Madrid, 30 de septiembre
de 2012. Un tercio de plaza. Novillada concurso. 1 novillo de Partido Resina
(1º), que casi cumple en varas, soso pero boyante en la muleta. 1 novillo de El
Jaral de la Mira (2º), que también cumple por los pelos en varas y mansea después
para ir a menos. 1 novillo de Casasola (3º bis, sustituye al titular de los
Hdros. de Alonso Moreno y por tanto fuera de concurso), manso, descastado, de
escaso viaje. 1 novillo de Cubero-Buendía (4º), manso en los caballos, boyante
y embestidor en el último tercio. 1 novillo de Aurelio Hernando (5º bis, que
sustituye a un hermano de camada), manso en el primer tercio, encastado pero de
escaso recorrido. 1 novillo de Coquilla de Sánchez Arjona (6º), manso y complicado.
Miguel Hernández, Miguelín, pitos
(aviso) y silencio (aviso). Raúl Rivera, silencio y ovación. Alberto escobar,
silencio y silencio.
Nuevo suma y sigue en el
haber de la empresa. Para una apuesta complicada, como la de una novillada
concurso en Madrid, el tripartito anunció –ni más ni menos- que a tres jóvenes
que sumaban en 2011 –respectivamente- 3 festejos, 18, y 2 novilladas.
Solvencia, al parecer más que acreditada…, para presentarse en Las Ventas y en
compromiso donde prima lucir al toro por encima del lucimiento personal (si es
que llegaran a alcanzarlo…). Muy bien. Una más.
La novillada concurso comenzó
con el sorprendente diseño de unas rayas “anti-constitucionales” en el ruedo,
que más parecía dibujo de un impúber de tres años de edad, donde al parecer
había de producirse y llevarse a cabo la suerte de varas. Inconcebible… Una
cosa es que aquél sea el lugar más adecuado para medir la bravura o mansedumbre
de la res ante los del castoreño, y otra que quede delimitada geográficamente
con tal precisión que induzca al general concurso a pitar o a quejarse si se
sobrepasan tales límites. Por supuesto que pueden sobrepasarse, para mejor
(para colocar el novillo aun más lejos del picador) o para peor, como sucedió
en algún caso con la mansedumbre de algún novillo que requería que lo picaran
en otros terrenos. El monigote pintado en el ruedo, a imagen y semejanza del
ojo de una cerradura detrás de la que se encuentra el misterio de la bravura,
solo sirvió para que a los bichos les dieran cincuenta capotazos de más,
improductivos y muchas veces contraproducentes, para que alguno sacara sentido,
y para que el “turisteo” –abundante como todos los domingos- pitase y
protestase si picador o res sobrepasaban sus correspondientes límites apenas
milímetro y medio.
No es momento éste de
volver a explicar lo de las rayas, su significado y porqué, ya lo hemos hecho
en este blog y el curioso puede encontrarlo en las “Claves” publicadas tiempo
ha. La primera raya, es para que el picador no se viera forzado por el público
a sobrepasar determinados terrenos en la búsqueda del toro hacia los medios…
cuando aún no había peto. La segunda, y círculo más pequeño, fue consecuencia
de la aparición de aquél, y de la manía de meter al toro debajo del mismo,
privando al ganadero y al público de juzgar oportunamente el juego de la res en
el caballo. Lo de ayer era innecesario. Con las dos rayas de siempre, situadas
a tres metros de distancia una de otra –Reglamento del 96, que amplía en un
metro la distancia del de 1962-, y colocándose frente a chiqueros el de a
caballo… asunto terminado. Lo que pasó, por ejemplo en el sexto, se hubiera
evitado con ello, al desplazar la suerte, ante un novillo que rehuía el
encuentro, picando en el 7, o en el 6, con la distancia correspondiente… pero
como habían evitado pintar el resto de las rayas… nadie se atrevió a hacerlo. Una
porción de minutos estériles y un sinfín de capotazos de más. Fantástico. ¡Vaya
inventos!
