Madrid,
12 de mayo de 2013. Tres cuartos de entrada. 6 toros de José Escolar, bien
presentados aunque desiguales de hechuras, mansos en general pero encastados –salvo
primero y último-, tercero y cuarto con buen juego en la muleta, segundo y
quinto con algunas complicaciones pero con muchas posibilidades. Rafaelillo, silencio y silencio (aviso). Fernando
Robleño, ovación (aviso) y silencio. Alberto
Aguilar, ovación (aviso) y silencio.
Hubo emoción y eso es algo que siempre debemos agradecer al toro de lidia, en tales casos a través de un ganadero que se preocupa por la búsqueda de la casta y de las condiciones adecuadas para la lidia. Los toros de Escolar, aun siendo desiguales, posibilitaron un triunfo que no llegó, porque a los toreros les pesaron, bien el escenario, bien sus intrínsecas limitaciones, habituados a un tipo de toro que no permite el toreo que ayer sí permitirían. Lástima que primero y último deslucieran el conjunto general, pero con ello y todo puede que haya sido una de las corridas más interesantes que el ganadero de Fuenlabrada haya llevado a la plaza de Madrid.
El cuarto, uno de los mejores de la tarde, Bustillo II (Foto: las-ventas.com) |
Rafaelillo, Fernando Robleño o
Alberto Aguilar son tres toreros que merecen siempre un respeto, terna que
habitualmente apechuga con las corridas más duras y complicadas, esas con las
que las mal llamadas figuras debieran vérselas para demostrar que sus
condiciones son las que les han encumbrado a lo más alto del escalafón, pero
que no ven ni en pintura. Alberto, Fernando o Rafael lidian, día sí, día
también, estos encierros, y por desgracia les hacen ser más precavidos de lo
necesario en algunos casos, adquirir resabios y técnicas con los que quitarse a
las alimañas de en medio, de largar las aviesas embestidas de tanto toro duro y
correoso, tobillero o leñador, incierto u homicida. Ayer, sin embargo, de
aquellos sólo hubo uno que lo justificara, el quinto, toro complicado, brusco y
hasta cierto punto reservón, que se arrancaba encastado pero sólo cuando veía
que podía hacer carne. Por eso ayer los diestros no anduvieron a la altura de varios
de los lidiados, al menos uno por cabeza: segundo, tercero y cuarto, sobre todo
de este último, por desgracia. Así que la corrida se saldó con un haber a favor
de la ganadería abulense, y ello a pesar de la decepcionante apertura y cierre
del festejo. Toros serios, unos más asaltillados y otros más ibarreños, segundo
tercero y cuarto más en lo primero que en lo otro, pero en conjunto bien
presentados y con la necesaria e imprescindible condición del toro de lidia: la
casta.
Rafaelillo en el cuarto (Foto: las-ventas.com) |
El festejo, sin embargo, no pudo comenzar peor, con un
Curioso I que, lejos de hacer honor a su nombre, se inhibió en sus
inquietudes, mostrando un pasotismo absolutamente inusitado en esta vacada. El
toro –538 kilos, negro entrepelado bragado y meano corrido, axiblanco, manso,
parado y reservón- salió sin ganas exageradas de repetir, a pesar de las dos
largas afaroladas de Rafaelillo, y
aunque tomó una primera con genio, quitándose el palo con la cara alta, se fue
suelto del encuentro. Tuvo la corrida la virtud común de ir con alegría al
caballo, admitámoslo, pero de salir algunos casi con la misma alegría, y eso
fue lo que le pasó a este Curioso en
segunda instancia. Un aceptable tercio de banderillas precedería al derrumbe de
las expectativas de los aficionados más toristas; el animal se paró. No fue por
falta de fuerzas –el toro ni abrió la boca en búsqueda de alientos- sino falta
de casta, ¡qué le vamos a hacer! Parado por completo, que no aplomado por el
castigo, peor el pitón zurdo que el diestro, nada hizo el bicho en el último tercio;
y el diestro murciano, después de cien probaturas por uno y otro pitón, de
intentar pasarlo de uno en uno, de buscar cruces casi imposibles, lo despenó
para la eternidad de una entera arriba, atravesada -porque se salió mucho de la
suerte- y que hizo guardia por el costado izquierdo de la res. Silencio ante el
imponderable. Pero, ¡ay!, el cuarto…, el cuarto fue el toro más interesante del
festejo, sin duda. Bustillo II fue un
