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domingo, 11 de mayo de 2014

Aciertos y desaciertos de un espada mirobrigense

Madrid, 10 de mayo de 2014. Media entrada poco más o menos. 5 toros de Martín Lorca, correctos aunque desiguales de presencia, mansos sin grandes complicaciones y a menos en general. 1 toro de El Vellosino (3º bis), feo y poca cosa, repetidor y toreable. Ángel Teruel, silencio y silencio. Miguel Tendero, silencio y silencio. Juan del Álamo, oreja y ovación (aviso).

La empresa madrileña sigue batiendo récords. Si en vez de tripartito fuese un sexapartito sin duda ya habrían dejado desiertos los tendidos de Las Ventas. Ayer, ¡atención!, se produjo la entrada más pobre que recuerdo en una corrida de feria desde los años setenta del pasado siglo. ¡Media entrada, mal contada, en un sábado! Esto no se veía así ya no sé si desde tiempos de Jardón o de la incursión estelar de Martín Berrocal o don Diodoro. Fantástica la labor de promoción, impulso, precios y difusión. El próximo año –ya concedido y regalado por la Comunidad sin esperar a ver los resultados de éste no vaya a ser que pueda influir en las elecciones dichosas- conseguiremos que de las 24.000 localidades redondas de la plaza, sólo se cubran 8.000, ya verán. Luego me contarán que han vendido cientos de miles, millones, de abonos, pero la gente sencillamente no va porque lo programado suele ser infame… y eso que han mejorado un pelín los carteles conforme a los de dos o tres años anteriores. Bueno, el cartel no, las combinaciones. El cartel anunciador, su imagen, me parece detestable: un torero de espaldas con los brazos cruzados, de colores carne o beige apagados, ni siquiera de cuerpo entero, que enmarca y subraya con los únicos negros de la paleta el orificio del ano, con un par de arruguitas por si fuera poco, para engrandecer esta fiesta de vida, de luz, de gracia y de arte. ¡Vaya imagen…, fíjense bien!

El cartel de este año en Las Ventas
Centrémonos pues, desde este cúmulo de sinsentidos, en lo que aconteció ayer en el coso de Las Ventas. Dos toreros pisaron su albero que, Dios me perdone, podrían haberse quedado en casa. Y uno de ellos, además, que venía de cortar una oreja simplona y facilita apenas hace menos de una semana en esta plaza, aupado por el turisteo y unos cuantos autobuses desde Albacete. Ni Ángel Teruel, ni Miguel Tendero tienen claro su futuro en esto de la tauromaquia. Pero no porque no caigan bien, o porque las empresas se olviden de ellos, sino por su actitud o aptitud, lo lamento. Ayer ambos tuvieron sus oportunidades ante la mansa corrida de Martín Lorca, que no se comía absolutamente a nadie, blandita, facilona, yendo siempre a menos para que ni siquiera se cansaran en demasía… y la dejaron pasar entre otros cuatro nuevos silencios sepulcrales.
Menos mal que, al menos, hubo un torero, un joven mirobrigense, que salió a por todas, y que puso en conjunto lo que sus compañeros de terna no pudieron o supieron; bien o mal, que todo habremos de analizarlo, pero con las ganas, el tesón y la voluntad de las que no aparecieron ni atisbos en sus colegas coletudos. Juan del Álamo, puso más de sí mismo que ambos dos en conjunto, y se llevó una nueva oreja en Madrid, cuyo peso específico tampoco es exagerado –las comparaciones son ciertamente odiosas, pero aun tenemos cercana la del Cid en la feria de Otoño y hay un universo sideral entre ambas, sin duda-, pero que demuestra bien a las claras quién puso qué en cada toro. Y sin embargo, permítanme que me corrija, Juan del Álamo donde más me gustó fue en el sexto, precisamente donde no hubo toreo posible, porque –ahí sí-, todo lo hizo él, y salió con unos ánimos verdaderamente novilleriles a dejarse la piel y conseguir el triunfo como fuese. No pudo ser, pero al menos no lo fue por su abulia, apatía, dudas, inseguridades o incapacidad… como le ocurrió a algún otro.

