Madrid,
7 de junio de 2013. Algo menos de media plaza. 6 toros de Alcurrucén, desiguales de presencia, mansos o muy mansos en varas,
con movilidad en la muleta y alguno con genio. El Cid, silencio y
silencio. Joselito Adame, ovación (aviso)
y oreja (aviso). Juan Pablo Sánchez, silencio en ambos.
La corrida no fue brava,
ni muchísimo menos; tampoco encastada, aunque casi alguno… pero llevaba 12
orejas colgando para quien quisiera cortárselas. Le cortaron una… y de milagro,
porque ayer a la gente se le olvidó que a Manzanares le critican lo mismo que
le aplauden a Adame, ese infausto toreo de esconder la pierna –un amigo me
recriminaba que no diga que echan el paso atrás… que eso es otra cosa, aunque
es lo que es, por mucho que lo hagan entre lances y no durante el mismo-. Una
de doce hace un mísero porcentaje de un 8,33 periódico por ciento.
-¡Hombre!, -se quejará
alguno- que en el toreo todo no son datos y números.
-¿Está usted seguro,
amigo? Porque la gente sólo fía su satisfacción en ver cortar orejas, y no en
lo que pueda conmoverles el alma. Si no ven una, dos, tres orejas, se van a
casa creyendo que no han visto nada de nada… Y es que ya no queda apenas afición,
sólo hooligans –por un lado- y público de botellón -¡cada día se bebe más y
peor en la plaza!- y de aluvión.
El segundo... dicen que un toro para Madrid (¡!) (Foto: las-ventas.com) |
Así que, no rectifico. Un
8,3% del total. Si fueran intereses bancarios todos andaríamos encantados, nos
apuntaríamos sin duda a la oportunidad, a este toreo moderno de la escondida y
paso atrás. Pero si les cambio el enfoque y les digo que de su paga extra sólo
van ustedes a cobrar un 8,3% de ella, ¿a qué cambia el panorama? Pues esta
pasada tarde los aficionados cobramos SÓLO un 8,3% del posible premio que
anunciaban los de Alcurrucén. Toros que iban y venían, unos con más clase que
otros, unos con mayor durabilidad, otros con más genio y repetitividad, pero
todos sin molestar. Ni miraron, ni tiraron una triste cornada a lo largo de
todo el festejo… y eso que mira que mansearon. Pues ni con esas. Ni uno hubo
con aviesas o torcidas intenciones, con malas pulgas o genio defensivo. A alguno
que se le ocurrió protestar en los tres o cuatro lances de tanteo, se le
quitaron las ganas en cuanto se le pasó el sofocón inicial. Parecían súbditos
del zapaterismo pánfilo, ñoño, gazmoño y simplón. Vamos a arreglar la
tauromaquia por el buenismo; nos reunimos todos, nos llevamos bien o ponemos
cara de ello, y nos llevamos unas pesetas –euros- a casa en forma de dietas.
Alianza de Civilizaciones en estado puro: toros buenistas para toreros que no
quieren molestar… ni a los toros.
Así nos fue. Los unos
fueron por su lado, y los espadas por el suyo. Lo malo es que no se encontraron
en el campo del honor, en el escenario del arte, en la plaza de la creatividad verdadera.
Apenas la rozó Joselito Adame, el único con verdadera disposición de hacerse
notar, que levantó algo la voz en la reunión de amigos del ruedo, y que cobró ese
solitario 8,3% del pastel. Y lo hizo con argumentos de peso, por momentos, y
con falacias demagógicas, por otros, los más, por desgracia.
Por no exagerar, ni
siquiera los toros tuvieron una presencia exagerada; es más, aunque en su mayor
parte no se protestaron, la corrida fue una medianía insulsa, tirando a
novillada puntera más que a corrida de Madrid. Hubo alguno que hubiera entrado
de reserva –sobrero- en alguna novillada de verano… no les digo más.
El primero que no molestó
fue Manuel Jesús Cid, el Cid, que aunque
intenta hacerse presente, no pasa de ser un delegado de país pobre del
hemisferio sur. Y eso que el hombre lo intenta de buena fe, con ganas… pero no
puede. Su primer “colaborador” fue Barbero
–no de profesión, sino de mote, aunque quien sabe si se refería a los pitones
con la que está cayendo- un bicho que era muy poca cosa, colorado claro, bragado,
meano y calcetero, engatillado de pobre cornamenta –y eso a un barbero… le
queda feísimo- manso en varas –pese a que derribó en el primer encuentro por
los pechos, tardeó, reculó y rehusó el segundo encuentro, y cuando el Cid
lo metió bajo el peto, se dejó dar y salió suelto… por no armar bronca en la
reunión-, y levemente protestón en los inicios. Modificó su actitud inicial en
el trasteo y se volvió dócil y sencillo como hubiera querido el Aliancista, apretando
a veces con genio en varios muletazos consecutivos, antes de quedarse más
corto, ya sin fuelle y retirarse a sus cuarteles… de invierno (no les quepa
duda, un recuerdo cariñoso a los del calentamiento global). Así que fue un toro
que apenas molestó y que tampoco dijo esta boca es mía; vino y fue, se fue y se
vino, mientras Manuel le daba unos y otros pases, sin estar enfrentado a sus pitones
–sin duda para no ofender-, con ganas pero sin resultado, algunos –eso sí, en
redondo- y la mayor parte sin esconder demasiado la pierna. Un feo pinchazo con
desarme –¡qué desatención!- y una estocada trasera y caída más un descabello y
a debatir en el desolladero sobre la existencia eterna.
