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martes, 4 de septiembre de 2012

Lo de Juan Pedro en el origen

Todo el mundo conoce, de alguna manera, el origen de la ganadería de don Juan Pedro Domecq, pero rebuscando algunos nuevos datos me encuentro con la explicación del propio antiguo ganadero en un libro ya raro de encontrar, “Los toros en España”, de Carlos Orellana (Madrid, Orel, 1969; en tres tomos).
El propio ganadero don Juan Pedro Domecq y Díez fue el encargado de redactar uno de sus capítulos, titulado “Formación y desarrollo de una ganadería de reses bravas” que ocupa desde la página 185 a la 195. En él ofrece bastantes detalles propios, de cómo formó y conformó su vacada. Por eso, por ser él el auténtico creador del encaste que hoy lleva su nombre, y porque en él aclara perfectamente que fue de lo de Veragua y que pasó con lo que compró en su día su padre, me parece de lo más oportuno traer a colación varias de sus palabras.
Todo el mundo, creo que sin excepción, sabe que el bisabuelo del actual propietario del hierro de Veragua (Juan Pedro Domecq Morenés) compró a los Hermanos Martín Alonso (Manuel y Fermín) la que fuera en su día ganadería ducal. El tercer y último de los duques ganaderos se había desprendido de la vacada en 1927 por cuestiones que no hacen al caso, enajenándola a los ganaderos de la Comarca de la Sagra (tíos de los Lozano) que andaban en aquellos tiempos comprando y vendiendo ganaderías de bravo, varias de las cuales anduvieron inscritas en la propia Unión  de Criadores. En 1930 –como dice don Juan Pedro Domecq y Díez, segundo ganadero homónimo- su padre –que de segundo apellido llevaba Núñez de Villavicencio- adquirió la ganadería y el hierro ducal de aquellos, trasladándola desde los parajes toledanos en que pastaba a tierras jerezanas.
"Granizo", un toro de premio de Hijos de Juan Pedro Domecq (denominación oficial en aquellos años) lidiado en 1944 en San Sebastián. Nada que ver con el antiguo tipo de los de Veragua
Allí, el iniciador del nuevo encaste sometió a todo tipo de pruebas al ganado recién adquirido, tentó y retentó, examinó líneas y reatas, comportamientos pasados y actuales, y vio como no era posible conservar –a su criterio- el ganado original veragüeño. Según su hijo y redactor del capítulo, “En los siete años que mi padre disfrutó de la ganadería, sacamos la experiencia de que con la línea pura de Veragua los resultados eran desesperanzadores. Los sementales, aun escogidos a través de rigurosa retienta, no transmitían con ninguna regularidad, abundando lo reservón y lo bronco. Seguir una selección con esta sola sangre, nos hubiera llevado una vida para un resultado lento y siempre por debajo de las cualidades exigidas por las nuevas características de la fiesta. Me dolía dejar perder la hermosa arrogancia y el trapío de las reses ducales, pero lo deseché como una mala tentación”.
Si analizamos las palabras de don Juan Pedro vemos como desde el principio los nuevos ganaderos deseaban o tenían en mente varias cosas: 1.- Formar una ganadería con cierta solera. 2.- Conformarla rápidamente, recurriendo –como veremos- a las mezclas y a desechar lo antiguo. 3.- Adecuarse a los cambios en la forma de torear, a “las nuevas características de la fiesta”, aunque fuese a costa de “perder la hermosa arrogancia y el trapío de las reses ducales”.
Arrogancia que aun permanecía en otros derivados vazqueños, como en este de procedencia Trespalacios de Ignacio Sánchez en 1944.
Querían, en resumen, formar una ganadería moderna que se atuviera a las nuevas exigencias “de la fiesta”, por no decir de los toreros, apoderados y parte de la crítica y que la toreasen las figuras, en definitiva.
En realidad no querían el ganado de Veragua, sino que deseaban probar la mezcla que, con éxito, habían realizado José Vega y después los hermanos Villar en el famoso encaste Vega-Villar. Dice con sinceridad el hijo del primer ganadero: “Mi padre compró la ganadería con una ilusión por alcanzar. El veía todos los años un importante número de corridas de toros y admiraba las reses que había logrado criar su buen amigo Paco Villar con una punta de vacas de Veragua y un semental de pura raza Parladé (sic). Apenas adquirió la ganadería del Duque, compró a Agustín Mendoza, Conde de la Corte, dos camadas de eralas y 4 becerros para simiente, de los cuales los llamados Llorón, Caribello y Bodeguero resultaron espléndidos encastadores. Todos ellos de una rama de Vistahermosa pura y siempre cuidada por manos expertas, línea directa del tronco murubeño de D. Faustino, que pasó sucesivamente por Eduardo Ibarra y Fernando Parladé, y de la que, en época del mayor apogeo, adquirió por éste último dos camadas de hembras completas y dos sementales el Marqués de Tamarón para su madre, que posteriormente ésta vendería al Conde de la Corte”.
Es decir, en la mente de don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio no se encontraba el mantener el encaste veragüeño, sino en lograr el éxito que en su experimento alcanzaron los Hermanos Villar después de la mezcla de José Vega.
Así, cuando en 1937 muere el primer Juan Pedro ganadero, a su hijo le queda, como él mismo reconoce:
a )Vacas de Veragua
b) Vacas al 50 por 100 Veraguas-Tamarón
c) Vacas al 25 por 100 Veragua y 75 por 100 Tamarón
d) Vacas puras Parladé (Conde de la Corte)
e) Sementales de Tamarón, de Veragua y cruzados al 50 por 100”.
Es ahí cuando se plantean el seguir con una vacada mixta, el optar quizá por lo antiguo o por el encaste recién introducido, y como hemos visto se opta por esto último, por seguir la línea Tamarón-Conde de la Corte. 
Así como su padre Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había llevado “el 50 por 100 de las vacas con sementales ducales y cruzado la otra mitad”, el nuevo ganadero decide rechazar todo lo antiguo para refundar la vacada con nuevos aportes: “Yo comencé por eliminar los sementales de Veragua porque no me daban bien ninguno y llevando el 50 por 100 de las vacas con sementales cruzados (que dicho sea de paso, daban bastante mejor que los puros de Veragua) y el otro 50 por 100 con sementales Tamarón; pero a los pocos años tomé una resolución más contundente y eliminé el mayor número de vacas de Veragua con los sementales cruzados, vendiéndolas a José Enrique Calderón y me decidí por la absorción de la primitiva sangre vazqueña de las vacas ducales por la sangre Vistahermosa de Tamarón en constante atención por sementales de esta sangre”.

