Sergio Ramos en la imagen televisiva del final del encuentro España-Italia |
El detalle final del gran Sergio Ramos -¡¡vaya europeo que ha hecho el defensa central de la selección!!- cogiendo el capote que su buen amigo Alejandro Talavante le había mandado, y dando unos capotazos en una de las esquinas del campo -buscando la querencia donde se hallaba lo más numeroso de la afición presente- fue asimismo un gesto imperecedero.
Sergio Ramos dio en ese vuelo etéreo del percal un ejemplo universal de cómo se entiende la vida en este pedazo de piel de toro en el que se asienta una de las tradiciones seculares más antiguas, complejas y hermosas que conoce la humanidad: el toreo. Sergio, sin complejos, cogió el capote talavantino, y enjaretó media docena de verónicas con arte y gusto, toreando de salón a la afición futbolística europea, rematadas con una graciosa, sutil y ondulante larga a media altura, ¡olé! Ramos consiguió con ello dejar bien clara cuál es una de nuestras raíces culturales más arraigadas, cuál es una importante parte de nuestra esencia cultural.
Hizo mucho, muchísimo, pero que mucho más, que todo el G-10 en su conjunto o que la cojitranca Mesa del Toro con todos sus infructuosos recursos económicos a la espalda. Lejos de afanes espurios, con naturalidad y sencillez mostró al mundo entero una de las tradiciones más relevantes de España, sin pensar ni remotamente en cómo sacar mayor rendimiento económico o explotar la agotada ubre de la vaca de la fiesta.
Toreó, sencillamente, y con ese toreo contemplado en las cuatro esquinas del orbe entero, ha promocionado más y mejor la fiesta de los toros que cualquiera de los que se dedican profesionalmente a ello. ¡¡Olé sincero y profundo, nacido del fondo del corazón, desde este blog, al sevillano!! ¡¡Eso es arte, prenda!!
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