Se ha creado un poco de polémica a raíz de la pasada entrada en este blog referente a la visita realizada a la ganadería de Aurelio Hernando… que no será la única, ni la última, esperemos. Polémica en torno a la realidad de su encaste, sobre el que podremos discutir lo que ustedes quieran, pero que sólo la genética (y ésta sólo en parte) puede terminar de aclarar… lo demás son divagaciones. En efecto, tienen razón los que afirman que ésta no es una ganadería pura vazqueña. Yo mismo lo digo en el artículo. La ganadería es fruto, como menciono, de una base veragüeña -la que intento destacar- con cruces ajenos: "no sin aporte menor, y en cruce absorbido de otras reses de diferentes encastes que refrescarán la vacada". Muchas gracias, no obstante, a quienes quieren dejarlo aun más patente.
Vayamos por partes:
1.- No obstante, lo cierto es que en los últimos años la selección en
esta vacada, y en su hermana de Javier Gallego también en buena medida, se ha
hecho intentando conservar al máximo y potenciar lo que tenía un origen más
veragüeño... pero puro, puro, no queda nada, ni aun en lo de mi buen amigo
Tomás Prieto de la Cal, la línea mejor conservada y directa de lo que fuera
Veragua. Quizá Concha y Sierra pueda tener un porcentaje mayor que ambas de
ganado vazqueño (pero sólo Dios sabe lo que pudo pasar en los tiempos del
Rancho King y otras historias), aunque en definitiva nos movemos en porcentajes
que nos colocarían entre el 30 y el 70% en casi el mejor de los casos si nos
atenemos a la pureza vazqueña.
Un novillo de Aurelio Hernando |
2.- En lo tocante a las capas de lo veragüeño, sin embargo he de contradecir mínimamente una de las opiniones, y sin que tenga la mayor importancia. En ésta se daban los berrendos en negro –y los cárdenos- con frecuencia, tanto a grandes manchas, como lo que hoy se entiende como "burracos", término que a mí no me gusta emplear, ya que prefiero hablar del más tradicional de berrendo (en negro) o de berrendos salpicados. Además, burraco, es término que sólo se emplea y se generaliza desde hace unas décadas (y desde Andalucía hacia el norte -en Madrid, cuando yo era joven, no recuerdo haber visto un sólo programa que pusiera tal cosa-), pero que no se empleaba de forma habitual -creo que también ni no habitual- en el siglo XIX. Por eso, es más que probable, que detrás de alguno de esos berrendos del XIX también se encontrase algún berrendo en negro salpicado. Y berrendos y salpicados se daban, prácticamente, desde el primero de los duques ganaderos. Salpicados, además, los vemos tanto en Concha y Sierra (cuyo origen está en la propia Testamentaria de Vázquez en noviembre y diciembre de 1830, cuando adquiere una porción importante José Mª. Verger, que era socio de Manuel Sánchez Chacón y de Francisco Taviel de Andrade, y que acabará –sobre 1871-73, aproximadamente- en manos de Fernando Concha y Sierra), como en los antiguos Benjumea (comprada la ganadería en la Testamentaría de Vázquez en diciembre de 1830), y ambas son dos grandes ramas desgajadas del mismo tronco vazqueño del que procede la rama de Fernando VII-Veragua y Osuna-Veragua. Por cierto, ¿se han fijado en las grandes diferencias morfológicas entre Veragua, Benjumea o Torres, tres vacadas derivadas de Vázquez, apenas 25 años después de la muerte del Conde de Guadalete, en los dibujos de Castellano? Sólo 25 años… y ya eran distintas, cada una con su toque particular, y eso sin contar una híbrida como Hidalgo Barquero (ya en manos de Romero Balmaseda).
Toro de Benjumea lidiado en Madrid en 1855 (Manuel Castellano) |
Además téngase en consideración que cuando aparecen berrendos -más o menos salpicados con manchas pequeñas... o más grandes- es sólo porque en generaciones pasadas hubo padres o madres de color bastante claro (ensabanados, albahíos, jaboneros o incluso barrosos o cárdenos arromerados) y otros más oscuros (colorados, castaños, cárdenos o negros). No tiene que ver con el encaste propiamente dicho, sino con quienes padrearon o madrearon en generaciones anteriores, aunque el cruce se realizara hace más de un siglo y la posible sangre se haya diluido hasta lo infinitesimal. Hay salpicados en prácticamente todos los grandes encastes; todos hemos visto salpicados en cárdeno (en toros de Santa Coloma), en colorados (Miura, por ejemplo), en ganaderías que proceden de Parladé mayoritariamente, o en cualquier otro (en ganaderías de encastes prácticamente o totalmente extintos, como Espinosa-Zapata, Varela, Freire, Ulloa… en revistas de época). Lo de los pelos claros y su influencia a posteriori -a veces hasta siglos después- es otra cosa que demuestra hasta qué punto se fijan caracteres (que hemos de llamar dominantes) o pueden darse saltos atrás.
