Manuel Díaz, “Lavi”, fue –sin duda- todo un
personaje. Un diestro gaditano, nacido durante la Guerra de la independencia (sobre
1810) que reunió en sí toda la gracia de la tierra, su afición a la buena vida,
al cante, y a la juerga, y un valor plenamente contrastado, aunque Dios no le
ayudara en los caminos del arte taurino. Torero absolutamente desigual,
irregular, lo mismo se mostraba valeroso, esforzado, dispuesto, pero sin
demasiado arte y salero, que temeroso, desastrado, ignorante o vulgar; la
gracia sin par sólo le acompañaba en sus quehaceres alejados del ruedo. Matador
eficaz, hacía de todo, recortaba, quebraba, capeaba, brincaba y saltaba los
toros, y hacía cosas tanto asombrosas como disparatadas. Los toros negros, eso
sí, fruto de una premonición o mal sueño que tuvo, siempre supusieron una
barrera infranqueable para su ánimo, y frente a ellos dibujó sus páginas más
deplorables.
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Manuel Díaz "Lavi" |
Son innumerables las anécdotas que de su vida se cuentan, y no
habremos de hacer un repaso general de las mismas. Tan sólo les contaremos que,
tras unas andanzas infantiles precoces –con sólo siete años se presenta en
cuadrilla juvenil en 1817 junto a su hermano Gaspar y a Andrés Martí en la
plaza de Cádiz (según Guillermo Boto Arnau)-, anduvo de banderillero desde
mediados de la década de los 30, que ya toreaba como matador finalizada la
misma, y que se presentó en Madrid en 1843, el 17 de abril, en compañía de de
Juan Pastor y Francisco Ezpeleta, que
también se presentaba en la plaza de la Puerta de Alcalá ese mismo día. En el
cartel, cuatro toros del Marqués de Casa-Gaviria y otros dos de D. Juan
Sandoval, de Chozas de la
Sierra, con divisa verde y blanca.
Cossío
nos cuenta que sus primeros pasos como matador, se produjeron en 1841, toreando
en Cádiz como sobresaliente el 8 de agosto, y repitiendo, como segunda espada,
junto a su hermano Gaspar en Jerez el 12 de septiembre. Al año siguiente,
Cossío nos cuenta que Manuel “Lavi” figura ya como matador alternante, el 27 de
marzo de 1842, en la plaza de Cádiz, con el gran Francisco Montes “Paquiro” y
su hermano Gaspar. A mediados de los años 50 su incipiente obesidad empieza a
pasarle factura, y disminuyen notablemente sus facultades físicas. Un viaje a
Lima, en 1858, le produjo una seria enfermedad –quizá un ictus vascular por un
aneurisma cerebral- y a resultas del mismo acabaría falleciendo en la capital
peruana el 9 de diciembre de 1858. Boto nos
refiere que a tal punto acabaría llegando su fama, que Teófilo Gautier en su novela de ambiente taurino, "Militona", al comparar a uno de sus personajes, el
torero Juancho, con los más famosos de su época, cita a “Paquiro”, “el
Chiclanero”, “Curro Cúchares” y “el Lavi”.
El
mismo Cossío reconoce no haber descubierto las primeras fechas en que “Lavi”
pasa a torear a América, concretamente a Cuba y México, y en ello habremos de
aportar algún que otro dato novedoso.
Encontramos,
por mano de “Fray Gerundio”, alias del famoso escritor, historiados y político
Modesto Lafuente Zamalloa (1806-1866), unos de los primeros pasos del espada
gaditano en Cuba, donde, al parecer, logró alguna nombradía.
En
un artículo en el diario barcelonés “El Constitucional” del 26 de agosto de 1839,
Modesto Lafuente, utilizando su conocido alias, nos refiere que tiene dispuesto
un viaje a la “Perla de las Antillas” y lo siguiente:
“Si yo hubiese sido compinche de Castro ó de Mon,
como el diputado Fernández Villaverde, u otro así, creerían vds. y con razón
que iba de oidor de aquella nueva audiencia, ó de vista de la aduana, para poder
echar á jendengue á la madre patria á beneficio de algunos maravedises
ultramarinos de buen cobrar. Pero no mediando semejante compinchismo, ¿á qué fin podrá atribuirse este mi
súbito ó improvisado viaje? Parece que no podrá ser otro que el de echar
algunos sermones allende la equinoccial.
Pues no señor; a nada de eso voy. Sino que no
habiendo toros esta temporada en Madrid, me voy á ver los de la Habana, que
tengo para mí que han de ser más divertidos que los de la metrópoli, según el
programa que a la vista tengo sobre la mea columna galbánica. Pero no: hace mucho calor, y
demasiado tostado esta uno de este lado de la línea, cuanto más ir á acabar de tostarse del otro; y no es Fr.
