Madrid, 13 de mayo de
2014. Dos
tercios de plaza. 6 toros de Parladé,
desigualmente presentados, mansos en los caballos pero con juego interesante en
la muleta. El Cid, silencio (aviso)
y ligeros pitos. Iván Fandiño, oreja
(aviso) y oreja (aviso). Ángel Teruel,
silencio (aviso) y silencio (aviso).
Dispuesto pues al martirio, me ofrezco a la cruz con
los brazos abiertos y la mente despejada para aceptar el suplicio al que deseen
someterme. Años defendiendo que el arte de la tauromaquia no es un arte
suicida, sino racional, que la creación artística ha de fundamentarse en la
técnica, el valor y la inteligencia, para que ahora me vendan que nada de ello
es cierto, que todo se basa en que la emoción que provoca el susto sea lo
suficientemente intensa como para que nos paralice de miedo. Nada importa ya,
al parecer. Todo se basa en la subjetividad del sobresalto que te provoque; que
viene un toro a la carrera, ¡uy qué susto!; que repite sin cesar, ¡qué miedo!;
que busca los engaños con codicia, ¡qué pavor!; que el torero apenas acompaña
aquellas oleadas, ¡qué temor! Quizá el auge de este tipo de tauromaquia esté en
consonancia con el creciente interés de la juventud con las películas de miedo
(lo del terror es sin duda otra cosa).
La muleta, en esta nueva versión de la tauromaquia se
ha convertido, pues, o en un objeto inútil o desechable, o en algo mínimamente
necesario. Se puede tirar y no pasa nada, porque el susto será mayor. Que no
esté en sintonía con la tauromaquia eterna no tiene la más mínima importancia.
Todo lo que nos han contado es falso; lo que se requiere para triunfar es
utilizarla lo mínimo posible y si es nada… mejor.
Ayer sólo hubo un torero que intentó -aunque no lo
consiguiera casi nunca- utilizarla de forma clásica, echándola por delante para
llevar empapado al bicho en ella y desviarlo de su recorrido natural, para
crear un nuevo camino abierto al arte… y ese no fue Fandiño, desde luego, ni el
Cid, al que le sobran ya casi todos los trastos -capote, muleta, estoque o
descabello-. Y es una lástima porque anteayer
aun recordábamos la enorme faena que nos regaló, ante un toro de Victoriano del
Río en la feria de Otoño, la más importante faena en esta plaza en un lustro
sin lugar a dudas. Pues sí, han acertado, fue Ángel Teruel al único que le vimos
ese concepto clásico -y por ende eterno- en el manejo de los engaños. Y eso que
no estuvo bien, porque la falta de corazón, probablemente lo limitado de su
valor, le hace sumirse en un mar de dudas, de incapacidades. Apunta, y mucho,
pero no dispara. Tiene el perfecto conocimiento del concepto del toreo… pero es
incapaz de ponerlo en práctica: se le ve colocarse, echar la muleta por delante,
quiere y consigue embarcar bien al bicho, carga la suerte tantas veces… pero lo
desplaza hacia fuera o de cualquier manera otras tantas porque la bomba no da más
de sí. Pero remata el lance… algo que tampoco es un valor fundamental en este
toreo contemporáneo de ligazón por encima de cualquier cosa (a costa de no
rematar ni un lance, dejar la muleta siempre puesta en la cara y estar por las
Kimbambas en colocación… salvo en el primer pase).
Ángel Teruel dio los más exquisitos muletazos de la tarde... pero sólo muy de tanto en cuanto (Foto: las-ventas.com) |
La corrida de Parladé, propiedad de la lusa Sociedade Agropecuaria do Río, L.D.A, de don Juan Pedro Domecq Morenés (y otros), hoy cantada apocalípticamente por la prensa afín, o los que han de justificar su crítica habitual con buenos comentarios esporádicos al amparo de opiniones mayoritarias, fue mansa en varas (¡qué sí!, ¡qué no hicieron gran cosa en los caballos, qué más de uno se dolió en banderillas, qué alguno buscó tablas desde el principio…!) pero se creció en general en el último tercio, embistiendo más o menos francamente con codicia y repetitividad. Los “cantores de Híspalis” correspondientes dirán que esto es bravura, porque se han olvidado (suponiendo que alguna vez lo supieran) de que la bravura ha de demostrarse en todos los tercios, y que una cosa es un manso encastado –con más o menos casta- y otra un toro auténticamente bravo –siempre encastado-. La corrida me gustó en el último tercio, tuvo movilidad, interés, alguno desarrolló algo de sentido o mínimas complicaciones -todo dentro de la urbanidad y toreabilidad de su augusto linaje-, pese a que no fueran bravos en suma. Hubo, al menos, esa necesaria repetitividad que tantas tardes echamos en falta, sin duda. Y habrá que ver si alguna llega a superarla en esas cualidades al final de la feria…
Pero tampoco olvidemos que la presentación es algo absolutamente fundamental, y en conjunto, en este aspecto, tampoco fue una corrida ejemplar. Corrida desigual, con una mona vestida de seda en segundo lugar, y un novillote sin cuajo, alto y desgarbado, en último; diferentes hechuras para algo que debía ser regular en un encierro perfectamente presentado.