Toro de Hidalgo Barquero lidiado en Madrid en 1855 (Manuel Castellano) |
Otro tanto podríamos decir de los aparejados y berrendos de Hidalgo Barquero (o sus berrendos), que ya podemos ver en algún dibujo de Castellano de mediado el siglo XIX, que todavía muy lejanamente presentes (desde aquel primer tercio del XIX) encontrábamos en vacadas como Benítez Cubero o similares (que han realizado a lo largo de la historia innumerables cruces con otras cosas). O los Vega-Villares desde hace un siglo...
Es verdad que podemos estar hablando de grandes manchas pero donde las hay también pueden aparecer las pequeñas..., por ejemplo, basta con hacer pruebas. Los pelos blancos en general son dominantes y sólo a base de eliminar cualquier animal poco o muy manchado, iremos eliminando ese carácter... aunque sea a base de cargarse la ganadería (hay algún caso notable).
Los ejemplos de berrendos en negro –con manchas grandes o pequeñas, no lo sabemos a ciencia cierta en algunos casos- en la vacada de Veragua o en otras de origen vazqueño son abundantísimos, no sólo en la actualidad, basta leer crónicas del XIX para encontrarse con ellos de forma habitual, como seguro recordarán. Eso significa que hubo un semental o una vaca que dejaron esa huella... muy o menos atrás. Sin ir más lejos, por ejemplo, en la corrida inaugural de la nueva Plaza de Toros de Madrid, en 1874, el primer toro que pisa la arena, de Veragua, es berrendo en negro "1º del Excmo. Sr. Duque de Veragua, vecino de Madrid, con divisa encarnada y blanca, de nombre Toruno, berrendo en negro, botinero, de kilos y bien armado. Se mostró bravo y con empuje en varas y algo huido en los demás tercios…". Es verdad que los salpicados son más frecuentes en Concha y Sierra (lo fueron también, por ejemplo, en Trespalacios o en otras ganaderías procedentes de Veragua en mayor o menor medida, como Esteban Hernández o marqués de los Castellones), pero el origen, en definitiva, es el mismo procediendo del tronco vazqueño (más que a la rama veragüeña en concreto). ¿O tendremos por eso que pensar que Concha y Sierra tiene otro origen diferente al vazqueño? ¿O será Veragua la que no es vazqueña? Claro que no. Si se daban en otras vacadas derivadas de Vázquez, más claramente, o de Veragua, caso de las citadas, ¿por qué no pueden volver a aparecer si los toros siguen presentando una variedad de pelajes notables? Y todo ello sin negar que, en efecto, como mencionaba, ha habido a lo largo de las últimas décadas mezclas con ganado de otras procedencias en esta vacada de Aurelio Hernández.
Toro de Veragua lidiado en Madrid en 1854 (Manuel Castellano) |
Fíjense, por ejemplo, que en 1882, entre los toros de bandera de ese año en Madrid, figuran un "Besaíto, berrendo en negro, botinero, con muchos pies y bien puesto, perteneciente al Duque de Veragua y lidiado en primer lugar el 16 de abril, que en varas fue bravo y con mucho poder (8-7-5) y con buenas condiciones en banderillas y noble en el último tercio", o un "Ramillete, negro jirón y salpicado, perteneciente a D. Pablo y D. Diego Benjumea, destacó por su buen juego, en varas fue bravo y de poder (11-4-4)". Y recuerden que es innegable el origen vazqueño (compra en la misma testamentaría de Vázquez) tanto de la una, como de Benjumea, y que cincuenta años después de su formación -se supone que con muy escasas mezclas-, le salen a éstos berrendos en negro salpicados, lo que puede asimilarse a los burracos dichosos.
