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jueves, 22 de mayo de 2014

La diferencia de que te embista un toro

Madrid, 21 de mayo de 2014. Unos dos tercios de entrada. 6 toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presencia, mansos, flojos en general (alguno inválido pese a que ayer la suerte de varas fue un simulacro absurdo), yendo a menos salvo segundo y tercero, boyantes. El Cid, silencio y silencio. El Fandi, ligeros pitos (aviso) y silencio. Juan del Álamo, oreja sin petición y silencio.

Tarde de decepciones la de ayer. Frente a la incapacidad manifiesta del Cid, de su lenta agonía en el devenir taurómaco de estos últimos años (con el feliz recuerdo aun de su inmaculada faena de la pasada feria otoñal), frente a la nulidad en los engaños de un Fandi (en el mejor de los casos un atleta, como maliciosamente apuntó sobre los jugadores del Real Madrid ese odioso personaje, independentista catalán, que se dopó en la liga de fútbol italiana durante su carrera profesional), frente al toreo moderno de ligazón a cualquier trance y paso atrás, toreo en paralelo y falta de profundidad de del Álamo, salieron dos toros que en otros tiempos hubiesen sido de puerta grande.

El segundo, un buen toro... para la inexistente muleta del Fandi (Foto: las-ventas.com)
Ante uno de ellos el joven de Ciudad Rodrigo cortó una oreja festivalera, de nulo peso específico, pedida muy minoritariamente (vean videos, por favor, no llegaba a una de cada cinco personas la que pedía el trofeo) y concedida por el inefable don Julio apoyado en el asesor Madriles. Todo se halla ya devaluado en la tauromaquia contemporánea. Y ello a pesar de un “marketing” verdaderamente espectacular, presentaciones discotequeras, cócteles de autobombo, libros promocionales, prensa apesebrada, medios de comunicación pagados y sostenidos…, ¡no nos extraña que frente a tanto gasto los coletudos más encumbrados se rebelen y quieran cobrar más! Es que se necesita mucho dinero para mantener a tanta gente, publicistas, jefes de prensa, abogados, encargados de Facebook o Twiter incluidos…
Es probable que todo ese ejército de halagadores oficiales, más las tropas allegadas de seguidores incondicionales, amigos o conocidos, nos cuenten otra cosa de lo sucedido ayer, pero para cualquier mediano aficionado, como el que subscribe, lo de ayer fue un nuevo desastre frente a dos buenos toros para la muleta (la suerte de varas se ha volatilizado, como las fuerzas o la casta de estos animales) y otro que, aunque inválido, permitió muchos mejores logros que los alcanzados. Y es que,  contrariamente a lo habitual, los tres primeros juampedros hubiesen permitido muchísimo más toreo (que es lo que el aficionado quiere, al margen  de orejas y otras recompensas de casquería) y mayores miras artísticas, éticas y estéticas. Pero no, la tauromaquia contemporánea, esa de la que se nos repite hasta la imbecilidad y la estulticia supinas (lean el diccionario de la RAE) que “hoy se torea mejor que  nunca”, se funda más en la propaganda vacua y simplona, los eslóganes electorales y las frases grandilocuentes, que en los  hitos y gestas en el ruedo. Más gestas y menos gestos, debiéramos gritar los aficionados; más ética y menos búsqueda de una forzada estética.

