El
comentario de Ángel Arranz
Hay que recuperar la lidia. Es
necesaria la lidia. Hay que exigir la lidia en todas las actividades en
general y en el arte de torear en particular.
La brega y la lidia bien
interpretadas y ajustadas son las que proporcionan lo correcto, el éxito, o
el triunfo del maestro y su cuadrilla cuando finalizan la labor desarrollada
en todos y cada uno de los toros. La lidia ha de ser la causa de la unidad
torera, es el hilo conductor que debe haber desde que sale el toro hasta que
se lo llevan las mulillas.
La lidia es el prólogo del
posible toreo bonito o bello; es decir, hay toros que a través de la brega y
lidia se comprueba si son solo para lidiarlos o además reúnen condiciones
para “pegar derechazos y zurdazos”. La lidia es la suma del oficio, variedad
y conocimiento en lo que haya que lidiar.
“Pegar muletazos” sin apenas
lidiar es como intentar aprobar oposiciones sin preparar ni estudiar, o como
acariciar a la novia a trompicones. Torear –nada de pegar pases- es o debería
ser la parte de más plasticidad y
brillantez artísticas de todas las bregas y lidias. En las lidias, es
decisiva la precisión en la colocación, las distancias, los andares, las
pausas, el tempo o la majeza que presiden el fijar, parar, templar, mandar,
enlazar y acabar o adornar las embestidas de los toros. Y cuando se sale de
esos cánones que sea por la tangente de la originalidad o de la creatividad…
nunca por la tangente de la de la chalanería o de la chabacanería.
¿Y como están las lidias
taurinas actuales bajo mi punto de vista?... con tantas carencias como las
lidias políticas, económicas o sociales… bajo mínimos. Hay contadísimas
excepciones.
La brega y lidia de capote por
parte de los “subalternos” a la salida de los toros casi ha desaparecido… y
el toreo solemne de capote por parte del “maestro” también. Hay
intervenciones de unos y otros más intermitentes que permanentes, más del
montón que de admiración, más pases hacia atrás que para adelante, más pasos
de un lado a otro que firmes, más poses forzosas que vistosas, más de
obligación que de devoción. Hay contadas excepciones en esas ¿instaladas? vulgaridades
y mediocridades… cuando, el lance
majestuoso a la verónica es el más natural, completo, hermoso, meritorio y
puro de todos los lances que forman y conforman el arte de torear… ese toro
crudo, bravo y duro… pide el valor y el arte en el carnet de identidad y
profesionalidad de los que se le ponen delante.
La suerte de varas suele ser la
desgracia en varas, es casi de trámite… o no llegan o se pasan, siendo como
es: fundamental para medir la bravura del toro –a partir del segundo puyazo-,
y para que el toro llegue en mejores o peores condiciones al resto de la
lidia.
La corrida de ayer –“El
Montecillo” de Paco Medina, encaste Juan Pedro Domecq Solís- tuvo mucho que
bregar, lidiar y torear. Seis ejemplares para todos los gustos y disgustos.
Corrida bien presentada desigual en trapío y juego, dura y pura, hubo toros
mansos- encastados, toros en la frontera de bravucón y bravo, corrida con más
sentido que sinsentido. De menos a más… los toros desarrollaron una segunda
parte en las lidias que en mayor o menor medida cumplió con las expectativas de toristas,
toreristas y toreistas. Nada que ver con los ejemplares de antes de ayer para
las llamadas figuras. La corrida de Paco Medina fue más interesante que
divertida, más emocionante que aburrida. Corrida de las que mantienen en los
espectadores la atención y la afición. Lo peor es que repartió mucho “hule”;
si saliesen toros tan variados con más frecuencia la auténtica brega, lidia y
toreo estaría más en la cabeza y en las muñecas de los lidiadores sin que
hubiese tantos sustos, volteretas y cogidas. El melodrama del ruedo necesita
toros así para que haya música y mérito en el interior de toros, toreros y
toreos y para que los aficionados y curiosos sigan pasando por taquilla.
Miguel Abellán, el más veterano,
estuvo a la altura de las circunstancias.
Con un entusiasmo y pundonor que casi consigue la salida a hombros, el
primero le mandó a la enfermería después de una faena brava a un toro
bravucón que si acierta a espadas le conceden una oreja. La cortó en el
segundo de su lote. Abellán, buen capotero, él solito tuvo más intervenciones
acertadas que las tres llamadas figuras juntas la tarde anterior.
Paco Ureña está poco placeado,
no estuvo a la altura artística de otras ocasiones, ni estuvo a la altura de
las dificultades que había que superar; dificultades que invitaban a lidiar
antes que a intentar torear bonito o pegar pases. Pero estuvo; hay que sacar
lecciones profesionales con las corridas que hacen pensar. Pasó a la
enfermería con una paliza y cornada incluida.
Joselito Adame tuvo el lote más
rebelde con el viento en contra. Sí, hubo momentos que el aire se convertía
en viento… el peor enemigo de los toreros, y resolvió la papeleta con más
voluntad que acierto. Lógico, había que estar allí para comprobar el esfuerzo
ante esos pitones con los trastos volando a merced de brisas incontroladas.
Corrida, corridas en la que el
respeto en todas las partes está justificado. Corridas para bregar, lidiar y
torear con sabores añejos y eternos.
Mañana continuarán mis
argumentos sobre bregar, lidiar y torear.
Bregar para lidiar
Lidiar para torear
Torear para admirar
A todos, si puede ser
Solo pegar pases
Es como dar pasos
O hacer poses
Sin convicción ni sabor
O sin saber qué hacer
La lidia es esencial
Lo otro es más casual
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario