Madrid, 23 de septiembre
de 2012. Un cuarto de plaza. 2 novillos de Hoyo de la Gitana (1º y 2º), mal
presentados, mansos, y bajo de casta el segundo. 1 novillo de Herederos de
Sánchez Fabrés (3º), flaco, manso, embestidor y protestón. 3 novillos de Sobral
(4º, 5º y 6º), bien presentados, mansos, embestidores pero con poca clase en
general. Jesús Fernández, silencio (aviso), ovación y silencio (mató tres novillos
por cogida de Mario Alcalde). Mario Alcalde, vuelta de la cuadrilla en el único que mató. Jesús
Duque, leves palmas y división al saludar.
Yo creía que la novillada
concurso se reservaba para el próximo domingo. ¡Qué complicada es la reseña de
lo que ayer se lidió en Las Ventas! Se nos prometía, a priori, un encierro de
coquillas, de los de Sánchez Fabrés y a lo mejor con remiendo de Sánchez Arjona,
como ocurrió hace apenas un año y poco en el mismo coso. Luego se anunció en
los carteles una corrida mixta, ya no enteramente de coquillas, con tres
novillos de Sánchez Fabrés y otros tres de Hoyo de la Gitana, de encaste
Graciliano… y Dios sabe qué más en estos últimos años. Bueno, tres y tres, no
era mal aliciente, aunque nos hubiesen gustado más los seis de Coquilla… pero quizá
no hubiera tantos con presentación digna para la primera plaza del mundo… Desde
el jueves comenzaron los problemas con el ganado, dos de los de la vacada de la
Cruz de Hierro eran inicialmente desechados por excesos en la báscula (548 y al
parecer, 550 kilos, ocho y diez kilos más que el máximo reglamentario). Y
finalmente, después de nuevo reconocimiento (uno más al parecer se desechó por
flojear de un remo o supuesta cojera), se quedaron los tres de Hoyo de la
Gitana, uno sólo de Sánchez Fabrés y dos remiendos de Sobral, ganadería formada
con reses de Torrestrella, Cebada Gago y marqués de Domecq, que dirige el
ganadero portugués Justiniano Passanha Sobral. Y, al final, salió otro sobrero
de Sobral –valga casi la redundancia- y el festejo se convirtió, merced a la
cogida de Mario Alcalde, en un caos de ganado, de orden y de orígenes que hubo
que explicar a más de uno que no se aclaraba…
El único Coquilla lidiado ayer, algo alto, escasito de cabeza y con pocas carnes -fíjense en los hoyuelos de los ijares y lo marcado de las caderas- (Foto: las-ventas.com) |
Resultado final: se
lidiaron dos del Hoyo de la Gitana -de sangre Alipio procedente de Graciliano,
su hermano-, los dos primeros, de mala presentación el primero y escasa casta
el segundo; uno de Sánchez Fabrés, también muy escaso de carnes, aunque de
buena alzada –lo que son las cosas de la genética, justo lo contrario que
cabría esperar…- lidiado en tercer lugar por mor del cambio en el orden de
lidia; y tres de Sobral, los últimos, buenos de carnes, de bonitas capas y
embestidores, sin clase aunque codiciosos por momentos. Tres de la mezcla
Domecq frente a dos gracilianos y uno sólo de lo que nos prometieron en un principio,
Coquilla. Fantástica programación… y mejor realización.
Tras el caótico orden de
los novillos lidiados nos quedamos con la actuación de Mario Alcalde, firme,
valiente, pundonoroso, y las ráfagas que mostró un aseado Jesús Fernández,
diestro catalán que, como comentábamos en la plaza, hace un par de décadas
hubiese tenido mayores posibilidades en su tierra que quizá le hubieran aupado ya
al escalafón superior. Pero… ¿dónde quedan ya aquellos festejos que se
organizaban en Palamós, en Figueras, en Lloret, en Olot, en Sant Feliu de
Guixols, Gerona, Sitges, Cornellá, Amposta, Tortosa, en la propia Barcelona, en
Tarragona y en otras plazas que se dejaron morir, caer o derribar por ofrecer
sólo espectáculos para turistas? Mal futuro le espera al espada catalán que ni
aun en su tierra encontrará adecuado remedio. Y eso que, pese a lo poco toreado,
el diestro de Sant Boi de Llobregat, no nos desilusionó. Era mucha su
responsabilidad en el festejo; los años no pasan en balde; su temporada, corta
en 2011, de seguir por el mismo camino acabará en el olvido, y las expectativas
del pasado enfrentamiento con coquillas en Las Ventas del pasado año eran
elevadas. No defraudó… aunque tampoco nos encandiló como el pasado año. Fue una
actuación, la suya de ayer, en tono cárdeno, con ráfagas brillantes, eso sí.
