Madrid, 21 de mayo de
2014. Unos dos tercios de entrada. 6 toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de
presencia, mansos, flojos en general (alguno inválido pese a que ayer la suerte
de varas fue un simulacro absurdo), yendo
a menos salvo segundo y tercero, boyantes. El Cid, silencio y silencio. El Fandi,
ligeros pitos (aviso) y silencio. Juan
del Álamo, oreja sin petición y silencio.
Tarde de decepciones la de ayer. Frente a la
incapacidad manifiesta del Cid, de su
lenta agonía en el devenir taurómaco de estos últimos años (con el feliz
recuerdo aun de su inmaculada faena de la pasada feria otoñal), frente a la
nulidad en los engaños de un Fandi (en el mejor de los casos un atleta, como maliciosamente
apuntó sobre los jugadores del Real Madrid ese odioso personaje,
independentista catalán, que se dopó en la liga de fútbol italiana durante su
carrera profesional), frente al toreo moderno de ligazón a cualquier trance y
paso atrás, toreo en paralelo y falta de profundidad de del Álamo, salieron dos toros que en otros tiempos hubiesen sido de puerta grande.
El segundo, un buen toro... para la inexistente muleta del Fandi (Foto: las-ventas.com) |
Ante uno de ellos el joven de Ciudad Rodrigo cortó una
oreja festivalera, de nulo peso específico, pedida muy minoritariamente (vean
videos, por favor, no llegaba a una de cada cinco personas la que pedía el trofeo)
y concedida por el inefable don Julio apoyado en el asesor Madriles. Todo se halla ya
devaluado en la tauromaquia contemporánea. Y ello a pesar de un “marketing” verdaderamente espectacular,
presentaciones discotequeras, cócteles de autobombo, libros promocionales,
prensa apesebrada, medios de comunicación pagados y sostenidos…, ¡no nos
extraña que frente a tanto gasto los coletudos más encumbrados se rebelen y
quieran cobrar más! Es que se necesita mucho dinero para mantener a tanta
gente, publicistas, jefes de prensa, abogados, encargados de Facebook o Twiter
incluidos…
Es probable que todo ese ejército de halagadores
oficiales, más las tropas allegadas de seguidores incondicionales, amigos o
conocidos, nos cuenten otra cosa de lo sucedido ayer, pero para cualquier mediano
aficionado, como el que subscribe, lo de ayer fue un nuevo desastre frente a dos
buenos toros para la muleta (la suerte de varas se ha volatilizado, como las
fuerzas o la casta de estos animales) y otro que, aunque inválido, permitió
muchos mejores logros que los alcanzados. Y es que, contrariamente a lo habitual, los tres
primeros juampedros hubiesen permitido
muchísimo más toreo (que es lo que el aficionado quiere, al margen de orejas y otras recompensas de casquería)
y mayores miras artísticas, éticas y
estéticas. Pero no, la tauromaquia contemporánea, esa de la que se nos repite
hasta la imbecilidad y la estulticia supinas (lean el diccionario de la RAE) que
“hoy
se torea mejor que nunca”, se
funda más en la propaganda vacua y simplona, los eslóganes electorales y las
frases grandilocuentes, que en los hitos
y gestas en el ruedo. Más gestas y menos gestos, debiéramos gritar los aficionados;
más ética y menos búsqueda de una forzada estética.
Lo más brillante del Cid ayer, unos delantales estupendos al cuarto (Foto: las-ventas.com) |
Al Cid se le recuerda como un forjador de gestas
épicas de antaño, casi como el Cantar del Mío Cid recuerda al héroe castellano;
pero si en aquel no se produjo la decrepitud y el ocaso añoso porque la muerte
redentora nos lo muestra épicamente glorioso, inmortalmente victorioso en el
romance, éste de nuestros días arrastra ya unos años de sufrida y dolorosa
decadencia. Los que hemos tenido la suerte de verle torear en sus mejores
momentos, no dejamos de recordar tantas gestas y tanta épica, pero de ello no
puede vivirse eternamente si no es a través de la glorificación en la muerte, que
desde luego no le deseamos. Mejor sería cavilar en torno a su retirada, cuando
aun verdean los recuerdos de bien ganados laureles.
Lo del Fandi se articula en torno a otro tipo de
prensa y de público; gentes anhelantes de atletismo, del “sportman” de antaño,
de medallas olímpicas o inconscientes amantes del arte de Marialva… a pie (regalo la idea a cualquier empresario emprendedor: un cartel en el que abra Hermoso de Mendoza y cierre Ventura, con David por medio).
