque no debemos olvidar que ninguno de ellos consiguió siquiera cortar una triste y facilona oreja en el coso situado a las orillas del antiguo arroyo Abroñigal. Saludos y silencio en su primera intervención, y ovación y vuelta de la cuadrilla -tras su cogida- en su segunda, de Rafael Cerro, con un saldo de cuatro avisos el primer día y dos el segundo. Silencio y ovación –también con visita a la enfermería- para el segundo de los novilleros en su única aparición el 27 de mayo pasado. Mano a mano de poco peso específico, pero que abarata los costes empresariales sin rebajar ni un duro las entradas de Las Ventas. Es tónica que se va a imponer de aquí en adelante y que ya se anuncia hasta en ferias de postín (Valencia y su feria de san Jaime, por ejemplo, donde Simón Casas, uno de los miembros del tripartito madrileño, lo anuncia por duplicado).
La programada novillada de Espartaco se quedó en los corrales con billete de vuelta a la dehesa, quizá porque el ganadero exigió pronto pago, quizá porque sus novillos embisten, quizá porque a los del reconocimiento matutino les dio por mirar donde luego no miraron con los de los todopoderosos hermanos Lozano… Sea como fuere, al fin, la –no digo que anisada, pero sí esperada- novillada de Juan Antonio Ruiz, fue sustituida por sendos lotes de tres bichos de dos ganaderías diferentes, aunque hermanas, de los ganaderos de La Sagra: El Cortijillo y Lozano Hermanos. Fíjense que hasta en estas novilladas “veraniegas” tenemos ya baile de corrales… Lo que salió de toriles fue una inmundicia, una moruchada infame, un “piélago de calamidades” –como dice Hamlet en su monólogo famoso- no sé si para morir o para dormir, desde luego nunca para soñar; dormir hasta al más aficionado al toro bravo, morir –o matar- al arte de la tauromaquia. La única ensoñación posible, a la vista de tales calamidades quizá sea la de considerar qué futuro le espera a este arte eterno, intemporal, y sin embargo caduco. Recuerden que el infausto príncipe de Dinamarca atormentado por sus pesares declamaba “¡Morir..., dormir! ¡Dormir!..., ¡tal vez soñar!, ¡sí, he ahí el problema! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!…”. Pues, en efecto, ¡he ahí el problema!, ¿qué  sueños, qué futuro ha de sobrevenir en aquel sueño de la muerte del arte, de la desaparición de la casta en el antaño toro de lidia…? ¿Cuál es el negro futuro que nos anuncian tales animales y novilleros?

Lo que los Lozano, la empresa tripartita, el nuevo presidente don Justo Polo y el equipo veterinario creen que es el novillo para Madrid, el impresentable tercero (Foto: las-ventas.com)
La fiesta ha atravesado distintas etapas, ha ido evolucionando a lo largo de tres siglos de existencia tal y como la conocemos, se alcanzó una Edad de Oro, a la que siguió una Edad de Plata… y quizá -como ayer afirmaba un amigo en aquel refugio de aficionados que aun constituye la grada del 8, en la que buscamos cobijo fuera del abono- estemos entrando en la Edad de Plomo.  ¿Quién sabe si a ésta habrá de sucederle la Edad de Osmio que, como saben, es metal aun más pesado que el plomo, y el de mayor densidad conocida en la faz terrestre?
Y sumen, ya puestos a ello, la exigua presencia de al menos dos o tres de los novillos enviados por el trust empresario-ganadero para la primera plaza del mundo, quizá porque al no haber exigencias de pronto pago, o porque sirvió como intercambio de cromos para otras plazas y con otros diestros, tampoco habrían de enviar a la triste plaza de nuestros infortunios la cabecera de camada entre los de tres a cuatro añitos…
No llegamos a entender qué es lo que se pretende, ni con estas novilladas, ni con tales carteles, ni con la insufrible pesadez a que nos someten los lidiadores en el ruedo… Quizá, aprovechando la narración explicativa radiada que la empresa hace para turistas en las gradas del 8 y del 9, nos enteremos, por fin, de dónde radica el quid de la cuestión… Desde luego, por conocimientos, lecturas o experiencia, no. ¿Por qué un diestro que se queda con cinco toros, en vez de abreviar en el último tercio frente a los novillos que no tienen faena, se empeña en darles trapazos hasta escuchar, nada más, ni nada menos, que siete avisos él solito, sin contar el que escuchó Ritter? Misterios del arte… ¿Por qué una novillada, en la que no se vio absolutamente nada, tiene que durar dos horas y media, sin devolución de novillo alguno? ¿Por qué, Dios mío, por qué? ¿Por qué el sobresaliente de espada –al que no se anunció en la hoja–programa, quizá porque a la postre no sería necesario en absoluto-, Javier Martín, no dio ni un solo capotazo? ¿Por qué la lidia fue un desastre de principio a fin, con más capotazos de los que ustedes sean capaces de recordar, juntar, sumar o multiplicar, sin llevar toreado jamás a ninguno de los bichejos lidiados? ¿Por qué todo se hizo a base de tirones, de trallazos, de lances bruscos y eléctricos, cuando los moruchos necesitaban más suavidad, mimo y temple, para atemperar sus descastadas embestidas? ¿Por qué tanto cite con la muleta por detrás del cuerpo, cuando los bichos pedían taparse y llevarlos más metidos en el engaño, vistas sus escasas cualidades de calidad y nobleza? ¿Por qué se descubrieron los dos novilleros como lo hicieron? ¿Es falta de bagaje, de experiencia, de recorrido como profesionales? Pues que se curtan en otros lares antes de acudir a la plaza de Madrid… En suma, una novillada para olvidar, disparatada desde su anuncio a su resolución final, con un esperado resultado y con el tributo de la sangre vertida. ¡Estarán felizmente orgullosos los miembros del tripartito empresarial!