Pero tampoco olvidemos que la presentación es algo absolutamente fundamental, y en conjunto, en este aspecto, tampoco fue una corrida ejemplar. Corrida desigual, con una mona vestida de seda en segundo lugar, y un novillote sin cuajo, alto y desgarbado, en último; diferentes hechuras para algo que debía ser regular en un encierro perfectamente presentado.
El Cid en casi lo único meritorio de su tarde: alguna verónica suelta (Foto: las-ventas.com) |
Ángel Teruel pasó, una vez más, sin mayor pena ni gloria, o con más de la primera que la segunda. A pesar de su buen concepto, de sus formas y deseos clásicos, le falta confianza y se pasa los toros por la periferia, tantas veces en paralelo, pero, como chispazos, nos ofreció los mejores muletazos de la tarde. En su primero un par de naturales soberbios, mandón, por bajo, rematados a la espalda… ¡qué pasaron desapercibidos para los de los sustos! Mal puesto en varas –éste como también el segundo, de Fandiño, ¡qué vergüenza!- empujó en el primer encuentro, saliendo sueltito, y en el segundo ya ni empujó para salir de idéntica forma, regalándonos luego hasta tres o cuatro caiditas… Teruel se deshizo de la fiera de una entera por arriba, algo atravesada… En el que cerró plaza –cuando ya estaba todo el pescado vendido y la gente sólo pensaba en la salida a hombros de Iván- volvió a dejarnos alguno de los lances más profundos del festejo, salpicados, aislados en una inmensidad de dudas y precauciones. Hizo el novillote el puente en el caballo, cabeceó, fue con la cara alta y salió suelto de ambos encuentros, derrochando “bravura moderna”, sin duda. Pero tuvo movilidad en el último trance, aunque se complicara un “algo” por las imprecisiones del espada. Remató éste su labor con unas inesperadas manoletinas –que ya no asustaron a nadie, pues la gente, o se iba de la plaza, o pensaba en otra “cosa”- de media caída y un descabello, escuchando un recado por la prolongación innecesaria de su labor.
Fandiño en el tercero (Foto: las-ventas.com) |
La puerta grande estaba cantada antes de que saliera
el quinto, Rapiñador, un toro al que
Fandiño ni le dio un capotazo de clase, ni dejó que picaran (se deja pegar en
la primera vara, y menos en el segundo refilonazo, saliendo sueltín). Pareó
bien Miguel Martín, demostrando que están mejor los de plata o azabache, en
general, que los áureos coletudos, doliéndose el “bravísimo” animal. Eso sí,
fue otro toro que embistió generoso en la franela, de largo -algo que le
cantaron al diestro desde las alturas, entre insultos de los más que ignorantes-,
ya que tendía en la segunda tanda a achicar espacios para que el toro pesara
menos. Y sí, en efecto, Fandiño le dio distancias. Volvió a colocarse bien en
general, templó bastante y acompañó perfectamente sus oleadas repetitivas,
bueno no tan perfectamente porque hubo más suciedad que ante su primer
oponente. Fue una faena desigual, con altibajos, a veces embarullado ante la
codicia del animal, sucio, y otras ofreciendo una mejor cara, más templada y en
redondo –la sexta tanda a derechas, por ejemplo-. Faena menos que justita, para
las bondades de la res, que culminó tirando el trapo para dejarse encunar y
salir volteado del choque con la res, tras dejar una entera atravesada, y que
requirió dos descabellos tras haber oído un aviso. Fantástico. Si hoy tuviese
el fémur roto en mil pedazos, o una cornada seria, la gente lo estaría
crucificando; como el susto no tuvo consecuencias, la gente sacó el pañuelo, mayoritariamente,
quién sabe si para secarse el sudor del espanto.