toro más asaltillado, de 567 kilos, negro entrepelado bragado y meano, bien
puesto de cabeza y aunque mansito por salir suelto de los caballos, encastado y
con muchas posibilidades en la distancia media y sobre todo larga. ¡Qué bueno
fue este segundo Bustillo! En varas
fue alegre y desde lejos, metió la cara con fijeza en el primer envite,
empujando, pero para dejarse pegar algo al fin y salir sueltecillo, haciendo lo
consecuente en el segundo encuentro. ¡Qué bien pareó José Mora, y qué bien
lidió toda la tarde! Rafaelillo brindó
al respetable porque vio bien clara la condición de su oponente, y desde los
medios citó al bicho que se le arrancó con brío, transmisión y emoción. Retorciéndose
un poco, llevó esas primeras embestidas generosas y sin complicaciones pero de “mucho
peso” del toro; incluso hubo una segunda tanda en la que las distancias
iniciales dieron nuevos motivos de alegría… pero le pesó el toro y Rafael
acortó aquellas. Las redujo para que el toro no fuera con esa alegría y llegara
pletórico de energías al engaño. Y la gente, que lo había visto, se lo
recriminó. A mi juicio los pitos fueron exagerados, pero en definitiva tenían
un trasunto de verdad, aunque el respeto que me merece el murciano me evitara compartir
la crítica. Optó pues por el encimismo, y allí, en las cercanías, el toro
necesitaba que se cruzara bastante, lo que no siempre hizo el espada. Hubo
algún pase suelto, incluso casi una serie en la que le dejó la muleta en la
cara y le ligó tres lances, hubo también bastante aguante en algún parón del
toro en esas cercanías, pero lo que no hubo fue el trato que la res requería y
que hubiera lucido extraordinariamente al albaserrada. Un pinchazo desde lejos
y una entera por arriba, al menos servirían para que la crítica no se
manifestase más dura tras el arrastre del notable toro de Escolar, pero no le
libró de un aviso en el intento de prolongar en pos de aplausos lo que no había
sabido trazar con la franela desde la distancia.
Robleño recibiendo al segundo (Foto: las-ventas.com) |
Robleño tuvo en sus manos el triunfo en su primero, en
una faena que fue -claramente- de más a menos. Cobrador II fue un toro de 564 kilos, cárdeno y guapo, tocado pero
corniprieto de púas, que casi cumplió en varas y que tuvo un extraordinario
pitón derecho en la muleta. Lo recibió el madrileño con alguna buena verónica
por ese pitón, precisamente. El toro apretó en el primer encuentro con ganas,
al principio sobre un pitón, le taparon y aprovechó el puyero la ocasión para
sacudirle a gusto y aun tuvo un segundo encuentro en que, tras arrancarse desde
lejos, empujó sobre un pitón pero… salió suelto. Muy bueno fue el comienzo de
la faena, con dos o tres doblones de verdadera calidad, genuflexo el diestro,
largos y mandones, brillantes y por ende jaleados. Pero –también- la faena no
discurrió por los caminos prometidos, a pesar de colocarse el matador en su
sitio, sobre un pitón, pero sin darle el aire que necesitaba el toro al final. Mal
con la zurda, el toro era bastante más incómodo por ese pitón, y hubo pajareo
excesivo y más de un paso atrás, con colada inclusa. No hubo, al retomar la
diestra, la continuidad requerida para las condiciones del toro, no terminó
Fernando de metérselo, pensando en esa colada y en alguna ceñida de su
antagonista, despidiéndolo demasiado para las afueras. Fue una faena ramplona,
superficial, el bicho tenía mucho más juego por la derecha, aunque sí le vimos
un pase de pecho descomunal mediado el trasteo. Se tiró bien y con ganas a
matar, dejando un espadazo apenas levemente desprendido, pero siendo acosado a
continuación por el astado hasta el punto de que le desarmó y aun le tuvo entre
los pitones, a su merced, antes de caer muerto a sus pies. Muerte de toro
encastado que quiere vender cara su vida, vengar la ofensa recibida. Sobresaliente
casta la que mostró el albaserrada y que le valió el aplauso en el arrastre.
Buen muletazo de Robleño en este segundo (Foto: las-ventas.com) |
El
quinto de la tarde, Bustillo I,
mostró ya otra condición. Era un toro negro meano, manso pero también
encastado, más complicado y brusco, pero que también tuvo su emoción y juego.