La cogida "a porta gayola" de Cerro en el primero. El Dr. Martín Albo, al fondo, estupefacto (Foto: las-ventas.com)
No quiero aburrirles más. Un breve paseo por la lidia de cada novillejo, nos servirá para ratificar lo comentado. Abrió plaza Rafael Cerro con Afanes, un novillo de 489 kilos (colorado bragado y calcetero), manso animal que se defendió en el peto y salió suelto, soso y descastado. Salió parado, y cogió de mala manera a Cerro que lo esperaba a porta gayola. ¡Qué calamidad de lance! Y encima darlo en el primer novillo, sin saber cómo están saliendo las reses de toriles… y sin levantarse, como dicta la razón.la inteligencia, el entendimiento, cuando ves que el toro no sale boyante y a la carrera de chiqueros. Pues nada de nada; allí esperó Cerro a que el novillo se le acercara casi al paso, se frenara –como era presumible y le gritábamos desde nuestra localidad- y le cogiera de muy mala manera… A punto estuvo de volver a repetir la “hazaña” en el sexto, entre el entusiasmo circense (de circo romano, entiendan), de los muchos extranjeros que ayer había en la plaza, que al parecer sólo buscaban emociones a través de la sangre derramada; menos mal que en éste último, finalmente optó por levantarse antes de un nuevo percance… Con el primero no hubo mayores opciones. Igual que salió, continuó, y al paso siempre, con la cara a media altura, sin entrega jamás, parándose a veces al rematar la suerte, el bicho nada dijo, y tampoco su matador. Ligó en dos o tres series iniciales a base de esconder la pierna –ni Camino, ni el Viti, ni Ordóñez, ni Rafael Ortega, ni Bienvenida, ni Puerta, ni Ostos, ni Antoñete, ni Manolo Vázquez, ni Ruiz Miguel, ni José Fuentes, ni Manolo Cortés, ni Rincón, ni… jamás llegaron a torear nunca…- y punto y final. Soso el uno y más soso el otro, ¡qué le vamos a hacer! Tras unos ayudados por alto, prescindibles, pero por animar el cotarro, dio un primer pinchazo caído, sonó el primer aviso, luego perdió el tiempo todo lo que pudo antes de enjaretarle una entera, que hizo un palmo de guardia por el costado izquierdo, sonó un segundo aviso, intentó descabellarle tres veces, el usía le perdonó el tercer aviso, y el novillo se echó cansado de existir. Lo único interesante, unas saltilleras, rectificando terrenos, tras un quite de Ritter por gaoneras ajustadísimas.

La cogida de Ritter en el segundo (Foto: las-ventas.com)
A Ritter le tocó en mala suerte Vencedor (un bicho de 465 kilos, más bien justito de presencia, colorado chorreado, muy manso, brusco y descastado), al que recibió con unos trallazos con el capote que sólo servirían, a la postre, para complicar al novillo. El cornúpeto huía de los caballos, la lidia se convirtió en un herradero, donde no hubo un capotazo con sentido o con suavidad, y llegó el animalito a la muleta a base de arreones y con brusquedad manifiesta. No hubo limpieza alguna en la faena, llena toda de enganchones, con una u otra mano, todo abusando del pico –quizá ahí radicó buena parte de la culpa de aquellos-, algo descolocado y a media altura, sin bajarle la mano para mandar en sus arrancadas jamás. Y al descubrirse en la tercera tanda, por llevar la muleta por detrás del cuerpo, le infirió Vencedor una cornada de dos trayectorias de 10 y 15 cm, gracias a Dios sólo musculares. No pasó tras ello a la enfermería, y aunque no lo llevó toreado jamás, justo es reconocerlo, aguantó heroicamente hasta la muerte de su oponente, truncando el nombre y la premonición que anunciaba. Muerte que le dio con un pinchazo tendido y una entera trasera, cuarteando, antes de oír un aviso y acertarle con el primer descabello. Saludó una cariñosísima ovación mientras se dirigía, por su pie y atravesando el ruedo, a los dominios del Dr. García Padrós.

Primera parte de la cogida de Ritter, antes de que le calase (Foto: las-ventas.com)
El resto de la novillada quedó para Cerro, y ya podría haberse reducido a lo correspondiente. El tercer animalejo fue un “becerrote” llamado Alcachofa –vaya nombrecito-, una res impropia de Las Ventas, con 455 kilos, ayuna de trapío y de capa negra listón chorreada. Muy manso también en varas (aunque en el cuarto encuentro empujó más, con la cara alta, había salido “de najas” en los tres primeros cites), que se dolió en banderillas, y llegó brusco, rajado y descastado al fin. Cerro, que acabó siguiendo al novillo a chiqueros y donde éste quiso llevarle, terminó por darle pases al hilo de tablas, siempre a favor de querencia, nunca en contra, sin sal ni gracia alguna hasta la extenuación. Esto de mandar, dominar o someter a los toros a tu voluntad ha debido quedar para los diestros de nuestra niñez o juventud citados… Así que allá que fueron cien muletazos siempre por los adentros, antes de sacudirle dos pinchazos a la carrera, una entera caída y atravesada, también a paso de banderillas, y que sonara un nuevo aviso (el cuarto de la tarde). En el siguiente, Musiquera por mal apodo (otro de insuficiente presencia, 468 kilos, colorado, manso, sin clase, que embistió a media altura y descastado), más ración de lo mismo. Siempre fuerita, dando el paso atrás para ligar como no necesitaron hacerlo ninguno de los maestros precitados, al menos sacó los muletazos limpios en las dos primeras tandas. El resto…, una repetición de la jugada del primero y de lo que serían los siguientes. Pico, suciedad, sustos por descubrirse (dos serios en este novillo), lances para las afueras tantas veces… y una muerte provocada tras dos pinchazos saliéndose de la suerte, tres cuartos de espada desprendidos, con desarme, un aviso y un descabello.