El Cid lo intentó a la verónica en el primero..., y alguna salió, aunque suelta (Foto: las-ventas.com) |
Menos aun protestó nadie
en el cuarto, Valenciano -¡cómo está
la Comunidad, Dios santo!- un animal de 559 kilos, castaño listón chorreado,
bragado y meano corrido, girón y axiblanco, manso en los caballos –como corresponde
a los que bienaventurados, han de poseer la tierra-, y con poca clase y viajes
de ida y vuelta en la muleta. ¡Ay si los hubiese cobrado en dietas…! Manuel
brindó al público, ¡va por ustedes!... ¿pero qué? ¿Qué fue por ellos? Pues
apenas nada, faena insulsa donde las haya, sí en los medios para que lo viera
todo el mundo, pegando muchísimos pases, pero en paralelo, rematándolos hacia
las afueras, sin metérselo como alguna vez hizo con el primero… Dijo tan poco y
con tan poca gracia como la auténtica Alianza de Civilizaciones, antes de
ensuciar algo el discurso a base de enganchones o enganchoncillos. Un pinchazo
arriba, tres cuartos de estoque, tendido y atravesado, con desarme –algo también
obligado en “los mundos de Yupi” del zapaterismo internacional-, mientras que
el toro perplejo iniciaba una carrerita hacia chiqueros mientras se preguntaba
a qué venía tal ofensa, y punto y buen final.
Adame en el quinto (Foto: las-ventas.com) |
Adame tuvo sus cosas, al
menos las mostró, aunque no todas fueran excelentes, buenas o sinceras. Estuvo
siempre dispuesto en quites (chicuelinas mejores que las del otro día pero no
muy ceñidas; gaoneras más limpias; lopecinas peor ligadas, con muchos pasos
perdidos entre ellas, que el martes; y unas navarras por allá, casi por
Tudela), aunque perdiendo mucho tiempo, sin prontitud en la faena; anduvo
atento en quites a los peones; mostró variedad con la muleta y muchas,
muchísimas ganas de agradar. En lo negativo, no les quepa duda, el nulo toreo
de saludo con el percal; el sempiterno paso atrás –perdona, Antonio, el
escondido de pierna para ligar, esa que debe adelantarse y ganar terreno, la
que te hace estar colocado frente a los pitones y no de lado a ellos, la que
aumenta el riesgo de pasarse el toro por la femoral y no las costillas por la
barbacoa de su pueblo, la suerte gallarda y valerosa y no la cómoda y mentirosa
para que el lance (y sólo al final del mismo) quede bonito en la foto y se “alargue”
el pase (como si no pudiera hacerse toreando de verdad)- y la deficiente
actuación con la espada. Dicho queda. Su primer amigo internacional fue Bilbaíno (perdón, nacional mientras la
Constitución y los españoles así lo digamos), una cosa que se parecía a un toro
de 523 kilos, negro listón chorreado, pero que no era sino delegado disfrazado
con hechuras de novillo, que embistió mansamente a los del peto, y luego con
alguna codicia en la muleta. Iba y venía, como sus correligionarios
aliancistas, antes de que se cansase de tanta charla insulsa, de tanto lance
dejándole franco el camino, libre y expedito de cualquier posible obstáculo.
Adame, la mayor parte del tiempo anduvo por la oreja o en la segunda costilla,
citando retorcido… para que quede bonito y alargar el pase. Sin rematar un
lance, ¡qué bonito, Dios mío, qué lagrimones de amor fraterno derramo!, ligó
que es el bien supremo del Supremo hacedor de Alianzas. La gente aplaudía con
gozo. Lástima que, sin saber por qué, después de sólo media por arriba, de que
sonara un aviso, y le diera dos descabellos, la cosa quedara en ovación. La
redondez del círculo casi culmina un encuentro galáctico, interestelar,
estratosférico, histórico, universal. Pues nada, ovación y tentetieso.
