No entraré por ahora en el hecho de que el ganado que
recibiera Vicente José Vázquez, por casualidad, concretamente porque le tocó en
un sorteo de los bienes familiares –como le podía haber tocado las fábricas de
ladrillos u otras explotaciones agrarias-, procedía del Colegio de San
Hermenegildo de los Jesuitas sevillanos, y que hasta ahora no hay nada probado
–documentalmente con escritos de la época- que aporte nueva luz sobre su
origen. No deja de ser, por tanto, leyenda, repetida una y mil veces, aquello
tan romántico de que buscó para su vacada reses de todas las procedencias, y
tampoco aquello de que para lograrlo se hizo con diezmos ganaderos de la
Iglesia. Ni lo uno ni lo otro están en absoluto probados y contrastados (véase Antonio Luis López Martínez, “La ganadería de Vicente José Vázquez. Mitos
y documentos”, Madrid, Universidad San Pablo CEU, 2002; o bien su obra más
extensa “Ganaderías de lidia y ganaderos.
Historia y economía de los toros de lidia en España”, Sevilla, Fundación
Real Maestranza de Caballería de Sevilla-Universidad de Sevilla-Fundación de
Estudios Taurinos, 2002). Tampoco voy a corregir los innumerables errores
nacidos a raíz de la partición de la ganadería tras la muerte de Vázquez. De
todo ello también ha escrito, con la Testamentaría entre las manos, Antonio
Luis López Martínez y ha disertado un servidor en varias ocasiones o Javier
Pérez Millán en una reciente intervención en el Aula de Tauromaquia de la
Universidad CEU San Pablo, pendiente de publicación…
El segundo duque de Veragua ganadero, en Aranjuez |
Durante casi todo el tiempo que permaneció la vacada
vazqueña en manos de la Casa Real -primero Fernando VII y luego su viuda, María
Cristina- estuvo dirigida por Manuel Gaviria padre e hijo, uno primero y el
otro después. Es cuando, por recomendación expresa, según se dice, de Gaviria
hijo (el mejor ganadero de su tiempo) se echan seis sementales de Juan José
Fuentes (de lo que luego sería Martínez) y otros seis suyos. Y de ahí
surge la leyenda de que Míguez señaló a las crías con una marca especial en las
orejas y que cuando Osuna y Veragua compraron la vacada a la Reina Gobernadora,
eliminaron todo lo procedente del cruce.
La leyenda no tiene demasiado fundamento, por más que
resulte romántica; otra cosa es la influencia final que pudiera tener dicho
refresco o cruce y que desconocemos por completo, como es lógico. Lo de
Veragua, por tanto, y mientras no tengamos otros datos que confirmen esta
leyenda es híbrido o mestizo. Ello sin contar el intercambio de semental con
Miura (de espectro y alcance mucho más limitado como es lógico, entre otras
cosas porque por ahí debía haber sangre de Taviel de Andrade) y como mencionaba
sin conocer qué pudieron hacer -que no decir- durante los 92 años en que la
ganadería estuvo ligada a la casa ducal... Pero en cualquier caso el
porcentaje vazqueño siempre sería importante, y a base de no cruzar con nadie
–si es que resultase cierto- poco a poco la sangre jijona se iría diluyendo en
sus venas hasta hacerse poco menos que irreconocible.
La leyenda surge –salvo que haya alguna corta versión
anterior en alguna revista- creo que en la Tauromaquia de Guerrita ¡¡sesenta años más tarde de los hechos que narra!!, y desde
entonces se ha mantenido en cuantos libros se han escrito sobre ganado bravo,
con muy escasas excepciones.
Lo que son hechos e historia
Tras la muerte de Vázquez, y con la Testamentaría en manos del Capitán
General de Andalucía, se compran por Fernando Criado Freire un buen número de
cabezas (106 vacas paridas con sus terneros, 293 vacas, 130 herrones machos y
hembras, 38 becerros utreros para padres y 27 cabestros, según nota del Archivo General de Palacio –AGP-), en 1830, trasladándolas hasta
Aranjuez, y de ahí al Real Sitio de El Pardo. No todas las reses llegaron, pues
hubo una notable mortandad por el camino, a la que se le añadiría la del primer
invierno madrileño.