Cerro lanceando de capa a uno de sus cinco novillos... algo despegado (Foto: las-ventas.com)
En el quinto, motejado Carasucia (480 kilos, colorado, nada aparatoso de cabeza, como sus hermanos, manso, descastado y yendo a menos), más de lo mismo. Unos trapazos bruscos, como de tanteo, quitándose el espada cuando venía el novillo -sobre todo porque inició éste con cierta codicia y ciñéndose-; y cuando el bicho llegó a su estado natural, al paso y reservón, pesadísimo para nada, sin unidad ni continuidad, pero aguantando algún parón del animal… a cabeza pasada. Hasta cuatro pinchazos, saliéndose en todos de la suerte, dos de ellos con pérdida del trapo, un aviso, con el animalito a la huída, y tres cuartos de espada bajos y delanteros, con un descabello fueron necesarios para que el toro sucumbiera junto al arte de la tauromaquia. En éste “sólo” hubo dos achuchones serios… con desbordamiento.
Por fin se nos anunció al último, Altanero de mote (453 kilos, castañito, manso, descastado, embistiendo a media altura y yendo a menos; un lujo que fue coreado por parte de la afición con alusiones a la moruchada y a los ganaderos), al que volvió a recibir a porta gayola… ¡Vamos, lo lógico dado como estaba saliendo el ganado…! Menos mal que se levantó antes de que llegara el bicho, que salió –exactamente- como el primero. Dio unos delantales Cerro en su quite (variedad no podemos negarle con el capote, otra cosa es calidad), y volvió a brindar al público… como en su primero. Pues como en aquél, o como en el resto de la novillada… Comenzó con un desarme de muleta que el novillo envió a unos veinte metros de distancia, siguió con un tanteo por alto que el bicho no requería, continuó llevándolo a media altura –el animalito rebrincado- desde fuera y perdiendo pasos, y prosiguió dando cinco mil pases más entre la indiferencia general, con la muleta por detrás del cuerpo y abusando del pico. Un sobeteo final, visto que no había respuesta popular, y sin gozar tampoco de ésta, un nuevo desarme, un pinchazo sin pasar (el novillo se tapó bastante) con nuevo desarme, primer aviso, una entera caída también con desarme (llevamos tres), un descabello, segundo aviso –imaginen el tiempo que pasaba sin hacer gran cosa- y siete descabellos más rebuscando con el estoque en la pobre nuca del animal, hasta que el de Lozano Hermanos dobló, con perdón presidencial del tercer y último aviso…

Y antes de que me lo den ustedes, se despide éste que subscribe por el foro… Seguro que hoy la prensa cantará la "gesta" de los cinco novillos de otra manera.

domingo, 23 de junio de 2013

Tragedia evitable pero reproducible

Severiano Diez del Busto, Praderito, fue un modestísimo diestro de principios del siglo XX. Nacido en Gijón en 1887, se presentaría en dicha localidad asturiana como novillero en 1912, alternando después en las durísimas novilladas de Tetuán de las Victorias –donde caería gravemente herido en 1914, lo que le hizo estar alejado de los ruedos una buena temporada-  y en plazas de poca relevancia en los siguientes años.

La plaza de toros de Gijón
El amor propio le hizo reconsiderar su carrera y dispuesto a triunfar a toda costa decidió tomar la alternativa en su localidad natal en 1920. Para ello concertó una corrida en El Bibio con el empresario Sr. Bengoechea, asumiendo entre ambos los gastos y posibles beneficios al 50%.  La corrida, celebrada en 22 de agosto no tuvo demasiada historia. Larita, encargado de conceder la alternativa al asturiano, triunfó en su primero –oreja y rabo para el espada malagueño- y resultó con una cogida leve en su segundo; Angelete, testigo de la alternativa, anduvo mal en su primer oponente pero se resarció frente al quinto, cortándole también un rabo, y saliendo a hombros del Bibio. Las reses, mansas y descastadas, fueron del salmantino Santiago Sánchez –el tercer toro fue fogueado-. El parte médico de Larita, escueto, diría que sufrió un puntazo en la muñeca derecha al entrar a matar. No hubo mucho más; el neófito Praderito, a pesar de su valentía, no tocó pelo por el uso deficiente del acero. La corrida no debió interesar en gran medida al público, pese al paisanaje de Severiano, y los exiguos beneficios no fueron importantes.

La página de ABC -24 de agosto de 1920- con la noticia de la alternativa de Severiano Díez del Busto
Pero, sea como fuere, las cosas no acabaron con el feliz desenlace económico del festejo como era previsible, y –como tantas veces- el vil metal enturbió las relaciones entre empresario y torero. Éste, no conforme con las cuentas “leoninas” de Bengoechea, le requirió en varias ocasiones la satisfacción de sus beneficios, sin lograr arrancarle nada. El día 1 de septiembre quedaron por fin en una cervecería de Gijón para aclarar definitivamente el asunto, pero lejos de llegar a un acuerdo, la cuestión se complicó, discutieron agriamente, y el empresario sacó un revólver con el que disparó y mató al diestro gijonés a la puerta del establecimiento.
Un diario madrileño se hacía eco del suceso con estas palabras:
En Gijón, su pueblo natal, murió en los primeros  días de la semana última, víctima de un balazo en el corazón, el matador de toros Praderito, herida que le produjo el Sr. Bengoechea, empresario que fue en la corrida donde Severiano se doctoró. Parece ser que dicha corrida se dio con la condición de que el cincuenta por ciento de la venta sería para el referido Praderito; y como quiera que el Sr. Bengoechea se opuso, según se dice, á cumplir lo pactado, surgió la disputa y de ésta vino el querer agredir el torero al empresario y el adelantarse éste y quitar la vida á Severiano Diez. Lamentamos la muerte del modesto espada y enviamos á su familia la expresión de nuestro sentimiento”.
Triste y lamentable fin de una carrera que no conducía, desde luego, a la gloria pero que sesgó la vida del espada asturiano. Una corrida, en suma que acabó trágicamente.

Interior de la plaza de Gijón
Hoy en día, a Dios gracias, las armas de fuego están mucho más controladas que en aquella época, pero la sinvergonzonería de algunos empresarios ha crecido sin parangón. Aun recordamos esperpentos –con agresión incluida, con o sin arma blanca (estoque en mano, en algún caso)- entre espadas, subalternos y empresarios de mucho o poco pelo. Se multiplican los fraudes, quizá más que en cualquier otro sector, por esa manía dichosa de que en los contratos las cantidades sean “a acordar”; se dan pagarés sin fondos, o aplazados –como por la empresa madrileña, no hay que irse a casos de tercera- de un año para otro; no es raro que después de mil aplazamientos, los honorarios de algún que otro diestro se renegocien –siempre a la baja- meses o años después del festejo/s toreado/s; y ya no les cuento si el empresario es, a su vez,  apoderado del espada, porque en muchos casos cargará sobre los honorarios del mismo, gastos sin cuento, pérdidas reales o figuradas, y mil triquiñuelas más para que éste, a la postre, se quede sin un duro.