Teruel cargando la suerte en el cuarto de la tarde (Foto: las-ventas.com)
Tal fue el caso del fino y de buen concepto, Ángel Teruel. Teruel, que tiene bien asumido lo que es el toreo clásico en la cabeza, que intenta colocarse, que carga la suerte con regularidad, que pretende –y se queda en ello tantas veces- llevarse los toros a la espalda… Todo loable, exultante, generoso en tiempos de penuria artística y de veracidad… si no fuese porque le falla la bomba cardíaca. Y es ahí donde surgen las dudas, la falta de decisión, los pajareos constantes entre lances, los pasitos de gorrión para colocarse,  sin decidirse nunca a echar el trapo por delante, embarcar decididamente a la res y ligar los lances. Su primero, un toro manso, noble y a menos, fue una magnífica oportunidad para ello, pero al angélico espada sólo le vimos un par de doblones al comienzo, de verdadera clase, y nada más. Un espadazo delantero y caído -aunque aplaudido por la indocta cla- puso rúbrica a una faena que ni fu, ni fa. Y otro tanto en el cuarto, otro mansito que no molestó mucho, aunque se quedara –sólo algunas veces- cortito y protestara por no querer ir (paradigma de lo que se busca hoy en día en la cabaña mansa española). Sin fe, sin confianza, sin firmeza de plantas, fue transcurriendo el proyecto de faena, antes de un pinchazo por arriba y una estocada entera, contraria que hizo guardia por salirse de la suerte. Por cierto, fueron los dos únicos toros que se picaron en regla (sí, mal, pero con algún castigo) en toda la tarde; en el resto se simuló la suerte de varas al menos en uno de los dos puyazos reglamentarios. Ello no es óbice para que subrayemos que la lidia del cuarto fue una auténtica capea de pueblo con talanqueras. Y lo bien que pareó Fernando Téllez al primero.

Tendero en el segundo... para allá (Foto: las-ventas.com)
Tendero pasó absolutamente inadvertido pese a su corte apendicular del pasado domingo. Podría haberse quedado viendo Canal Plus y nadie lo hubiese echado en falta, ¡qué pena de aquel novillero que tanto prometía! Unos lances acelerados y sin quietud saludaron al segundo, rematados con tres o cuatro medias viendo que la gente le jaleaba… y pudieron ser más si la res no se hubiese marchado de aquello. Canijo, el toro, resultó ser un inválido de solemnidad que se cayó antes de la primera vara y que la desacertada presidencia mantuvo a trancas y barrancas en el ruedo, mientras lo besaba otras ¡cinco veces! Nada transmitía el toro a pesar de que comenzó la faena con dulzura y repetición, porque Tendero anduvo destemplado todo el trasteo y tan a menos como la res. Faena insignificante que a nadie llegó y que culminó con un pinchazo caído  y una entera desprendida. Tampoco mejoró el panorama con Refrenadillo –son ganas de señalar-, otro toro feo, manso y descastado, al que le costaba arrancarse en la muleta. Cuando por fin iba, siempre sin entrega, a media altura, se quedaba corto y cabeceaba incómodo –sin peligro, conste- para que la franela de Tendero le acompañase en las paupérrimas embestidas. Este prodigio de aburrimiento generó pitos del respetable mediada… ¡la cuarta tanda!, hubo palmas de tango para que terminara con el suplicio y, a pesar de un encimismo final sin consecuencias, la faena fue resuelta, tras de dos pinchazos sin confianza y una entera desprendida, con un nuevo silencio.

Juan del Álamo, excesivamente abierto el compás y sin llevarse el toro a la espalda, sino al hilo de la cadera, en el de la oreja (Foto: las-ventas.com)
La parte mollar de la corrida vino cuando don César Gómez –que ayer ocupaba el palco- tuvo a bien devolver otro inválido que había saltado en tercer lugar… (total, sólo se había caído cuatro veces antes de tomar la segunda vara, desplomes completos incluidos…). Salió en su lugar un sobrero de El Vellosino, manso embestidor, feo de hechuras y poquita cosa (pese a los 569 kilos en la tablilla), al que entendió del Álamo casi a la perfección. El de Ciudad Rodrigo había recibido al devuelto con unas buenas verónicas, ganando terreno, que ahora no pudo repetir porque el animal iba a su aire, a su antojo, sin centrarse en la cuestión, siempre con la cara por arriba. Mal lidiado, tomó una primera vara en chiqueros, le taparon la salida y le dieron la receta del boticario correspondiente. En segunda instancia no se empleó y salió suelto pese a un recargue. En banderillas iba pegando arreones de manso, pero del Álamo, que se encontró frente a un animal que parecía boyar, lo vio claro, lo sacó a los medios, comenzó a meterlo en la muleta y a ligar entre la algarabía general. Virtud, sin duda. Aclaremos, no obstante, que del Álamo practica no un toreo en redondo, sino elíptico, porque alarga muchísimo –y algo retorcido- el muletazo hacia detrás, no directamente a la espalda, sino al hilo de su cadera, pero tiene la técnica precisa para quedarse bien colocado y con la muleta por delante en el siguiente lance. Es toreo al estilo contemporáneo, el de esconder la pierna y no cargarla cuando pasa el animal, aunque no lo haga tan exageradamente como los grandes practicantes del mismo, Manzanares o el Juli.  Así que, a mí, personalmente, me gusta más bien poco. Si en vez de tanto toreo de perfil –por echar la pierna atrás- le diera algo más el pecho, si no se retorciera tanto o se despatarrara como Julián (que debe ser su torero de espejo) sería un diestro de muchos mayores méritos, sin duda. La faena fue mandona, vibrante pese a estos defectos, con un toro que fue a más en sus embestidas y que acabó por meter la cara con sinceridad y boyantía, pero en la que no hubo ni un solo natural en la única tanda que lo intentó (y otro tanto le ocurriría en el sexto). “De Madrid no puede uno salir triunfante sin haber dado ni un natural”, se decía antes… La ligazón, y la repetitividad del toro, le consiguieron la oreja tras de una estocada por arriba, pero con el brazo por delante.