Uno de los sementales de Juan Pedro, de corte Parladé y hierro indescifrable de aquellos años
Es decir, se eliminaron los restos veragüeños, que compró Calderón (de ahí los adquiriría Prieto de la Cal, pero fíjense que ya había vacas y sementales cruzados con el Conde de la Corte… importante detalle) y realizó cruces absorbentes con ganado de Tamarón-Conde de la Corte, esto es echando sementales de esta casta  a vacas de Tamarón y vacas con alguna cruza (probablemente las del 25% o acaso 50% de sangre vazqueña). De esa forma, las generaciones posteriores incrementarían su porcentaje Parladé y disminuirían el vazqueño. Pero no quedó ahí la cosa, sino que aun fue más radical: “Para dar a esta trayectoria una base más amplia, compré a Agustín Mendoza dos nuevas camadas de becerras en los años 1939 y 1940, las últimas que el Conde vendiera, ya que después tomó la resolución de no vender más hembras ni sementales”. Y prosigue contando que “Las cuatro camadas de becerras del Conde de la Corte adquiridas por mi padre y por mí, las amplié con un lote de vacas puras de Parladé pertenecientes a mi tío Ramón Mora Figueroa, hijo de la Marquesa de Tamarón, en el que entraron también dos sementales más del Conde de la Corte, de los que uno de ellos, Chavetero, número 94, encastó extraordinariamente”.