Jesús Fernández en el primero (Foto: las-ventas.com) |
Su primer novillo fue un
impresentable graciliano del Hoyo, flaco, abecerrado de hechuras, feo, algo
zancudo (sin excesos), que se llamó Pavero
II y pesó 474 kilos. De capa, negro entrepelado, bragado y meano, y con dos
pitoncillos –algo que abundó en los tres lidiados del cartel original- que nada
decían… una rata, en definitiva que nadie protestó… no vaya a ser que le tachen
de desconocer que el encaste es chico. Puede ser chico, pequeño, pero ni
esmirriado, ni ridículo, como el trapío que mostró ayer este animalillo. El
caso es que, al menos, sacó algo de casta –¿o fue más genio?- en su complicado carácter,
tras mansear en la suerte de varas. Empezó con ganas en el capote, pero sin
continuidad en sus arrancadas, pasó por varas bravucón –en cuanto sentía el
hierro salía de najas-, y llegó al último tercio complicado, nada claro, pensándoselo
siempre y sabiendo lo que dejaba atrás. Jesús, el primero, anduvo sin acoplarse
en los inicios, algo dubitativo, pero fue mejorando a lo largo que avanzaba la
lidia y fijando más la planta, los pies y el toreo hasta arrancarle algunos
derechazos con mando y decisión, aguantando mucho más que en los principios. El
animal cada vez fue desarrollando más sentido y la faena se terminó entre
lances sin el menor interés artístico, aunque meritorios por la decisión del
espada. Un pinchazo por arriba –el novillo se distrajo en el momento preciso
del cite-, y otro bajo, atravesado, saliéndose de la suerte, dejaron el premio
en un simple silencio tras aviso. En el cuarto, su segundo oponente, anduvo muy
aseado, o quizá algo más, ante el diluvio universal. Comenzaría a llover con
inusitada fuerza, despejando por completo los tendidos, y ante la fuga masiva
de espectadores, al fin, la faena pasó casi inadvertida. Fue el primero de los
de Sobral, Juguetero de apodo, con
481 kilos, negro salpicado, de buenas hechuras y presencia, pero como sus
hermanos flojito en general, manso en varas y con poca clase –pese a la
repetitividad- en la muleta. Embistió, es cierto, y a veces con casta, pero sin
la entrega a la causa que uno busca, sin la nobleza o franqueza deseada, con
muchas y casi constantes protestas por su parte -¿por la escasez de fuerzas…?-.
Y, sin embargo, me gustó el novillo de salida, codicioso, buscando, desarmando
en un par de ocasiones, pero ante el peto demostró ya las escaseces de aliento
vital y salió suelto, y en la muleta iba siempre con un desagradable calamocheo,
protestando cefálicamente casi a cada envite, que aceptaba, no obstante,
gustoso. Fernández anduvo digno, y pese al enorme chaparrón y al mayor peso de
la muleta, le enganchó menos de lo que cabía esperar; mantuvo la posición casi siempre
y no perdió los papeles ante el complicado animal. Optó al final por pasarlo de
uno en uno con la zurda, lo que a mi juicio fue un error, pero no estaba el
clima, ni el piso de plaza, como para mayores florituras. Una más que aceptable
estocada por los rubios le valdría, ahora sí, esa merecida ovación… quizá
escasa para los méritos contraídos.
El cuarto, y primero de los remiendos de Sobral (Foto: las-ventas.com) |
En el sexto y último de la tarde, el hipotético
quinto de Sobral, Manijero por mote,
con 509 kilos y capa castaña salpicada, volvería a enfrentarse a las
dificultades de un toro que embestía siempre al toque, pero llevando la cara a
media altura, sin clase, que acabó con escaso recorrido. Quizá, como a sus
hermanos de hierro, le faltaron fuerzas para ser mejor en el último tercio;
quizá, algo más de casta; quizá, un mejor pitón zurdo, por el que dejaba continuos
recados, quizá… La realidad es que no fue un buen novillo y que el catalán
tampoco estuvo bien con él. Le tocó demasiado los engaños, el trasteo fue sucio
en general, de principio a fin. Tampoco cuando optó por acortar las distancias
la cosa mejoró en tal aspecto, pese a tragar más quina de la necesaria. Solo le
vimos dos buenos derechazos, largos, con más obligación, mediada la faena. Con
una estocada, levemente delantera, pero casi entera y eficaz, terminó su labor
con algunas palmas que tras el arrastre fueron silencio.
A Mario Alcalde le tocó
el segundo del Hoyo de la Gitana, un novillo que se llamaba Gorrión III, de más carnes que su
hermano, aunque con menos peso, 464
kilos, negro bragado, meano y axiblanco, pero manso y descastado de juego.