El de partido de Resina que abrió plaza (Foto: las-ventas.com) |
Aclarado el porqué del
monigote dibujado en el albero venteño, y del escaso bagaje de los de luces
para un festejo de esta índole, digamos que el experimento tuvo un resultado
desigual. Es verdad que todo el mundo –entre los nativos- anduvo pendiente de
la lidia en el primer tercio: se trataba de aquilatar las cualidades de cada
novillo en la suerte de varas, recuperando así una de las trascendentes partes
del espectáculo que se pierden cada tarde; pero superado el mismo, y sin hacer
mucho caso a la lidia –en general deficiente a lo largo de la tarde, capotazos
de más, tirones, mala colocación, pero como cualquier otra tarde, vaya en
descargo de los profesionales de ayer- el último tercio recuperó lo de siempre…
la justificación por el natural y derechazo, con tendencia a estrechar
espacios, del toreo actual. Súmenle la habitual colocación “fuera de cacho”, el
indiscriminado abuso del pico, la escasa personalidad de los oficiantes y su
poco menos que nula capacidad de dicción, y tendrán el resultado “artístico”
del festejo. Cuatro silencios como cuatro soles, una ovación por el susto de la
cogida al entrar a matar el quinto y unos pitos en el primero. Pero lo que no
nos dejaron ver, en la mayor parte de las ocasiones, fueron las bondades o
cualidades de los novillos en la faena de muleta, algo que hubiéramos apreciado
en un espectáculo como éste. Unos por ahogarlos, por estrechar terrenos cuando
el novillo pedía más distancias, otros por pasarlos por Sebastopol, otros más
por no obligar nunca o por despedirlos hacia la península de Crimea (donde se
encuentra el puerto citado), el juego de alguno de los lidiados pasó, si no
desapercibido, por debajo de lo que parecía entreverse. Es el caso del Buendía
de Benítez Cubero, que no de encaste Hidalgo Barquero, o del veragüeño de
Aurelio Hernando (¡qué lástima lo de la mano del primero de ellos, a mi juicio
más interesante que el sustituto!), o del pablo-romero inicial. Una pena,
morena, anunciada en el cartel…
Miguelín con el pablo-romero (Foto: las-ventas.com) |
Quizá, con todo y
ello, fue este último, y primer novillo de la tarde, de Partido de Resina, el
de mejor nota, en conjunto, del concurso. Por cierto, nos engañaron como a
chinos por megafonía al decir que el orden de lidia obedecía a la antigüedad
porque lo marca el Reglamento. ¿Me pueden indicar, por favor, los listos de la
empresa, dónde figura tal cosa en el Reglamento Nacional vigente? No se indica;
sí lo hacía el de 1962, es cierto, pero sorprendentemente ha desaparecido del
texto actual… quizá porque a nadie importe ya. Viene esto a colación del escándalo suscitado por el arbitrario
orden de lidia de los toros lidiados en la Corrida de la Prensa de 2010 en
Madrid, en la que cada espada trajo los toros que más le convenían –de
diferentes ganaderías- y no se respetó la costumbre o uso tradicional en la
materia (esta sí reconocida en el Reglamento), en clara antítesis con
lo que ayer anunciaron a bombo y platillo… Claro que el Juli, por ejemplo y para la empresa, no es Miguelín… El de Pablo Romero, Pandero
II, para aumento de desconciertos de los amantes de los encastes y su
estudio, ¡fue el más chico de los corridos ayer!, un novillo de 454 kilos,
justito, pequeño pero con cuajo, con hocico de alcuza -¡Dios mío, no eran más
bien tirando a chatos…!- y algo degolladete –para la badana que solían lucir
sus antaño predecesores-. La capa en consonancia con lo habitual, cárdena
clara, aromerada, el cuerpo en concordancia con lo mismo, y el carácter
bonancible, si acaso un tanto soso, alejado de la casta exigente que se presumía
tantas veces. Cumplió –o casi- en varas, arrancándose en la distancia (mejor en
el tercer puyazo… ¡que se puede dar sin que se mueran los toros, albricias!),
empujando, aunque saliendo con facilidad de los envites. Flojito en el
transcurso de la lidia, repitiendo pero sin humillación (también algo característico),
Miguelín nada hizo de notable,
dejándolo pasar tantas veces sin sacarle el jugo interno. Todo a media altura,
sin apreturas, descolocado, abusando del pico, con suavidad pero sin decir
nada, se le fue un bicho de oreja –u orejas-. Además lo cogía demasiado atrás,
embrocando al animal sobre la pierna retrasada… Una estocada entera, arriba
pero bastante atravesada por salirse de la suerte, hubo de necesitar de hasta
cinco intentos de descabello, oyendo entre tanto un aviso. Mal el puntillero,
como casi siempre… ¡para cuándo recuperamos el de plaza… que añoranza para con
Agapito! En el cuarto de la tarde, al madrileño, se le volvió a escapar un
novillo orejeable. El de Cubero-Buendía, como se nos anunciaba en el Programa
que llevan al alimón Javier Buendía y José Benítez Cubero, era un santa-coloma
en tipo, con la carita y cabeza prototípica del encaste, y acaso con más
volumen por detrás del habitual; Timonera
por apodo, de capa negro bragado –levemente entrepelado-, y 478 kilos en la
báscula, fue manso en varas… -si el Conde levantara la cabeza…- pero noble y
boyante al final. Comenzó cayéndose en el primer tercio, pero empujó con fijeza
en el primer encuentro, saliendo con facilidad después de un criminal puyazo
trasero, y en el segundo, después de tardear bastante, salió suelto. Bien
pareado por Miguel Martín, llegó con ganas de embestir a la franela para que el
pobre Miguelín demostrara sus
carencias… ¡Qué cantidad de trapazos, por favor! Rutinario, cumpliendo las exigencias
del guión, o el imperativo legal –según prefieran el cine o la política- nada
dijo frente a un animalito que tampoco nada malo hizo, sino mostrar un carácter
apacible y obediente. Fuera, pico, despegado… así no se llega a nadie. Un
pinchazo sin pasar, uno bajo y otro más feo, precederían a la estocada entera
que, tras un aviso, fue rematada de un certero descabello.