En el tercero, tras una nueva escondida; vean de dónde viene el toro y cómo estaría de colocado el diestro...(Foto: las-ventas.com) |
No podía
culminar el encuentro de civilizaciones sin rendimiento positivo, el del 8,3%;
así que para ello llamaron a escena, a la palestra, al púlpito de oradores y
predicadores a Alcaparrito, un
simpático mozo de 541 kilos, mozuelo, más que mozo, imberbe, ensillado y sin
hechuras de persona mayor, castaño listón de capa, manso y embestidor… pero sin
molestar. No le picaron… por no hacerle daño y que Alcaparrito pudiera conjuntar el “ballet encantador” del toreo moderno.
Y allá fueron ambos; en redondo, al ritmo del Danubio azul, uno cediendo el
paso para que el otro pasara feliz por allá, agarrados a la cintura, nunca cara
a cara, feliz el uno de no molestar y el otro de que no le molestaran. El toro
hubiera dado muchísimo más de sí… pero… ¡No vamos a importunar tan agradable
idilio internacional! Hubo quien gritó “¡Se van sin torear!” y casi le fusilan
de espaldas al amanecer, así que calculen… ¡yo no digo ya más, esta boca es
mía! Hablemos, pues, por boca de ganso… ¡Qué bonito todo, qué bueno y qué
amorosos los dos! ¡Fantástico! Citando desde la región congoleña de las
Kimbambas, Adame se metió al animalito en el bolsillo y juntos bordaron el
ajuar de bodas del toreo contemporáneo. Qué hilazón, que bien cosido todo, ¡qué
juntos anduvieron los pitones… con el resto del cuerno del animalito! Y qué
lejos del espada siempre… Con tales agujas y con el hilo del toreo moderno,
¡qué prenda, Dios mío! Hombre, que hubiese un pinchazo en el sótano –sería de la
malévola CIA de Bush, con los teléfonos…, ¡ah no, que es Obama el que lo hace…!-,
antes de una estocada perpendicular y atravesada que escupió el torete mal
encarado, y que sonara un aviso… ¿cómo podían mitigar que los hooligans de la
Alianza de Civilizaciones no recompensaran a su héroe? Pues toma una oreja, con
petición justita, y anda tranquilo que habrá muchas más.
El tercero en discordia, Juan Pablo Sánchez en uno de mil derechazos (Foto: las-ventas.com) |
Juan Pablo Sánchez se
salió del guión como la Turquía de Abdulá Gul, que ya no quiere ni a sus hijos.
Ni al Licenciado corrido en tercer
lugar –ya corren a los licenciados, ojo, pronto empezarán con los doctores…-,
ni a Alcalá –de nombre moruno-
lidiado en último, les hizo gracia alguna. El primero de ambos fue un colorado
ojo de perdiz, bragado y meano, que casi cumplió en varas, de incitante interpelación,
que se vino muy a menos en el último y definitivo discurso. Con series cortas, tras un tanteo interesante, siempre desde fuera y para fuera, el diestro azteca no le molestó, aunque le
importunaba alguna vez con aquella forma de citar doblado cual alcayata
ferretera. El Licenciado no se lo
tomó a mal. Dialogaron un buen rato, en idiomas ignorados el uno por el otro y
viceversa, y el auditorio se quedó “in albis”, semi-traspuesto, dormido como el
benefactor universal creador de la Alianza, en más de un foro internacional.
Probablemente el parlamentario azteca padezca en breve de una severa escoliosis
lumbar. Sin terminar de encontrarse jamás, le despidió el del pincho acerado de
un señor bajonazo, increíblemente ovacionado por el público que debió despertar
con el ruido del sótano. Con el moruno Alcalá,
más de lo mismo, y eso que el torete negro listón, no quería saber nada de
pelea con los de caballería, mansísimo animal de 551 kilos, el pobre. Desde
fuera, siempre distanciado del toro como para que cupiera otro de su mismo
tamaño, periférico y poco aseado –léase sucio- en ninguna de las NUEVE tandas –o
tundas- dijo ni esta boca es suya, ni la de usted, ni la de una prima lejana…
de riesgo. Nada de nada para que el interpelado no se molestara, que no lo
hizo, ni le molestara, que tampoco. Incluso se humilló la res más de una vez a
sus plantas en signo de buena disposición y acatamiento… en las postrimerías.
Iban y venían ambos por allá saludándose sin conocerse, ni entablar conversación. Un nuevo y sonoro bajonazo, con desarme además,
volvió a despertar a los amantes de la
Alianza, que volvieron a ovacionar aquello como si nunca hubieran disfrutado
tanto…
Para que les voy a
aburrir más. Vengan y comprueben como un día de estos, a base de no molestar
los unos a los otros, y los otros a los unos, trasladamos la fiesta al Teatro Bolshoi,
e interpretamos “El Lago de los Cisnes”, o “de los cuernos” que todo sirve.
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