Y por sólo citar algunos otros toros de bandera en
Madrid de los duques de Veragua con esta capa y en esta época, vayan, por
ejemplo, los siguientes: En 1883: Cordón, lidiado en cuarto
lugar el 27 de mayo; de pelo berrendo en
cárdeno, botinero, guapo y perfecto de hechuras, tanto es así que el
público se volvió al palco donde presenciaba el festejo el Sr. Duque y le
ovacionó; en varas fue bravo y de algún poder (11-4-4), noble en los restantes
tercios. En 1892: Los toros primero y quinto del Duque de Veragua,
jugados en la novillada del 19 de marzo; fueron, bravo y de poder
en varas el primero (7-4-4), berrendo en
colorado y de kilos, y el quinto (9-7-3), berrendo en negro y algo cornicorto; tuvieron buenas condiciones en
los restantes tercios. En 1894: Rosito;
colorado, ojinegro, salpicado y de
bonita lámina, lidiado en segundo lugar el 10 de junio; en varas fue bravo
(7-4-4) y llegó a la muerte en regulares condiciones. En 1899: Malagueño, negro salpicado y abierto de cuerna;
lidiado en segundo lugar, el día 25 de junio; fue bravo en varas (6-5-3), y con
buenas condiciones en los restantes tercios. En 1903: Rumbón, berrendo en sardo,
salpicado, botinero y abierto de cuerna; lidiado en quinto lugar el 6 de
septiembre; mostró mucha bravura en varas (7-4-4) y se mantuvo con facultades
en los siguientes tercios. En 1912: Lagartijo, cárdeno, ensabanado, botinero y bien puesto, lidiado en quinto
lugar el 30 de junio; bravo y de poder en varas (4-4-2), noble y bravo en los
demás tercios, fue ovacionado en el arrastre y los estoqueó Gallito.
El mismo Mayoral, de Veragua, en los corrales madrileños. Fíjense en el diseño del hierro... ¿está todo escrito? (Manuel Castellano) |
Estudiada la ganadería en poder de Veragua y Osuna, entre los años 1840 y 1849, hemos hallado la capa de 122 de los toros que fueron lidiados en la plaza de Madrid, y resulta que:
– el 50% de los mismos son de capa negra o cárdena,
– un 22% son berrendos,
– un 15% son castaños o colorados
– y sólo el 13% restante son de diferentes pelajes.
En los años 1850 y 60 tuvo lugar la regresión de los toros de pelo negro y cárdeno –porque a Veragua le dio la santísima gana- y durante las décadas de los 60 y 70 aumentaron considerablemente los toros jaboneros. Este hecho ocurrió, según La Tauromaquia de Guerrita gracias a un semental llamado Charrengue, de pelo jabonero, que fue lidiado en Valencia en 1861, saliendo superior; de sus hijos, fueron seleccionados diez o doce como sementales con condiciones superiores, aumentando de este modo el pelo jabonero en la ganadería. En realidad el toro se lidió el 24 de julio de 1863, y la crónica del Boletín de Loterías y Toros dirá: “Charrengue fue el cuarto, jabonero, noble y bravo como ninguno, hermoso animal: tomó once puyazos, mató un jaco, recibió par y medio, de palitos, y lo mató el Talo de una a volapié, un pinchazo y una buena”. Y comentará dos números después en el resumen de la feria valenciana “…lidiados en ocho para el primer día, ensabanados [término general que se aplicaba a las capas claras entonces, para que el lector vea la dificultad de precisar detalles como las salpicaduras], entre los que hubo uno magnífico, flor de lino [el nuestro, curiosa denominación para la capa clara], todos boyantes, alguno de gran trapío, pero huidos en el último tercio de la lidia casi todos [menos Charrengue, que fue noble y bravo como ninguno]”. Por cierto, buscando entre los toros de 1861, en la misma corrida valenciana encontramos que “El cuarto toro tuvo por nombre Granizo; era de Veragua, negro bragado, salpicado por detrás, duro, de cabeza y recargando: tomó cinco varas de Calderón, una de Mariano, tres de Ortiz y una de Roda, matando tres caballos…” (Boletín, 6-8-1861)
Repito, dado que ese término de burraco no se utilizaba entonces, muchos de estos berrendos en negro serían probablemente salpicados en buena manera, y no sólo con grandes manchas. De hecho, se expresa así –salpicado- en alguno de los citados. Y eso, sólo teniendo en consideración los toros de bandera citados en Madrid…
4.- En lo tocante a los cruces, que todos han realizado alguna vez (más cuando hablamos de ganaderías cuyo origen puede remontarse a casi dos siglos o más de existencia), hay que ser conscientes de que sabemos mucho menos de lo que en realidad está escrito. Nada hay puro en definitiva; los ganaderos a lo largo de siglos habrán hecho y echado lo que hayan querido en cada momento, sin que los aficionados -y el resto de los criadores, los críticos o historiadores e incluso sus descendientes lejanos- tengamos ni la más mínima memoria de ello, ni la más remota idea. Eso de los encastes puros puede ser un atractivo comercial, sin duda es romántico, pero no deja de tener los pies de barro... en la mayor parte de las ocasiones. Por eso quizá sería mejor hablar de procedencias -término más vago pero que permite nadar con mayor libertad- o de la historia de cada vacada en particular. Ni yo, ni nadie, lógicamente, sabemos qué hizo el duque de Veragua por las noches y durante décadas, en su ganadería -entiéndanme la forma de hablar-.