Rivera pareando pasado al del Jaral (Foto: las-ventas.com) |
El segundo
vespertino fue del Jaral de la Mira, de encaste Contreras (a través de Baltasar
Ibán…), un novillo de nombre Malacara,
negro listón, que aportó 488 kilos a la romana, que cumpliría en varas para
mansear a continuación e ir a menos en la muleta. Empujó en los tres encuentros
sobre el pitón derecho, yendo de lejos, pero sin demasiada entrega –quizá por
escasez de fuerzas-, luego se dolería bastante en banderillas (puestas por el
matador siempre a novillo pasado) y se vino abajo en el trapo rojo. Raúl
Rivera, que maneja mejor el percal que la franela, anduvo por debajo de lo
esperado. Es, a juicio de un buen amigo, una especie de torero entre Paquirri y Pepín Liria, que no llega a
ambos ni por asomo. Facultades atléticas, altura, escasas maneras muleteriles y
poco más. Ahogó al de Contreras –o lo poco que quede de ello tras los cruces
con Domecq- cuando lo que necesita tradicionalmente el encaste son distancias…
acuérdense de Bastonito… Nueva sesión
de colocación excéntrica, abuso de pico –absolutamente siempre- y toreo
despegado en cuanto pudo… toreo moderno, donde sólo se busca la ligazón y el
número frente a la autenticidad y calidad. El animal acabó con bastante poco
viaje y lo mando al desolladero después de unos trincherazos mejorables, de un
pinchazo tirándose recto pero con desarme, y otro hondo, caído, que hicieron casi media
los peones con sus capotazos. En el quinto, el sobrero de Aurelio Hernando que
sustituyó a un prometedor hermano, Brujo
por mote, tampoco mejoró esa perspectiva general pese al aplauso de sus
incondicionales. El jabonerito algo perlado de procedencia veragüeña –con mezclas,
no teman- lució bien sus 491 kilos, le brillaba el pelo como si fuera de ante,
tenía una cabeza digna –no exagerada- y aunque manseó en varas y tuvo corto
viaje en la muleta, iba siempre al toque, arrancándose a cada cite. Era
cuestión de alargarle el viaje… algo que no hizo el novillero de Toledo. Volvería
a parear, y ahora hubo un par sobre un pitón, gracias, con más facultades físicas
que sosiego y pasándose en los otros dos. Del cierto genio inicial pasó el novillo a la escasez a lo largo del
muleteo, algo también tradicional en el encaste. Mal en los comienzos, Raúl fue
desarmado y casi desbordado en estos prolegómenos, no terminó de cogerle el
temple a la faena, siempre acelerado y sucio muchas veces, pero algo mejoró en
las postrimerías el toledano. No me gustó, pese a todo, en un toreo vulgar y
anodino, que no dice nada, carente de personalidad. Un pinchazo bajo y una
entera saliendo cogido de la suerte –a Dios gracias, sin consecuencias graves-,
le conseguirían la ovación, el saludo y el amago –también gracias a la
divinidad sin continuidad- de vuelta.
