Muchos se habrán preguntado, sin duda, el
origen de la propiedad de la plaza de toros de Madrid a favor de la actual
Comunidad de Madrid. La Comunidad, por cierto, heredera de la antigua
Diputación Provincial madrileña que desaparecería en esta autonomía uniprovincial,
en 1983, a raíz de la creación del llamado Estado de las Autonomías.
La plaza, en efecto, perteneció en su día
a la Diputación, desde la creación de aquellas y al hacerse cargo de los
Hospitales públicos de beneficencia radicados en su ámbito geográfico. Lo mismo
ocurrió, por ejemplo en Valencia, donde su plaza de toros pasó al dominio de la
Diputación valenciana tras haber sido propiedad del Hospital General. En Madrid, la promulgación de las leyes de beneficencia
del siglo XIX (en 1849) hizo que pasaran a depender de la Diputación,
organismos como la Inclusa de Madrid, el Hospicio del Ave María y de San
Fernando, el Colegio de los Desamparados, el Colegio de la Paz, el Hospital
General y el de la Pasión o el Hospital de San Juan de Dios. Es verdad que el
Hospital General ya había pertenecido a la Diputación, a raíz de la creación de
ésta en las Cortes de Cádiz (1812), pero con el regreso de Fernando VII dicha
institución quedó abolida y aunque retornó en el trienio liberal (1820-23), no
fue sino la implantación del sistema liberal con la Regencia de María Cristina -a
raíz de la muerte del monarca (1833)- cuando volverían a refundarse las mismas.
La tercera y definitiva de las plazas erigidas a las afueras de la Puerta de Alcalá. El último edificio visible, a la izquierda, en lo que hoy sería final de la calle de Atocha es el Hospital General |
La historia de la plaza de toros de Madrid,
por tanto, se halla muy unida a la historia del Hospital General de la capital
porque fue Fernando VI, en 1754, el que donó la plaza (que había construido de
su propio peculio sobre el solar de la antecedente) a dicha institución
benéfica, para que, con las recaudaciones de los festejos, hiciera frente a la
atención de los enfermos pobres que a él
acudían en demanda sanitaria.
La plaza de toros de Madrid, entonces la
única existente, había sucedido a la que primeramente se construyó en el Soto
de Luzón (en 1737, de efímera vida, sólo conocemos la organización de seis
festejos en aquella, tres para la Archicofradía de San Pedro, San Andrés y San
Isidro y otros tres para los Reales Hospitales) y las dos que se construirían a
las afueras de la Puerta de Alcalá primitiva (no la actual, que data de 1778),
la primera de las cuales parece estaba bastante más lejos que la segunda. Esa primera
plaza de la Puerta de Alcalá, como se la llamó, se erigió en 1739, mientras que
la segunda, ya más próxima al definitivo emplazamiento de la tercera y ya
duradera, fue levantada a costa del esfuerzo económico de la Sala de Alcaldes
de Casa y Corte en 1743. A ambas vendría a suceder la que se construyó con
dinero real –de ahí la donación-, la de 1749, cuya vida alcanzaría el siglo y
cuarto, pues fue derribada al finalizar la temporada de 1874. Los motivos de su
erección nos son, en buena parte, desconocidos, pero en la Pragmática de cesión
de la plaza, parece dejar entreverse la falta de solidez y riesgos en la
construcción de la de 1743, lo que motivaría su derribo.
Cartel madrileño de 1769. Torean reses colmenareñas Juan Romero y Miguel Gálvez el Lechero, con dos nuevos y no referidos espadas |
En ella torearían todos los diestros
famosos que hoy nos resultan conocidos, desde aquellos de tiempos primitivos,
como José Cándido o Juan Romero, pasando por la triada famosa de finales del
siglo ilustrado, Romero, Costillares
y Pepe Hillo, más tarde Curro Guillén, el
Castellano o Juan León, Francisco Montes
Paquiro y sus rivales Cúchares o el Chiclanero, el Salamanquino
o Manuel Romero Carreto, la época del Tato
y el Gordito o el advenimiento de la gran pareja de astros Lagartijo y Frascuelo. También en ella se lidiarían no sólo lo que hoy
conocemos como ganaderías fundacionales, sino un sinfín de vacadas de gran
renombre, tanto andaluzas como navarras, manchegas como de la Tierra o castellanas
viejas, desde la de los hermanos Gijón o la de las familias ciudarrealenses de
Muñoz o Díaz Hidalgo, pasando por la del Conde de Vistahermosa, Vázquez,
Cabrera, Ulloa o Gallardo, Aleas,
Fuentes y Martínez, Gómez o Bañuelos, Guendulain, Pérez Laborda, Lizaso,
Zalduendo o Carriquiri, los Sanz de Pedrajas, los Díaz de Benavente y tantos
otros. Aquí se presentarán vacadas hoy míticas como Veragua y Osuna o Miura, y verá lidiarse la ganadería real en dos
periodos distintos, cuando perteneciera a Felipe V, Fernando VI o Carlos III (los
famosos toros del Jarama), o cuando Fernando VII y su viuda María Cristina
poseyeron la mayor parte de la antigua ganadería de Vázquez.
Fue Fernando VI, en efecto, quien firmó
la cesión de la Plaza de Toros el 5 de noviembre de 1754 a los Hospitales de
Madrid, Real Orden firmada en San Lorenzo de El Escorial y que básicamente dirá que
“Por cuanto entre las Providencias que tube por bien
acordar dirigidas al mayor beneficio de los Hospitales Generales de Madrid, fue
una la de mandar que, en el Campo inmediato a la Puerta de Alcalá, se erigiese
la Fábrica de una Plaza en que sin contingencias de riesgo se tubiesen las
Fiestas de Toros que fuesen de mi dignación permitir para recreo del público,
cuyo producto libre sirviese para aumento de Renta, y Dotación de los mismos
Hospitales: Y haviendo llegado el caso de que se ponga en práctica el
establecimiento de la Congregación que he mandado se encargue de su régimen
Por Decreto señalado de mi Real Mano de ocho de
Octubre próximo pasado; he resuelto
conceder a los dichos Hospitales , la pertenencia y propiedad de dicha
Plaza.”
Esta es, pues, la historia del por qué de
la pertenencia de la actual plaza de toros de Las Ventas –sucesora de la de
Felipe II y de la de la Puerta de Alcalá- a su propietaria actual, la Comunidad
de Madrid.
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