Por ejemplo, por qué no hablar de otra ganadería en muy buena parte enraizada en Vázquez, como la de Miura, que bastante después de su fundación y de las compras efectuadas (a Giráldez, -en Sevilla se presenta anunciándose como antes Giráldez, reza el cartel-, Jerónima Núñez de Prado y dicen que Alvareda-Echeverrigaray –sin documento probatorio conocido-) el 12 de diciembre de 1856 compró hasta 720 reses de ganado puro vazqueño a Taviel de Andrade –entre ellas 469 hembras y de las mismas 335 vacas con rastra- (Archivo Histórico de Protocolos de Sevilla, Sección Protocolos Notariales, leg. 916p, fol. 1.978 y ss.). ¿Oiga usted, y por qué de Pablo Romero se dice que es Gallardo, cuando el ganado que dio origen a su vacada en 1885 era de Carlos Conradi (antes Rafael Laffite y Castro) que le vende la mitad de las vacas, erales y añojos a los 10 meses de adquirirla? Aclaremos que Laffite había mezclado sobre 1870, reses de diferentes ganaderías con vacas de Rafael Barbero (formada a su vez con vacas jijonas de Muñoz y sementales andaluces de Cabrera), y que sobre 1874 Laffite añade lo de José Bermúdez Reina, formada con 500 reses vazqueñas (de procedencia Benjumea), con animales de Cabrera y 73 vacas del Duque de San Lorenzo (estás sí de origen Gallardo), por no profundizar más en el tema... ¡¡Buena pureza ésta!! Pero nadie discute un remoto origen Gallardo… (Ya les contaré algo de los cárdenos de Pablo Romero…).
Un toro de Cabrera (ya en manos de Miura... suponemos) en Madrid y 1854 (Manuel Castellano) |
5.- Y otro tanto podríamos decir en cuanto al tipo morfológico del ganado, que un criador puede cambiar por completo en una decena o poco más de años, de lo grande a lo pequeño (ejemplos sobran) o al revés (acuérdese de los toros de origen Santa Coloma-Graciliano-Buendía, de los Herederos de Pablo Martínez Elizondo –al menos esto último desde 1964-; o la transformación a mediados de los 80 de la vacada de Hernández Pla; o incluso repasando, dentro de la de Veragua, los tipos de estos mismos toros de bandera, entre los que los hay bajos, zancudos, hondos, recogidos, cornalones, cornicortos, grandes y pequeños, etc.). Tan Hernández Pla eran aquellas reses encastadas, bajitas y de poco trapío, cornigachas, como las que teniendo el mismo origen (Buendía) años después, habían ganado cincuenta kilos y unos pitones mucho mejor puestos aunque sin conservar la apetecida casta que gustaba a la afición madrileña. El ganadero era el mismo; las vacas idénticas o sus hijas directas, el semental culpable diferente, aunque del mismo “encaste” o línea. Había modificado el tipo zootécnico, morfológico, sin salirse de la estricta ortodoxia genética de su “encaste”; ¿cuál de los dos tipos, el primitivo o el más moderno, era el falso? ¿No eran ambos del mismo origen, con las mismas reses y en manos del mismo criador José Antonio Hernández Tabernilla? Con esto del “tipo” zootécnico, por más que el Real Decreto diga lo que diga, pasa como con lo de las capas…
Si un ganadero se empeña en sacar de tipo a la ganadería, primero, puede hacerlo porque es su ganado; segundo, lo hace y lo saca si quiere y desea puesto que no ha de costarle muchos años (estamos hartos de comentar que Fulano o Mengano han sacado de tipo a la ganadería, que tal o cual toro está fuera de tipo…); y tercero, no por ello esas reses dejan de pertenecer a un encaste determinado si es que no se han producido adiciones extrañas a la vacada. Genéticamente serán parecidos, aunque ahora sean más bajos, altos, cortos o largos, más degollados o más badanudos, más feos o más bonitos. Son de tal o cual casta por mucho que el tipo que le impone el criador nos guste más o menos, o se acerque más al prototipo o menos. En ganado de carne o leche es lo que se ha hecho, seleccionando lo que más rendimiento pudiera dar o las vacas que más litros producían, que a lo mejor no eran las que más se aproximaban al prototipo racial, sino las que mejor producen.