Hizo, incluso, un ademán de rajarse en las postrimerías de la faena. Hubo
alguna verónica inicial apreciable –aunque el recibo estuvo más bien deslavazado-,
y unos comienzos lamentables de trasteo. Sin quietud, desde fuera y toreando
periféricamente, parecía no entrar en materia… a pesar del jaleo de la cla.
Pero, poco a poco, se fue centrando, fue afirmando los pies, queriendo cargar
la suerte en ocasiones –no siempre, no teman…- y pasándoselo sin tanto
aceleramiento, más pausado, más atemperada la embestida, más templado, en resumen.
Y acabó bastante mejor de lo que esas impresiones iniciales nos habían dejado
ver, finalizando con un pase por la espalda, ligado con uno de pecho, muy
meritorios. Lo que sobró, dada la condición de su antagonista –y a las pruebas
me remito- fue esa incongruente serie de bernardinas en la que el toro le cazó,
infiriéndole sendas cornadas en el muslo derecho, a Dios gracias sólo
musculares, ambas de 15 cm de trayecto, aunque una le afecte al tendón de Aquiles
de principio a fin. Con hombría y heroicidad, y pese a que todos notábamos que
iba herido de verdad, se quedó a matarlo, cobrando más de media un poco trasera
y tendida de la que dobló al fin el bicho. Hubo petición más que suficiente… de
esa que otras tardes motivan regalo, pero don Trinidad ayer se guardó el
moquero… ¿por qué? Incomprensible.
Mario Alcalde antes de la cogida en el segundo de la tarde (Foto: las-ventas.com) |
No nos gustó el
valenciano Jesús Duque, ni en su primero, ni en el quinto de la tarde. El de
Requena es un novillero alto, sin la gracia suficiente, mecánico, que busca los
alivios y que no expresa nada… Su primero, el tercero de la baraja de novillos
dominicales, fue el supuesto titular de Sánchez Fabrés que había de lidiarse en
sexto lugar. Al originario del Hoyo de la Gitana lo mandó don Trinidad –ahora sí,
acertadamente- a los corrales por invalidez. Y cambió el sobrero de Sobral por
éste que le correspondía en segunda instancia, algo que no debería permitirse –a
mi juicio- al no tratarse de ganadería titular. Ya se lo explicaré más
detenidamente en otra ocasión. El coquilla, en fin, pasaba por Torrero, cárdeno bragado y meano, con
485 kilos y sin carnes que rellenaran aquel esqueleto, al margen de una pobre cabeza. ¿Por qué, teniendo entre tres y cuatro años, hay que rechazar novillos
que cumplen para una plaza como ésta, imponiendo pesos máximos? Es como si a
los niños de doce años y más de un metro ochenta hubiera que cortarles los pies
o no dejarles jugar al baloncesto porque son muy crecidos para su edad… Cumplen
con ella…, pues teniendo el mínimo –este sí, exigible-, adelante… El novillo en
cuestión pasaba por peso, algo justo por trapío (pobre cabeza, pocas carnes)
y sus hermanos se pasaron… ¡qué triste es la vida! Y eso tratándose de encastes
como estos es delito de lesa fiesta por más que sigamos al reglamento… El caso
es que el animalito no cumplió en varas y que acudió protestante a los engaños,
pero sin rehusar la pelea nunca. Mal con el capote, al valenciano no se le
ocurrió cosa mejor que levantar la mano en la serie de tanteo y finalizar la
mayor parte de los lances por arriba… con la consecuencia obvia: enganchones
sin cesar; el bicho ya le había mostrado
un camino diferente en el segundo tercio, el que necesitaba: mano baja y
dominio de la situación. Sumen a aquello una colocación excéntrica, bastantes
dudas, movimiento de pies, más toreo aprovechado que mando, y comprueben que ni
con la numerosa cla, consiguió más que ese silencio clamoroso, después de una
entera caída y una procesión a toriles. Tampoco en el quinto hizo mejor cosa.
Fue el sobrero del tercer hierro anunciado, Caminante
de mote, un colorado chorreado y salpicado, de 511 kilos, manso como sus
hermanos de camada, y como ellos, embestidor aunque más noble que aquellos. En
tristes y cortas tandas, siempre desde fuera y acabando con achique de
espacios, nada nos dijo el diestro che, y eso que hubo un desarme, un revolcón
y un arrimón que casi siempre se ovacionan en la tauromaquia post-moderna. Una
entera, desprendida, le conseguiría, al fin, esa ovación de amigos y conocidos
que le hizo saludar.
En resumen: una novillada
de supuestos coquillas, remendada con gracilianos, que acabó por ser mayoritaria
en sangre Domecq. Pues qué bien…
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