Porque todo el espectáculo que ofrece David Fandila es como una corrida de
rejones a pie… Muchas, muchísimas carreras (ayer, sin ir más lejos, al hacer el
quite a un toro del Cid, al que éste intentaba cuidar en sus escasas fuerzas,
hubo de llevárselo en dos carreras, cincuenta metros de punta a punta de la
plaza para darle allí dos o tres capotazos lamentables), correteos hacia delante o hacia
atrás, mucho gesto atlético, unos
andares a lo John Wayne, y nulidad con capote o muleta. Menos mal que al menos acierta
con la espada, aunque no sea un buen y estiloso estoqueador. Con ello, y una
prensa del corazón atenta también a sus habituales compañeros de cartel, la
publicidad gana el entusiasmo y el corazón de las vanas e indoctas gentes.
Lo de Juan del Álamo, por el contrario, se basa en la mitificación
de este toreo contemporáneo y en sus
cantores y voceros de la prensa supuestamente especializada, que, con tal de
poner bien a todo el mundo, se han inventado que dar el paso atrás, que no
rematar un lance, que estar siempre descolocado en el inicio de los pases, que largar los toros para allá y que
ligar a todo trance, es lo más sensacional
del “mundo mundial”. La escuela juliana, en definitiva, que, como la sopa homónima, no ofrece más que verduras y
caldo gordo, sin verdadera sustancia o enjundia proteica. Tres muletazos ligados
aunque sea a un toro que pasa por la Conchinchina, es lo más que uno puede
pretender de esta escuela de toreo moderno, ¡fantástico! Así que, de ahí en adelante,
el adoctrinado e hipnotizado público de aluvión, aplaude, ovaciona y vitorea aquello
aunque el toro haya recorrido férreamente (los dos raíles de una vía férrea)
un camino paralelo hacia las Batuecas.
Dicho lo cual, y expuesto este larguísimo preámbulo,
ya habrán deducido lo que ayer tuvo lugar en Las Ventas del Espíritu Santo (que
anda, desgraciadamente, ausente de esta plaza desde mucho tiempo atrás). Todo
lo más nos queda el espíritu comercial de la empresa y de algunos profesionales
mártires.
Ligero calamocheo de un primero que metía la cara en la muleta de Manuel Jesús (Foto: las-ventas.com) |
Al Cid se le escapó un primer torito de Juan Pedro
que, pese a ser un bicho flojo y semi-inválido, se mantuvo sobre sus remos en
el último tercio, y embistió con nobleza y ligero calamocheo (que menos en un
pobre animalito famélico) en la muleta (la suerte de varas ayer, simplemente, no
existió, por una, otra o alguna más lejana razón). Desconfiado, siempre con
pasitos atrás cuando el toro llegaba a jurisdicción, no fue capaz de aguantar apenas
una embestida, encauzándolas siempre a media altura y sin demasiada limpieza o
temple. Se le pitó ya en la cuarta tanda, vista la nulidad creativa. Una estocada por arriba, dejándole la muleta
en la cara, culminó la obra. Tampoco en el cuarto ofreció mejor cara, pero al
menos nos dejó tres o cuatro delantales en su quite, que es de lo mejor que se
ha visto en este arranque isidril (llevamos un tercio del mismo, poco más o
menos). Los pongo a la altura de las verónicas a izquierdas de Ponce y por encima
de todo lo demás contemplado; fueron lances suaves, bien ceñidos al cuerpo, llevando
al toro en artísticas elipses, templados y con profundidad, francamente buenos.
Hasta ahí llegó su labor. Lo demás fue un “revival” de la faena precedente:
dudas, titubeos, vacilaciones, pasos atrás, con un inválido, soso y descastado torillo,
que llevaba a media altura y entraba casi al paso. Los pitos llegaron ahora en
la tercera tanda, y se reprodujeron con fuerza en la quinta, ante el
nihilismo imperante. Un pinchazo sin fe, por no manejar la mano zurda, y una
entera desprendida, subrayaron otro episodio vacío del antaño héroe frente a
tanta victorinada.
Uno de los atléticos pares que puso Fandila (Foto: las-ventas.com) |
El primero de los buenos toros del festejo le
correspondió al atlético Fandila. Un bicho que humillaba perfectamente y
empujaba con riñones en el capote, que pasó por varas sin castigo (todo para
las carreras de relevos de banderillas), que fue pareado por el diestro sin
mayor resalte (a cabeza pasada dos de los pares, y sólo el segundo sobre un
pitón), y en el que no vimos ni un solo muletazo de clase, mando o profundidad.
