El
comentario de Ángel Arranz
Brotes
El cartel internacional de ayer también justificó
el refranero español: “donde menos se espera, salta la liebre”. En principio,
no era de las fechas más señaladas como imprescindibles por los abonados para
pulsar el balance final de la feria.
Tiempo nublado, fresco, resaca, y tres cuartos de
entrada.
Poca historia hubo en los dos primeros actos y
actores de la tarde. Truenos de susto con rayos de luz. En el tercero, el de
arriba, se puso negro, y al poco, cayeron tantos litros de agua y tantas
bolitas de hielo como abastecer los cócteles de varias generaciones.
El piso plaza era un barrizal resbaladizo al
borde del abismo.
Pero había un toro suficiente ante un torero con
entrega, grandeza y capacidad de sorpresa.
Diego Silveti, es el más reciente lidiador de una
de las dinastías más valerosas y largas del historial torerista mexicano y
universal. Comenzó la faena con los
pies hundidos en el fango y con pases de péndulo marca de esa casa. Había motivos
para deshacerse del toro, o para suspender la corrida en ese preciso momento.
Pero el aguerrido mexicano dio una lección de humildad, deber y pundonor.
Cortó la primera oreja de la tarde y… alentó a sus compañeros de oro y de
plata en el respeto al público y a sí mismos. Juan Bautista, en el cuarto,
dejó en el esportón su monotonía, y en su cabeza y muñecas alumbró su
torería. Interpretó pasos, pases y poses suaves y unidos de auténtica
categoría.
Juan del Álamo, en el quinto estuvo hecho un tío.
Con rebrotes del mejor toreo a la verónica en lo que llevamos de feria. El
estilista salmantino nos recordó la buena versión de su recorrido novilleril.
Quizá precipitaron su alternativa, pero es un torero para darle confianza y
sitio.
Hubo variedad en los toreos de capote y muleta, y
hubo oreja por coleta en una “tarde triste que alegró la fiesta”. Y también
emoción, con más brotes sanos de verdad, que ambiguos injertos de publicidad.
Mientras, el genuino maestro Pepe Luis Vázquez,
sonriente y feliz, se iba elevando hacia el resplandor de los cielos.
¡Vivan los buenos recuerdos! Amén.
Bautista, el torero de
Arlés
En su segundo, estuvo
cortés.
Del Álamo, el torero de
Ciudad Rodrigo
De lo ortodoxo es amigo.
Silveti, el torero de
Irapuato
Tiene solera y corazón
para rato.
El toro de Carmen y
varios de Fermín
Lucieron más sesera que
serrín.
En resumen, casi todo fue un
festín.
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