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sábado, 6 de octubre de 2012

Una boyada más


Madrid, 5 de octubre de 2012. Segundo festejo de la Feria de Otoño. Dos tercios de plaza. 6 toros del Puerto de San Lorenzo, desiguales pero correctos de presencia, con menos cabeza que otras veces (salvo el último). Mansos en general, sosos, inválidos o flojos en conjunto,  y descastados, sólo se salvó el segundo, embestidor y toreable. José Pedro Prados, el Fundi, silencio y ovación. Manuel Jesús Cid, el Cid, palmas (aviso) y silencio (aviso). Daniel Luque, silencio en ambos.

Nuevo fiasco venteño que no debía sorprender a nadie. La empresa del tripartito, fiel a sí misma, a la reincidencia en los mismos errores de siempre, nos anunció por enésima vez una corrida de los descastados atanasios del Puerto, que se verán revalidados hoy mismo con sus primos de Valdefresno. No importa que, año tras año, vengan ofreciendo no ya paupérrimos, sino inexistentes resultados, el tripartito o su antecesora Taurodelta, seguirá comprando para la primera plaza del mundo, dos, tres o cuantos encierros anuales hagan falta de este hierro lamentable. Sí… ya sé que de tanto en cuanto sale alguno o algunos que se dejan torear, que embisten sin problemas y con cierta boyantía, algo que no cabe sino esperar entre los centenares de toros lidiados en esta última década; pero nos referimos, claro está, a la inmensa mayoría que no deja de inclinar la balanza hacia el lado del Averno.
Lo de ayer, con el borrón del segundo –en sentido inverso al presupuesto-, fue uno más de ellos. Un conjunto de bueyes que, o se caían y rodaban por los suelos (tres caídas el primero, cinco el tercero, seis el cuarto, cinco el quinto) o se venían abajo en la segunda tanda de muletazos, o mostraban el descaste y la falta de interés desde el principio. Y alguno, además, sacó mala baba, como el primero del lote del Fundi, incomprensiblemente pitado por cuatro obtusos que deben tener pelotas del golf por globos oculares.  Pero no se preocupen ustedes… el año que viene veremos otras dos o tres corridas del mismo, como si el éxito le hubiese acompañado una vez más… Me imagino, con sobradas razones, que el precio estará a la altura de la carne… y poco más, si no, no se explica.

El segundo de el Puerto... el único toro de la tarde (Foto: las-ventas.com)
Se despedía –creo que ahora sí, definitivamente- el Fundi de la plaza de Las Ventas. También lo creíamos en mayo, pero el mal resultado de aquel infame festejo le hizo recapacitar y apuntarse a esta nueva apuesta de Otoño. Mal hecho, vistos los resultados. Fue recibido con una cariñosísima ovación por parte de la plaza, sólo tímidamente contestada por esos cuatro obtusos… Aquella caída del caballo trastocó lo que estaba siendo la mejor etapa de su vida profesional, sumando éxitos por donde quiera que fuera y siempre frente al ganado más serio y complicado del campo bravo. Una verdadera lástima. Desde entonces, y desde la cornada de Toledo, no ha vuelto a ser el mismo. Ayer pasó sin pena ni gloria por el ruedo madrileño. Es cierto que le correspondieron los dos toros más incómodos y complicados del encierro, pero hace cuatro años sus enormes facultades técnicas le hubieran hecho sobreponerse al imponderable... Ese primero suyo se llamaba Cubilón, un toraco de 610 kilos, de no demasiado trapío pero grandón, negro, manso sin paliativos, complicado y reservón en la muleta; un bicho descastado que sólo iba a tiro hecho y frente al que no se confió el de Fuenlabrada, jamás de los jamases. No era para menos, el bicho se frenaba ante los engaños, miraba y medía, daba arreones cuando creía la presa hecha…, el “ideal de la ganadería brava” al parecer (ya verán cómo se siguen apuntando a “esto” los del tercio superior del escalafón). Con un bajonazo cuarteando –por mostrarnos generosos- liquidó cuentas pendientes el maestro.

El Fundi intentándolo en el cuarto (fíjense en la pérdida de manos del bicho) (Foto: las-ventas.com)
El cuarto fue Caraserio, un bicho asimismo negro, de 530 kilos (sólo 80 menos que el anterior...), también manso, pero inválido y protestón, otro animal ante el cual era difícil confiarse porque fruto de la escasez de fuerzas tiraba constantes derrotes defensivos a cada paso. Ese cabeceo, después de seis caídas (recuerden), condicionó la labor del madrileño, que sólo pudo pasarlo a media altura o por alto y poniendo tierra por medio para evitar que le alcanzara en una de aquellas. Así que, desde fuera y despegado, intentó meterlo en la muleta sin demasiada decisión, y acabó macheteándole para lanzarle después media estocada desde la lejanía, al cuarteo. Fin de fiesta, y fin de la carrera taurina de uno de los diestros más honrados y meritorios que ha visto la tauromaquia de la última década. Lo mejor que le vimos ayer tarde, fueron los capotazos iniciales al primero, intentando, con suavidad, enseñarle el camino de la embestida… pero sin lograrlo.

