Madrid,
29 de mayo de 2013. Dos tercios de entrada. 4 toros de Jandilla, bastante mal presentados, mansos, descastados y flojos,
mulares algunos. 1 toro de El Torreón
(2º bis), mal presentado, manso, descastado. 1 toro de Las Ramblas (4º), justo de presencia, manso, embestidor pero a
menos rápidamente. El Fandi, silencio
y palmas. Daniel Luque, silencio y
silencio. Jiménez Fortes, silencio y
silencio.
Lo siento, no me pude contener. En el último animalejo
de la tarde, después de que saliese de najas del caballo en segunda instancia,
no pude contener ya más la calma y grité ¡Qué salude el mayoral!
No cabe mayor bazofia en lo lidiado ayer en Las Ventas,
un ganado más indigno de presencia, casta, mansedumbre y descrédito para un ganadero.
Y eso en un encierro remendado a priori con dos de Las Ramblas –para que no
haya devolución de entradas-. La indecente moruchada anovillada de Jandilla no
tiene nombre. Esta indignidad, además se verá subrayada por una o dos corridas
en plazas como Pamplona o Bilbao –donde este criador de moruchos, a la vista de
lo lidiado ayer, de carne de matadero, suele lidiar con asiduidad- donde la
presencia del ganado –como mínimo- será muy otra. Y esta auténtica EME para
Madrid, para que se harten con ella los aficionados de la capital. Y en ración
doble, por si ya una fuese poco. Y lo mismo cabe decir de la impresentable
empresa madrileña. ¿A qué viene contratar dos corridas de éste o su bastardo
hierro hermano en una misma feria? ¡Qué estafa!, sin paliativos. Seguro que los
estafadores duermen esta noche tan tranquilos después de haber consumado tamaño
delito de lesa fiesta. Es más, seguro
que se están riendo de los pobres aficionados que ayer, soportando frío y
lluvia, aguantaron hasta el final con la esperanza de que al menos saliese uno
solo, un único, un solitario toro de lidia. Segunda ración de Jandillas que ojalá
se le atraganten en lo sucesivo. ¡A robar a Sierra Morena!
No sólo fue el trapío de estos impresentables
novillos, aptos para plazas de tercera, sino la ausencia de casta, de bravura, de cualquier condición que
pudiera parecerse a la que debiera reunir un ganado de lidia. Los pitones se le
caían a alguno… no les digo más. Otros salieron escobillados, astillados… y eso
que parecía que tenían leña para pasar el invierno… Mansearon sin complejos,
viniéndose siempre a menos, descastados y mulares los más, ausentes de
acometividad, condiciones o nobleza. Y, como siempre, inválidos los tres
primeros… y eso que fueron de tres hierros diferentes, ¡que repetida, repetida y
repetida casualidad…! ¿Nadie investigará aquello jamás? Pues, ¡hala!, a aguantarse tocan, como es
habitual. ¿Para qué queremos trescientos mil veterinarios, si luego nos cuelan
una novillada sin remate por ningún lado y no son capaces de diagnosticar a la
segunda carrera las invalideces más notables? ¡Qué indignidad profesional!
Sólo se salvó del desastre un cuarto, del hierro de
Las Ramblas, ¡claro!, que aunque no era gran cosa de presencia –sobre todo por
detrás- tuvo sus buenas tres tandas, metiendo la cara, con recorrido y sin
hacer cosa fea alguna… aunque se agotó como era lógico después de las mil
carreras en banderillas de Fandila.
La terna… para qué les voy a contar. El Fandi es una nulidad con la muleta,
incapaz de trastear al mismísimo toro de San Marcos –el del milagro, el que
entró dócil cual corderillo en la iglesia-, pareando siempre a toro pasado y
brindando las banderillas como si fuese rejoneando a pie –que es lo que hace en
el mejor de los casos-. Algo, al menos, exhibió con el capote. Luque perdido en
la inmensidad de la vulgaridad y de los recursos para dejar pasar al toro sin
jugarse un alamar, siempre fuera y para fuera, llevando desde Pekín al segundo,
el menos malo –aunque inválido– de su lote, excepto cuando citaba de uno en uno.
Y Jiménez Fortes aburriendo a las ovejas, pesadísimo ante la nada, porque nada
hubo en su toreo y nada podía haber en sus dos bichejos. Ya sabemos que se le iba
la feria en blanco –esto tienen las grandes expectaciones…- pero que intente
aburrirnos hasta la saciedad sabiendo que no ha de lograr nada… es crueldad
mental. Así que todo un corridón en la semana que antes llamaban “torista” de
Madrid. ¡Qué vergüenza! Seguro que la Comunidad está tan tranquila, y los
consejeros bien comidos y bien…
No sigan, por favor. Esto que viene a continuación
sólo es para masoquistas. Pero, el deber es el deber.