Lo más brillante del Cid ayer, unos delantales estupendos al cuarto (Foto: las-ventas.com)
Al Cid se le recuerda como un forjador de gestas épicas de antaño, casi como el Cantar del Mío Cid recuerda al héroe castellano; pero si en aquel no se produjo la decrepitud y el ocaso añoso porque la muerte redentora nos lo muestra épicamente glorioso, inmortalmente victorioso en el romance, éste de nuestros días arrastra ya unos años de sufrida y dolorosa decadencia. Los que hemos tenido la suerte de verle torear en sus mejores momentos, no dejamos de recordar tantas gestas y tanta épica, pero de ello no puede vivirse eternamente si no es a través de la glorificación en la muerte, que desde luego no le deseamos. Mejor sería cavilar en torno a su retirada, cuando aun verdean los recuerdos de bien ganados laureles.
Lo del Fandi se articula en torno a otro tipo de prensa y de público; gentes anhelantes de atletismo, del “sportman” de antaño, de medallas olímpicas o inconscientes amantes del arte de Marialva… a pie (regalo la idea a cualquier empresario emprendedor: un cartel en el que abra Hermoso de Mendoza y cierre Ventura, con David por medio). Porque todo el espectáculo que ofrece David Fandila es como una corrida de rejones a pie… Muchas, muchísimas carreras (ayer, sin ir más lejos, al hacer el quite a un toro del Cid, al que éste intentaba cuidar en sus escasas fuerzas, hubo de llevárselo en dos carreras, cincuenta metros de punta a punta de la plaza para darle allí dos o tres capotazos lamentables), correteos hacia delante o hacia atrás,  mucho gesto atlético, unos andares a lo John Wayne, y nulidad con capote o muleta. Menos mal que al menos acierta con la espada, aunque no sea un buen y estiloso estoqueador. Con ello, y una prensa del corazón atenta también a sus habituales compañeros de cartel, la publicidad gana el entusiasmo y el corazón de las vanas e indoctas gentes.
Lo de Juan del Álamo, por el contrario, se basa en la mitificación de este toreo contemporáneo y  en sus cantores y voceros de la prensa supuestamente especializada, que, con tal de poner bien a todo el mundo, se han inventado que dar el paso atrás, que no rematar un lance, que estar siempre descolocado en el inicio de los pases, que largar los toros para allá y que ligar a todo trance, es lo  más sensacional del “mundo mundial”. La escuela juliana, en definitiva, que, como la sopa homónima, no ofrece más que verduras y caldo gordo, sin verdadera sustancia o enjundia proteica. Tres muletazos ligados aunque sea a un toro que pasa por la Conchinchina, es lo más que uno puede pretender de esta escuela de toreo moderno, ¡fantástico! Así que, de ahí en adelante, el adoctrinado e hipnotizado público de aluvión, aplaude, ovaciona y vitorea aquello aunque el toro haya recorrido férreamente (los dos raíles de una vía férrea) un camino paralelo hacia las Batuecas.
Dicho lo cual, y expuesto este larguísimo preámbulo, ya habrán deducido lo que ayer tuvo lugar en Las Ventas del Espíritu Santo (que anda, desgraciadamente, ausente de esta plaza desde mucho tiempo atrás). Todo lo más nos queda el espíritu comercial de la empresa y de algunos profesionales mártires.

Ligero calamocheo de un primero que metía la cara en la muleta de Manuel Jesús (Foto: las-ventas.com)
Al Cid se le escapó un primer torito de Juan Pedro que, pese a ser un bicho flojo y semi-inválido, se mantuvo sobre sus remos en el último tercio, y embistió con nobleza y ligero calamocheo (que menos en un pobre animalito famélico) en la muleta (la suerte de varas ayer, simplemente, no existió, por una, otra o alguna más lejana razón). Desconfiado, siempre con pasitos atrás cuando el toro llegaba a jurisdicción, no fue capaz de aguantar apenas una embestida, encauzándolas siempre a media altura y sin demasiada limpieza o temple. Se le pitó ya en la cuarta tanda, vista la nulidad creativa. Una estocada por arriba, dejándole la muleta en la cara, culminó la obra. Tampoco en el cuarto ofreció mejor cara, pero al menos nos dejó tres o cuatro delantales en su quite, que es de lo mejor que se ha visto en este arranque isidril (llevamos un tercio del mismo, poco más o menos). Los pongo a la altura de las verónicas a izquierdas de Ponce y por encima de todo lo demás contemplado; fueron lances suaves, bien ceñidos al cuerpo, llevando al toro en artísticas elipses, templados y con profundidad, francamente buenos. Hasta ahí llegó su labor. Lo demás fue un “revival” de la faena precedente: dudas, titubeos, vacilaciones, pasos atrás, con un inválido, soso y descastado torillo, que llevaba a media altura y entraba casi al paso. Los pitos llegaron ahora en la tercera tanda, y se reprodujeron con fuerza en la quinta, ante el nihilismo imperante. Un pinchazo sin fe, por no manejar la mano zurda, y una entera desprendida, subrayaron otro episodio vacío del antaño héroe frente a tanta victorinada.