El Cid en los prometedores comienzos del segundo (Foto: las-ventas.com)
Al Cid, ¡cómo no!, le tocó el mejor toro, el único quizá de la piara de bueyes o mulos de la tarde. El bendito animal pasaba por Gracioso –la Gracia debió tocarle con su mágica vara, desde luego, para distinguirlo de sus congéneres-, con 550 kilos en la báscula, negra la capa, mansa su actitud en los caballos y primer tercio, pero noble, boyante y toreable al final. Brindó el de Salteras al respetable, atisbando las calidades y bondades de su oponente, y por unos momentos creímos recuperado a aquel formidable muletero de hace unos años, antes del declive inexorable tras aquel memorable festejo bilbaíno frente a los victorinos. Fue, sin embargo, una faena de más a menos, con un brillante comienzo en que el Cid, no muy bien colocado, tiraba y mandaba de las embestidas de su antagonista, con profundidad y dominio, con clase, aunque no siempre en redondo y siempre aliviándose en el primer muletazo de cada tanda. Salieron así varios naturales superlativos -había iniciado la faena con la zurda, su mano buena- y no menos derechazos de elevada nota, finalizando siempre con pases de pecho rematados en la hombrera contraria, como debe ser. Pero… cuando parecía que la faena culminaría con el consiguiente triunfo, cambió de actitud, y se puso a lancear escondiendo la pierna, perdiendo terreno en cada embestida, al estilo del toreo postmoderno de falsedad y alivio, sin estar jamás colocado, ligando, pero sin verdad. No sé por qué lo hizo… la faena cayó en intensidad, el público ya no aplaudía con la misma fuerza, hubo unos tímidos silbidos de reconvención entre los aplausos y terminó desencantado con la prolongación innecesaria del trasteo, de nuevo por el pitón izquierdo, con una tanda sucia y enganchada, deslavazada, en la que casi se vio sobrepasado por el bicho. Una faena, lo dicho, de más –de bastante a más- a menos. Un mal uso del acero –una vez más- le privó de esa posible oreja que la generosidad del respetable aun le tenía probablemente reservada; dos pinchazos (uno más hondo que otro), una entera caída y todos camino de toriles, cerca de los cuales dobló el animal. No quiso salir a saludar las palmas… Nada ya le vimos en el inválido quinto, Relicario de mote, un toro de 580 kilos, también negro, manso y soso como él sólo. A pesar de que intentó pasarlo con suavidad, sin forzar la embestida, a media altura, el animalejo aquél o se caía o se quedaba corto y cabeceaba defensivamente… Siempre al hilo, el muleteo careció de interés, sumando más la rutina que la genialidad, el dominio o la técnica. Terminó encimista, con penduleo absurdo y con ganas de acabar, quitándole la muleta por si acaso repetía el bicho y citando con ella retrasada para medios pases anodinos. Tres pinchazos sin mucha fe (el primero con desarme ulterior) y una entera por arriba, buena, dieron con el Relicario en el suelo… sólo faltaba que lo pisara, con tan lindo pie, la mismísima Sara Montiel como si fuera una cucaracha.

Luque pasando al tercero mientras pierde las manos (Foto: las-ventas.com)
Daniel Luque pasó inédito por la feria otoñal. Lo intentó, es cierto, con el capote, saliendo a hacer sus quites (en el primer toro tras la tercera entrada… iba a decir puyazo pero ayer no se picaron apenas algunos toros…, en el segundo y pare usted de contar), o lanceando al tercero, con gusto, a la verónica, con escaso juego de brazos y acompañando mucho con la cintura y el pecho los lances. Quizá, es verdad, con ello se exige menos, se rectifica menos el recorrido de la res, y dadas sus nulas fuerzas… Ese tercero, Campanero de apodo, fue un toro negro de 538 kilos, manso, inválido y rajado que nada permitiría en el trasteo. Entre caídas tuvo un comienzo soso y descastado, con alguna embestida anodina, en las que Luque parecía torear de salón; tal era la emoción que despertaba… que creo que un circo de pulgas sobrecogería más (desde luego, ese sería un espectáculo más interesante a todas luces que el que nos regaló ayer el tripartito). El buey se rajó en la tercera serie y Luque lo despenó de una entera baja… y a otra cosa. Más pudo hacer en el postrero, Cartuchero, un bicho de 545 kilos, negro bragado –única alegría en la capa que sobresalió en el luto oficial de esta vacada ayer-, un animal manso en varas, que embistió sin clase, a media altura, pero que al menos no se cayó como sus hermanos. Más pudo y o no quiso o no le salió… Nada hizo con el percal, y casi otro tanto con la franela, cambiando calidad por cantidad casi hasta la extenuación. Hubo protestas cuando, después de la nada de las seis primeras tandas, pretendió seguir como si tal cosa –y lo hizo- después de amagar ir por la espada de verdad (parece que casi todo en el toreo postmoderno es de mentira…). Muchos pases y poca clase, en definitiva, frente a un toro que protestaba a veces y se quedaba corto otras, recurriendo a un encimismo final con guiños populistas que no calaron en los tendidos. ¡Qué pesadez! Después de un pinchazo hondo por encima de las costillas que hicieron profundizar los capotazos de la cuadrilla, lo mando al Walhalla táurico de dos golpes de descabello.
Apenas menos de dos horas que se nos hicieron una eternidad. No se preocupen lo más mínimo… el año que viene dos más del mismo hierro. Y esta tarde, otra más de primos hermanos, ¡enhorabuena a todos!

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