Hora es, pues, que la Mesa del Toro, las Asociaciones profesionales y la Hacienda Pública –la denostada e infame Hacienda- tomen carta de naturaleza en el asunto, y se aclaren, de una vez por todas, las condiciones de los contratos, los pagos, las retenciones y deducciones y se ilumine una situación que sólo perjudica al más débil en este caso: el lidiador modesto. Luz y taquígrafos, por favor. De otra manera llegará el día en que tan funesto suceso como el descrito pueda volver a repetirse. 

viernes, 21 de junio de 2013

Birlibirloqueando 15





Por Fernando Bergamín Arniches

Muchas veces he pensado en el placer que me supondría escribir, en estos tiempos que corren..., que vuelan, que se precipitan hacia el vacío de la desilusión, por ejemplo del tema taurino, del arte de torear, sin tener que buscar prácticamente contenido ni esencia, porque no ha existido. Creo que al pensar en lo que fueron casi mes y medio de "festejos taurinos" en la Monumental de la Ventas, durante esta falsa primavera del 2013, me ha llegado en cierto modo esta oportunidad, y como ya es frecuente en mí, prefiero hacerlo pasado un cierto tiempo fuera de todo contexto puntual del que cada día me siento más lejano. Y hacerlo con rotundidad y sin muchas explicaciones, con perdón de mis lectores - si los tengo - tal vez cinco o seis amigos que nos van quedando, y algo posiblemente de esa "inmensa minoría" juanramoniana silenciosa y que vive en la "Belleza encerrada", título de una espléndida exposición última en el museo del Prado que, con su acertadísima y hermosa prosa, nos comenta Francisco Calvo Serraller en uno de sus "EXTRAVIOS" publicado en el suplemento literario Babelia del diario El País (8-6-13). Nos dice Serraller: "Desde luego, hay un trecho entre el simple ver y el mirar, y otro todavía más grande entre el mirar y el admirar, porque sólo mediante este último paso nos involucramos con todo nuestro ser en lo que nos es dado contemplar..." Y dice más adelante: "esta ruta interminable en pos de la belleza." Esta ruta que para mí ha sido la "piedra" esencial del gusto por el ARTE DE TOREAR, esta y no otra... ni otras... Aquella que, como explicó la excepcional pensadora mística francesa Simone Weil (1909 - 1943), al afirmar que Dios - o para el caso, la Belleza o el Arte - se "esconde" para que podamos existir; es decir: para darnos la libertad de encontrarlo. Siguiendo nuestra similitud con el arte taurino, pensamos con Weil "Quizá la admiración sea esa EMOCIÓN que nos produce descubrir el escondite de lo bello, tan próximo y tan lejano; tan, en suma, infinitamente recomenzado." En el toreo, en la vida, en el amor y desamor... Como en todo arte creador, nos vale la memoria pasada, que hoy ya sólo se hace presente.
En un magnífico artículo de José Carlos Arévalo (¡cuánto lo echamos de menos!), publicado en la que fue su revista 6 TOROS 6, el mes de Octubre del 2012, titulado "Los Jugadores muestran sus Cartas", y después de reflexionar lo que fue la mañana de José Tomás en Nimes, solo con 6 toros, "una fecha clave para el toreo", nos dice Arévalo de aquel 16 de Septiembre del 2012, como si quisiera darnos una esperanza de futuro: "El principio de incertidumbre que es la esencia dinamizadora de la lidia, será el fiel que mida al toro y al torero, la parte de mérito o culpa que a cada uno corresponde. No habrá por tanto en el coro toristas ni toreristas: todos habrán ido a identificarse con el peligro y a valorar cómo la bravura propone dicho peligro." La bravura en el toro y la creación en el torero, añado yo.

Una verónica de Morante en la pasada corrida de Beneficencia (Foto: las-ventas.com)
A estas alturas y en "estas alturas" de pensamiento, ¿qué nos queda para recordar de esta infinitamente larga e inútil Feria de San Isidro, Arte y Cultura del 2013? Yo creo que nada o casi nada. Sentimos una triste melancolía y añoranza del toreo y su belleza en el sentido más profundo: aquello que solamente lo justifica como Arte y Creación. Y si entramos en el ruedo buscando algo... recordamos cuatro inolvidables pases por bajo de Morante de la Puebla en la Beneficencia, en los medios y al terminar su intento de faena. Nos quedan también algunas brisas lejanas, apuntes esenciales de su toreo de capa y muleta, pero pocos (desde luego no tuvo toros, ni uno solo, para su toreo grande, en sus tres corridas). Nos llegan también a la memoria cuatro o cinco verónicas desmayadas y ganando terreno con sentido, belleza y naturalidad, de Juan del Alamo, la tarde del 19 de Mayo. Como anécdota, una "vuelta al ruedo" un tanto folclórica para Castaño y su cuadrilla, en la corrida de Cuadri. Hago excepción de un gran par de Fernando Sánchez para no olvidar, en ese mismo toro.

El libro de José Carlos Arévalo sobre el -probablemente- mejor torero mexicano de la historia
No puedo dejar de mencionar el montaje descarado - pienso que por razones comerciales - de los toreros mexicanos que actuaron en la Feria, sin dejar de justificar el valor y voluntad torera de todos ellos, lo digo con el respeto preciso. Siento, más que nadie, tener que hacer esta afirmación. He vivido largos años en mi queridísimo México, allí de niño (el mejor momento para empezar a ver toros) pude ver la gran época del toreo mexicano, aquella que Manolete compartió con Armillita, Lorenzo Garza, Luis Procuna, Silverio Pérez, El Soldado, los hermanos Solórzano, Luis Briones y tantos y tantos más... Todos distintos en su grandeza de figura del toreo, pero mexicanos en su expresión y sentimiento, tan únicos y especiales, lo que no he visto en Madrid este año del 2013 en ninguno. Porque son toreros hechos "a la española", en el peor sentido actual del posmodernismo torero. Y para "pegapases" - se ha visto - sobran en nuestro actual escalafón de toreros locales.
Para terminar, sólo comentar que en el día de hoy, lunes 17 de Junio, cuando escribo este artículo, he visto en el cotidiano chiste de El Roto en su periódico habitual (ya sé que este dibujante no es taurino, no me importa, es un genio) lo que me ha decidido a escribir este comentario: tres hombres seguramente obreros, sentados sobre unos viejos bultos, comentan: "¡Qué desilusión!" dice uno de ellos. "Cuál?" pregunta el segundo. "Da igual, cualquiera", añade el tercero. Pues, eso. Para el toreo... y para el resto. Que es mucho resto.