Así que, recuerden, la muleta que antes servía para dominar, mandar y
encauzar las acometidas, para gobernar la embestida del toro en la suerte suprema,
ahora es prescindible por completo o nos sirve sólo para acompañar el recorrido
de la res. En suma, plantéenselo en serio, lo que da orejas es un toro que embiste,
que se mueve encastado –aunque mansee en conjunto-… el torero sólo tiene que
ponerse enfrente y mover el trapo al compás del animal. Esa frase que,
refiriéndose a Pedro Romero, se publico en el Diario de Madrid de 1789 (“Sepa Vd. señor mío, que el timón de esta
nave [por nave entiende al propio toro]
es la muleta, en que es Romero inimitable, ya llevándola horizontal al compás
del ímpetu del toro, ya llevándola rastrera como barriendo el piso donde ha de
caer o que ha de besar mal su grado; aquella muleta que siempre huye, y nunca
se aleja de los ojos de la fiera, que a veces la obedece como un caballo al
freno”) ya no tiene validez. Un día de estos nos sobrará el y la espada, como ya
nos sobra la suerte de varas y en buena parte la de banderillas.
El absurdo alarde de Fandiño en el quinto (Foto: las-ventas.com) |
Los interesantes animales que se lidiaron ayer:
1º.- Hampesco, 523 kilos, negro listón,
delantero, manso, flojo, pero embestidor; un toro desaprovechado por el Cid.
2º. Cabreíto, 514 kilos, negro, tocado
de defensas, anovillado de hechuras, manso, embestidor pero a menos desde la
cuarta tanda.
3º.- Idealista, 495 kilos, negro, poca
cosa de trapío, manso, flojito (sin caerse demasiado), embestidor y noble.
4º.- Gruñidor, 518 kilos, negro, tocado de
cuerna, manso, de generosa embestida pero incómodo a veces.
5º.- Rapiñador, 509 kilos, castaño y
delantero de armas, manso en varas y sin picar, boyante y exigente.
6º.-Teatrero, 540 kilos, castaño, de
poco cuajo pero alto de agujas, tocado de defensas, manso, embestidor aunque complicándose
por el espada.
Lo de Fandiño fue excesivo en muchos sentidos. Pero tenía tal gana de salir por la Puerta Grande que contagió al grueso del público. Lo de su primero fue como mucho de vuelta al ruedo y por la estocada (en lo alto pero muy trasera), lo de que acompañar la embestida y que no mandaba fue justo el comentario que hice a Ángel, mi compañero de la izquierda, y en gran parte de su segundo pasó lo mismo. El Cid estuvo desbordado total y Teruel tiene torería pero es periférico en extremo, si fuese El Juli o Manzanares se le perdonaría que se los echase para la M-30 pero como es quien es... y es una pena pues carga la suerte como bien se vio el otro día (ayer menos) y no hace el toreo retorcido en diagonal que ha impuesto El Juli, sino vertical, pero le falta garra, la que le sobra ya a Fandiño, ayer en novillero total... en fin...
ResponderEliminarLa puerta grande de Fandiño yo la interpreté más a su trayectoria en Madrid que a la brillantez del diestro en la tarde de autos. Trayectoria llena de entrega, de valor,de ambición, de compromiso y de buenas intenciones en el concepto. Cierto que debió perderle algún paso a su primero y que con el segundo estuvo, además de valiente y entregado, bien con la zocata. Se deja los toros muy crudos y cuando éstos tienen casta embisten con todo. Difícil templarlos, pero no seré el yo el que critique tirar las cartas, dar el medio pecho, atornillar las zapatillas y quedarse quieto, en el sitio, para ligar después de dejar la muleta en la cara. Lo de matar sin muleta... imprudente efectismo. Y Teruel...mucho gusto, como el que tenía su padre. Pero le hace falta más corazón y sobre todo torear más.
ResponderEliminarSeñores, el que esto escribe al igual que vosotros ha sentido durante mucho tiempo cierta antipatía por el hierro de Veragua, quizá por las declaraciones que hacia el desaparecido Juan Pedro, ya sabeís lo del toro artista y esas cosas, pero este nuevo Juan Pedro le veo de otra manera. Le he oído en algunas entrevistas y sobre todo en una charla y me invitaba a seguir su trayectoria como ganadero y lo de ayer me ha puesto en la linea de que este tío no es su padre, va en serio y ayer triunfó con mayúsculas en la plaza mas importante del mundo.
ResponderEliminarHagan un esfuerzo como yo, por no tratar a este Juan Pedro por ser hijo de quién es y estoy seguro que de esta manera la corrida les parecerá mas brava. Seguro.
!Hay si esta corrida la saca algún ganadero que yo me sé¡¡
Totalmente de acuerdo con sus comentarios sobre el juego de los toros y su presentacion, de la que muchos se olvidan en plaza de primera. Me alegra que aun queden aficcionados que saben ver la bravura de un toro.
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