Menos
mal que el citado Decreto se cura en salud en sus preliminares diciendo que “Durante
siglos se ha venido seleccionando por caracteres psicológicos de
comportamiento, independientemente de su
tipo zootécnico, que se ha empezado a considerar en mayor medida en
épocas más recientes”, y también que “Estos patrones generales de selección
tienen interpretaciones personales
por parte de cada ganadero, lo cual contribuye a mantener la variedad
característica de la raza”, y ello sin olvidar que “Debido
a una selección basada en criterios
de comportamiento, existe en la
raza gran variedad de encornaduras,
alto grado de variación cromática del pelaje, oscilaciones extremas de perfil
fronto-nasal, proporciones, tamaño, peso, etc.”. Y
junto a ello se encarga de subrayar que “De estos encastes y de sus
cruzamientos proceden la mayoría de las ganaderías que han llegado a nuestros
días, si bien están en continua
evolución, y por tanto sujetos a cambios en su morfología”. Pues
eso…
El mismo
Buendía –acompañado al principio por Felipe Bartolomé-, cambia el tipo de los
del Conde de Santa Coloma, guerra civil por medio, y eso hace exclamar al
propio “Areva”: “¡Lástima de vacada!
Esta ganadería, cantera de sangre brava en no lejanos tiempos, ha degenerado
hasta tal punto que no es ya ni su sombra. El asunto es vender bichos llamados
toros, aunque no tengan la edad reglamentaria, ni trapío, ni bravura. ¿Y ESTOS BICHEJOS DE BROMA, / SON LOS DE SANTA
COLOMA?” (Areva, “Así fue la temporada 1947”. Madrid,
Librería Beltrán, 1948). Y a “Don Luis” en esos mismos años que “El único
sitio de donde dicen que estuvieron bien presentados es de Barcelona. Quizá
porque los catalanes son poco descontentadizos en materia de ganado. ¿Qué se
hizo de aquellos famosos «santacolomas»? ¡Lástima de ganadería!” (Don Luis,
“Toros y toreros en 1943 y 1944”; Madrid, 1944); o también que “…su presentación deja mucho que desear,
cosa tanto más de censurar en una ganadería de esta importancia y que revela el
afán de lucro por encima del pundonor profesional. Lo grande y lo pequeño, lo
joven, lo de buen trapío y lo destartalado, lo bravo y lo desechado de tienta,
todo sirve para toro. Ello nos mueve a insistir en lamentar la situación actual
de esta ganadería” (Don Luis, “Toros
y toreros en 1945 y 1946”; Madrid, 1946).