Uno de los atléticos pares que puso Fandila (Foto: las-ventas.com)
El primero de los buenos toros del festejo le correspondió al atlético Fandila. Un bicho que humillaba perfectamente y empujaba con riñones en el capote, que pasó por varas sin castigo (todo para las carreras de relevos de banderillas), que fue pareado por el diestro sin mayor resalte (a cabeza pasada dos de los pares, y sólo el segundo sobre un pitón), y en el que no vimos ni un solo muletazo de clase, mando o profundidad. Si nos quejamos de los pasos atrás del Cid, no vean los del Fandi…, ni les cuento; constantes, sin aguantar, ni lo más mínimo, unas boyantes, nobles y generosas arrancadas de la res, con dudas invariables, todo en un toreo absolutamente periférico (ayer los tres espadas volvieron a casa con el traje inmaculado; si resucitara Pío Nono volvía a declarar a éste, dogma de fe) y despegado… hasta el aburrimiento, que es lo que sucedió. Sin gracia, encimista, retorcido, estrechó terrenos al final, para quitarse de en medio un toro de cortijo de una estocada por arriba, un poco trasera, yéndose a los terrenos que buscaba el toro (chiqueros, fue manso) y oyendo un aciago aviso... ¡Diez minutos para eso, oiga! Si esto fue con el bueno, imagínense lo que le hizo –y nos hizo- en el quinto… un bicho manso, descastado y que vino a menos rápidamente. Calamitoso con capote y muleta, incapaz de aguantar series de más de tres muletazos –siempre desde fuera, llevándolo para allá y con poco temple- hubo su guasa y rechifla en los tendidos, hasta que lo despenó de un bajonazo sin paliativos y un descabello.

Juan del Álamo toreando hacia el más allá en el de la oreja, erguido y natural... (Foto: las-ventas.com)
Cara y cruz para Juan del Álamo que, sin embargo, puso dos faenas sobre el albero de textura similar. Voluntad, ganas, pero toreo contemporáneo, de paso atrás para ligar, líneas en paralelo, retorcimientos iniciales y despedidas hacia y por las afueras, en ambos casos. La gran diferencia estribó en el tipo de toro que tuvo enfrente. Su primer juampedro fue un animal boyante, franco, de claras y generosas embestidas que rápidamente calaron en los tendidos y al que terminó por ahogar un tanto. El segundo, de la misma vacada, el genuino representante de ese toro manso, dócil y descastado que se  viene abajo a la mínima exigencia, frente al que había que dar evidentes pasos adelante, no para atrás, y donde se descubrieron las carencias del salmantino, nada aplaudido en esta ocasión. Así que, sumen y sigan en esta tauromaquia contemporánea: sólo se triunfa si tienes delante ese toro que antes te abría cortijos de par en par y te aupaba en hombros a la fama, pasando por bajo de la puerta grande madrileña. Ahora, eso sí, son faenas de una orejita y “res mes” que dicen en tierras levantinas. Pues eso. Faena de una verbenera orejita para del Álamo en su magnífico primero (sólo en la muleta, porque en varas manseó y se dolió en banderillas), y silencio sepulcral en el manso y a menos sexto. Todo como en la tauromaquia que nos quieren imponer… Una estocada por arriba, un poco delantera y con pérdida de muleta en el de la oreja, y medio bajonazo para rubricar la poco menos que penosa decepción del último.
Habrá más, no se preocupen, a partir de que esta tarde empiecen a desfilar las mal llamadas figuras…

Los cinqueños del encaste mayoritario:
1º.- Empollón, 560 kilos, nacido en diciembre de 2008, castaño, tocado de cuerna, manso, flojo, embestidor pero con algún calamocheo.
2º.- Halado (con “h”), 526 kilos, nacido en diciembre de 2008, melocotón ojo de perdiz, tocado de pitones, manso, noble y embestidor, un buen toro en la muleta…
3º.- Gerolimpio (¡!), 490 kilos, nacido en diciembre de 2008, colorado ojo de perdiz, delantero de armas pero con poca culata, cortito y bajito, manso pero noble y boyante en el último tercio, aunque se viniese levemente a menos por acortar distancias al final de la faena el espada.
4º.- Entusiasta, 520 kilos, nacido en febrero de 2009, colorado ojo de perdiz, tocado de púas, manso, inválido y soso.
5º.- Historieta (¡!), 492 kilos, nacido en diciembre de 2008, negro listón chorreado, tocado de defensas, cortito como él solo, manso, a menos y descastado.

6º.- Escopetero, 554 kilos, todo un toro, nacido en noviembre de 2008, castaño oscuro, chorreado, bragado y meano corrido y girón, tocado de armamento, manso, flojo, descastado y a menos. 

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