Gerundio ningún San Lorenzo para gustar de semejantes diversiones; que yo estoy
más por los vasos de agraz o las botellas de cerveza de Pombo o de Cervantes
que por las parrillas del emperador Valeriano. Así pues, para dar a mis lectores
una idea de lo que podrán ser las funciones de toros en la Habana, me limitaré
á copiar de un Diario de la isla que tengo delante, el anuncio
o programa de la última corrida de que hay noticia: la de últimos de junio de
este año. Dice así:
PLAZA DE TOROS.
Función extraordinaria.
Corrida de muerte. Beneficio de Manuel Díaz Lavi, que presidirá el Sr. Teniente
de Gobernador segundo.
A las cinco y cuarto de
la tarde (si el tiempo lo permite) van a lidiarse cinco famosos toros de las
acreditadas haciendas de Puerto- Príncipe y Cayamo, y cebados en el potrero
de la Sabanilla, escogidos por mí propio (1), probados á mi satisfacción, y
todos ellos distinguidos por preciosas divisas. Me atrevo á asegurar que esta
corrida dejará nombre. (2) Los animales con que vamos, á tenerla, son unas
fieras (3), y la cuadrilla empeñada en el esplendor de la fiesta, ostentará en ella su valentía,
destreza é inteligencia, aquellas cualidades esclusivamente reservadas
para los que nacimos bajo la mágica influencia de la antigua Gades (4), que fue
la cuna de los grandes maestros del arte.
CUATRO TOROS
SERÁN DE MUERTE,
uno picado, banderilleado y capeado en regla (5).
En esta función solo he procurado presentar al
público toros de ley;
mucho me ha costado conseguirlos (6), pero ya verán los aficionados que mis
esfuerzos fueron extraordinarios, y decidido mi empeño para ofrecerlos hoy un
rato de completa diversión: porque cuando no hay sangre, descalabro y
costalazos, de nada sirven estos espectáculos (7). La gente quiere
broma (8) , y en medio de aquella natural simpatía que nos profesa, desea
que el toro venga á nosotros para admirar, y aplaudir la defensa y agilidad de
nuestra parte (9). Ya he dicho en dos palabras lo que llamo una buena corrida,
y lo que encontrarán en la plaza los favorecedores de su humilde espada—Manuel
Díaz Lavi.
Las puertas de la plaza se abrirán con bastante
anticipación para que el público se acomode y evitar confusión á la entrada. Los vapores estarán corrientes,
y correrán sin demora del uno al otro lado (10).
Entrada general 4 rs. etc.»
Pues sepan Vds. que el humilde espada Manuel
Diaz Lavi, a pesar de toda la erudición que muestra, no es más que segundo espada,
que el primero es Bartolomé Igoza. Si así es el segundo, ¿qué tal será el
primera, he?
(Fray Gerundio)
NOTAS
(1)Ego mei mihi,
Ablativo á me: es decir por
mí que soy Manuel Diaz
Lavi. ¿Quién escogió los toros? Yo ¿quién
los ha probado? Yo.
Yo Manuel
Díaz Lavi,
yo los
toros escogí,
y están
probados por mí,
que soy
Manuel Díaz Laví.
(2)Y eso que no contaba el mancebo con que había
de quedar consignada en las páginas gerundianas.
(3)Sin maldito sentimiento de humanidad. Pero
liemos de ver quién es el más guapo.
(4)Esto es histórico y poético. Y solo le faltó
haber añadido, “á quien los Tirios dieron el nombre de Eritrèa y los
Cartagineses el de Gadir; si bien Bochart pretende que Eritrèa era otra
isla de Cádiz”. Este parrafito hubiera añadido nuevo esplendor á la fiesta.
(5) Esto es ciertísimo y no falla. Porque Regla se llama el pueblecito especie
de arrabal distante un cuarto de legua de la Habana donde está la plaza de
toros: de manera que allí todo lo hacen en Regla.
(6) Pues ha tenido vd. más fortuna con los toros
que yo con los diputados, que por más que he trabajado para que salgan todos de
ley, sé de más de cuatro pécoras que van a venir, y que mejores eran para que los lidiaran los
hijos de la antigua Gades en Regla, que para lidiarlos en el Congreso: porque los animales con que vamos a tenerlas son
unas fieras.