6.- El Real Decreto 60/2001, en cuanto a las características del ganado vazqueño sólo menciona que “Son reses de talla media [como la mayor parte del ganado de lidia], muy carifoscas [algunas sólo, otras menos carifoscas], anchas y con la piel un poco más gruesa [como para comprobarlo desde lejos] que el conjunto de los ejemplares de la raza de lidia. Las extremidades son gruesas y más bien cortas. Las encornaduras presentan buen grado de desarrollo [buen grado, ¿es mucho o regular, o más bien escaso como desean algunos ganaderos y muchos toreros?].” Esto y nada, casi es lo mismo; y si ellos, en sus generalizaciones no se atrevieron a más, e hicieron bien, y si cada ganadero puede modificar el tipo, a su antojo, sería alguien tan amable de decirme cuál es el tipo exacto que debe esperarse, ¿el de Concha y Sierra o el de Prieto de la Cal, ambos o alguno más? Y no siendo puros ninguno de ambos, ¿cuál es el que forzosamente tiene que aparecer en las que también pueden tener genes vazqueños en abundancia aunque tampoco sean puras o tan “puras” como aquellas? El mismo R.D. 60/2001 sólo se atreve a añadir: “Los ejemplares pertenecientes a esta casta Vazqueña destacan principalmente por su variedad de pelajes, dándose todos los grupos de pintas presentes en la raza de lidia (ensabanados, jaboneros, melocotones, colorados, castaños, tostados, cárdenos, sardos, salineros, berrendos y negros). Derivados directamente de la casta Vazqueña, subsisten en la actualidad dos líneas, la de «Concha» y «Sierra», más cornalones y cornialtos [¿serán los de buen grado de desarrollo?], y la de «Veragua», con encornaduras en gancho y de menor longitud [¿o son éstas?]”. Por cierto, no menciona para nada en este apartado los “accidentes” como el salpicado… ¡qué cosas!
Y otro Benjumea de 1855... "Cárdeno, y blanco hacia la tripa y torso (sic) con pintas, la cara blanca y el morro negro" (Manuel Castellano). Las pintas parecen estar en el dorso y cuartos traseros... |
Segun estudios genéticos realizados por el Ministerio , la pureza de Prieto de la cal está entre un 75% al 100%, mayoritariamente el 100%% , de ahí su gran consanguinidad.Incluyendo esta ganadería junto con otras 6 mas en las únicas consideradas en peligro de extinción.Y por ello salvaguardadas genéticamente..
ResponderEliminarPo supuesto que Concha y Sierra no ,siendo ramas diferentes, por sus numerosos cruzes ,incluido el americano como sus genes indicaron.
No se trata de crear polemica , pero se interpreta que uno tiene ahora después de 70 años, lo que nunca tuvo.Y hay catalogar las ganaderías cada una en sus lugar para que los nuevos aficionados valoren el tesoro genético que tenemos en nuestra cabaña brava.
Un placer leerle nuevamente.
D. Rafael, el berrendo aparejado es claramente un carácter recesivo, pues aperecen becerros aparejados de padres que no lo son.
ResponderEliminarEfectivamente el tipo de una ganadería se cambia en muy poco tiempo, pero otra cosa es el carácter, por eso cuesta tanto levantar una ganadería y por eso la Casta Vazqueña, que era mayoritaria, se ve tan mermada a principios del siglo pasado, porque no se adapta a la lidia moderna. Si fuera tan fácil cambiar el carácter en pocos años los ganaderos hubiesen tenido vazqueños que durasen en el último tercio, y no hubieran tenido que cambiar la procedencia del ganado.
Tengo entendido que cuando el ganado vazqueño estubo en poder de Fernando VII (sólo tres años) se cruzó con Jijón pero cuando pasó a manos del Duque eliminó todo aquel ganado menor de cuatro años a sabiendas del cruce relizado. Sí después el Duque cruzó, que no lo creo, no es correcto decir de que el encaste Veragua no tiene pureza, lo correcto sería decir que el encaste Veragua no es puro vazqueño, o ¿acaso no existen encastes puros que provienen de cruces? Todos, pues todas las castas fundacionales tienen diversos orígenes.
Con respecto a los análisis de ADN de la UCTL, no son concluyentes, bajo mis conocimientos de genética, que los tengo. Las ganaderías debido que la mayoría de ellas se forman con pocos individuos (cuello de botella) y a que los sementales fecundan vacas de varias generaciones (efecto fundador) están sometidas a "deriva genética". Una población sometida a deriva genética se dirige de forma errática e imprevisible en una o en otra dirección, por lo que sí se repitieran esos análisis dentro de unos años a las mismas ganaderías sin que éstas incorporasen ganado de otras, los resultados variarían. Por esta razón, ganaderias que provienen de la partición de una misma, se van distanciando, siempre y cuando no intercambien reproductores. De igual modo, dos ganaderias independientes pueden aproximarse, aunque es menos probable.
Enhorabuena por su trabajo que con su permiso enlazo al blogs veterinariostaurinos. Totalmente de acuerdo con usted.
ResponderEliminarPor cierto parece que la polémica Veragua esta de nuevo de plena actualidad. Tal vez, mas por una lucha de intereses mercantilistas, que por otra cosa.
ResponderEliminarUn saludo