1.- Toros de desecho. La existencia de toros, es decir de animales que
pudieran padrear –por encima de los tres años- sólo puede venir de los 34 utreros que llegaron a Aranjuez
desde Andalucía. Es el propio Míguez el que los quiere desechar,
así como a las vacas viejas. Lo que
contradice por completo la leyenda de la separación de todo lo procedente de
Gaviria.
2.- Es el propio conocedor de la
vacada el que escoge las ganaderías con las que se debe cruzar, y el que selecciona
los toros de Fuentes y piensa hacer otro tanto con los de Gaviria… ¡bonita
contradicción! Un toro de desecho valdría en torno a los 1300 – 2500 reales;
pensemos en la cantidad más baja por tratarse de cuatreños y de desecho. Sobra
la leyenda al haber testimonio documental. Y
no fue Gaviria, que por entonces no pintaba nada, sino Míguez quién decide los nuevos sementales.
3.- Asimismo Míguez decide
deshacerse de vacas viejas, para costear los nuevos sementales, probablemente
porque no hubieran quedado preñadas o por alguna otra razón. Vacas viejas que hubieran justificado y
ayudado, años más tarde, al mantenimiento de la casta vazqueña en pureza,
aunque quién sabe si sólo se referiría a las muy viejas. En esa época una vaca
se pagaba a unos 500 reales (o mucho menos si eran viejas o ya no podían tener
descendencia), lo que significaba un número importante de animales para
desechar, porque a los 3000 reales por toro de Fuentes (18.000 reales en total)
habría que sumar otro hipotético tanto para Gaviria (en conjunto un mínimo de
36.000 reales, que sólo con vacas supondrían 72 animales sanos y en buenas condiciones
de madrear).
4.- Los toros de Juan José Fuentes, de Moralzarzal, se incorporan ya a la
vacada en 1831, por indicación del
propio Míguez, y ya están con el resto de los animales –como se deriva de
la carta transcrita- a principios de junio de 1831 en que empezarían a padrear.
Las crías nacidas, por tanto, a partir
del invierno 1831-32 serían, al menos en buena parte -ya que seis
sementales para más de 300 vacas son poca cosa-, hijas de toros de Fuentes, y no sólo lo serán las de 1832-33 como
se viene diciendo en la Tauromaquia de Guerrita.
5.- La Secretaría del Real Sitio
no sabía del número de cabezas que a esa fecha seguían vivas, casi un año
después de su llegada a Aranjuez, ni del número de reses que Míguez pretendía
desechar.
Un toro de Veragua en 1851 (Manuel Castellano) |
Un escrito posterior, del Administrador Interino de El Pardo (AGP), de 1 de julio de 1831 añade lo siguiente:
“…cuando se le comunicó la orden para que
se hiciese cargo de la Vacada brava que vino de Sevilla, lo ejecutó con
bastante sentimiento porque, visto el
ganado, y noticioso de los incidentes de su compra, conocía no poder quedar con
lucimiento en su encargo, porque al entregarle la Ganadería Freire observó
que la mayor parte de las vacas eran muy
viejas [no simplemente viejas o adultas], como también los cabestros, además de estar hartos de tirar a la
carreta, una porción de ganado de un año y otra de dos, todo ello de mala calidad; todo lo cual ha acreditado la
experiencia, pues a pesar de haberles proporcionado los mejores pastos en las
dehesas del Piul durante el invierno [de 1830-31], no ha podido evitar la muerte de
cuarenta y ocho reses, a quienes por viejas faltaban los dientes, y de uno y dos años por estar enfermas…”.
Y sigue diciendo: “Que para probar la calidad del ganado… mandó trajesen unas quince reses
de dos años, las que se probaron y no correspondieron, antes huyeron de la
gente y de la ropa, en vez de
embestir; que preguntado Míguez sobre el
particular respondió que ya había él previsto este resultado y que consistía en
el abandono en que Vázquez había tenido su numerosa ganadería en sus últimos
años, por lo cual aconsejó a Freire que no comprase más que vacas vacías y
de ningún modo ganado pequeño, lo que no quiso ejecutar…”. Y añade: “Que para
evitar en lo sucesivo la muchedumbre de ganado inútil, y de acuerdo con el mayoral Alfonso Hijosa y de otros ganaderos
de inteligencia, es de dictamen que quede
reducida la Vacada a doscientas vacas de parir, es cogiendo las mejores y más bravas, algunas utreras, los doce toros
de Vázquez para padres, seis de Moralzarzal y seis que se debe tomar a D.