El prometedor jabonero de Aurelio Hernando que volvió a toriles por lesionarse una mano (Foto: las-ventas.com) |
El tercer novillo
anunciado era de los Herederos de Alonso Moreno, y volvió a los corrales por
invalidez manifiesta… En su lugar saldría uno de Casasola, encaste mayoritario,
que fue el más manso y descastado del encierro. Solitario de nombre, 517 kilos, negro chorreado en morcillo, apenas
tuvo viaje en el último tercio. La verdad es que Alberto Escobar pechó con el
peor lote con enorme diferencia… Pero tampoco puso gran cosa de su parte, en
buena medida por su bisoñez. Ni el torillo pasaba, ni él tiraba para hacerlo
pasar. Así que vistas las cosas, le sacudió un pinchazo saliéndose, otro más
recto y una entera, trasera y perpendicular, aguantando el tipo, como anduvo
toda la tarde. El sexto era un coquilla –paradojas de esto de los encastes- de
más volumen que el pablo-romero inicial, el más grande del festejo. Escudero se llamaba el de Sánchez
Arjona, negro, un toro con 538 kilos, pero de mal carácter, manso sin
paliativos en los caballos y complicado en la faena. Salió con cierta codicia y
genio, pero le sentaron tan mal las varas -tomadas a regañadientes-, que llegó
reservón, a la defensiva y protestando a la muleta. ¡Qué cantidad de
tornillazos peligrosos, qué de miradas al diestro! Bastante hizo con aguantar
el chaparrón el joven Escobar… Tras un postrer desarme, le dejó tres cuartos de
tizona embutidos con mucha habilidad… Si llega a marrar en ese primer intento,
y tal como andaba el animalito, no sé cómo hubiera superado el escollo.
Escobar en el del encaste mayoritario de Casasola (Foto: las-ventas.com) |
En definitiva,
una novillada en la que sobresalió el de Partido de Resina, con un buen Santa-Coloma
por medio para la franela, y dos interesantes –que no buenos- para los
aficionados veragua y contreras. El premio, con lógica aplastante, quedó
desierto, ¡enhorabuena al jurado!
No pueden venir a las Ventas novilleros tan poco toreados para matar estos encastes de comportamientos tan complejos que necesitan firmeza y conocimiento ante todo. Además las cuadrillas en general han sido nefastas, como las de ayer. La corrida se convirtió en por momentos en una capea.
ResponderEliminarMaestro en mi opinión el Pablo Romero, aparte de escuálidamente presentado,(le juro que por la mañana cuando lo vi me pareció que era el de Coquilla) cumplió en varas, si, pero en la muleta fué sosisimo por el derecho e imposible por el izquierdo. De toro bueno y boyante yo creo que nada. Tiene razón que el matador tampoco hizo nada por mejorarlo no puso nada de su parte por la emoción.
ResponderEliminarEstimado amigo:
ResponderEliminarMuchísimas gracias por su comentario, con el que -lógicamente- coincido en la mayor parte. Yo también destaco la sosería del bicho (en la entradilla y luego en el texto "el carácter bonancible, si acaso un tanto soso, alejado de la casta exigente que se presumía tantas veces". Eso sí, no tiró una mala cornada, ni se coló jamás, ni se mostró exigente, pese a que era "Flojito en el transcurso de la lidia, repitiendo pero sin humillación (también algo característico)". Como iba y venía sin protestar, y en eso consiste lo de boyante "Se dice al toro claro y sencillo que embiste más bien desviándose que ciñéndose" (La tauromaquia o arte de torerar de Pepe Hillo, 1796 y ss.) o "que a su bravura sin nervio une las condiciones de acometividad, nobleza y sencillez" (Doctrinal taurómaco de Hache), o "el toro hermoso, noble y sencillo que se deja lidiar a su gusto o cómodamente como hoy se dice" (Lexicología taurina..., de Camisero, c. 1950) o también "el toro claro, noble y resuelto que se deja picar, banderillear y matar sin ofrecer dificultad" (Diccionario cómico-taurino, de Paco Media-Luna, 1883); de ahí que lo subrayara.
En cuanto a la presentación, también coincidimos: "El de Pablo Romero, Pandero II, para aumento de desconciertos de los amantes de los encastes y su estudio, ¡fue el más chico de los corridos ayer!, un novillo de 454 kilos, justito, pequeño pero con cuajo, con hocico de alcuza -¡Dios mío, no eran más bien tirando a chatos…!- y algo degolladete –para la badana que solían lucir sus antaño predecesores-", digo a lo largo de la crónica. Lo del comentario que `parecía el de Coquilla y viceversa también yo lo comenté en broma en la plaza... ¡qué casualidad, lo que son las cosas!
Sin embargo no me pareció que fuera tan malo por el zurdo, lo que le agradezco me subraye, porque a lo mejor no lo ví; en las notas sólo apunté en esa única tanda con la zurda "Sosos ambos, media altura, no dice nada". Muchas gracias de nuevo.
Un abrazo.
RCB
!Que pena lo del novillo de Alonso! , me imagino que en el juego de este novillo estaría el futuro de lo poco que queda de este encaste.
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