Si nos quejamos de los pasos atrás del Cid,
no vean los del Fandi…, ni les
cuento; constantes, sin aguantar, ni lo más mínimo, unas boyantes, nobles y
generosas arrancadas de la res, con dudas invariables, todo en un toreo absolutamente
periférico (ayer los tres espadas volvieron a casa con el traje inmaculado; si
resucitara Pío Nono volvía a declarar a éste, dogma de fe) y despegado… hasta
el aburrimiento, que es lo que sucedió. Sin gracia, encimista, retorcido,
estrechó terrenos al final, para quitarse de en medio un toro de cortijo de una
estocada por arriba, un poco trasera, yéndose a los terrenos que buscaba el
toro (chiqueros, fue manso) y oyendo un aciago aviso... ¡Diez minutos para
eso, oiga! Si esto fue con el bueno, imagínense lo que le hizo –y nos hizo- en
el quinto… un bicho manso, descastado y que vino a menos rápidamente.
Calamitoso con capote y muleta, incapaz de aguantar series de más de tres muletazos –siempre
desde fuera, llevándolo para allá y con poco temple- hubo su guasa y rechifla en
los tendidos, hasta que lo despenó de un bajonazo sin paliativos y un
descabello.
Juan del Álamo toreando hacia el más allá en el de la oreja, erguido y natural... (Foto: las-ventas.com) |
Cara y cruz para Juan del Álamo que, sin embargo, puso
dos faenas sobre el albero de textura similar. Voluntad, ganas, pero toreo
contemporáneo, de paso atrás para ligar, líneas en paralelo, retorcimientos
iniciales y despedidas hacia y por las afueras, en ambos casos. La gran
diferencia estribó en el tipo de toro que tuvo enfrente. Su primer juampedro
fue un animal boyante, franco, de claras y generosas embestidas que rápidamente
calaron en los tendidos y al que terminó por ahogar un tanto. El segundo, de la
misma vacada, el genuino representante de
ese toro manso, dócil y descastado que se
viene abajo a la mínima
exigencia, frente al que había que dar evidentes pasos adelante, no para atrás,
y donde se descubrieron las carencias del salmantino, nada aplaudido en esta ocasión.
Así que, sumen y sigan en esta tauromaquia contemporánea: sólo se triunfa si
tienes delante ese toro que antes te abría cortijos de par en par y te aupaba
en hombros a la fama, pasando por bajo de la puerta grande madrileña. Ahora,
eso sí, son faenas de una orejita y “res mes” que dicen en tierras levantinas.
Pues eso. Faena de una verbenera orejita para del Álamo en su magnífico primero
(sólo en la muleta, porque en varas manseó y se dolió en banderillas), y
silencio sepulcral en el manso y a menos sexto. Todo como en la tauromaquia que
nos quieren imponer… Una estocada por arriba, un poco delantera y con pérdida
de muleta en el de la oreja, y medio bajonazo para rubricar la poco menos que
penosa decepción del último.
Habrá más, no se preocupen, a partir de que esta tarde
empiecen a desfilar las mal llamadas figuras…
Los cinqueños del encaste mayoritario:
1º.- Empollón, 560 kilos, nacido en
diciembre de 2008, castaño, tocado de cuerna, manso, flojo, embestidor pero con
algún calamocheo.
2º.- Halado (con “h”), 526 kilos, nacido
en diciembre de 2008, melocotón ojo de perdiz, tocado de pitones, manso, noble
y embestidor, un buen toro en la muleta…
3º.- Gerolimpio (¡!), 490 kilos, nacido
en diciembre de 2008, colorado ojo de perdiz, delantero de armas pero con poca
culata, cortito y bajito, manso pero noble y boyante en el último tercio, aunque
se viniese levemente a menos por acortar distancias al final de la faena el
espada.
4º.- Entusiasta, 520 kilos, nacido en febrero
de 2009, colorado ojo de perdiz, tocado de púas, manso, inválido y soso.
5º.- Historieta (¡!), 492 kilos, nacido
en diciembre de 2008, negro listón chorreado, tocado de defensas, cortito como
él solo, manso, a menos y descastado.
6º.- Escopetero, 554 kilos, todo un toro,
nacido en noviembre de 2008, castaño oscuro, chorreado, bragado y meano corrido
y girón, tocado de armamento, manso, flojo, descastado y a menos.
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