Posdata : ¡Qué vuelva pronto José Tomás! De los demás - políticos, claro - que no vuelva nadie. Que se vayan todos, o casi todos. 

miércoles, 19 de junio de 2013

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz
Reglas y excepciones
La representación del ritual taurino más exigente tiene idiosincrasia propia con respecto a la representación de casi todos los espectáculos habidos y por haber. Es un melodrama –música sonora y callada, a la vez que drama directo y verdadero- solemne; en la forma y en el fondo, en realidad es un pulso entre dos sujetos que simbolizan la razón y la fuerza.
Todo ocurre sobre la marcha, sobre la suerte, y, a la velocidad de lo casi efímero y trascendente. ¿No es casi efímero el momento de nacer o morir en  los seres humanos si los comparamos con expectativas de vida más allá de los ochenta años?
Claro, es tan difícil como fácil, o es tan fácil como difícil presidir y reglamentar lo efímero, al gusto o disgusto de todos. La intuición y la conciencia individual y colectiva son decisivas a la hora de reglamentar los hechos y presidir las decisiones… sin que haya mínimas lagunas o carencias.
Es la soberanía y la sabiduría de los aficionados la que suele facilitar el veredicto del presidente a la hora de otorgar trofeos. En la mayoría de espectáculos donde hay que calificar o premiar, los veredictos dependen de un juez, de un árbitro, de un jurado… y todos esos miembros tienen presidentes. Es decir, los que ordenan y dirigen las corridas de toros son los presidentes en directo, sin intermediarios, y además, asesorados por expertos contrastados en toros, toreros y toreos.
Eso no quiere decir, que de vez en cuando cometan errores, pero en líneas generales todavía son bastantes fiables. En líneas particulares, es verdad, que conceder o no conceder una o dos orejas benefician o perjudican la trayectoria de los toreros a corto plazo, pero son los toreros los que deben poner las cosas en su sitio a medio o largo plazo.
Lo mismo, o casi, podemos decir de los ganaderos, de los toros, de los reconocimientos; de sus cambios o recambios de última hora, por la devolución de toros por falta de energía, o por accidentes o incidentes imprevistos. Es la democrática y casi espontánea manifestación del público la que ha de indicar la decisión del presidente.
Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear; y, en caso de disminuir las calidades y cualidades de lo que se anuncia en los carteles por inclemencias del tiempo, han de ponerse “en la piel de los protagonistas” para suspender o continuar el ritual melodramático.
No he conocido ningún reglamento que se aplique al pie de la letra, por lo tanto, no sé si hay que cambiarlo o dejarlo como está.
Todas las reglas tienen excepciones, se trata… que las excepciones estén justificadas con el consentimiento de la inmensa mayoría del respetable. Reglas que han de ser universales en todos los lugares donde se celebren festejos taurinos. En este caso, las excepciones, fundamentalmente, han de ser para respetar peculiaridades que puedan adornar o dar carácter a  puestas en escenas concretas; pero siempre con el denominador común de ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento.
Otra cosa es que los presidentes de presidentes – presidentes de gobiernos- den ejemplo al resto de presidentes con sus aciertos… o den licencias con sus desaciertos para mentir, renunciar, someter o someterse, corromper o corromperse, etc. etc.

            Señores presidentes: ¡no digan tantas mentiras!
            A las cabezas cabales: ¿quieren quitarles las miras?
            Analicen, rectifiquen con… personalidad justa y sabia
            ¿Ignoran nuestra habilidad? ¿Creen que estamos en Babia?
            Compran deuda y avaricia por crecimiento y justicia
            Venden publicidad por credibilidad: ¿Dónde va la Humanidad?

 P.D. Angel Arranz nace en la Ciudad de Osma. Sesentón. En su juventud, llegó a participar en veintitantas becerradas y novilladas. Se considera aficionado práctico. Es cofundador de La Escuela Taurina Municipal de Madrid (ahora la llaman de Marcial Lalanda). Ha tomado parte en centenares de tertulias por radio y televisión. Va dejando su actividad como conferenciante y partícipe en mesas redondas y congresos, siempre desinteresadamente. Ha publicado cinco libros con la Editorial Egartorre; el penúltimo y el último, los ha firmado, respectivamente, con el cineasta Jordi Grau y con Rafael Cabrera Bonet.

martes, 18 de junio de 2013

El estoque de descabellar

Recordarán muchos el trágico suceso que ocurrió el 6 de agosto de 1934 en la plaza de toros de La Coruña. Aquel día se lidiaban toros de los Hermanos Escudero Bueno, herederos de José Bueno y Juliana Calvo y propietarios del ganado que antes había pertenecido al marqués de Albaserrada. En el cartel, y tras un Juan Belmonte pletórico, que había reaparecido ese año al impulso de la exclusiva de su apoderado, Eduardo Pagés, figuraba otros dos míticos diestros, Ignacio Sánchez Mejías, que también había reaparecido –con más kilos de los necesarios-, y un diestro que acaparaba entonces las máximas atenciones, Domingo [López] Ortega.

