No hay como acercarse al coso, a deshora, para saborear, con
algún amigo las nuevas, las noticias y los rumores de lo que va sucediendo en
el mundillo taurino en el entorno de San Isidro.
A las noticias, éstas sí fidedignas, sobre los
reconocimientos veterinarios (confirmadas en boca muy discreta de dos de los
componentes del mismo incluso días atrás, pero que hoy he revalidado), hemos de
sumar otras no menos curiosas e interesantes que requieren confirmación más
oficial. De ahí que las plantee sólo en forma de pregunta, para que no se
ofenda nadie ni nadie plantee cuitas sobre lo que no puedo llegar a afirmar.
Por ejemplo, ¿será cierto eso de que la carpa y su programación
“independiente” cuesta más de 700.000 euros? Vaya dispendio si es así, claro
que con la bajada del canon la empresa puede y tiene margen suficiente como
para costear eso y mucho más, a pesar del centenar de personas implicadas en el
proyecto. ¿Tanto dinero para tan exiguo resultado, tiene alguna
justificación? Y ahora afirmo, ninguna. A la fiesta se la defiende mejor ofreciendo carteles
dignos y toros con casta y presencia que gastando –entre cuatro amiguetes o
poco más- unas barbaridades tales. Seguro que cualquier peña, asociación, Unión
o Federación, sin ir más lejos, con la décima parte de aquello podría organizar
actos de masiva asistencia, con más defensa de la realidad y verdad
tauromáquica que aquello.
Por cierto, ¿será verdad que, entre los gastos de este fasto
sin cuento, se encuentran los 30.000 euros mensuales que desde enero se dice cobra su director? Eso es ganarse el sueldo, desde luego… Ya los quisiera
alguno. Yo, desde luego, no los cobro todos los días…
Me cabe la duda de si el restaurante José Luis cobra algo de
las comidas que se celebran en la sala VIP, o simplemente saca lo de las copas
y almuerzos en la famosa carpa… Quizá alguien lo pueda saber.
Así se va a quedar la plaza de Las Ventas como no mejoren los resultados de San Isidro: helada y desierta (Foto: AR) |
Mucho más me preocupa otro asunto, relacionado con los
festejos taurinos populares, que son tan parte de nuestra cultura como lo es la ilustrada
corrida moderna. Aquellos con muchos más siglos de existencia y permanencia en
nuestro suelo, pueden quedar relegados de la protección oficial por el Partido
Popular, y sin embargo, pásmense, fueron blindados por el Tripartito y el
Parlamento Catalán. Cabe mayor contradicción, mayor ignominia. ¿A quién
defienden nuestros políticos? Los festejos populares son el germen del que
nacieron los actuales festejos mayores; siguen siendo expresión cultural de
primer orden; semillero de aficionados y de diestros; mueven más pasiones que
las anodinas corridas que, día sí y otro también, nos regalan los profesionales;
permiten la lidia de diez veces más reses bravas que todos los festejos mayores
sumados al año; y, a pesar de que son gratuitos para el público que las
contempla o participa en ellas, pueden mover no menos de 500 millones de euros
anuales. La tradición de estos festejos se remonta a la más remota antigüedad,
mientras que la corrida –aunque se inicia en formas irreconocibles (actualmente)
en el siglo XVII- es hija del siglo de las luces, hace apenas tres siglos (que
ya es decir, pero que al lado de los otros, no es sino gota de agua en el mar de
la tradición y la historia). No es este el momento de hacer una apología de los
mismos –y eso que soy gran aficionado a ellos también-, sino de preguntarnos, ¿el PP,
a través de uno de sus mandatarios más señalados, ha negado la culturalidad de
estos festejos populares?
Esperemos tener pruebas y respuestas para estas
preguntas en los próximos días. Apúntense y aclárenme, los que puedan, alguna
de ellas, para ello hay espacio en este blog.
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