Abrió plaza un choto indigno de Jandilla, de nombre Halcón, con 509 kilos –por ningún lado
se le veían, qué diferencia con alguno de los novillos de anteayer de Carmen
Segovia-, negro mulato, corto, pequeño, bajito, un novillito para La Algaba..,
que me perdonen los algabeños. Manso, soso, yendo a menos, descastado, un lujo.
Se cayó en los lances de recibo, y después de las mil carreras “fandianas”,
llegó con menos gas que una gaseosa de la Edad Media a la muleta. ¡Claro!,
¡obvio! Pares a toro pasado, alguno pero que muy pasado cayó en las costillas,
pero ovaciones histéricas del personal. Sería el frío… o la psicosis, quién
sabe. Ignorancia era imposible… porque la vista al menos no engañaba. ¿Cómo es
posible que el Fandi toree 100
corridas al año? Es un insulto a la inteligencia o al toreo. Ya sé que cobra
poco, que lleva a muchos aficionados… “a las carreras de galgos”, pero es que
no sabe ni coger la muleta… Un desastre. Desde fuera, siempre lo pasó
despegado, a media altura y sin ninguna gracia… hasta en cinco tandas, cuando
el bicho no podía ya ni con el rabo. ¡Qué valor, qué poderío! Perfilado siempre
desde fuera (en este y en su siguiente animalejo) le dejó un “fantástico”
pinchazo sesgando y una entera desprendida. Más de la misma amarga medicina en
el cuarto, del hierro de Las Ramblas, Dromedario
de mote (habría venido por el agua que caía en la corrida, digo yo). Un toro
sin remate por detrás de 525 kilos, castaño, manso, pero que al menos metía la
carita y embistió hasta que no pudo más… en la tercera tanda muleteril. ¡Qué
barbaridad, lo que duran los toros… en los pies del corredor de fondo! Dio una
larga afarolada de saludo y al menos lo intentó a la verónica… aunque saliesen
del montón y luego más trapazos. Tres pares a toro pasado, sin asomarse ni de
lejos al balcón, clavando en la distancia y sin quietud, todo con carreras
frenéticas para delante o para atrás, para solaz y regocijo de los aficionados
al rejoneo pedestre, sin duda. No les canso con la faena, pues casi fue un
calco de la primera. El toro que tenía “algo”, fue maltratado en una serie
periférica de rodillas en los medios, y luego en dos con la derecha a base de
tirones, basto como un serón de esparto, descubriéndose alguna vez, sin temple,
ni mando, ni torería. Una pena. Acortó distancias, con regates varios, en otro
intento de serie, tomó la siniestra… y con ella fue peor y el toro se acabó.
Pitos. Desde el más allá, aguantando pero echándose fuera de la suerte, dejó
una estocada por arriba… ¡milagros de la ciencia!
A Luque le echaron su primer titular al corral por
inválido, y le regalaron otro por el estilo de El Torreón, Leoncillo de nombre (525 kilos, negro mulato, anovillado animal que
salió astillado de toriles y perdió media vaina… y luego algo más), manso, tan
flojo como el primer remiendo de la corrida (que era de Las Ramblas) y
descastado. Apunten: una caída antes de varas, dos durante aquéllas, una en
banderillas, y dos más en la muleta. Un chico que, como el de Gerena, manejaba
bien y con variedad el percal… ¡ha debido de cambiar de sastre! ¡Qué
indiferencia más absoluta! Llego el novillejo a la muleta sin poder y sin
ganas; Luque, muy vertical, con cierta elegancia, pero fuera y despegado lo
pasó con suavidad y sin bajarle la mano… ¡Qué bonito! Seguro que a algún
crítico le impide dormir esta noche… La babosa, a base de que le escondiera la
pierna (acuérdense del dicho de Lagartijo…,
150 años de evolución del toreo: ¡Qué
viene el toro, te quitas tu…!, etc.) pudo recorrer los metros impuestos en
la siguiente tanda, y en la siguiente vio al espada de lejos, que le citaba en
cada pase desde Pekín… ¡qué hermoso es el Oriente! ¡Y si es el Lejano, más! Y
hasta ahí llegó el recorrido del lamelibranquio aquel. Ello no impidió al
sevillano intentarlo mucho más, pero el resultado fue el mismo que si le
explican el toreo a un canguro enano. Y mira que antes Luque se preciaba de
buen matador, cuando era novillero, pues anda, ¡toma!, dos pinchazos bajos
perfilado desde la Ruta de la Seda, y también desde fuera un bajonazo de “padre
y muy señor mío”, con pérdida de muleta. El quinto era Sahorí (y desde luego encontró todo el agua que buscaba…), un bicho
con poca cosa por detrás, negro, bajito, de 525 kilos también, tocado de
cuernos, manso… pero complicado y brusco. Y ya se sabe… hoy hay que meterlo en
la muleta a base de derechazos… porque si no… Y fue que no. En vez de doblarse
y castigarlo por bajo, allá que fue el de Gerena a darle unos lances por alto
para que cabeceara más. Y la “alimaña furiosa” obedeció, y calamocheó, tiró algún
que otro gañafón, acortó el recorrido, se revolvió y le complicó la vida.