(7)Lo mismo sucede en la guerra. La costalada,
por ejemplo, que llevó el picador Sevilla cuando cayó de nuca y se dislocó la espaldilla,
ya valió algo. El descalabro de nuestra brigada de la Rivera, en Chulilla,
igualmente; pero esos bandos del general en jefe y esas contestaciones entre
León y Elio no deben valer nada según Lavi,
porque en espectáculo de toros y de guerra, cuando no hay sangre, descalabros y
costalazos, es una sosería. Me gusta este Lavi,
porque se conoce que se ha penetrado de las gracias de su oficio.
(8)Eso será allá; lo demás por acá todo el mundo
está por la buena armonía. Hasta el Lord John-Hay parece que se ha cansado ya
de bromas, y no trata más que comer con
los unos y con los otros.
(9) He aquí una simpatía idéntica
sin quitarle tajada á la de Luis Felipe y Mr. Molé para con nosotros. En medio
de la natural simpatía que nos profesan, deseen que el toro se venga a nosotros,
para divertirse ellos. Palabras de Manuel Lavl.
(10)Eso es bueno, que los vapores corran con
libertad de un lado á otro”.
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Cartel madrileño de 1843, año de su presentación |
No habrán
de negarme que el bueno de “Lavi” compuso un cartel de lo “más atractivo”.
Toros mejicanos, escogidos por el maestro gaditano con esmero hasta hacerlos “de
ley”, que participarán en una corrida que “dejará nombre”. Más
curiosa, todavía, y al margen de su modestia innata (la cuadrilla, por él y un
ignorado primer espada en el cartel encabezada, “ostentará en ella su valentía,
destreza é inteligencia, aquellas cualidades esclusivamente reservadas para los que nacimos bajo la mágica influencia de la antigua Gades”), es su idea de que la fiesta, para que sea
divertida, ha de tener “sangre,
descalabro y costalazos”, ya que de otra forma “nada sirven estos espectáculos”.
Y es que, a su autorizada opinión “La gente quiere broma”, y por eso
desea que “el toro venga á nosotros para admirar, y aplaudir la defensa y agilidad
de nuestra parte”. Y como remata, “dicho en dos palabras”, esa es su
filosofía de una buena corrida…
El cartel
es, sencillamente, fantástico. Y, apunten, es cartel de La Habana de últimos de
junio de 1839, por lo que ya sabemos cuándo pudo “Lavi” pisar por primera vez
las Américas, dos años antes, incluso, de anunciarse como media espada o
sobresaliente en España.
Pero si interesante es este anuncio, no menos lo
es el que aparece de pasada en otro escrito de Modesto Lafuente, en esta
ocasión en la revista que el fundara, esto es en “Fray Gerundio”, de fecha 28
de febrero de 1840, medio año después del precedente. El propio escritor lo
apunta así, dentro de su crónica política dedicada a la apertura legislativa:
“Al sexto
día de estar abiertas las cortes (y con eso ya es tres veces sexto), discutiéndose el acta electoral de Asturias,
y después de haber hablado en contra los hermanos S. Miguel y Caballero, y en pro
los hermanos Cobo de la Torre y Pidal, Pidal que de buena gana se tragaría la
oposición cruda; y que semejante á los últimos toros que se han corrido en la
Habana, se come la gente (1), fue cuando se oyeron voces y gritos tumultuosos fuera
del salón del Congreso. La galería pública despejó voluntariamente, y aquella
gritería y este despejo espontáneo empezó á llenar de una muy fundada medrana á
los diputados presuntos, porque la cosa no era en verdad para tomada á broma.”
Y en nota a pie de página añadirá:
“(1)
Gran corrida de muerte Beneficio de Manuel Díaz Lavi = Cinco toros que comen gente, y
embisten a su sombra: son corpulentos; de
chifles aguzados; van a las caballerías
con furor y vuelven a la carga (Diario de la Habana del 6 de diciembre último).”
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Cartel de las fiestas reales madrileñas por la boda de Isabel II (1846) |
Así que ya tienen ustedes otra corrida en “beneficio”
del simpático “Lavi”; en esta ocasión en diciembre de 1839, cuando a la sazón
seguía ocupado en tierras cubanas, quizá tras haber pasado ya por México. Toros
“que
comen gente”, “que embisten a su sombra”, que “van a las
caballerías con furor y vuelven a la carga”, corpulentos y de cuernos afilados… se puede pedir más. Con que la
cosa quedara en la mitad de la mitad cualquier buen aficionado se daría por
contento. Tales eran las promesas del bueno de Manuel Díaz.
Quizá
de estos días sea la afirmación jactanciosa del espada gaditano que reza: “Si no me voy de aquella tierra me jazen
emperaor, como Napoleón de los franceses”. Ahí queda eso.