El
comentario de Ángel Arranz
“Los españoles son siempre valientes, los extranjeros son valientes
cuando tienen que serlo”. No
sé quién es el “inventor” de la frase. Solo sé que, en mi opinión, hay que
administrarlo. Ayer hubo valor, no sé si real, de necesidad o arrebatado. El
toreo clásico es fijar, parar, templar, mandar y enlazar o adornarse con las
embestidas de los toros, y cada cual con su propia personalidad. El toreo de
moda es pegar pases y dar lances o muletazos corriendo la mano o las manos
con dudoso y repetitivo plan, sitio, temple, dominio y mando. En el primer
caso se hacen las cosas bien y hay cornadas En el segundo las cosas se hacen
regular o mal y las cornadas se multiplican.
Lo clásico, desde el principio
de los tiempos en general, y de las “filosofías” griega y romana en
particular, es lo eterno. Los clásicos son modelos y modales contrastados y
establecidos a seguir… que nunca pasan de moda.
La moda es efímera, suelen ser
gustos, disgustos y asuntos de indocumentados, voluntariosos, ególatras,
modorros o modorras.
Es verdad que lo clásico se ha
ido formando y conformando sin prisas y sin pausas con los inventos y eventos
de todos los momentos. Con tiento, porque de la infinidad de inventos y
eventos que nos ofrecen los mercados, los mercaderes, los modelos y sus
modas, son pocos los que tenían, tienen y tendrán el tratamiento de clásicos,
y menos aun los que perdurarán en y para los ejemplos lúcidos de la Historia.
De casi todo lo moderno de la modernidad apenas quedarán huellas eternas.
Los cimientos, argumentos y
fundamentos clásicos del arte de torear vienen de siglos. Ocurre que el toreo
clásico se hacía en movimiento… como lo hacían Pedro Romero, Costillares o Pepe Hillo a finales del siglo XVIII. Varias décadas después, Paquiro, y más tarde Lagartijo, lo van organizando y
perfeccionando hasta que lo culmina José Gómez “Gallito”.
Es Belmonte el que aporta la
modernidad –no confundir con moda- al melodrama del ruedo. Modernidad que se
hace clásica porque está basada en la quietud, emotividad y riesgo. La
modernidad de Belmonte tiene dos partes. En la primera, la quietud es casi
siempre en pases sueltos… sin ligarlos o enlazarlos con los siguientes. Es Chicuelo, en los años veinte del siglo
pasado el pionero en “ligar” o redondear las suertes de varios pases unidos y
“rematados”. Belmonte, en su reaparición de los años treinta, con un toreo
más relajado y elaborado, une para los restos la antigüedad y la modernidad clásicas de la expresividad en
el albero.
Todo lo que viene después son
intérpretes y estilos derivados de esa actualización… sin olvidar que “las
reglas de juego que impone Belmonte” tienen que recurrir a los clásicos
anteriores, sobre todo a la maestría, táctica y técnica de “Gallito”. Digamos que lo clásico es lo
más culto, sobrio, hondo y elegante de todas las tradiciones, modernidades y
vanguardias. Lo clásico tiene muchísimo más de romanticismo que de simplicidad
o esnobismo.
No sé si los toreros de ayer
–David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes- conocen los hitos y matices
expuestos. El saber no ocupa lugar… hay que exigir los principios básicos
evocadores y evolutivos a los profesionales de cualquier sector, y más a los
que se consideran artistas. Ayudan a saber ser y estar… en la calle y en el
ruedo.
El caso es que los tres fueron
a la enfermería con pronósticos graves o muy graves; se suspendió la corrida.
Los toros lidiados, con genio y sentido; para hacer las lidias clásicas en
vez de proseguir modas o atropellando y precipitando la razón… buena o mala
suerte al margen. Todos les deseamos una pronta y completa recuperación.
Pero… hay que estudiar y reflexionar.
Que Dios, y los “dioses” del arte de torear
repartan lecciones y suertes.
Clásico no es ser fanático
Clásico no es ser maniático
Clásico no es ser lunático
Clásico no es ser estático
Ni siquiera es ser monárquico
Clásico es ser dinámico
Clásico es ser pragmático
Clásico es ser diplomático
No hace falta ser suntuoso
No hacen falta clarines ruidosos
No hacen falta timbales presuntuosos
Si hace falta ser… cabal – respetuoso.
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