Por Fernando Bergamín Arniches
A Javier Grandes, que se ha ido
pronto, sin esperar otro otoño.
¡Ay de aquellos otoños pasados en Las Ventas...! Hace años, pero no
tantos, o tal vez sí. Me perdonará el
lector, pero en esta nota que no quisiera demasiado extensa, escribiré muy poco
sobre la última Feria de Otoño del 2012. Los carteles no tenían para mí
prácticamente ningún interés. Creo poco en los toreros en esa línea de heroísmo
ni en esos toracos casi todos ya sin sangre brava, aunque en muchos casos con
terrorífica y desproporcionada presencia, que tanto suelen gustar hoy en la
Plaza Monumental de Madrid. No importa que después resulten mansos perdidos,
blandos, sin fuerza y descastados casi todos. Cuando sale alguno con interés
para la lidia, tampoco se le da, porque precisamente en esta Feria he podido
comprobar que los toreros heroicos no son ya buenos lidiadores, aunque tenga
que reconocer que se juegan la vida con verdad, lo que merece un gran respeto.
Me quedo con una triste despedida en Madrid de un buen torero como el Fundi, aunque justamente en esa su
última tarde madrileña no estuvo a la altura de sus dos difíciles pero
lidiables toros de su lote. Le deseo toda la suerte que se merece en su nueva
vida, y que tal vez le faltó en el toreo. Guardaré también el recuerdo de dos
magníficos pares de banderillas al sesgo del subalterno David Adalid, colocados
a un cinqueño manso y de cornamenta desproporcionada y terrible, toro feo y
descastado como toda la corrida de Palha. Una vez más.
Uno de los dos grandes pares de Adalid (Foto: las-ventas.com) |
Prefiero recordar otros otoños que, como escribió Proust, dejaron en
mí y en tantos otros visionarios
taurinos "ese oloroso recuerdo... el olor melancólico... el perfume
imperecedero de aquel pasado". Pero quiero dejar claro que ese mismo
sentimiento lo he tenido esta última temporada en grandes ocasiones, con
toreros creadores y toros proporcionados, en pleno presente. José Tomás y su
esencia única, aparte de todos. El "divino" Morante de la Puebla. El
Manzanares ya recuperado de Sevilla, en este mismo otoño. Talavante en varias
tardes torerísimas. El gran Juli
actual, durante toda la temporada. Un Perera que se va centrando en el toreo
auténtico, y ese gran torero, Juan Mora, que no torea porque no quieren
nuestros más "brillantes" empresarios. Ese pasado pues de perfume y
sabor imperecedero, sigue vivo gracias a toreros como ellos.
Ahora sí, en memoria más lejana, debo recordar aquellas tardes, en
otoños pasados, cuando el toreo era posible en Las Ventas sin las deformaciones
y puros intereses comerciales de hoy. Y con un público bastante más sensible.
Las tardes memorables de Antoñete,
del mejor Antoñete. El toreo grande y
profundo, andaluz de alma, del gran Curro Vázquez. La tarde mágica de Rafael de
Paula, en su inmortal faena al toro de Martínez Benavides, aquel 1 de Octubre
de 1987..., después de su consagración definitiva años antes (esta vez en Vista
Alegre) con un toro de Fermín Bohórquez también en otro otoño, el de 1974. Fue
el 5 de Octubre y esa misma tarde se despidió del toreo, el que fue "el
toreo mismo": Antonio Bienvenida. No podemos olvidar la presencia y
torería, llena de conocimiento, de Luis Francisco Esplá, casi siempre presente
aquellos otoños. Como tampoco olvidamos una lección otoñal mucho más reciente,
la tarde de Juan Mora: justeza, tiempo y sabor del toreo eterno. El toreo
fundamental de Julio Robles y un gran Ortega Cano... Y otros más que se me
quedarán involuntariamente fuera.
¡Ay de aquellos otoños! ¡Ay de aquel "perfume imperecedero" de
la torería intemporal! Cuando aún
existía la diferencia esencial de ser culto o estar simplemente documentado
que, en esta época tan difícil para todo, vamos perdiendo, hasta para poder
reflexionar desde muy dentro sobre el arte del toreo.
Madrid,
8 de Octubre 2012
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