Por Fernando Bergamín Arniches
A CURRO ROMERO
TORERO DE SEVILLA
“El eclecticismo, es la máscara
de todas las traiciones.”
José
Bergamín
Para unos pocos…
El
eclecticismo, nos dice el diccionario, es “un modo de ser, basado en la condescendencia parcial y no en soluciones extremas y bien definidas”. También nos
dice “que es la escuela filosófica que procura conciliar las doctrinas mejor
formuladas, aunque procedan de diversos sistemas”. Poco nos han importado
siempre las contundentes definiciones de los diccionarios, yo por puro
instinto, he creído más en la vida, en la propia vida, la que nos da el sentir…
y nos hace así sentimentales, melancólicos, soñadores, siempre
apasionados…aunque también arbitrarios… ¿por qué no? Muchos de mis lectores, se
estarán preguntando ¿y qué tiene que ver todo esto con el gran torero Curro
Romero? Y yo les digo, pues a mi
entender lo tiene que ver todo. En los sombríos momentos que vivimos en este
presente, en el que como casi todo, el Arte de torear languidece lentamente, e
inevitablemente, tal vez sea el momento como pensó Adorno, para que “EL SUFRIMIENTO
HABLE”. Vivimos un tiempo - no solo en el toreo, sino en todos los valores
vivos, culturales y sociales - en el que, en palabras del gran poeta inglés Yeats:
“El verdadero valor, hace falta para examinar las esquinas de la propia
alma”. ¿Revelación del misterio? ¿De
cada misterio propio? Tal vez.
Pues
bien, si ha habido un torero que ha revelado ese misterio – solo en el ruedo-,
ha sido Curro Romero, y además lo ha hecho desde la mayor naturalidad, (con los años he aprendido que, precisamente la
naturalidad, es fundamento esencial y único en el arte de torear) y que tal vez
no la valoré como se merecía, en el toreo de Curro, distraído por toreos de
“acentos” más llamativos…
Tenemos
que añadir que en cada una de sus expresiones toreras, nos dejaba Curro, ese
“halo de perfección, que solo con la naturalidad
llega al sentido mágico de la forma”. Si hablamos de temple, habrá que decir
que el de Romero fue mucho más que temple: fue un detener del tiempo en el
aire… en el agua más clara del toreo. Nos ha dicho el torero en una reciente
entrevista: “¡Huy!... yo gozaba cuando lo conseguía. Echaba el capotito muy
delante para engancharlos y cuando los iba “amoldando” y templando me decía, ya
lo tengo, ya puedo torear despacio. No quería que se terminara nunca!” Y nos
hablaba también de la armonía , como
no va a contarnos él lo que sentía como armonía, si todo su toreo fue
precisamente la revelación de la armonía en cuerpo y alma. Naturalmente, está
la “gracia”, el milagro de la gracia “que se tiene o no se tiene”. No me gusta
la expresión ya tan gastada de hoy día que nos dice “estaba en estado de
gracia”. Curro Romero no tenía que estar en “estado de gracia”, porque él mismo
era y sigue siendo: LA GRACIA.
Más de ochenta años de gracia, de lentitud, de armonía, de compás, y más aún de
naturalidad, aquella también de
Antonio Bienvenida y de muy poquitos más que en el toreo han sido. Y uno, que
lo sigue siendo, el único que nos queda, casi no hace falta nombrarlo,
porque su misterio ético no lo rompe el tiempo. Precisamente, su misterio es
él mismo, eso que pone tan “nerviosos”
a tantos eclécticos de la “condescendencia”, que piensan que no es de esta
manera como se salva el toreo. Son ellos los que no salvan nada. Lo traicionan
todo.
En este
recuerdo de Curro Romero que me parecía deberle, y que hoy cumplo con absoluto merecimiento,
no puedo dejar de aludir a su sobrino-nieto José Ruiz Muñoz, que acaba de cumplir 16 años y he visto torear en
Santander y Aranjuez, me ha parecido
mucho más que una promesa. Suya es también la “gracia”, y no digo más, aunque
pudiera. En Santander, Curro después de verlo comentó: “no estoy emocionado
porque lo quiera… porque sea mi nieto, estoy emocionado porque hace años no veía
torear así… yo no le doy consejos ¡nunca! Solo le digo cositas”. Cositas… que uno imagina que serán precisamente lo contrario
de lo que hoy se enseña en esas “escuelas” de fabricar toreros mecánicos y
retorcidos que solo saben hacer la noria… Habrá alguna excepción, la hubo, pero
en realidad se fabrican maquinas toreras sin personalidad.
No es
tiempo creo yo de eclecticismos optimistas. En todo, no solo en el arte de
torear. Pienso que es mejor olvidar la “condescendencia” y llenarnos de lo poquísimo
que nos queda claro y limpio como fue el toreo de Romero. Sencillo como su
misterio y su verdad, y si es poco o muy poco ¡no importa! Pero que ese poco
sea apasionado, incluso arbitrario,
pero exclusivo. Después de Curro nos queda un solo torero que acaba de cumplir
40 años, aquel de la cornada de Aguascalientes y de la ética y la verdad mas profunda entre la vida y la
muerte. Y nos queda también una promesa de un joven de 16 años que también
“dice y hace” el toreo con su propio sentimiento y personalidad.
Pienso
que hoy es mejor la pasión por ese “mínimo inmenso”, como diría Juan Ramón Jiménez,
que es lo que nos queda, y no “canalizar
las doctrinas mejor fundadas” para crear una falsa, por falsificadora, esperanza.
Al final… “solo el amor (la pasión) será capaz de romper los mecanismos de represión que establece la actual
sociedad perdida y rota, así lo pensó ya Foucault en momentos que presagiaban
el presente. Y amor… ha sido en su verdadera expresión todo el toreo natural
del gran sevillano.
En este
tiempo, solo siento esa pequeña “alegría de la melancolía” desde una profunda
negrura, como el toro, que se aclara con el recuerdo de grandes toreros que lo
fueron para mí. Y más aún, en este presente, me queda la eterna gracia de Curro,
de su jovencísimo nieto, y del silencioso torero del misterio de la ética pura
que torea poco y que, a pesar de ser criticado por ello, es el único que
mantiene vivo este milagroso arte efímero de torear. Y no hay más. Me siento
libre para decirlo, negándome a todo eclecticismo falso. Naturalmente que
quedan otros “grandes” toreros…, aunque a la vista está que no han sido
capaces, al menos en lo que va de este año 2014, de sostener este arte, ni con
su toreo y menos aún con sus inútiles campañas de marketing barato.
Madrid,
Septiembre de 2014