El
comentario de Ángel Arranz
Carencias
La tarde de ayer resumió, casi al completo, lo
que ha sido el conjunto del ciclo primaveral taurino desde el punto de vista
climatológico, o… ¿climatoilógico?
En dos horas, cayeron dos pequeños chaparrones,
hizo fresquito, apareció el arco iris, salió el sol y subió un poquito la
temperatura. En el medio rural más apropiado, saldrían caracoles al por
mayor.
En un mínimo receso de la taciturna tarde,
recordaba que hace cincuenta y tantos años, por estas fechas, al salir de la
escuela, y después de merendar un trozo de pan de hogaza casera más un trozo
de tocino con veta de magro también casero, me mandaba mi madre a la huerta
para traer forraje y alimentar a gallinas, conejos, vaca cochinillos o
corderitos. Carretilla, zoqueta y hoz en mano, más contento y con menos
cuento que Aznar, me plantaba ante una suerte –parcela- en que había alfalfa,
lechugas y berzas. Los caracoles formaban parte del paisaje y…
Y ayer, como otras tardes, salieron caracoles por
los toriles. No seamos mal pensados, eran caracoles desde el punto de vista
de la proporción que hay entre sus exagerados cuernos y el tamaño físico que
encierran sus cáscaras.
Los toros de Baltasar Ibán y el sobrero de “El
Montecillo” tenían suficiente trapío para Las Ventas. El segundo toro de la
corrida se partió un pitón en la suerte de varas, y el presidente ordenó
salir un sobrero como podía no haberlo ordenado. El reglamento no recoge ese
cambio.
Los pesos oscilaban entre los 505 y los 580
kilos, todos con mucha leña por delante. El tercero se llamaba Bastonito, nos acordamos de su
pariente del mismo nombre que hace dos décadas puso en figura a César Rincón.
El de ayer no fue tan bravo pero tenía energía y respeto como para que David
Mora subiese un peldaño en su cotización y en el escalafón.
El conjunto de la corrida no fue una congregación
de hermanitas de la caridad, pero tampoco era una reunión de banqueros
desalmados… como esos que se dedican a robar carteras. Los toros no eran
modernos del montón, eran más exigentes, de los que hay que lidiar con
firmeza y cabeza, y después probar el toreo “bonito”, mejor dicho probar el
toreo eterno en su versión heroica a base de técnica, ideas y corazón.
Hubo muchas carencias ante la cara de los toros,
desde la colocación, a las distancias que parecían pedir los toros, pasando
por los terrenos y las pausas adecuadas. Esos cuernazos, esos sentidos… eran
de los que conducen al éxito y el triunfo, o la espera de otra ocasión.
Decía Ordóñez: “hay que jugarse la vida con todas
sus consecuencias varias tardes al año”. Ayer, como otras que ha habido en la
feria, eran propicias para demostrarlo… pero los toreros solo estuvieron tan
voluntariosos como conformistas.
Diego Urdiales, con el lote más complicado no
estuvo en Diego Valor. El francés Juan Bautista Jalabert, como torero, no
estuvo a la altura de su paisano y tocayo Juan Bautista Moliére como autor, y
David Mora no fue el David que venció a Goliat. Nos tuvimos que conformar con
banderillas como las de “El Puchi” o la suerte de varas de Mario Herrero. No,
no hubo ni una ovación unánime en toda la tarde. Así de inculta y grisácea
acabó “La Feria de la Cultura y el Arte”: ¿al revés?
El toreo puro y bello es:
Paciencia
Suficiencia
Experiencia
Conciencia
Reverencia
Cadencia
Decencia
Esencia.
El toreo puro y bello es:
Impresión
Sensación
Vocación
Devoción
Vibración
Pasión
Conmoción
Excepción
…y más.
P.D. Prometo un genérico y breve resumen del
ciclo primaveral taurino en los próximos días. Hasta pronto.
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