Manuel de Gaviria…”. El Administrador solicitaba que se pasara este
dictamen a Gaviria y a D. Manuel Aleas “como inteligentes, para ver si
convienen con sus ideas”. También de este escrito pueden derivarse varias
conclusiones:
1.- A juicio no sólo de Míguez,
sino también del Administrador del
Real Sitio, el ganado comprado era
viejo y se hallaba en mal estado. Murieron 48 reses ese invierno a pesar de
disfrutar de los mejores pastos.
2.- Se hizo una tienta de machos
de dos años para ver la calidad de éstos, saliendo francamente mal, “huyeron de la gente y de la ropa”, lo
que demostraba el mal estado de la ganadería.
3.- A la vista de la tienta, Míguez
se ratificó en su idea del mal momento de la vacada y de que su único remedio
era cruzarla con sementales de Fuentes y Gaviria, y que había recomendado a
Freire no comprara sino vacas vacías. No queriendo a las crías procedentes de
Vázquez, ¿qué destino sería el suyo, una vez cruzada la vacada?
4.- Se decidió que lo mejor era reducir la vacada a 200 vacas y algunas
utreras (quitando las crías más jóvenes, por tanto) y echándolas los sementales de Fuentes y Gaviria que sustituirían a los
12 de Vázquez reservados a tal fin.
5.- Se pedía opinión a dos de los mejores ganaderos del momento, el
propio Gaviria y Manuel Aleas, que ocupaba un importante cargo palatino.
Manuel Gaviria padre, I Marqués de Casa-Gaviria |
Y en otro documento posterior se
añadirá: “La Secretaría no
titubea en proponer a V.M. para dicha
reforma a D. Manuel de Gaviria por los conocimientos que tiene en el ramo, por
su extremada eficacia, por la brillantez en que tiene a su ganadería, y
porque sin sueldo ni interés alguno se hará un honor en formar una lucida
Ganadería para V.M.” (AGP).
Y, en efecto, tras de las disensiones entre monarca y comprador
–Criado Freire-, finalmente se
haría cargo de la ganadería real don Manuel Gaviria padre, desde el 27 de julio
de ese año (AGP). Y empieza a trabajar de firme. El 20 de
agosto escribe el primer informe del estado de la vacada (AGP). Procede,
con fecha 25 de noviembre de 1831 (AGP),
a los cuatro meses de tomar
posesión de su cargo, a una
retienta general de la misma. Y buena prueba de la escrupulosidad con que se
lleva a cabo la operación, es que de 207 vacas retentadas, selecciona 36, deja
65 para el Infante don Francisco de Paula, y desecha completamente 106 vacas
“por inútiles”, dejando en la operación “dos caballos muertos y algunos
vaqueros aporreados” (Rafael Cabrera Bonet, “Los Gaviria, ganaderos de
bravo”; Madrid, CEU Ediciones, 2008).
La hizo entre los días 21 y 24 de ese
mes. El estado de la vacada, por tanto, era lamentable en cuanto a bravura se
refiere…
Dos meses más tarde, Gaviria reorganiza la vacada en hatos, tal y como
él mismo tenía dispuesta la suya (AGP).