Era un toro que se remataba más largo que alguno de sus hermanos precedentes,
que empujó con fijeza y con la cara baja en el peto, que sacó genio en la
primera salida, y que fijo, pero dejándose pegar, salió con más facilidad en el
segundo puyazo. Nada hubo reseñable en el segundo tercio, y llegado al tercero,
tras un tanteo en los medios, Robleño se topó con la cruda realidad, un toro
muy exigente, que iba con todo en las embestidas, que se revolvía un tanto y
que se ceñía a veces demasiado… Aguantó el de Madrid en más de una ocasión,
pero no hubo unidad en la faena, con mucha recolocación entre lances, sin
continuidad y pasando bastantes fatigas. En definitiva no pudo con el toro, aunque
lo intentó con sinceridad y nunca perdió los papeles. Un toro para tener detrás
setenta corridas, y no las escasas que le dejan torear las empresas todos los
años. El bicho acabó con un punto de reserva, escarbando, colándose sin
disimulos por el zurdo, antes de que le recetara el espada una estocada caída
que motivó el silencio ulterior.
El tercero, Limonero, un toro que humillaba y se desplazaba con franca boyantía (Foto: las-ventas.com) |
Limonero fue otro de los toros
notables del encierro, un albaserrada de 551 kilos, cárdeno oscuro, tocado de
armas, que casi cumplió en los del castoreño, y que tuvo una dulzura, bondad y
boyantía como pocas veces se puede ver en el encaste… ¡y por ambos pitones,
mejor el zurdo! Le tocó en suerte a Alberto Aguilar, al que poco le vimos con
el percal. El toro empujó en el peto, para pasar a hacerlo con una de las armas
y salir con facilidad; volvería desde la distancia, franco, metiendo la cara
con fijeza pero sin demasiado empuje y volviendo a salir al primer capote que pudo
ver. Bien pareado por Rafael González. No tuvo la decisión de otras tardes el
menudo espada madrileño, limitando las primeras tandas a dos o tres y el de
pecho, sin darle la longitud y continuidad a las series que requería el
trasteo, con un toro noble y boyante, que se arrancaba a cada toque. Hubo, eso
sí, algún lance suelto por izquierda y derecha, pero todo dentro de un trasteo
insulso, desigual, en la que no le bajó la mano tal y como necesitaba el toro
para prolongar su embestida y que no levantara la cara a la salida de los
lances. Y viendo lo visto, pasó al encimismo (recriminado por algunos
aficionados que veían el hocico del toro por el suelo en las arrancadas a media
distancia) para ver si con eso levantaba los ánimos de un público que
comprendió, a las claras, las generosas embestidas del toro en la distancia. Oiría
un aviso en ese quiero y no puedo, que finalizó con una entera, contraria,
echándose fuera en la suerte y saliendo desarmado.
Alberto Aguilar en un muletazo a derechas en ese toro (Foto: las-ventas.com) |
El último deslució la
corrida, era un precioso y enorme torazo de 590 kilos, cárdena la capa, de nombre
Palomita II, un bicho tocado y guapo,
pero que fue manso, soso, distraído y rajado al final. Pájaro de mal agüero,
sin duda. A la poca fijeza inicial, sumó el de Escolar, un genio desagradable
en el primer puyazo, saliendo suelto en éste y en el siguiente sobre todo,
después de que rehusara volver al del peto. Brindó Aguilar al respetable, por
ver si se congraciaba con éste, pero no tuvo nuevas opciones: el animal que
empezó como un tren, sacando esos últimos atisbos de genio, saldría después
suelto de los lances, levantando la cabeza y llevándose al espada y sus
intenciones hacia chiqueros, entre soserías con reservas. Tuvo su momento el
espada en una serie con la diestra que cortó inexplicablemente después de
ligarle un par de buenos derechazos. Y ahí se acabó la cosa. El bicho,
desengañado, se rajó sin paliativos. Mal
con el acero anduvo Alberto de nuevo: un pinchazo con desarme y achuchón, echándose
fuera, y una entera caída con nueva salida de la suerte. Una pena…
El sexto, un toro de lámina impecable pero que no demuestra la sentencia de que "la cara es el espejo del alma" (Foto: las-ventas.com) |
En suma, interesante festejo que culminó con la salida
del público hablando de toros, ponderando las bondades de la parte central del
festejo, lamentando los extremos, pero considerando que Las Ventas había vuelto
a recuperar la intrínseca exigencia de la fiesta: la casta.
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