Novillada de Juan Pedro Domecq en Aranjuez en 1950. No queda ni sombra de lo antiguo veragüeño.
Con todo ello, pues, y echando sementales puros de esta nueva línea a vacas con pequeñas gotas –si es que quedaba alguna- de lo antiguo, se reforzó el origen Parladé de la ganadería de don Juan Pedro, y desapareció casi por completo cualquier atisbo veragüeño, cualquier gen que no fuera el de algunas capas claras… que persisten aun en la ganadería. Lo de Veragua fue una simple excusa, un tímido intento por formar una vacada mixta a imagen y semejanza de los Vega-Villar… que no cuajó y fue desechado. Clara explicación, la de don Juan Pedro Domecq y Díez, de cómo se formó el actual encaste que lleva su nombre; son sus palabras, no las mías.

3 comentarios:

  1. Como siempre interesante. Pero sabes, que hay muchas más palabras escritas de este creador y sobre su tío Ramón, y sobre todo el entorno. Siempre hemos leído y escuchado que el primero de la saga buscó el ganado principalmente, por vender sus vinos. Como aficionado quiso ser ganadero de primera linea desde el principio. ¡Vamos! tipo ladrillero de la pasada década, y a los que se les ha llamado intrusos a la fiesta.
    ¡Cuántas cosas habremos leído de esta familia! Desde que en la partición entre hermanos, el único que se quedó al frente desde el primer momento fue JPDyD, ya que Pedro liquidó lo suyo, Alvaro más de lo mismo que le iba otra vida (¡quién lo iba a decir del Sr. de los Alburejos!) y Salvador que mantuvo su linea, pero nunca en las cotas de su hermano mayor.
    Si puedes querido y admirado Rafael, sigue descubriendo al gran público, ignorante muchas veces por falta de posibilidad de tener ese conocimiento, historias reales, sucesos que han devenido en la actualidad, porque estoy muy de acuerdo en los datos datos y aportados, pero creo sinceramente que JPDyD fue un gran criador y creador. No en vano fue un fiel seguidor, admirador y alumno en las lides de cría de su tío Ramón, que creo, es el más grande ganadero del siglo XX, al menos en visión y experiencia.

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    1. Querido amigo:
      Muchas gracias por el comentario, siempre oportuno. En efecto, tal y como cuentas, en el origen, y al margen de la afición, siempre estuvo el intento de reforzar su presencia en los medios y hacer publicidad de las bodegas... (algo así como lo de los jamones de su nieto...).
      Las cosas cambian con los tiempos, y, es cierto, hoy a los ladrilleros se les llama intrusos. Buena parte de los ganaderos -incluso varios de los fundacionales- tuvieron en su origen cuestiones económicas más que puramente románticas; casi el 70% de los aristócratas ganaderos en la Andalucía del XVIII o comienzos del XIX eran titulados por compra de su respectivo marquesado o condado, y con la ganadería quisieron -además- posicionarse socialmente, algo que ocurre en la actualidad también... pero eso es ya otra historia.
      Un fuerte abrazo.

      RCB

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  2. Don Rafael, ya que menciona a José Enrique Calderón, se dice que los hermanos Alvarez de Los Barrios tuvieron en los años 50 reses provenientes de este señor. ¿Pudiera tratarse del lote de su viuda Doña Carmen Alcalde que no quiso Don Carlos Nuñez cuando le compró el hierro de la omega?
    De hecho luego al adquirir sus 'villamartas' vendieron a Don Ramón Sanchez de Ibarguen un buen número de reses, que este puso a nombre de su segunda esposa, Doña Concepción Mencos Armero, donde salían muchos jaboneros y berrendos.
    Espero su sabia y docta opinión.
    Un saludo

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