Interesante, dura y encastada
corrida de Saltillo la que vimos en Ceret, con toros para todos los gustos y de
variada condición, desde el peligroso quinto bis –con el que anduvo muy firme
Castaño- hasta el noble y boyante sexto, un toro perfecto para lucirse de
muleta. Y al margen de su comportamiento en el último tercio, toros con cuajo,
serios, encastados, de los que siempre buscan pelea –ya más franca, clara o
sencilla, ya más aviesa y complicada-, toros que te hacen estar pendientes del
ruedo, de la lidia, donde se valoran las cosas bien hechas y donde los errores
pueden pagarse caros.
Corrida de toros, con mayúsculas,
donde el oficio y la generosidad de las cuadrillas en general, fue
imprescindible, lejos de aquellos naufragios novilleriles con lidiadores de
segunda o regional que pudimos ver en Madrid años atrás. ¡Qué importante
resulta contar con una cuadrilla de verdaderos profesionales cuando has de
enfrentarte a la casta! ¡Qué soberbio anduvo Tito Sandoval picando! ¡Qué bien
David Adalid, metiéndose siempre en el centro de la suerte al parear, aunque no
le saliera todo perfecto! ¡Cuántos capotazos inteligentes y qué poco trapazo
inútil se pudo ver el sábado! Y con qué oficio, valor y serenidad anduvieron
los maestros… ¡Cómo intentaron lucir los toros el Fundi o Castaño, y en menos
medida Serafín! Eso es hacer afición, construir la verdadera fiesta.
Los de José Joaquín Moreno Silva, camino del embarcadadero (Foto: ceret-de-toros.com) |
El segundo pasaba por Palmito,
con 580 kilos en la romana, cárdeno también, que cumplió en varas y que tuvo un
pitón zurdo de calidad, suave y dulce, y uno derecho complicado y bronco. Salió
el toro rematando sobre burladeros y Castaño, aunque con lances perdiendo
terreno, conseguiría encelarlo en el capote. De lejos lo puso hasta cuatro
veces, haciendo perfectamente la suerte Tito Sandoval, que llegó a arrojarle el
castoreño para invitarlo a entrar. El toro se arrancaba alegre (menos en la
segunda ocasión, que entró al paso), creciéndose y yendo a más en las varas (ésta,
condición imprescindible para valorar la bravura) aunque en su contra le
apuntáramos algún cabeceo, la cara alta y el que no se empleara demasiado en aquellas. El
picador, que se llevó una de las mayores ovaciones de la tarde, sería
finalmente premiado, aunque bien picó también el hermano del Fundi, David
Prados, en el primero. El toro hizo hilo más de una vez,
incómodo tanto para los banderilleros como para el matador salmantino. Comenzó
mirando en el último tercio, sin entregarse por la derecha, a media altura. Pero
mejoró por el pitón zurdo, donde a base de tragar, de exponer y de aguantar,
Castaño terminó por sacarle muletazos de calidad al natural. Retomada la
derecha volverían las cornadas a medio pase, arriesgando con serenidad el espada,
que vistas las cosas, optó definitivamente por la izquierda. Tiró bien del
toro al natural en varios momentos del trasteo, a veces ayudándose del estoque,
pero siempre con decisión y oficio. Un pinchazo desprendido, sin mucha fe por
la calidad del toro por la derecha, y una estocada entera, por los rubios pero
tendida, bastaron para que lo rematase de un descabello suicida.
Tito Sandoval invitando a arrancarse al segundo (Foto: Andre Viard) |
Al tercero lo llamaban Lemanoso, un barbas con 610 kilos de peso, cárdeno oscuro, muy en el tipo de lo que uno espera en Saltillo, manso pero noble, suave y embestidor aunque a veces saliese algo distraído. Metió la cara –no sin alguna reserva- en el capote de Serafín Marín. Sin fijar en el caballo, acudió hasta cuatro veces a la plaza montada, llevándose una bronca el piquero por acosarlo sin sentido y no colocar bien la vara. Empujó en el primer envite, derribando con estrépito, romaneó en el segundo para cabecear después, fue muy castigado en el tercero, y en el cuarto, tras un nuevo cabeceo, saldría algo suelto. Bueno en conjunto, pero a un poco a menos en general. Eso sí, en banderillas seguiría metiendo bien la cara a los capotes, calidad que le acompañaría en la faena de muleta en lo sucesivo. Como Serafín no anduvo muy fino, ni muy dominador en estos principios, el toro levantaba la cara al finalizar las tandas. Cogida la zurda mejoró el panorama, tanto en el toro como en el torero, que se decidió a tirar más del bicho, siempre al hilo del pitón. Fue una faena desigual, donde el aseo predominó sobre la calidad, rematada de un buen pase del desprecio hincada la rodilla en tierra. Le costó bastante cuadrarlo –el toro era pronto cuando le veía levantar el brazo del estoque- para recetarle al fin un pinchazo, oír el aviso y finiquitarlo de un bajonazo criticado.