Juan Belmonte en sus años iniciales (Colección personal)
La reaparición de Ignacio Sánchez Mejías, junto a la de Juan Belmonte, supuso una gran conmoción, sobre todo por lo que habría de ocurrir días después. Ignacio, aun más que Juan, simbolizaba la heroicidad del toreo; Juan estaba por encima del bien y del mal, era una figura reconocida e incuestionable, magistral, inalcanzable. Ignacio, sin embargo, era la representación misma del esfuerzo, del valor, de la afición, de la abnegada entrega al arte de la vida y la muerte. Y era, además, plenamente consciente de ello. Algo que pocos sabrían expresar de forma consciente y formal. Decía Sánchez Mejías, al ser entrevistado por el Caballero Audaz en 1934, justo antes de reaparecer, que su intención al volver a los ruedos era:
Vivir,… es decir, resucitar. Porque el torero no tiene más verdadera vida que la del peligro. Cuando uno se retira se muere. El torero no tiene más peligro que el de dejar de existir y su muerte no está en la plaza sino en su casa. Joselito está vivo. Más vivo que Belmonte y que yo, porque se murió valientemente en la plaza mientras que nosotros nos metimos cobardemente en la casa, dejamos de existir mientras él hace de continuo acto de presencia en todas las corridas. Para alejarse de la muerte un torero es preciso que se roce con ella. Es decir, que no deje de torear”.
Aquella infausta tarde coruñesa, al descabellar Juan Belmonte el primero de los toros, saltó el estoque a una de las últimas filas del tendido 1, con tan mala fortuna que impacto sobre un espectador, al que la herida le causaría inmediatamente la muerte. Se llamaba Cándido Roig, era vecino de Noya, al parecer zapatero de profesión, y fue a encontrarse con la parca desafortunadamente, mientras asistía al espectáculo de la supervivencia, del triunfo de la vida y del hombre sobre la indómita naturaleza.El diario ABC narraría así la desgracia:
Juan realizó con la muleta una faena adornada, prólogo de un pinchazo hondo; intentó descabellar y el toro le tiró un derrote a la muñeca derecha, saliendo despedido el estoque como una catapulta hasta las últimas filas del tendido 1, donde quedó clavado en el lado derecho del pecho de un espectador, joven y tan animoso, que con su propia mano se sacara  el mortífero acero, mientras sus vecinos de localidad, consternados y trémulos, lo tomaban en brazos y bajábanlo a la enfermería sin pérdida de un minuto. Los médicos no pudieron hacer otra cosa que contemplar en silencio el horror de la herida; el espectador del tendido 1 que dejó de existir al colocarle sobre la cama de operaciones era un joven inteligente y trabajador; se llamaba Cándido Roig y era vecino del inmediato pueblo de Noya”.
Tampoco fue el único lesionado en aquella desgracia, ya que el parte médico de la enfermería nos cuenta que:
El cadáver de D. Cándido Roig Roura, presenta una herida penetrante en el tórax parte derecha, atravesando el pulmón, mortal de necesidad.
También fue asistido el diestro Belmonte de una distensión ligamentosa en la muñeca derecha.
La herida del mozo de plaza, Francisco Pereiro es en el muslo izquierdo y de pronóstico reservado.
El mismo estoque que mató al infortunado D. Cándido Roig, hirió al periodista local Carlos García Puebla, colaborador de El Ideal Gallego y de otras publicaciones de la Coruña”.
La tarde, además, fue aciaga por otras causas, pese a que Domingo Ortega cortó una oreja, ya que a éste le llega la noticia de haber muerto su hermano Matías, con apenas 23 años. A la salida del coso, y camino el de Borox hacia la plaza ciudarealense de Manzanares, sufriría éste un accidente de automóvil –entre las localidades de Bocerca y Borella-, muy probablemente por la niebla, despeñándose el coche y falleciendo uno de sus ocupantes, el  comandante de Caballería don Francisco Caballero. El diestro Domingo Ortega, un pariente suyo, su apoderado “Dominguín” y su banderillero Salvador García resultan heridos por lo que el diestro no pudo acudir al coso de la localidad manchega. Se buscó rápidamente un sustituto para el festejo, recién conocida la noticia del accidente de tráfico, y se concertó con Sánchez Mejías su presencia en el mismo. Ignacio, entró así en la vida eterna, aquella que alcanzan sólo las víctimas famosas del arte. Fue una nueva tarde de intenso dramatismo, en la que resultaría herido por Granadino, de los Hermanos Ayala, a cuyas resultas fallecería al día siguiente.
Tras el fallecimiento del espectador, y habiéndose comprobado que no fue la única vez en que un estoque saltaba al tendido con funestas consecuencias, por una orden de 17 de agosto de ese mismo 1934, se abriría un concurso de ideas para solucionar el problema, concurriendo hasta 46 modelos de estoques de descabellar diferentes, rechazándose por la comisión nombrada hasta 38 de ellos en un primer repaso.
Los ocho restantes fueron probados en el Matadero de Madrid el 27 de noviembre de ese mismo año por los matadores de toros Fortuna, Pepe Bienvenida, y  los novilleros Finito de Valladolid, Chavito y Jesús Santiago. Se probaron después en diversas plazas de toros, hasta que definitivamente fue aprobado el modelo presentado por un tal Vicente Pastor…, gran ex matador de toros madrileño, que aun hoy es el que impera. Su inclusión en la Reglamentación se hizo mediante la Orden de 6 de enero de 1936, que implicaba su obligada utilización desde el 1 de mayo de ese mismo año. Las características de ese descabello siguen siendo las mismas desde entonces a nuestros días.


Aprovecho la ocasión para adjuntar una noticia –acompañada de la interesante foto- obtenida del Heraldo de Madrid, en la que aparece un feliz Vicente Pastor con el invento de su autoría, que creo prácticamente inédita hasta la fecha

El Reglamento siguiente, el de 1962, como ahora lo hace el de 1996, se ocupaba de los estoques de descabellar. El actual texto copia sus características del anterior, completamente a la letra, de esta manera: “El estoque de descabellar irá provisto de un tope fijo en forma de cruz de 78 milímetros de largo, compuesto de tres cuerpos; uno central o de sujeción de 22 milímetros de largo por 15 de alto y 10 de grueso, biseladas sus aristas, y dos laterales de forma ovalada de 28 milímetros de largo por ocho de alto y cinco de grueso. El tope ha de estar situado a 10 centímetros de la punta del estoque”. Nada puedo añadir sobre tan feliz ocurrencia, que desde su puesta en uso ha disminuido muchísimo el riesgo de que, al saltar el estoque a los tendidos por el movimiento defensivo de la cabeza del toro, se produzca desgracia alguna.

lunes, 17 de junio de 2013

Del Álamo: cogida y oreja

Madrid, 16 de junio de 2013. Un quinto de plaza a lo más. 3 toros de Los Recitales (1º, 2º y 3º), desiguales de presencia, mansos en varas, inválidos los dos primeros, bajos de casta. 1 toro de el Conde de la Maza (4º), impresentable, manso, mular.  2 toros de Carriquiri (5º bis y 6º bis), bien presentado el primero; mansos, el quinto complicado y el sexto boyante. Fernando Cruz, silencio y silencio. Rubén Pinar, silencio y silencio (aviso). Juan del Álamo, palmas y oreja.

