El
comentario de Ángel Arranz
Imágenes
Es verdad, a medida que uno se va haciendo mayor
disminuye el espacio de la memoria y la retina para recordar y visualizar las
imágenes, pero siempre hay un hueco para la capacidad de sorpresa. No, no hay
que confundirlas con imágenes prefabricadas, premeditadas, “comerciales” o
fugaces.
Lo bueno que tienen los mayores es su ojo cubero
de la universalidad de las cosas, no importa tanto que sean o no
universitarios académicos.
Siempre me ha gustado escuchar a los maestros
verdaderos y honestos de cualquier faceta, y cuando más mayores, más aprendo.
Lo que no tiene precio, ni pérdida de tiempo, es su capacidad de síntesis,
sus sentencias y sus parangones. Casi todo lo resumen en ejemplos gráficos o
en imágenes que van más allá de las promociones o las novedades interesadas
que beneficiando a unos perjudican a otros. A esas alturas, prefieren cambiar
impresiones con naturalidad, autenticidad y generosidad en todas o casi todas
las ocasiones…cueste lo que cueste.
Algunos seguimos o pretendemos seguir esa estela
cuando opinamos y analizamos los avances y retrocesos del sector que
abordamos o creemos conocer.
En mi caso, algunas vertientes de los toros,
toreros y toreos.
He cruzado los sesenta “tacos” de edad, de mi
principal ocio, me acordaré hasta que los dioses quieran de los dos tercios
de banderillas y uno de varas que ayer compartí como espectador en Las
Ventas.
Lo que no entendía, entiendo ni entenderé es el
porqué no se haya prodigado mucho más. Hubo una interesante cuadrilla en los
años ochenta y de siempre ha habido excelentes profesionales sueltos, pero me
tengo que remontar a 50 años atrás cuando la cuadrilla de Jaime Ostos
protagonizaba tercios y suertes que nunca debieron caer en desuso.
Hay toros, que por sus características, sabemos
que es difícil lucirlos en la muleta pero han “servido” para lucirlos en
capote, banderillas y puyas.
Mi exigencia de la lidia, dentro de lo posible,
ha de ser integral y unida desde que el toro sale por toriles hasta que se lo
llevan las mulillas.
Algunas, pocas tardes, pero sobre todo la de ayer
me da la razón que ya será incontestable. Es verdad que tomar la muleta
después del recital que dio la cuadrilla de Javier Castaño es casi imposible
estar a su altura. Por su espléndida innovación merece conseguirlo siempre.
Lo que es indiscutible es que esos torerazos tienen derecho –mejor juntos que
separados- a sentir y exhibir su vocación en el mayor número de festejos y en
el mayor número de plazas del mundo.
No se los pierdan, sus nombres son: Tito
Sandoval, picador; Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez,
banderilleros. El otro picador tampoco es manco. Ayer, esa cuadrilla, dieron
una histórica vuelta al ruedo en Las Ventas con el público en pie aplaudiendo,
y con el beneplácito de su matador, que esperaba muleta en mano para comenzar
la faena.
Para saber de los toros de Cuadri, del resto de
la función, y de sus matices, lean a mi excelente“Doctor”.
Hoy quiero homenajear con mi modesta coplilla al
acontecimiento de ayer en la cátedra y catedral del arte de torear.
No es lo mismo
Lidiar con suavidad
Que
Pegar pases con brusquedad
No es lo mismo
Banderillear con torería
Que
Poner palos sin armonía
No es lo mismo
El ajuste de los puyazos
Que
El maltrato a mazazos
No, no es lo mismo
Maravilla que pesadilla
¡Qué imágenes, qué cuadrilla!
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