El cuarto, Caparro, sólo anduvo
en los 570 kilos (¡!) desdiciendo frente a sus compañeros de encierro (que
importante es la igualdad en una corrida...). Cárdeno oscuro, fue un toro sólo de
derechas, de las izquierdas nada quería saber. Hasta cuatro entradas
hizo al caballo, de lejos en general, pero entregándose poco a la suerte,
probablemente porque le picaron mal (un par de puyazos traseros y uno muy
caído). Fue el único que abrió la boca en todo el festejo, en la suerte de
banderillas. Pero metía la cara con calidad por la diestra y el Fundi le sacó
el partido posible, a pesar del calamocheo inicial. Por fin vimos al Fundi que
deseábamos, al que nos hizo pasar tantas buenas tardes antes de la caída del
caballo; ese Fundi firme, profesional, con clase, que sabe y puede con los
toros, que lo llevó con valor y oficio. Por el pitón izquierdo el toro no tenía
un pase, y así se lo mostró a la plaza. Sólo al final de la faena, el toro
decayó algo en su acometividad por el derecho, más soso, y ello bastó para que
el diestro se perfilara y lo matase de un pinchazo bueno por arriba y una estocada
contraria y algo delantera. Cuando creíamos que sólo daría una vuelta al ruedo,
la presidencia se acordó de su carrera y le concedió una oreja sin petición,
pero que nadie llegó a protestar porque el diestro -consciente sin duda- rápidamente la arrojó a unos aficionados para evitar silbidos.
Uno de los saltillos en los corrales (Foto: ceret-de-toros.com) |
El quinto fue un precioso Morisco, de 610 en la báscula, que flojeó algo, perdió las manos varias veces –sin llegar a caerse- y fue devuelto… lo mismito que en Las Ventas (entiendan la ironía). En su lugar saldría Chaparro, un sobrero bastante más feo, cárdeno, bizco del derecho, más basto y largo, que fue manso, complicado y verdaderamente peligroso por el derecho. Sólo dos varas le dieron visto que manseaba, cabeceando bastante y queriendo quitarse el palo, y que tampoco andaba sobrado de fuerzas; eso sí, una de ellas baja. El toro se definió enseguida por el pitón diestro, buscando inmisericorde la cogida. Castaño, serio, lo intentó con la zurda, a la que acudía el bicho al toque, repitiendo, y dejando mostrar el buen momento que atraviesa el matador. Pero a poco aprendería también por dónde andaban trapo y torero, se quedó corto y fue a por el espada. Con alguna precaución Castaño lo mató de media por arriba, algo atravesada y tres descabellos, dejando aquello en palmas.
El postrero del encierro fue el mejor toro de la corrida, de nombre Gallito (olé!), con 650 kilos a las espaldas, cárdeno oscuro y en el tipo de la casa (de los saltillos grandes y bien hechos, no de las raspas de la viuda o del segundo marqués). Con casta y clase, embistió noble y boyante a la muleta de Serafín, tras tres encuentros desiguales con el caballo –donde lo mismo empujaba y metía riñones, que hacía el “puente”, topaba con fuerza que se repuchaba, y al que acabó por acosar sin vergüenza el varilarguero para castigarlo (bronca). Serafín anduvo mejor que en su primero, más corajudo, mejor colocado, cargando la suerte las más veces, y cuando se decidía a mandar sobre la embestida –más que a acompañar como hizo otras veces- sacaba muletazos de buen trazo por ambos pitones. Faena, por tanto, de buen tono medio, pero desigual otra vez más. Tres cuartos de espada le dejó en primer lugar porque el toro se distrajo en el preciso momento del embroque, y tras dos descabellos y un nuevo aviso, el certero que le conseguiría esa ovación. Son toros para cinco tandas a lo más, y no las ocho que le dio.
Corrida, en definitiva, entretenida, con ganado de mucho interés, y donde los infinitos detalles hicieron que se disfrutara –en su integridad- de la auténtica fiesta de los toros.
Corrida, en definitiva, entretenida, con ganado de mucho interés, y donde los infinitos detalles hicieron que se disfrutara –en su integridad- de la auténtica fiesta de los toros.
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