Es un axioma casi de obligado cumplimiento. En Madrid –en otros lugares se multiplicará en la forma acostumbrada-, un revolcón equivale a una oreja de forma habitual, aunque si aquel ocurre en el primer tramo de la faena los desmemoriados acaben por olvidarlo. Ayer, en la primera de las corridas “veraniegas”, con unas 4500 personas en los tendidos, es decir, los impenitentes de siempre, los taurinos del tifus, unos 25 autocares de Salamanca y la legión de foráneos que aplauden a ritmo el pasodoble inicial, gritan desaforadamente cuando salen los cabestros, ovacionan banderillas por los suelos o estocadas en los sótanos, el precepto volvió a imponerse ante la ineptitud del palco.
Un palco, por cierto, por donde transitó por vez primera un nuevo presidente, sustituto de Manolo Muñoz y que había sido su delegado en los últimos años: don Justo Polo. Lamentable debut… de todo punto. ¡Vaya estreno! Serían los nervios, digo yo, o sería la presión ambiental, sería la lejanía del palco a la arena –lo que hacía que se perdiera los detalles o acontecimientos más notables- o sería la falta de personalidad… o de lo que sea. El desaguisado comenzó por la mañana, en la que fue incapaz, junto a los veterinarios de servicio, de ver alguna cojera auténticamente manifiesta, de observar ausencias de trapío, de cuajo y de presencia a todas luces evidentes; de sólo permitir la sustitución de dos toros originales de Los Recitales, cuando debió ser sustituido también algún otro… pero no se hizo para no permitir la devolución de localidades adquiridas previamente, que ya supondrán ustedes serían como cincuenta, a lo más; siguió permitiendo la lidia de inválidos –que pese a pocas protestas, que no son necesarias para la devolución del incapaz animalse pueden retirar sin más preámbulosrecordatorio obligado con llamada al Reglamento-, permitió que en algún momento el ruedo se convirtiera en herradero de ganadería de tercera… o de ladrillero de primera, cambió sin picar –apenas- a uno de los de Carriquiri por el rutinario método de que había acudido al caballo sendas veces, y concedió una delirante oreja al destoreo con el mejor –y casi único- toro que embistió en todo el festejo. Como debut… no está mal.  Es como si hubiese debutado Casillas en el Madrid, y le hubieran colado cuatro goles, hubiese fallado en dos salidas y dos despejes de puños, no hubiera ordenado a su defensa en función del ataque, y hubiera sacado mal de puerta, entregando el balón “a huevo” al equipo contrario para que le colaran el gol correspondiente. Ahí tienen al otro protagonista de la corrida, con puesta de largo de por medio.

El cuarto, del Conde de la Maza, altote y zancudo, con dos pitones y poco cuajo (Foto: las-ventas.com) 
La corrida, a la que acudíamos con la ilusión de ver la reaparición de Fernando Cruz y el momento en que se encontraba el ganado de Salvador Martín –triunfador, durante varios años seguidos, en Navarra por la mejor corrida en la Comunidad Foral- a la postre fue una nueva decepción. De los titulares sólo se lidiaron los tres primeros, uno del Conde de la Maza verdaderamente lamentable, y dos sobreros de Carriquiri que a la postre fueron los que aportaron mayor personalidad en lo bueno y en lo malo. Fernando Cruz anduvo perdido por la plaza, aunque al menos nos mostrara los tres o cuatro lances sinceros de la tarde; y de sus compañeros… casi sería mejor ni hablar. Eso, y la enloquecida reacción de los seguidores de Del Álamo, aplaudiendo bajonazos, cites desde La Alberca o la Peña de Francia, y pases por Béjar, con el único afán de que le concedieran una paupérrima oreja, fue todo lo que vimos en una tarde que se prometía mucho más interesante de lo que al fin fue.  

Fernando Cruz en uno de pecho a su primero (Foto: las-ventas.com)
Al pobre de Cruz, uno de los toreros con más clase entre los madrileños de los últimos tiempos, pero de peor suerte que ninguno, le correspondió abrir plaza. Lo hizo con un nobilísimo inválido –no sean mal pensados..., hombre- de nombre Artista (518 kilos, negro listón, tocado de armas), bicho sin culata ni remate, manso en varas y que por su manifiesta invalidez y poca casta se vino inmediatamente abajo en la faena. Unos lances despegados con el percal, algún doblón de tanteo con verdadera clase, por bajo y, bien colocado, dos preciosos derechazos en la única serie que el toro ofreció completa. Auguramos tres tandas, y tres fueron, tenemos testigos. El toro, que besó el santo suelo dos veces en el primer tercio, perdió las manos infinitas veces, y volvió a caerse hasta cuatro veces más, no podía –literalmente– con el rabo. Así que allá fueron a estrellarse, su nobilísima condición, las aspiraciones de Cruz, el interés de la faena y las ilusiones de los aficionados. Más y mejor pudo estar Cruz en esas tres tandas iniciales… pero sus pocas corridas pesaron en contra. Mucho respiro, muchas pausas, lances de uno en uno, para que el bicho recorriese sus últimos pasos con la carita alta y menos hálitos vitales que un caracol en trance agónico. Así que acabó con la faena, la ilusión y el animalejo de un bajonazo atravesado, a paso de banderillas. El cuarto fue un okapi del Conde de la Maza, alto de agujas y zancudo, feo, con hocico de alcuza, sin cuajo alguno, anovillado, por mucho que sus 550 kilos pregonaran otra cosa. Ese indigno animal, Garduñerito por mote –nos recordó la obra de Castillo Solórzano titulada La Garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas, porque no podía ser más afín con el caso del célebre caco de nuestro Siglo de Oro-, negro bragado y meano, amén de axiblanco, fue manso y mular de condición. Nada que ver con un toro de lidia, ni en presencia ni en comportamiento. El burdégano apenas tomó media docena de pases con la muleta, brusco, sin clase y con la cara alta, antes de pararse y decir nones. Para colmo de males, cuando Cruz lo vio, y se dobló como debía, el toro se echó… Lo levantó la cuadrilla para que Cruz lo asesinara de dos pinchazos en las costillas y una entera chalequera, todo cuarteando.