Resultado…: más derechazos y naturales. ¡Dios santo que velas por todos los
coletudos…! Sucio todo con una y otra mano, la gente desesperada ante el
espectáculo infame que contemplaba, se cansó de mojiganga y pidió que lo
matara. ¡Pues dos o tres series más…! Todo para nada, por cierto, ¡qué cantidad
de trapazos! Nuevo mitin con la espada para acabar: un metisaca por los bajos,
en la tabla del cuello; dos pinchazos bajos desde fuera, y sin cobrar estocada,
un descabello. ¡Vamos mejorando!
Jiménez Fortes intentó agotar a todo ser viviente
congregado en la plaza de Las Ventas, dentro o fuera del ruedo. Ya les he
comentado, en más de una ocasión lo que opino del stahanovismo dichoso. Desengáñense,
en el toreo no hay redención por el trabajo, quizá al contrario... Su primera
croqueta se llamó Guardés, un animal
feo, corto, gordo, al que no le faltó ni el rebozado –rodó por los suelos en
cuatro ocasiones-, bicho que anunciaba la tablilla -¡mentirosa!- que pesaba 521
kilos, era negro mulato chorreado, bragado y meano, y de condición
auténticamente mular, rajado al final. Hombre, ¿estaría breve…? Pues no… pero
que no. Reconozcamos al neófito que al menos lo intentó toda la tarde con el
capote, sin éxito, y que puso voluntad en ello… Con la muleta entre las manos,
y ante un torete bronquito y medio parado, recurrió a la socorrida tunda a base
de derechazos y naturales, metiendo muchísimo más pico que en toda su vida –en
la que no abunda aquél, por cierto- y despidiéndolo para fuera. Consecuencia:
el toro creyó que era para ahí hacia donde debía dirigir sus pasos y se rajó
una y otra vez, después de quedarse cortito y parado, sin duda perplejo ante el
camino que debía seguir. El que siguió impenitente fue Fortes, insistiendo
hasta la pesadez… escuchando pitos por ello. Con el bicho aconchado en tablas
aun lo intentaba… no se lo pierdan. Lo sacó un poco y le largó media, con
pérdida del trapo, y a otra cosa. Con la gente helada, mojada, desesperada,
desesperanzada y aburrida salió Silencioso
–del que alguien me dijo, un alma bondadosa y bien intencionada, era de buena
reata-, un bicharraco anovillado de 520 en la báscula –ficticios, sin duda-,
negro mulato y listón, manso y descastado. La reata…, debía ser otra o éste
hijo natural y espurio de vaca adúltera. El ratoncillo fue a su aire en el
primer tercio, se dolió en el segundo, y llegó al último sin fuerza alguna ni
para protestar como quien sabe y puede. Así que, cabezazo va y viene, corto y
sin recorrido, y Fortes porfiando pesadísimo ante la nulidad con cuernos. Hubo
un par de intentos de rajarse, pero como ambos ya andaban casi pegados a
tablas… decidió el mustélido que para qué. Y venga trapazos en el tramo final…,
y más muletazos, y más intentos de pase, y agarre a los lomos, y más y mucho
más ante un toro rajado y aplomado. Y, claro es, pitos y más pitos de los
sufridos espectadores. Por fin Fortes se dio por vencido, ¡menos mal, porque si
no seguimos aun allí!, y mató al inmóvil caracol de una buena estocada por
arriba. Con ello terminó el suplicio, uno de tantos, pero quizá el peor que
hayamos podido contemplar este San Isidro, aunque las comparaciones son
odiosas.
Esperemos que la bondadosa y comprensiva empresa nos
traiga este mismo ganado otras tres mil veces más en lo que resta de temporada;
con dos solas no nos vale. ¡Qué salude el mayoral!