El
comentario de Ángel Arranz
Emociones
¿Hay o no hay alternativas al artificio y
monotonía de casi todas las tardes de toros?
Estoy hasta la coleta de justificaciones
injustificables por parte de los taurinos correctos sean o no sean
profesionales, y de imitadores o palmeros al estilo del falso bipartidismo
político.
Estoy hasta la montera de expresiones fuera de
lugar, como: divertir o disfrutar, refiriéndose al melodrama del ruedo. Basta
ya de sandeces o cursilerías que confunden o tergiversan las profundas
sensibilidades y emociones que origina una auténtica corrida de toros,
toreros y toreos.
Yo, como mis cabales amigos, y supongo que
muchísima ciudadanía, nos divertimos, entre otros casos, con Cantinflas o Chiquito de la Calzada; y disfrutamos, entre otros disfrutes, con
los nietos, los amigos, las amigas, o en una buena merienda con inteligente
tertulia, a ser posible, en la bodeguita del pueblo.
Pero a los toros, he ido, voy y seguiré yendo por
dos motivos esenciales: uno, para comprobar si de verdad la razón humana
sigue dominando a la fuerza bruta o fiera con lógica, vistosidad y solvencia…
pese a tanta mentira en el ruedo y en la vida misma; dos, para emocionarme
cuando el mérito, riesgo, gesta y gesto por sus excelsas interpretaciones de
ética, épica y sentimientos se elevan a la categoría de arte.
Las medias tintas, medias verdades, medias
medianías, o medias y malas medidas a las que nos quieren acostumbrar las
minoritarias elites y sus voceros para fortalecer y potenciar sus propios
intereses en detrimento de las ilusiones y necesidades muy mayoritarias… son
tan equivocadas como impresentables y descerebradas. Son la gran estafa de un
sistema bajo sospecha y en decadencia irreversible.
Cuando aparece y resplandece la naturalidad y
autenticidad en cualquier invento o evento, como ayer en Las Ventas, ponen de
manifiesto la casi absoluta falsedad de lo establecido y establecidos.
Seis toros con sus virtudes y sus defectos –solo
el segundo, pequeño y matón, desentonó del resto- pero fieles y puros a su
denominación de origen. Tres toreros de oro, ninguno de los que los cursis o
tontitos entienden por figuras, nos brindaron una representación de las que
hacen afición y consiguen el respeto de propios y extraños.
Los toros de Adolfo Martín, son de los que
piensan y hacen pensar, y ayer, captaron la atención del público y sin tener
un comportamiento ejemplar para el toreo bonito, colaboraron con sentido y
peligro al toreo clásico en su versión más épica.
Antonio Ferrera tuvo la actuación más completa en
lo que va de feria, solo le faltó picar a los toros; sí, quizá tuvo la
actuación más completa de su dilatada trayectoria profesional. Un torero del
que casi se hicieron chistes por su
aceleración o velocidad ante la cara de los toros, ha ido evolucionando a
base de ilusión, vocación y templanza hasta convertirse en un torero de
pasos, poses, pases y posos de evidente calidad y peso.
Alberto Aguilar, estuvo valiente y más que
correcto con el peor lote, estuvo, como sus compañeros, por encima de los
toros.
Javier Castaño, un torero casi olvidado por el
sistema hasta hace poco, se va consolidando como uno de los lidiadores más
fáciles y sólidos con los toros más difíciles y adversos.
Sí, tres toreros de máximo mérito que
descalifican las puntuaciones de las falsas o cursis figuras que pululan por
todos los sectores de La Tauromaquia y sus aledaños.
¿Y eso es todo?
Hubo mucho más. Hubo un mano a mano entre lo
clásico y lo moderno con las banderillas que también descalifica a los que
optan solo por una de las dos opciones. Los clásicos fueron los banderilleros
de Castaño, ¡qué torería y belleza de sabor añejo y eterno!, en sus
intervenciones que además se complementaron con la torería lidiadora del
compañero que ponía en suerte a los toros. Las ovaciones unánimes que les
dedicamos los espectadores son de las
que reconocen la valía de los toreros de plata dándoles a entender que tienen
derecho al lucimiento a la par de ser eficaces con su “jefe de filas”.
En la modernidad, por un hecho o dicho que pasan
a ser clásicos, noventa y nueve y pico por ciento son decepciones o anécdotas
efímeras…ya lo ven con las infinitas, modernas y deshonestas reformas
laborales y sus “frutos”… de fracaso en fracaso hasta la ruina o derrota
final. Lo bueno o menos malo de la modernidad son esos artilugios que recogen
en imágenes para siempre, hechos y dichos casi imposibles de narrar y que el
tiempo pondrá en su sitio.
Ayer la modernidad de Ferrera con las banderillas
tuvo innovaciones y matices que pueden llegar a ser clásicos.
En efecto, lo clásico, lo eterno, empezó casi de
la nada, y ha ido creciendo con lo más trascendente de las modernidades… sin
olvidar que, ni de lejos, todo lo moderno tiene el prestigio y alcance de lo
clásico. Por cierto ¿las contradicciones del presidente de Las Ventas… y de
casi todos los presidentes en general, qué son?
Los toreros picadores de Castaño, ayer Tito
Sandoval, estuvo a la altura de los mejores de cualquier época formado parte
de una de las mejores cuadrillas en muchos lustros.
Sí, ayer hubo primero, segundo y último tercio
–como los tres actos de muchas obras escénicas- brillantísimos, con ovaciones
atronadoras a cada uno de ellos y a la unidad de los tres. El respetable en
su totalidad, se emocionó de principio a fin. Como puede y debe ser.
Sí toros con sentido;
No toros consentidos.
Sí toros con defensas y riñones;
No toros sin emociones.
No más “toreabilidad”;
Si más emotividad.
No toreros y toreos de pereza;
Si toreros y toreos de una pieza.
Procedencia Albaserrada,
Atención asegurada.
Menos coba y cursilería
Más gallardía y torería.
¡YA!
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