Y el 29 de enero de 1832 levanta un nuevo estado de la vacada (AGP). En abril de 1832 se aprueba que,
además de los sementales de Fuentes –y quién sabe si todavía alguno de Vázquez,
pues esto no se dice en ningún documento- se echen los que proceda echar de su
propia ganadería, que no se habían conseguido en el periodo de cubrición de
1831 (AGP). Si los toros se
echaron a las vacas en la primavera de 1832, las crías nacerían entre ese
invierno y la primavera de 1833. Suponiendo que sólo se echaran los nuevos
sementales previstos (seis de Fuentes y seis de Gaviria) a las vacas aprobadas
–como es lógico- y habiendo desechado 106, quedarían unas 300 vacas “cubribles”
(308 vacas es la cifra que da el recuento de reses del 31-12-1832 de las
cuatrocientas que llegaron a Aranjuez dos años antes, sin contar bajas ni
incorporaciones de eralas a la camada). Eso supone un semental de Fuentes o de
Gaviria para cada 25 vacas, cifra perfectamente asumible antes y ahora. Esa
cifra de hembras se mantiene, puesto que en el inventario de julio de 1834 se
citan 292 vacas…
Un toro de Gaviria (con su hierro) en 1851 (Manuel Castellano) |
Dejémoslo por el momento aquí,
pero tengo aun muchos más datos para reafirmar estas aseveraciones, desde
crónicas de toros lidiados ya por Osuna y Veragua en los que se subraya el cruce
(escritas por Santos López Pelegrín Abenamar,
Estébanez Calderón –Merlín- o J. de
T.), y muchos datos que demuestran que todos los machos procedentes del cruce
llegaron a lidiarse, y que es de suponer que las vacas cruzadas buenas –las bravas en
la tienta- se conservarían, como es lógico. Gaviria y Veragua fueron amigos y conservarían esta
amistad, en contra del posible agravio que hubiera supuesto el mandar todas las
reses mezcladas al matadero, y cuando el primero (Gaviria hijo, en los últimos años 40) fue empresario de Madrid, no se le olvidó
nunca comprar una buena porción de toros ducales.
Que la ganadería se cruzó, por tanto, es pues indudable. Que Míguez,
justo en la dirección contraria que le atribuye la leyenda, deseaba mezclar lo
que vino de Vázquez con Fuentes y Gaviria, incontestable:
1.- Fue el propio picador el que
lo sugirió, el Administrador del Real Sitio lo confirma por dos veces en
documento oficial y conservado.
2.- Fue Míguez el que se encargó
–casi por su propia cuenta y riesgo, lo que le llevó aparejada una severa
reprensión- de comprar los toros de
Fuentes a 3000 reales cabeza. Gaviria sólo ratificó su decisión y echó a
las vacas al menos seis de sus sementales (que serían probablemente cuatreños)
en el siguiente periodo de cubrición (en la primavera e inicios de verano de
1832).
3.- Míguez, además, jamás se hubiera atrevido a marcar por su
cuenta y riesgo reses de forma distinta a la que se aceptaba en la vacada;
3.1.- Primero, porque
podrían ser confundidas, a poco que el hierro estuviera borroso con reses de
otras vacadas (incluso de Gaviria, por cierto, que pastaban en las inmediaciones,
o de la Condesa de Salvatierra o de Manuela de la Dehesa y Angulo, que también
pastaban en fincas vecinas o próximas);
3.2.- Segundo porque él era
un simple empleado y no querría perder su trabajo si se descubría, o algo
muchísimo peor;
3.3.- Tercero porque en la
vacada real había un mayoral para las vacas vacías (Alfonso Hijosa) y otro para
las vacas con sus crías (Antonio Guisado), de las que Míguez no se ocupaba
directamente, ambos de larga tradición en el Real servicio, además de cinco
vaqueros más (AGP), los primeros
probablemente con la misma categoría profesional aunque ganasen menos, y que
tampoco eran tontos ni legos en la materia;
3.4.- Y cuarto, porque
venía de ser sometido –hacía cinco años entre 1825 y 26- a un proceso de
depuración política, ya que su nombre se había asociado a partidas de
guerrilleros liberales que se formaron tras el trienio liberal y el triunfo
absolutista (lo dice el cartel de Madrid del 24-7-1826). ¡¡Cómo para jugarse la vida, haciendo tonterías en la vacada de
Fernando VII!! Eso es desconocer el momento histórico, desde luego.
Y dada la larga extensión ya de esta entrada, lo dejamos aquí y
emplazamos a los que quieran seguir y conocer nuevos y más abundantes datos en
una de las conferencias que tendrá lugar en el próximo Aula de Tauromaquia de
la Universidad CEU San Pablo, este próximo otoño.
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