Buena suerte de varas al sexto por parte de Óscar Bernal (Foto: las-ventas.com)
Por cierto, algo que también intentaría en el último. La gran diferencia fue que este tercero obedeció al trapo, humilló, se descubrió el hoyo de las agujas e inicio un breve camino del que salió materialmente muerto. El sexto era uno de los de Guisando, que ni humilló, ni hizo lo más mínimo por el diestro, con lo cual, tapado como estaba, todo debería haberlo hecho el salmantino, y ahí se vieron las carencias estoqueadoras de entrar siempre con el brazo por delante. Este postrer toro fue un bicho manso, brusco y a menos que le complicó la vida, a pesar de haberlo recibido con verónicas hacia los medios (esto de ganar terreno es algo que casi ha pasado ya a los libros de historia, que no de histeria). Dos apenas picotazos, el primero bajo, pero el segundo muy bueno, le arreó Óscar Bernal haciendo bien la suerte. Y tras de los garapullos salió del Álamo a comerse el mundo, brindando al respetable. Se dobló con el animal, sin duda en exceso, y el bicho lo acusó rápidamente, pero hubo algún buen doblón en esa tanda de tanteo. Pero ¡quiá!, el toro pronto comenzó a quedarse corto, le costaba arrancar, cabeceaba de tanto en cuanto, y le desarmó una vez por el zurdo. Juan puso todo de su parte, le faltó montarse encima en la búsqueda constante del triunfo, pero hubo pocas opciones. Intentó recurrir al tremendismo, dando unas manoletinas en las que él se movió tanto –por no hacerlo el buey- que casi parecían giraldillas… Y se equivocó finalmente con la espada, como hemos dicho. Cuatro pinchazos feos, sin pasar, los dos últimos en metisaca por caer… ya saben ustedes dónde; un aviso, y un feo bajonazo con desarme, trasero. La gente, no obstante, generosa, le ovacionó porque había sido él el que puso toda la carne en el asador… aunque saliera chamuscada.
Así que ya ven ustedes, una corrida en la tónica de ayer, en la que sólo la voluntad –con aciertos y errores- de Juan del Álamo surgió como un oasis en el desierto y nos hizo comentar los lances, acabado el festejo…, durante hora y media poco más o menos.

Lo que ayer salió de chiqueros:
1º.- Novedoso, 602 kilos, castaño albardado, bragado y meano corrido, axiblanco, tocadito de puntas, manso en varas, noble y a menos en la lidia.
2º. Canijo, 527 kilos, colorado ojo de perdiz, asimismo tocado ligeramente, uun manso embestidor, inválido de solemnidad que fue rápidamente a menos.
3º.- Opaco, 544 kilos, negro listón bragado y meano corrido, un inválido retirado a chiqueros por los bueyes.
3º.bis- Inclusero, de El Vellosino, 569 kilos, tocado de armas pero poca cosa en general, feo, manso, embestidor y con juego en la muleta aunque antes brusco y complicado.
4º.- Guanteblanco, 570 kilos, colorado ojo de perdiz, bragado y meano corrido y axiblanco; delantero de cuerna, manso y a menos.
5º.- Refrenadillo, 566 kilos, negro, veleto aunque bizco del zurdo, un bicho también feo, manso y descastado.

6º.-Quinto, que fue el sexto, 551 kilos, colorado ojo de perdiz, delantero de defensas, manso, brusco y a menos, en buena parte, por exceso de castigo en los primeros lances del muleteo. 

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