Una verónica de saludo de Pinar... no sé si el toro la "oyó" (Foto: las-ventas.com)
Rubén Pinar venía con pocos contratos… y esperemos que no hubiera muchos empresarios ayer en la plaza… Su primero fue Amansador, un toro sin fuerzas, un nuevo inválido contemplado con estoicismo desde el palco, de 525 kilos, negro listón, tocado de púas, manso y de poca casta. Fantástico animal. Fíjense que el albacetense ya en la segunda tanda, tras la de tanteo, vio que sólo de uno en uno se le podría sacar algo en claro… Muy entretenido todo. Al hilo cuando más, Pinar no fue capaz de sacarle jugo alguno, exprimido como estaba después de los dos primeros tercios, y lo vio derrumbarse alguna que otra vez a sus plantas. Nada de nada puede que sea el resumen de aquello. Un pinchazo por arriba, otros dos caídos, con cuarteo, y media desprendida requirieron hasta cinco descabellos. Penoso fin para un mal comienzo. El quinto, un cojo y lamentable animal de Los Recitales, fue sustituido por otro de Carriquiri llamado Ringo-Llano (no ringo-rango, que le hubiese dado mayor alcurnia), una res de 571 kilos bien puestos, colorada ojo de perdiz, pero mansa, complicada y con un pitón zurdo casi imposible… durante casi toda la lidia. Ésta fue una auténtica capea pueblerina… ¡cómo añoramos la cuadrilla de Castaño! Llegó el bicho recortando y venciéndose por el pitón izquierdo, cabeceando y tirando derrotes por el derecho, un prenda, en suma. Pinar se obstinó en meterlo en la muleta..., y al fin, después de unas penosísimas diez tandas, casi acabó por conseguirlo, muestra inequívoca de recompensa al stahanovismo imperante en los ruedos. Stalinismo taurino tan aplaudido como recompensado hogaño, no tuvo –sin embargo- eco en los tendidos, porque sin cla, y sin que la gente viese otra cosa que no fuera que el diestro andaba por Casas Ibáñez, mandando al bicho hacia Elche de la Sierra, lo citara cual escarpia alcayatera, y ensuciase la mitad de lo ofrecido, los aplausos escasearon. Tan larguísima labor, aunque al final el bicho metiese la cara en el trapo abobado, entontecido, mareado sin duda, fue sonoramente avisada desde el palco –con algún retraso-, después de un pinchazo caído, y antes de otro igual con cuarteo, media con desarme que gustó bastante a los extranjeros presentes (supongo que por la pérdida del trapo) y un descabello. Patético... busquen su significado.  

El momento más emotivo de la faena de Del Álamo al sexto (Foto: las-ventas.com)
Juan del Álamo vino abundantemente acompañado por el paisanaje... que ampliamente receptivo le regaló una oreja al final. No pudo ser en su primero, del hierro titular, Candelaria de mal nombre, un bicho de 552 kilos, negro listón, manso, con movilidad y bastantes pegas en la franela. Y no pudo ser, entre otras cosas, por la infame estocada chalequera que en primera instancia ovacionaron los hooligans del diestro y demás almas de más allá del Muro (lean ustedes Juego de Tronos). Del Álamo anduvo toda la tarde voluntarioso con el capote, no pasó de ahí, quitando en los toros de los compañeros, más fino en el quinto (por delantales o algo así) que en el segundo (por las habituales chicuelinas), o en uno de los suyos, el sexto (chicuelinas del montón), pero no lo hizo en el primero suyo… Este Candelaria llegó con la cara suelta, algo descompuesto, y aunque ligó el salmantino algunas tandas, siempre lo hizo desde fuera y retorcido, despegado y mandándolo para allá…, sin metérselo ni una sola vez, sin clase ni el uno ni el otro… y ocho tandas para el bote por ver si en alguna caía algo. La chalequera puso fin al idilio entrambos. La oreja que no le pudieron dar, dado el resultado toricida, vino en el sexto, el segundo sobrero de don Antonio Briones, un toro que sustituyó a una chota inválida condal, que pasaba por Flamenco, un bicho sin demasiado cuajo (pese a sus 564 kilos), colorado ojo de perdiz, manso en varas pero noble y boyante, creciéndose en el último tercio. El toro acudía largo y generoso a los cites del mirobrigense, y éste –siempre colocado… exclusivamente en los primeros cites-, abusando del pico, lo embarcaba hacia el lejano Oriente con billete de ida y vuelta. Volvía el animalito y del Álamo lo despedía para el lejano Oeste… y así sucesivamente. Hubo ligazón, no podemos negarlo, pero poquísimo ajuste –muy despegados ambos- y demasiado toreo en paralelo; un horror para las bondades que el toro ofrecía. Por dos veces se descubrió, por mostrar la muleta de lado, llevar el pase completamente hecho y pensar que el bicho llevaba ya aprendido el viaje transatlántico, y por dos veces el toro le cogió: la primera desarmándole y achuchando; la segunda de forma bastante aparatosa aunque a Dios gracias sin consecuencias. Volvió del Álamo a la cara del toro –era la sexta serie- y con el público entregado a la pasión, le arreó un pinchazo muy bajo y una entera caidita… Oreja verbenera desde el palco. ¡Dios santo, qué debut!; lo primero y más necesario en la vida es aprender a sumar…o a restar.

Corrida, en suma, decepcionante como tantas otras… No se dejen engañar, lo de Del Álamo fue más artificio que sinceridad, más nadar a favor de corriente que luchar contra la marea, más eco de sus seguidores que verdadera dicción de toreo.